Cultura

Así cambia el universo Marvel con "Doctor Strange" (riesgo de spoiler)

Marvel recorrió la mayor parte de los géneros cinematográficos. También, conquistó a toda una generación de cinéfilos, que crecieron junto a sus personajes favoritos. Pero el final de la fase tres, no solo sacudió los cimientos de la franquicia. También planteó la disyuntiva de la necesidad de un universo mucho más adulto. Y la película "Doctor Strange in the Multiverse Of Madness" es un paso en una dirección definitiva

Strange
Publicidad

En varias de sus escenas más duras, brutales y extrañas, “Doctor Strange in the Multiverse Of Madness” de Sam Raimi es mucho más parecida a una película de terror que a una de superhéroes. El director logró la extraña proeza de construir una historia acerca de figuras perfectibles y oscuras en el, por lo general, luminoso y bien intencionado universo de Marvel. Se trata de un cambio de registro que sostiene y redimensiona un discurso desconocido en la franquicia cinematográfica de “La Casa de las Ideas”.

Uno que, además, plantea un punto concreto que el cine de superhéroes no ha explorado desde todas sus complicadas aristas. Los fanáticos de la saga de Marvel ya no son los adolescentes o niños que en el 2008 recibieron al Iron Man de Jon Favreau con asombro. La audiencia del género se convirtió en un raro fenómeno en la industria del cine. La de la madurez del público en consonancia con su franquicia. Se trata de un reto que implica la reconstrucción del lenguaje, el planteamiento central de la saga y la mirada sobre sus historias. La gran pregunta que durante casi dos años se planteó la industria, era si Marvel podría tomar un riesgo semejante.

Después de todo, el universo cinematográfico de Marvel ha sido un éxito resonante por apegarse a su fórmula. Y también por plantear la idea de lo superheróico desde cierta inocencia integral. Muy distinto al sobrio y mucho más oscuro universo cinematográfico expandido de DC, la franquicia Marvelita profundiza en la cualidad amable de sus personajes. En especial, en la capacidad de sus historias para desmitificar a sus héroes y enlazar la noción del bien y el mal con un tipo de propósito redentor. Entre el humor, colores brillantes y grandes alegorías sobre la bondad colectiva, la franquicia más exitosa de las últimas décadas, apostó a un tipo de cine consumible que complació a su muy joven audiencia.

Pero mientras su público se hacía más adulto y menos ingenuo, Marvel también comenzó un trayecto hacia la madurez. Uno que le exigió reconstruir su versión sobre el poder, el propósito heroico y la personalidad de sus figuras emblemáticas.

Strange
Benedict Cumberbatch es el Dr. Stephen Strange (©Marvel Studios 2022)

De la condición de grandes aventuras con un corazón amable y que rehuían inquietudes colectivas, las producciones se transformaron durante los últimos dos años, en algo más. Desde la versión del luto, el duelo, la pérdida e incluso, la depresión que se exploró en “Endgame” (2019) de los hermanos Russo, a la mirada política de “Falcon y el Soldado de Invierno”, Marvel tomó la decisión de construir un nuevo concepto basado en un crecimiento apreciable en sus líneas argumentales.

“Doctor Strange in the Multiverse Of Madness” es la muestra más fehaciente de que la niñez de Marvel quedó atrás. Lo hizo con un salto vertiginoso hacia lugares tenebrosos y potencialmente destructores de su propia mitología. Si semanas atrás, expertos en la industria se preguntaban si la serie de Disney+ “Moon Knight” era la definitiva mirada hacia el lado de la franquicia, la llegada de la secuela de “Doctor Strange” aclara por completo las dudas. Sombría, inquietante, dolorosa, siniestra, la película de Raimi es un viaje hacia las sombras de sus personajes. Pero a la vez, una búsqueda de nuevas regiones para un Marvel decidido a rehacer sus límites y a encontrar una forma desconocida de dialogar con su público.

Infiernos de la magia

En “Doctor Strange in the Multiverse Of Madness” no hay villanos, aunque la Wanda Maximoff de Elizabeth Olsen es una amenaza cada vez más violenta e imparable. Tampoco hay héroes, aunque el Strange de Benedict Cumberbatch intente hacer las cosas a su manera e insista, en reconstruir el hilo de la realidad, incluso a costa del sacrificio de otros. Uno de los puntos más desconcertantes del film de Raimi, es su negativa a la versión maniquea de la realidad, lo que convierte al guion en un espacio de debate sobre las motivaciones más humanas de sus personajes.

Wanda, destruida y rota por un duelo violento, se enfrenta con todos sus recursos, contra enemigos que no le comprenden y le temen. Strange, con errores a cuestas tan peligrosos como temibles, trata de vencerla sin saber si lo hará. Mientras, el multiverso se desploma y deja entrever que en las tinieblas de este extenso recorrido por todas las regiones de la posibilidad multiversal, el tiempo se transforma en un aliado y la realidad, en una frontera frágil.

Raimi retrata los claroscuros interiores, sus temibles poderes y su humanidad frágil, siempre al borde de la caída en el desastre de estos héroes ambivalentes. El director convirtió lo que podría haber sido solo una aventura a gran escala — que también lo es — en una concepción sobre el mal. También, del heroísmo, de la ambición y la caída de la gran gracia del altruismo superheroico. En realidad, la premisa de la historia, que finalmente aborda el multiverso en toda su extensión, es la de la pérdida. Y una tan radical, completa y devastadora que tiene la capacidad de transformar el mundo en una reescritura de la realidad.

