La mesa de la editora

¡Feliz cumpleaños mi querido abuelo Ramón J.!

“Hoy mi abuelo Ramón J. no cenará arepa frita con huevo frito y chorizo. Tampoco comerá costillitas de cochino de Tony Roma´s (sus favoritas)” Hoy es un día muy raro para mi. Por un lado, mi abuelo habría cumplido 99 años… aunque él a veces le daba por cambiarse la edad y lo irónico es que siempre era para ponerse más años. Cosa que siempre le reclamé ya que, si él cumplía más años... se suponía que yo también.

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Portada: Mauricio Donelli @mauriciodonelli |Fotos internas: Ligia Velásquez
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Ramón J. Velásquez Un cumpleaños de mi abuelo era algo muy sencillo: se habría levantado muy temprano para tomar su café negro y desayunar unas empanadas fritas o un pastelito andino con un poco de fruta. Luego, a la 1:00 en punto, probablemente
Goyo, su chofer, le habría llevado un almuerzo muy sencillo y balanceado: costillitas de cochino de Tony Roma´s. Disfrutaba comer, pero a veces dejaba la comida. A excepción de las costillitas, eso jamás sobró.
A las cuatro o cinco de la tarde, probablemente me habría ido corriendo de la oficina porque había merienda en la Quinta Regina con todos mis tíos y los primos que estuvieran en Caracas.
El menú podría variar, pero siempre era fijo el ponqué hecho por mi mamá y que bajo petición de mi abuelo tenía que estar caliente, recién salido del horno. Al punto que las velas se derretían por debajo. Ella siempre le advertía:
«Doctor, si le da un empache con esa torta tan caliente, a mi no me culpe».
Él dibujaba su sonrisa pícara e igual se la comía feliz. En la misma mesa estarían el resto de los condumios y el batallón de tortas que durante ese día le hubiesen enviado sus amigos. También estoy segura que golpe seis de la tarde, después de la infinidad de llamadas que Betulia su asistente y confidente, habría anotado, estaría llamando Leonor Peña para felicitarlo en su día.
Después de cantar cumpleaños, volvería a sentarse en su sofá de cuero reclinable, encendería la televisión y pondría a todo volumen algún canal de Directv de música para amenizar el ambiente. Aunque no lo decía, sé que mi abuelo disfrutaba enormemente de las reuniones familiares. Era como si cargara las baterías con pura energía familiar.
Escuchar atentamente (aunque yo siempre dije que fingía la sordera) nuestros cuentos, lo llenaban y creo que hasta lo hacían sentir más joven. Ya cumpliendo 99, quizás a las 6:30 se hubiese retirado a dormir. Pero, si no estuviera tan cansado, probablemente le habría pedido a Angélica, la enfermera, que le preparara la cena.
¿EN QUÉ CONSISTÍAN LAS CENAS? Ramón J. Velásquez
Debo empezar por aclarar que mi abuelo no soportaba los diminutivos: empezando por el «abuelito». Por eso, y por respeto a él, mis descripciones no serán en «ito» o «ita» con la comida porque para él, eso era un tema sagrado.
Las cenas de Ramón J. no variaban mucho. Siempre lo mismo: arepa frita (aunque al final final se las hacían asadas), con huevo frito y chorizo /pavo / morcilla, etc. Las armonías o maridajes eran hechos con frescolita y con café negro y en algunas oportunidades, se dejaba colar un pan andino con mantequilla y queso.
Ramón J. Velásquez
Siempre había espacio para el dulce y si la oferta era algo almibarado, el triunfo estaba confirmado. Siempre disfruté y admiré el metabolismo que tuvo. Incluso los doctores jamás entendieron cómo a su edad, no padecía de enfermedades como diabetes u otras condiciones, consumiendo lo que consumía. Así que en este caso, la Organización Mundial de la Salud se peló con sus pronósticos sobre cómo alargar la vida.
Ramon J Velasquez
Me siento orgullosa de mi abuelo. Obviamente por todo el aporte que dio a mi país, Venezuela. Pero, más allá del Ramón J. historiador, político, presidente, Ramoncito el amigo, él primero fue mi abuelo y el amor de mi vida.
También es uno de los responsables de que ame tanto comer y siempre disfrutáramos nuestro contrapunteo sobre quién de los dos conocía más restaurantes en Caracas.
Siempre estará en mi recuerdo, la caballerosidad con que se despedía de mi, cuando me regresaba a la casa y me besaba la mano. Esos detalles… ya se esfumaron y creo que se fueron con él.
ramon j velasquez, ligia margarita
¡Feliz cumpleaños abuelo! Y espero que te tengan un banquete casi tan bueno como el de Angélica lleno de arepas fritas, costillitas, chicharrón, frescolita, café negro, dulce de lechosa y unas tortas como las de mi mamá.
Quiero agradecer a mi amigo y fotógrafo Mauricio Donelli por la foto de portada donde capta una parte muy linda de su esencia.

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