Divagaciones gastronómicas

A nuestros niños

He pensado que, probablemente, alguna vez te habrás preguntado: ¿cuál es nuestra comida típica?, ¿cuál es el origen de ella? Actualmente parece que lo propio de nuestra alimentación es la pasta –espaguetis, pastichos, etc.–, las hamburguesas o los perros calientes, y, si nos preguntan por los dulces, la mayoría se inclina por contestar que los más deseados son los helados, las gelatinas y las chucherías achocolatadas

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Pero eso no es verdad. Lo “típico” es aquello que por tradición se come desde tiempos de nuestros abuelos, incluso más. Es lo que nos distingue de otras gentes y nos da una característica peculiar. Tal vez esa apariencia falsa se nos ha metido en la cabeza por los anuncios de muchos productos que son ajenos, provenientes de otros países, pero que por aparecer continuamente en las pantallas de los televisores, en las revistas que leen tus padres y también en los periódicos que cada día compran en el kiosco, los hacemos propios.

Por eso, no debemos olvidar que somos “criollos” y que nuestra cultura, en materia de alimentos, tiene dos fundamentos muy importantes: el maíz y la yuca. Con estos vegetales, desde hace muchísimo tiempo, los venezolanos hemos hecho nuestros panes: la arepa y el casabe.

Ellos están asociados a nuestro alimento cotidiano y puede decirse que no dejan de figurar en desayunos, almuerzos y cenas de gran cantidad de nuestros compatriotas. Ellos figuran en nuestro lenguaje familiar como sucede con la arepa, cuando tu mamá jugaba contigo y te repetía aquellos versitos que dicen: Arepita de cebada para papá que no da nada/ Arepita de manteca para mamá que da la teta.

¿Sabes algo sobre el origen de esos “panes” venezolanos? Te contaré algo sobre eso. Para empezar, la arepa comenzó a elaborarse hace muchos siglos, incluso antes de la llegada de los conquistadores. La inventaron nuestros indios, que ya sabían cómo procesar maíz para convertirlo en harina, mezclarlo con agua, amasarlo y darle la forma redonda que tú ya conoces: moviendo ambas manos tal como hacemos para aplaudir.

Luego, en una plancha circular que hacían de barro cocido y llamaban budare o también burén, asaban esa preparación con la cual acompañaban sus comidas. El nombre viene del lenguaje de una tribu que habitaba por los lados de Cumaná, en lo que hoy es el estado Sucre. Ellos le dieron el nombre de “erepa”, que significaba pan. Así, después se siguió llamando muy parecido: arepa.

En el caso del casabe, encontraremos que, al igual que la arepa, fue inventado hace por lo menos 2.500 años. Lo especial del casabe es que se prepara con una planta que cuando está cruda es venenosa. ¿Y cómo es esto? Pues muy sencillo: la yuca, de la que se usa el tubérculo, contiene un ácido muy peligroso para la salud. Sin embargo, el indio desconocido que inventó el casabe, después de muchas experiencias, logró eliminar ese problema pelando y rayando el tubérculo, después lo metía en una cesta larga, llamada sebucán, y, estirándola, le extraía el jugo. Luego, usando el bagazo, preparó una especie de galleta muy grande que cocinó también en un budare, pero este era más grande que el que se utilizaba para la arepa. De esta manera convirtió la yuca en fuente de vida para sus semejantes. A nadie se le ha ocurrido levantarle un monumento a este extraordinario inventor benefactor.

De forma que, de aquí en adelante, cuando comas arepa o casabe, piensa que estás consumiendo trozos de un pasado milenario, producto de la inventiva de nuestros aborígenes y que, al hacerlo, todos los días estás dando fuerza a nuestras tradiciones, además de nutrirte.

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