Cultura

"Billie", de James Erskine: el mito renacido

Radiante, plena de talento, pero también con sombras tan pronunciadas como para crear una leyenda controvertida: Billie Holiday merecía una mirada renovada. Y el director James Erskine lo ha hecho en un brillante documental que retrata a la cantante con asombrosa humanidad 

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Durante casi dos décadas la periodista Linda Lipnack Kuehl dedicó tiempo, esfuerzo e investigación a una monumental biografía sobre la cantante Billie Holiday, la cantante que asombró al mundo con su voz y le desconcertó con su accidentada historia personal. La escritora se tomó el tiempo para hacer algo por completo inesperado: recorrer la historia de Holiday más allá de los prejuicios habituales sobre su figura: a saber, sus adicciones, su “mal carácter” y una vida de malas decisiones que solo podía equipararse a su monumental talento.

El resultado fue una obra  -o el atisbo de una- llena de sensibilidad y una revisión del mito de la cantante desde una dimensión desconocida. 

Toda esta historia la conocemos antes que comience el documental “Billie” de James Erskine, que dedica los primeros minutos a narrar la magnitud del trabajo de Kuehl, que, además, quedó incompleto luego del suicidio de la periodista en el 78. Para Erskine, parece de considerable importancia establecer una premisa antes de entrar de lleno en la vida de Billie Holiday: su vida merecía un recorrido profundo, meticuloso y una mirada por completo distinta a la que había recibido de sus pretendidos biógrafos y en especial, de quienes le juzgaron desde la oscuridad de su inmensa figura.

Kuehl fue más allá de los rumores, habladurías y chismes, para recorrer una travesía en la búsqueda de la mujer detrás de la cantante. Entrevistó a colaboradores, parientes, amigos y amantes. Visitó estudios, fotografió su hogar de infancia, reflexionó sobre el tiempo en que vivió Holiday, y puso un especial énfasis en construir una historia sobre la oficial, que mostraba a la cantante como la síntesis de todos sus excesos.
 
Un archivo de investigación semejante fue el génesis de una obra que seguramente estaba destinada a ser formidable. Y aunque Kuehl jamás la terminó, ahora James Erskine parece crear un epilogo justo para una obra asombrosa que muestra Billie Holiday de una forma tan humana como poderosa. El director no intenta ocultar los momentos bajos, los oscuros y los desagradables, pero en realidad, está más interesado en explorar sobre la mujer de voz prodigiosa que se creó a sí misma y que durante su cortísima pero histórica carrera, enarboló el talento como una panacea a todo tipo de problemas y dolores invisibles.
 
Holiday murió en 1959, apenas con 44 años y convertida en una especie de mito primario sobre la cantante condenada por su éxito. Y la primera gran reflexión sobre ella, fue analizar sus docenas de inocultables defectos y vicios.

Durante buena parte de la década de los años 60 su carrera quedó ensombrecida por la sensación de que se trataba también de un monstruo creado a partir de sus demonios, una percepción que se erosionó con el correr del tiempo pero que se mantuvo en una solapada versión sobre Holiday como víctima de sí misma. Hasta hace menos de una década era imposible hablar sobre la cantante sin, en principio, analizar el puente entre sus horrores y puntos brillantes.

El documental de Erskine busca sostener a Holiday sobre un proceso mayor y más elaborado acerca de la figura de una estrella de estatura mítica que el documental trata de descubrir en todo su brillo. 

Por supuesto, Holiday tuvo una vida complicada: padeció la peor época del racismo, sufrió de todo tipo de adicciones y recorrió el camino de la fama con una vitalidad desordenada que aun sorprende por su cualidad reivindicativa y singular.

Billie

La que llegó a ser la cantante más famosa de su época fue también, quizás, la primera de las grandes estrellas del mundo de la música que pasearon por el mundo su rebeldía, su necesidad de individualidad y su necesidad de subvertir el orden de las cosas a través del escándalo, algo que el documental de Erskine no niega y sobre lo que propone una nueva reflexión: ¿qué ocurre cuando el poder real y potente de talento debe también ser una manera de expresar el descontento?

