Vida sana

7 tips para hacer la merienda que mereces en Venezuela

A pesar de todas las dificultades que enfrenta hoy un venezolano promedio para mantener hábitos equilibrados, la naturaleza humana empuja a dar la batalla hasta el final por lo que creemos justo y armonioso. Siguiendo algunas normas sencillas y palpando el pulso de la ciudad, creo firmemente que es posible aferrarse al pequeño milagro diario de la comida breve que ruega nuestro reloj natural

Composición gráfica: Ligia Velásquez
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Equivalente a ración de tropa, merienda tiene la misma raíz latina que las palabras “mérito”, “merecer” y “meretriz”, que viene a significar algo así como dama que sale a merecerse la vida o, según otras fuentes, dama que anda en busca de un hombre meritorio. Divagaciones etimológicas y sexistas aparte, merienda hoy se refiere a una comida breve, a mitad de mañana y mitad de tarde, que sirve de puente de guerra entre las presuntas tres comidas principales.

Asumo el riesgo de sonar cruel y hasta cínico al hablar hoy en Venezuela de cinco comidas diarias, incluso en porciones pequeñas. Pero mientras sea posible dar la batalla hasta justo antes de expirar, es un hábito armonioso que creo que nos merecemos. Comer con equilibrio, junto con una rutina de actividad física moderada, es una de las piernas del coloso de una condición y peso corporal adecuados, que si nos ponemos a verlo de manera pragmática, es la mejor manera de ahorrar.

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No les voy a escribir como un licenciado en Nutrición, que no soy, o como el especialista fitness famoso que me gustaría ser. Pero sí como un ciudadano venezolano que, hace aproximadamente siete años, aprendió a comer mejor, y que hoy, con no poca frustración, se topa con que ya no puede mantener los estándares de dieta cualitativa y variada que precisamente había recién establecido después de décadas de infantilismo alimenticio prolongado.

Mis ingresos económicos no son holgados. Tengo que hacer rendir lo que gano, que no es en dólares. E igual, mal que bien, creo que es posible sostener algunos de los hábitos que adquirí, siguiendo unas normas sencillas:

MACEDONIA DE FRUTAS Y GELATINA DE JAMAICA EDICION 64

1. Siempre es mejor comer un poco que nada, es decir, dejar al sistema digestivo largas horas sin trabajar.

2. Siempre habrá unos alimentos mejores que otros, incluso dentro de la limitación de opciones que padecemos actualmente. Ejemplo: hace 10 años, recuerdo que me parecía adecuado merendar o incluso almorzar una bolsita de un cereal llamado Flips. Hoy, en lo posible, trato de evitar o moderar alimentos procesados o con azúcar refinada.

3. Todo es extremadamente caro, pero siempre hay mejores maneras de sufrir la inflación que otras. Es decir, podemos elegir mejor entre dos opciones que anden igualmente por las nubes. Es importante saber que, aunque hoy la recomendación de la merienda (como el hábito del alimento breve que ayuda a regular los niveles de glucosa, acelera el metabolismo y evita llegar con excesiva ansiedad a las comidas principales) está más o menos universalmente extendida, no todos los especialistas comparten el concepto.

uvas

He escuchado a chefs japoneses que sugieren comer según la posición del sol: al amanecer, al mediodía y al atardecer. Y a nutricionistas muy respetables que sostienen que, para un trabajador promedio, es muy complicado interrumpir sus ocupaciones a media mañana o media tarde y que, en todo caso, lo recomendable es aprovisionarse de un tanque lleno de carbohidratos en el desayuno.

Hablo por mí: las cinco comidas diarias me han funcionado. Estas son algunas opciones que sigo consiguiendo en el sitio donde vivo (Caracas) al menos hasta el día en que escribo este texto (uno de finales de mayo, inicios de junio de 2016) y hasta que ocurra lo contrario, y que considero medianamente más saludables que otras, y que no erosionan exageradamente mi bolsillo, y que en una ocasión de emergencia pueden sustituir incluso alguna de las comidas principales:

1. Cotufas

Cotufa

Las cotufas ya no son baratas. Una de las cosas que los venezolanos hemos comprendido a los trancazos en los últimos años es que acá hasta el maíz para hacer cotufas es importado. Un combo de cotufas en el cine puede costar la décima parte de un salario mínimo. Y sin embargo, sí se pueden conseguir (preferiblemente sin exceso de aceite o sal, como las que se expenden empacadas en algunos kioscos, precio de finales de mayo de 2016: 300 bolívares), me siguen pareciendo una de las integrantes inamovibles del Hall de la Fama de la Merienda. Una de las grandes revelaciones de mi camino de iluminación fue leer en una revista de National Geographic, en 2008, que las cotufas tenían 69 puntos en una escala del 1 al 100 del valor nutricional de los alimentos elaborada por la Universidad de Yale. Hasta entonces las veía como una simple chuchería más.

2. Frutas

Mango

Sí, las habitualmente menospreciadas frutas de siempre, a veces objetadas por algunos gurús debido a su contenido glicémico, pero siempre recomendables (sobre todo en horas matutinas) por sus fibras, vitaminas y superpoderes para la digestión, preferiblemente enteras, no en jugos. ¿Usted puede pagar una manzana? Yo no, qué lástima.