A la vez, Raimi explora guiños a su propia filmografía en cuanto a ritmo y diálogo con lo enigmático. “Doctor Strange in the Multiverse Of Madness” dejó atrás el brillo amable de la fase tres del universo cinematográfico de Marvel. Más intrigante aún, rompe el hito de los argumentos sobrios que analizan a sus historias desde la redención. Concentrada en la pérdida de la fe y en un retorcido sentido de la caída en los abismos, ningún personaje es completamente inocente.

Tampoco carece de dolores, heridas y un largo mapa de horrores a cuestas. Raimi explota por primera vez el mundo de superhéroes aplastados por la culpa, los ausentes, los espacios vacíos. “Me vendría bien una Vengadora” dice un Strange abatido, culpable de decisiones inadmisibles a sus conocimientos. Wanda lo mira desde una frialdad inquietante, el conocimiento retorcido volviéndose una cadena de espejos.

La noción sobre el misterio que se convierte en un ritmo argumental específico. Criaturas inexplicables que pierden un ojo y que se sacuden, con una vitalidad tenebrosa, frente a la cámara. La sangre, como una rara concepción sobre el miedo. Las sombras que envuelven los sueños y las que narran la raíz misma de los mundos interiores de los personajes. Raimi encontró en la secuela del Doctor Strange el lugar ideal para contar con cuidado un mundo lleno de detalles. El estilo y la forma es por completo distinta a la de su ya icónica trilogía de Spider-Man, pero ambas comparten la emoción sombría. Finalmente, Marvel dejó atrás ese elemento casi ingenuo que sostuvo sus propuestas. Y el cambio resulta formidable.

En las regiones oscuras

Raimi y el guion de Michael Waldron, construyen una superestructura que impulsa, empuja y explota todo el poder de sus personajes. América Chávez (Xochitl Gomez), la más reciente adición al superpoblado mundo de Marvel, se convierte en centro del viaje a través de los rincones de la realidad. El personaje lleva a Strange a través de docenas de multiversos en los que Raimi construye escenarios salvajes. Wanda va tras ellos y finalmente, la Bruja Escarlata demuestra la plenitud de la magia del caos. En varios momentos es inevitable preguntarse cómo y de qué manera, Strange podrá reducirla o vencerla. Y es esa cualidad de inevitable — como una sombra inquietante de Thanos — lo que compone a un personaje inolvidable.

No obstante, uno de los puntos bajos de la película, es que Raimi no permite hacerse preguntas sobre el multiverso. Las realidades alternativas apenas pueden verse en un recorrido en caída libre que imita la estética fragmentada de la serie animada “¿Qué pasaría sí…?”. La única realidad que puede detallarse no ofrece información más allá del dilema de los personajes. Además de datos anecdóticos como la forma de las pizzas o los rascacielos llenos de enredaderas frondosas. Pero una cosa está clara: en otras regiones del multiverso, los equipos de los héroes también prosperan y son fuertes.

Strange
Elizabeth Olsen es Wanda Maximoff

Los comentados cameos (por los que hay que esperar algún tiempo), son menos espectaculares de los rumoreados. Pero al menos el de John Krasinski como Mister Fantástico, es un añadido de agradecer. A pesar de su muerte prematura, deja claro que Marvel avanzará en la dirección de traer de vuelta a la familia de superhéroes.

La aparición de la Capitana Carter de Hayley Atwell es uno de los puntos más altos de la visita de Strange al salón de los esperados Illuminati. El live action del personaje presentado en animación, mantiene una pelea con Wanda que asombra por su coreografía. Un poco decepcionante resulta la manera en que Wanda arrasa con la esperada aparición del Doctor Xavier (Patrick Stewart) y Black Bolt (Anson Mount). La misma suerte corre La Capitana Marvel de Lashana Lynch. Pero quizás deja claro una idea recurrente: esta no es una película que explore el bien: explora algo más profundo y raro que cualquier otra película de superhéroes, la corrupción del poder.

Ella, el final de todos caminos

Uno de los elementos más desconcertantes de “Doctor Strange in the Multiverse of Madness”, es el hecho de que el hechicero no es el centro de la acción. En realidad, la película crea en Wanda el personaje más asombroso del Universo cinematográfico de Marvel. Eso explicaría el final ambiguo que promete más del personaje en el futuro. Y también algo de considerable relevancia: la resolución del conflicto entre Strange y Wanda a través de la emoción, jamás del poder. ¿Volveremos a ver a la encarnación de la magia del caos en el futuro? Sin duda.

Las dos escenas poscréditos son tan eclécticas como la película. Una, es un guiño gracioso para cinéfilos de hueso rojo de la filmografía de Raimi. La otra es de nuevo una puerta abierta de Marvel hacia la expectativa. ¿Finalmente llegará la guerra multiversal? Lo más probable es que sí, con este Strange trágico, que conoce sus límites, sin aliados y roto por la presión como líder de una revolución en el centro mismo de la forma en que Marvel contó, hasta ahora, sus historias.

Publicidad
Publicidad