“Billie” podría ser un documento conciliador, edulcorado e incluso, condescendiente sobre una estrella que, en realidad, habría odiado una visión semejante sobre sí misma. Pero Erskine parece ser consciente de la figura que tiene entre manos y potencia su personalidad, hasta que la pantalla se desborda en la voz y el poder espiritual de una mujer inclasificable que el director muestra en todo su raro esplendor.

El documental es un brillante recorrido por todo lo que su época podía ofrecer y lo que arrebató a Holiday, que, como mujer negra, soportó la discriminación a niveles que en la actualidad nos parecen impensables. Billie Holiday fue una víctima que se negó a serlo, un talento en estado puro que batalló contra las aristas de un mundo que le rechazaba de origen, para entablar un discurso nuevo sobre la fama. En sus momentos más deslumbrantes, Billie es extraordinaria, una figura gigantesca que en el escenario o en el estudio, celebra la belleza de su poder como una puerta abierta hacia un tipo de libertad impensable para alguien como ella en una época semejante. 

Pero Erskine también muestra los momentos oscuros y los hay muchos, indignantes y dolorosos. Desde las entrevistas a sus allegados -como la dolorísisima al baterista Jo Jones, que tiembla de indignación- hasta la mirada del resto de los cantantes a su alrededor, Billie surge de la historia para convertirse en una presencia extraordinaria, potente, brillante.

Erskine logra recrear a una mujer viva, más allá de las docenas de estereotipos que se le endilgan y que, de hecho, son la imagen más conocida de la cantante. La rareza en el ritmo y el tono del documental hace que la figura de Bille Holiday trascienda lo bidimensional hasta alcanzar un brillo que sorprende por su veracidad, generosidad y potencia. 
Eso, a pesar que Erskine deja claro que Holiday no es un personaje sencillo de relatar y no tiene por qué serlo: era una mujer libre, que amaba las drogas, el sexo, la vida sobre el escenario. Que era indomable, salvaje y poderosa.

Todo en medio de una voz que sorprendía por su registro impecable y el hecho de que siguiera siendo asombrosa incluso en los momentos más dolorosos de la cantante. Su voz era un instrumento modulado, que bien podía alzarse hasta las alturas de una refinada canción de salón, hasta los sollozos sensuales y definitivamente eróticos de una canción “inapropiada”. El documental de Erskine capta eso y mucho más, recorre la forma en que Billie Holiday abrió espacio y lugar a las cantantes que vinieron después de ella. Epítome de las estrellas salvajes de dos o tres décadas después, fue, además, la demostración real y poderosa de una búsqueda de significado en una época en que Holiday era solo una pieza en un gran entramado de piezas rotas. 

Quizás, el punto más débil del documental es el hecho de que no logra explayarse en combinar los puntos más oscuros  -la brutal crianza de Holiday en Nueva York, el abuso sexual que sufrió- con los más brillantes. Hay alguna intención de llevar el mito a un nuevo nivel de significado y lo logra en cierta manera. Pero Erskine parece tener problemas para admitir que su estrella es también una víctima.

La intención del documental es evidente: ensalzar a una mujer fuera de serie desde el poder y el hilo conductor es de hecho, su prodigioso talento. Afuera quedan los relatos de prostitución, la forma en que fue maltratada por amantes, amigos y apoderados. Pero a pesar de eso, el retrato es mucho más realista de lo que pudiera esperarse: la Holiday que surge de “Billie” es una super presencia, una mirada asombrada sobre el trayecto de la cantante hacia la fama y también, su caída en la oscuridad. 

“Billie” es un documental que se apoya sobre la cualidad de Billie Holiday para ser un misterio, para elevarse por encima de todo lo que pudo sujetarle y al final, ser una estrella por derecho propio en una época en que quizás, no debía serlo. Más allá de las sombras a su alrededor, el brillo de Holiday es cegador y ese es el mensaje más evidente en un largometraje comedido, conmovedor y lleno de momentos de enorme poder emocional.

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