Cuando escribo esto, los hiper-lujuriosos mangos están en plena temporada y extremadamente baratos (los de bocado, una bolsa de 2 kilos desde 200 bolívares en algunos sectores de la ciudad), aunque presentan la dificultad de que no es precisamente elegante o pulcro comerlos si estamos en la calle; el mango es algo como para devorarlo en la casa de uno sin ser visto por nadie, obscena chupada de concha incluida.

Cambur

Y por supuesto, la merienda por excelencia, el cambur y su fuente natural de potasio (desde 300 bolívares el kilo, dependiendo de su suerte). Su descripción en The World’s Healthiest Foods, una de mis webs favoritas en los años en que empecé a investigar por mi cuenta sobre cómo mejorar mi alimentación: Maravillosamente dulces, con una pulpa a la vez firme y cremosa, naturalmente empacados en su protectora funda amarilla y disponibles todo el año.

3. Ciruelas y uvas pasas

Uvaspasas

No me pregunte cómo. Según lo que he podido investigar, al parecer algunas llegan de Chile. El hecho es que, al menos para el momento que escribo estas líneas y hasta ocurra lo contrario (disculpe que insista, todo es extremadamente precario hoy en Venezuela, y por eso la importancia de centrarse en el aquí-ahora), las ciruelas y uvas pasas están al alcance a un precio relativamente bastante económico en lugares como, por ejemplo, los agitados alrededores de la Asamblea Nacional, en el centro de Caracas.

En lo particular, recomiendo las ciruelas pasas, que son consideradas unánimemente como las únicas campeonas invencibles y naturales contra el estreñimiento. Incluso me gustan en su versión con carozo (huesito), pues (al igual que desconchar las semillas de girasol) implican una tarea laboriosa que retarda el proceso de digestión y contribuye a aplacar la ansiedad. Precio de finales de mayo de 2016: desde 200 bolívares por 100 gramos.

4. Turroncitos de maní y ajonjolí

barras_ajonjolí

Una de las maneras más económicas de mantener el consumo de frutos secos, que en general se han vuelto casi inaccesibles, sobre todo las de mayor valor nutricional (¡cuánta nostalgia, mis adoradas almendras! Pero tratemos de no decaer…).

En muchos kioscos de Caracas se venden barritas pequeñas cuadradas, a veces con pasitas incluidas, aunque es cierto que, para la fecha en que redacto esto, han desaparecido un poco las de maní. Tengo entendido que se usa papelón como “pegamento”. Precio de mayo de 2016: entre 100 y 200 bolívares por barrita.

5. Chicha

Chicha

Esta es una opción de merienda bastante debatible, porque, junto con la empanada, entra dentro de la lista de alimentos hipercalóricos, es decir, solo recomendables para personas extremadamente activas. Además, la versión azucarada que llamamos chicha dista mucho de la original fermentada andina.

He escuchado a presuntos expertos en fitness que recomiendan un vaso de chicha (precio de finales de mayo de 2016: desde 150 bolívares) como una de las mejores meriendas después de una sesión de ejercicios. Todavía tengo mis dudas, pero algo es irrefutable: una buena y culposa chicha callejera, de esas que casi no suben por el pitillo de lo espesas, aporta energía y apacigua el estómago inquieto como pocas otras cosas (odio la palabra, pero… es resuelta).

Por cierto, hay una marca respaldada por el Instituto Nacional de Nutrición y enriquecida con vitaminas, que si se consigue en medio del arrase en algunos de los supermercados del Estado, sirve de “peor es nada”. La chicha andina fermentada se sirve en algunos lugares de Caracas, por ejemplo la avenida Francisco Solano, muy cerca del restaurante chino Mandarina House.

6. Huevos

Huevos

A media mañana o media tarde generalmente ando en la calle, y si estoy en mi vivienda, que comparto con otros familiares, a esa hora la cocina me está vedada. Pero para los que puedan prepararlos en sus varias presentaciones, los huevos (precio de finales de mayo de 2016: aproximadamente 100 bolívares cada uno) son una de las pocas fuentes accesibles en Venezuela de proteína animal de altísima calidad: un solo huevo duro, sumergido en el tiempo estándar recomendado de 8 minutos en agua en hervor, contiene hasta 7 gramos de aminoácidos esenciales.

7. Pequeños milagros cotidianos

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Con todo y la recesión, si se tiene paciencia, disposición y mentalidad de botón de “me siento con suerte” de Google para hacer recorridos por la ciudad, el azar te conduce hasta algunos emprendedores escondidos en algún rincón y empeñados en ofrecer todavía productos de calidad: quizás una empanada árabe de acelgas o un pastelito horneado de ricota con berenjena o champiñones.

Enure

En la céntrica esquina de Jesuitas, cerca de la Casa Lorenzo Mendoza, por ejemplo, hay una sede de Hare Krishna en la que venden unos exquisitos sánduches caseros y vegetarianos de falafel (precio de finales de mayo de 2016: 600 bolívares). O quizás llega una amiga de viaje con un paquete de quinua. O descubres que todavía tienes guardado en el clóset un pote de Ensure o de la merengada de Whey Protein que compraste con el último cupo disponible de compras por Internet del año pasado. Dicen que Dios aprieta pero nunca ahoga.

No soy una persona demasiado creyente, pero voy a seguir tratando de sacar la cabeza para aferrarme, cada vez que así lo grita el reloj natural de mi cuerpo cuando el sol quema con amabilidad, a ese pequeño salvavidas del Titanic nuestro de cada mañana y tarde.

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