Permiso para pecar

Festines de entrecasa

En tiempos difíciles, jamás se debe renunciar (enseñaba mi tutor Jean Huteau) al disfrute y las ganas

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Por naturaleza, la gente a la que le gusta la cocina, la mesa, las tertulias y los tragos, son personas optimistas. En cambio, pesimistas son quienes llegaron a los negocios de mesa y bar para hacer fortunas rápido, y algunos de mis amigos economistas. Especialmente los que se educaron en la universidad a golpe de perros-calientes y hamburguesas.
También, los que hicieron posgrado y doctorado bebiendo pizzas y refrescos, encerrados en su campus. Esos honestos y buenos profesionales, por lagunas en su formación, ante cada crisis toman antidepresivos en lugar de estofados.
Estrategias
A la hora de almorzar fuera de la oficina o de celebrar en una comida relaciones personales o de negocios, lo más sensato, hoy en día, es evitar la fama. Es muy caro. Astronómicamente caro.
La señora fama, que siempre fue caprichosa y esquiva, frecuenta los sitios especializados en presentar cuentas de escándalo, a cambio de ofrecerle la sonrisa y el abrazo del chef. “La gloria los abraza como si en lugar de ser unos eficientes artesanos fuesen unos artistas eximios” razona don José Manuel Vilabella, otro de mis tutores y comparte: “Los cocineros tienen, ante la insistencia del respetable público, que salir una y otra vez a saludar al auditorio y con la práctica han aprendido a posar con su perfil bueno. Además opinan, pontifican sobre moda, sociología, literatura y nutrición”. Moraleja: Si va a un sitio famoso, y espera que lo sorprendan, será sorprendido con la cuenta.
Si con quien va a almorzar le propone probar un sitio de novedad, asegúrese de que quien pagará será él. Usted lo hará en la próxima, afirme con descaro. La novedad no es lo mismo que la fama. El sitio puede ser engañosamente pequeño. Su atributo fundamental no reside en lo que ofrece y se ve, sino en lo que promete y cuentan las amigas del dueño, encargadas de promoverlo.
Ahora con Twitter, los sitios de novedad se han disparado. Si recibe un mensaje testimonio afirmando que allí “se come divino” dele a la información la misma credibilidad que la experiencia la ha enseñado otorgar a las encuestas por televisión. Pregunte siempre no solo qué comió su corresponsal twittero sino también cuánto pagó. Repase la red. Advertirá que nadie suele preguntar eso.
Para gozar de la mesa, en tiempos difíciles busque amigos y amigas para celebrar festines de entrecasa. Eso es lo que la civilización urbana hacía antes de que existieran los sitios especializados en comida. Este es el momento de revalorizar las amistades. Las que tienen acceso a productos de granja frescos así como los que hacen maravillas con las especialidades heredades en la familia.
Hay un movimiento subterráneo en la comida, de revalorización de las tías y las abuelas. Esas que tienen platos especiales, recetas únicas mil veces celebradas. ¿Profe y qué hacemos los que no tenemos tías o abuelas cocineras aquí? me preguntan en la universidad. “Pedirla prestada”, respondo.
Hacer que una doñita prestada elabore un festín de entrecasa, da lustre, tiene categoría y consistencia.

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