Gente del oficio

Rigoberto Caicedo: El genio detrás de las maravillas de Fragolate

Desde hace 16 años, Rigoberto Caicedo fabrica los helados de Fragolate, inventa combinaciones y soluciona los acertijos que plantean los nuevos sabores 

Fotos: Killa Flores Pardi
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Rigoberto habla poco pero sonríe mucho, sonríe siempre. Y hay un momento en que su sonrisa brilla más: Cuando entrega un helado.

Los helados son el orgullo de Rigoberto Caicedo Cruz. Se entiende bien con ellos, conoce la cantidad exacta de ingredientes necesaria para hacer la crema perfecta y las combinaciones ganadoras. Durante muchos años ha trabajado con helados, primero en La Poma y, desde hace 16 años, en la heladería artesanal Fragolate, de los hermanos Pedro y Ramòn Dahdah.

Rigoberto Caicedo

Cada vez que Rigo (como lo conocen todos) propone una idea, los Dahdah escuchan atentos. No es para menos. De su iniciativa han salido sabores como chocobanana, que se ha convertido en un sabor usual en el menú rotativo de la heladería. También ha producido otros de edición limitada, como el de Cricri, un clásico gustativo de los venezolanos y el de auyama, que fue un éxito cuando apareció en la vitrina del local. Lo hizo cocinando la auyama y añadiendo el punto justo de azúcar para que le diera dulzor sin restarle personalidad.

«Cuando se me ocurre un sabor que puede resultar, hacemos una jarra a ver qué tal queda. Si nos gusta, hacemos más y lo ponemos a la venta», explica.

También ha resuelto acertijos que esta sabrosa química a veces genera. Un caso fue el helado de moriche. Según confiesan los mismos hermanos Dahdah, habían probado muchas maneras de hacer helado con esta fruta amazónica y no lograban lo que querían. Y hay que hacer constar que Ramón y Pedro son unos expertos en el manejo bajo cero de las frutas amazónicas, pues  fueron los primeros en darle otro nivel a los productos selváticos que Lucy Quero, de Sabores Aborígenes, traía a Caracas. Por su máquina heladera han pasado, y siguen pasando con muchísima frecuencia, el arazá, la manaca, el moriche, el copoazú, el chocoazú, la juvía… pero el moriche se resistía a dejarse comer en barquilla o tinita.

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Rigoberto lo resolvió, colando el túpiro y concentrándolo. El resultado es un sorbete de intenso color amarillo naranja, con ese dulce sabor tan difícil de describir que tienen las frutas amazónicas pues no se parece a nada de los sabores que los capitalinos tenemos en el registro de las papilas. Las frutas amazónicas son una maravillosa manera de que la selva venga a nosotros.

Rigoberto Caicedo Fragolate

En muchas ocasiones, durante este andar que por 16 años ha hecho Rigo en el laboratorio y en la tienda de Fragolate, lo ha acompañado su hija Celenia. Al principio era una pequeñita que se quedaba dormida dentro de una caja colocada en una esquina del laboratorio. Ahora trabaja con ellos en la parte administrativa de la heladería y como bonus participa en las pruebas de sabores con ese paladar bien entrenado que tiene. Como dicen por ahí, lo que se hereda no se hurta.

«Estoy pensando en hacer un helado de coco con piña», anticipa Rigoberto, y confiesa sus sabores favoritos: lulo, copoazú y frutos rojos.

El genio de la lámpara de Fragolate sonríe callado, mientras trabaja en crear y producir felicidad para los demás.

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