De temporada

La cantina escolar ¿transformarse o morir?

Comienza un nuevo año escolar bajo la bucólica mirada de los padres y representantes que se debaten entre comprar los útiles o el uniforme… luego la lonchera y todo su afán, así que los chamos tienen pocas oportunidades para estar contentos pues el ambiente que circunda el acto es mas bien enrarecido. Bienvenidos al año escolar 2017-2018 Cada año escolar tiene sus particularidades. No obstante, desde hace varios años, un momento que debería ser un espacio de contento y celebración, se ha convertido en un rosario de calamidades y quejas, producto de una situación económica que golpea con cada vez más fuerza el salario de la familia venezolana.

cantina escolar
Foto: wikipedia
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Desde padres que tuvieron que cambiar a los niños de colegio por no poder pagar la matrícula, pasando por aquellos casos más penosos que a falta de uniforme, comida o efectivo para honrar el pasaje, decidieron no inscribir a sus hijos en la escuela, o porque deben aportar al sostenimiento del hogar con los pocos ingresos que puede generar en la calle con algún trabajo informal, dejando a su paso un nivel de ausentismo escolar inédito para la memoria colectiva.

Otra de las noticias que sorprendió a este nuevo año escolar es la redistribución del plan de estudios que implica en muchos casos doble turno en el aula. Esto conduce a una pregunta casi obvia: ¿Dónde almorzarán esos estudiantes?, ¿Podrán sobrevivir con la cantina escolar?, ¿Se reanudará el PAE o los padres también tendrán que reinventarse con la lonchera?

No es que sea una novedad que algunos chamos lleven su almuerzo al colegio, ya a muchos les corresponde hacerlo desde los primeros niveles de la etapa básica pues deben pasar del colegio a las tareas dirigidas o las actividades extracurriculares y en las ciudades más grandes, donde el tráfico es poco amable, regresar a casa para comer y volver a salir no es opción.

De quien no hemos hablado hasta el momento ha sido de la siempre recordada (no sé si con cariño o no) cantina escolar, que para algunas familias, incluidos los que trabajan en ella, es una solución para “resolver” el tema del almuerzo, pues algunos han extendido sus servicios para ofrecer opciones para almorzar a un precio más que amigable… al menos así lo fue al cierre (improvisado) del pasado año escolar.

Pero este año es distinto. Si a los padres y educadores les resulta agridulce el momento, no quiero pensar cómo será para quienes debe procurar un menú aceptable a una tarifa amable para la comunidad educativa… pues de ello depende el sustento de su propia familia. Quizás algunos ni siquiera abrirán sus puertas, pues luego de hacer sus cálculos es posible que la cuenta “no les dé” y prefieran entregar la concesión.

Puede ser que extrañemos el menú clásico de tequeño o pastelito relleno con un juguito, pues los insumos para procurar un servicio a la comunidad educativa puede que resulte un territorio escabroso. Seguramente no ha tenido tiempo para pensar en ello y le entiendo pero, a ¿cuántos de los que llegaron a leer hasta aquí, se encontraron con la cantina cerrada al iniciar el nuevo año escolar?

Con este escenario y sabiendo que el lenguaje es capaz de crear realidades, me anclo a lo poco que nos queda: la solidaridad. ¿Podrían ser las cantinas escolares los espacios para motivar el regreso a las clases? Sé que muchas escuelas en las zonas populares han utilizado los comedores como garante de la asistencia a clases.

Si hay comida, el muchacho viene a clases, asegura Juan Maragall en sus múltiples intervenciones en radio y medios digitales donde he podido escuchar sus resultados con esta experiencia. Además, un muchacho bien alimentado rinde más en el aula, está de mejor ánimo para emprender el reto diario de aprender y vencer el ciclo de la pobreza.

Por mi mente se aparecen ideas que me gustaría dejar por aquí para que podamos discutirlas y explorar su viabilidad, pues viendo la solidaridad que ha nacido a raíz de esta hambruna bien disfrazada por algunas autoridades, queda la posibilidad de trasladar estas iniciativas a los comedores y cantinas escolares, quizás no de forma gratuita, o no para todos bajo ese esquema, pero sí con la posibilidad de ofrecer un plato de comida para retener a esos jovencitos y a sus maestros en el aula y fomentar espacios de aprendizaje, en un esquema poco convencional pero que nos permita alcanzar la meta y no perder la batalla.

¿Usted qué opina?

Escríbame a [email protected] y déjeme saber si es viable en su escuela trasladar la solidaridad al comedor o a la cantina escolar y cómo podemos construir una opción sostenible en el tiempo. Le abrazo con esperanza de mirar un rayito de luz que ilumine el nuevo año escolar.

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