Gente del oficio

El pan de mama

Cuando uno llega al centro de La Asunción, en la Isla Margarita, entre calles angostas, se siente que la historia te atrapa con sus edificaciones y su gente. Fundada por Pedro González Cervantes de Albornoz en el año 1562, estuvo abatida por luchas de independencia y, el punto y aparte de la isla, es que allá no son margariteños. Son asuntinos y sienten correr el orgullo por las venas cuando dicen “soy de La Asunción”

Fotos: Jeanelly Méndez
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Es por esa misma historia que los lleva a luchar para mantener la dignidad de su localidad, que se puede oler la tradición por donde quiera que se camine y se percibe el amor que sienten por su terruño. Como el ICTC de Sumito Estévez, donde se aprecia la retroalimentación entre lo contemporáneo y el pasado, entre las costumbres y lo actual.
Calle arriba y calle abajo hay locales llenos de gastronomía regional, nacional e internacional, que proporcionan un abanico de alternativas para el disfrute de lugareños y visitantes. La Asunción no solo atrae por sus edificaciones coloniales algunas de ellas, patrimonio nacional y junto a la gastronomía, se conjugan para ser cómplices del turismo. Allí puedes encontrar sabores de antaño, recetas transcritas en la memoria intangible de los que allí habitan, transmitidas de generación en generación con sentido de pertenencia total.
Suceden cosas como solicitarle a Serenella Rosas Flunger la siguiente petición: “Llévame a conocer alguna de las panaderías de tradición de aquí” y ella contesta “mi prima hace uno de los mejores panes artesanales de la zona”.¡Entonces vamos para allá! Llegamos a una casa típica de La Asunción. Al pasar la puerta se siente el aroma de pan recién horneado y ahí, está una mujer delgada, una mesa de madera espolvoreada en harina, amasando con fuerza y preparando los panes que seguirán su camino al horno. “Hola Rosa, te traigo a una amiga que quiere conocerte, le menciona Serenella y con una sonrisa espléndida, me dice: “Bienvenida, soy Rosa Marcano”.
Agradecida con la naturaleza, Isla Margarita, que es de sol radiante, cambia a nubes grises y sorprende con una lluvia torrencial. El escenario dio apertura para conversar amenamente con Rosa mientras amasaba y contaba cómo comenzó su oficio de panadera:
“El hacer pan es parte de mí. comenzó desde antes de mi abuela y mi mamá, siguió con la tradición. Ella se paraba a la una de la mañana para hacer el pan, venderlo y regresarse para la casa. Yo estaba viviendo en Caracas y al ver que mi mamá ya no podía, me devolví y comencé a trabajar en la panadería. Somos tres hermanas pero a mí fue quien me atrapó. He podido mantener la tradición. Es un trabajo fuerte, que requiere levantarse muy temprano por lo que hay que tenerle cariño para realizarlo”
En esta panadería solo trabajan Rosa y Omar. Entre los dos preparan la masa, hornean y atienden a la gente que va llegando a la puerta para buscar los panes. Los vecinos de La Asunción y los que conocen el pan de Rosa van llegando en el transcurso del día para adquirir pan de leche, rosquillas, besitos de coco, empanaditas con mermelada, pan campesino y se llevan de dos a más panes, porque ya saben que la panadería abre únicamente los martes y jueves al público. La tentación no se hizo esperar y para esta entrevista fue menester llevárselos todos, elaborados con el calor humano de quien los prepara.
Surge la incógnita: ¿quién seguirá la tradición? La panadera responde: “Ahora hay máquinas, muchas cosas nuevas y a la gente le parece duro hacer este tipo de trabajo, porque todo se hace a mano, hay que dedicarse de lleno y a pesar de la situación, es difícil conseguir la harina. Aunque las cosas están tan caras, todavía permite comer de él y no se ha perdido la tradición porque yo estoy aquí, no tengo descendencia pero quien sabe si se mantenga con el tiempo”.
Sin embargo, la gente sigue pidiendo pan en la puerta, es martes, y quien hace esta entrevista se come una rosquilla. ¿Cómo se llama la panadería? y con una sonrisa contesta:
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“Panadería El pan de mama” ¿De mamá?, “no, el pan de mama, porque llegaba la gente que nos conoce, véndeme unos panes, pero me lo das de pan de mama. El pan de mamá, es que ella tendía lo último, preparaba su masa y el pan le quedaba más apretadito, más fuerte, la gente le parecía como más sabroso. La gente pedía “dámelo pero de pan de mama”, entonces me dije, es el nombre que le voy a poner”
Cuando esté en la Isla Margarita, no deje de ir a La Asunción los martes y los jueves, para visitar a Rosa, comprar y disfrutar los panes de la panadería “El Pan de Mamá”, tradición de una familia.

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