Así somos, con gusto

Fundación Bigott: los protectores de las tradiciones venezolanas

Organismos como Fundación Bigott se dedican tiempo completo a registrar, organizar, preservar y replicar nuestras tradiciones así como nuestra cultura para que no quede en el recuerdo o se confunda con otros países. Han pasado 36 años y la fundación tiene mucho que compartir La página de la fundación lo deja claro: "desde 1981 se ha dedicado a la promoción y apoyo de la cultura popular venezolana de raíz tradicional, para fomentar su valoración a través de tres áreas fundamentales de acción: educación, investigación y proyección. Sus acciones están dirigidas a mostrar y divulgar las diferentes expresiones y contenidos del patrimonio intangible del país, que la ha llevado a establecer un puente muy sólido entre las fuentes de lo popular y las grandes audiencias nacionales".

Fundación Bigott Foto Daniel Hernandez
Fotos: Daniel Hernández & Ligia Velásquez
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No conformes con preservar y registrar nuestra cultura popular, se han sumado a la plataforma digital con la que promueven programas en las áreas educativa, editorial y audiovisual que concreten esta misión.

Con los Talleres de Cultura Popular, contribuyen a la formación de un amplio grupo de estudiantes y a la documentación y conocimiento de las manifestaciones culturales. Esto genera convenios de capacitación con instituciones públicas para ofrecer formación a docentes y recreadores de las distintas zonas educativas, reseña el portal.

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Es importante destacar el apoyo incansable que la Fundación le ha brindado a innumerables grupos musicales donde se ha recuperado y registrado el patrimonio musical y de danza de nuestro país.

El portal enfatiza que «sus programas editoriales y audiovisuales destacan por el amplio inventario ya establecido de las tradiciones populares venezolanas. Cultores, artesanos y músicos; investigaciones relativas a la gastronomía, historia, literatura, arte popular, entre otros; documentales dedicados a las regiones musicales del país o sobre las festividades del calendario virtual venezolano, hacen de sus libros, revistas y programas de televisión materia de consulta obligada para cultores populares, especialistas, centros de estudio, universidades nacionales y extranjeras, estudiantes y público en general».

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Fe de todas estas iniciativas, la podemos dar quienes hace poco tuvimos la oportunidad de visitarlos, pues Karina Zavarce, Gerente General de Fundación Bigott junto a todo su invaluable equipo, invitaron a un pequeño grupo de medios para conocer las instalaciones de su sede en el casco histórico de Petare, uno de esos sitios que esconde la belleza típica y que pocos ven de Caracas.

Ahí, nos revelaron ciertos datos curiosos referentes a la cantidad de cofradías de Diablos Danzante que existen en Venezuela, así como pudimos presenciar distintas manifestaciones donde la danza, el canto y la música marcaron pauta, siguen vivas y más vibrantes que nunca, al igual que la hermosa colección de piezas talladas por artistas venezolanos que dejan plasmados sobre diversos materiales y colores, nuestra historia y nuestro origen.

Café con pan, café con pan

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Dentro del recorrido que se hizo en la sede, una de las estaciones que más marcaron fue la de percusión donde dos profesores enseñaron varios de los tambores que se tocan en Venezuela, los materiales con los que se elaboran, los árboles de dónde provienen y los elementos que originalmente tenían otra función y que se adaptaron para convertirse en instrumentos como por ejemplo, la bombona de gas convertida en campana. También se revelaron algunos trucos que utilizan los músicos para suavizar el cuero y lo más importante: enseñaron cuáles son los ritmos que le dan a los más pequeños para que memoricen más rápido los ritmos del país.

Frases como «café con pan, café con pan», «kitiplá, kitiplá, kitiplá», «pal campo, pal campo» o el más divertido: «San Pedro está borracho, yo también, y así como vamos, vamos bien», forman parte de los sonidos que los niños memorizan para tocar los distintos tipos de tambores y así afinar de forma fácil el oído.

Cuando el cuerpo se afloja

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Venezolano que se aprecie, no puede dejar quieto el cuerpo cuando las notas criollas suenan. No, no es necesario saber bailar, tampoco te tiene que gustar alguno de nuestros ritmos, pero la memoria genética no se controla y el piecito se mueve solo cuando oye unos tambores, un joropo «trancao», aunque cuando llega el calipso, hasta los hombros y el cuello se mueven disimuladamente.

En el paseo que se hizo, se pudieron disfrutar varios ritmos con bailarines que se preocupan por preservar nuestro lenguaje corporal, nuestros ritmos, nuestra danza. Y ahí, al ver color, ritmo y sabor, a uno se le afloja el cuerpo y empieza a vibrar con las notas que suenan.

Cambur pintón

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Escuchar los acordes de un cuatro o afinar un violín, siempre trae recuerdos de infancia. O por lo menos nos sucede a quienes todavía en los 80, nuestros padres se preocuparon en llevarnos al Teresa Carreño o a conciertos en diversos lugares donde pudiéramos apreciar a qué suena nuestro país.

¿Quieres conectar con tu origen, de dónde vienes y por qué somos así? Fundación Bigott te tiende la mano y te permite entenderlo desde sus talleres digitales y espacios físicos: técnica vocal, bailes tradicionales, imaginería e indumentaria, instrumentos musicales, teóricos y gastronomía. La historia es larga y todavía hay camino por recorrer, recordar, preservar y sobre todo, escribir.

 Coordenadas para mantenerte conectado con nuestras tradiciones:

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