Entrevista

Alejandra Otero, diario de un embarazo en comunismo

Para la maternidad, como para tantas otras cosas, no existe un momento perfecto. El socialismo del siglo XXI pareciera ser, por definición, el menos indicado para traer otra boca a un país donde la gente muere de mengua. Afortunadamente, Alejandra Otero le resta gravedad al conflicto. Para la comediante y actriz, la clave para sobrellevar los cambios hormonales, enmarcados en una profunda crisis, es mantener el buen ánimo. Mantiene la esperanza: a su hija le tocará vivir un capítulo diferente en la historia de Venezuela

Texto: Johanna Morillo | Fotografías: Alejandro Cremades
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La noticia la dio a conocer públicamente durante la semana 15, aunque ella y sus familiares más cercanos lo sabían desde la semana cinco. En efecto, como toda embarazada, ya se acostumbró a utilizar solamente esa unidad de tiempo. La publicación en Instagram que daba cuenta sobre una barriga poco “presentable” y pedía disculpas anticipadas por cualquier altibajo emocional, fue correspondida con 4.889 corazones y 329 comentarios de sus seguidores. Entre los centenares de felicitaciones y bendiciones, evidentemente, a nadie se le ocurrió hacer la pregunta incómoda que sí se procuró formular en esta entrevista. ¿Es de valientes o de locos traer un hijo a la Venezuela de Maduro?

El suyo —no tiene problema en reconocerlo— fue un embarazo inesperado, aunque muy bien recibido. Bastó que ella y su actual pareja, Jorge Parra, acordaran sobre la posibilidad de tener hijos para que la gestación se diera. Otero confiesa que, si bien siempre había soñado ser mamá, no le pasaba por la cabeza que “le llegaría el momento”. Y llegó. Lo que se había pensado para “más adelante” se convirtió en una realidad con fecha de salida y el nombre de Paulina.

“Fue una sorpresa que me emocionó muchísimo, a pesar del todo tema país, porque son dos historias que van en paralelo porque así tiene que ser, lo que todo doctor recomienda es enfocarte en ti y en que el bebé nazca bien”, comenta Alejandra sin perder de vista que más de la mitad de su embarazo transcurrió en medio de las protestas y manifestaciones de calle. Si bien su estado no le permitió mantenerse tan activa políticamente como hubiese querido, sí pudo participar desde otras trincheras, a través de su programa de radio y sus redes sociales, compartiendo ideas y también información.

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Su aporte más significativo quizá fue para sus familiares y amigos cercanos, quienes agradecieron la novedad. “Fue tan lindo ver la reacción de la gente y mi familia. Sentí que teníamos mucho tiempo sin recibir una buena noticia”. Porque más allá de las decisiones personales, hay un consenso. “Es algo bueno, un bebé siempre va a ser una alegría y más ahora”. Fue justo lo que necesitaba para sentirse feliz y enfocarse en lo verdaderamente importante, en la esencia. En la vida.

Pese a que las hormonas pueden obnubilar, está en uso de sus facultades y reconoce que no será sencillo. “Probablemente no vaya a tener demasiadas facilidades, pero lo que necesita mi bebé es amor. A nivel material no necesita mucho y tenemos amigos y familiares que nos pueden ayudar”, agradece. Suerte, pues, que los niños siempre llegan con un pan bajo el brazo, al menos resulta conveniente en un país donde todavía escasea la harina de trigo. ¿Pero, qué hay con los pañales y las fórmulas?

En un mercado incierto y por demás desproporcionado, un paquete de pañales puede superar los 120.000 bolívares, muy a pesar de lo que diga el precio justo. Mientras que las fórmulas infantiles dejaron atrás los 30.000 Bs, cuando se consiguen. Ante este panorama, se concentra en la meta de amamantar por mucho tiempo, no solo por el ahorro, sino también por los muchos beneficios que trae la lactancia materna exclusiva. En cuanto a los pañales, al momento no tiene ni uno, pero sí cuenta con un documento en Excel, un riguroso cálculo de cuántos necesita cambiar por día, según las medidas, que le compartió una amiga. Algo que tienen en común las futuras madres venezolanas es que todas hacen uso de dotes matemáticos y conocimientos sobre proyecciones económicas para sopesar cuándo es mejor bachaquear que comprar afuera.

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La llegada de Paulina

“Siempre ‘supe’ que era niña, no me sorprendió nada”, de igual modo, anunciarlo fue un gran acontecimiento. “Hicimos un show y reunimos a un montón de gente”, lo que se conoce como gender reveal party. “El médico nos escribió el sexo en un papel que le entregamos, sin verlo, a mi prima Emiliana, que además de periodista también es repostera, ella preparó unos ponquecitos con el color—rosado para niña y azul para niño— para que al morderlos te enteraras del sexo. Fue súper divertido y también una ridiculez, considerando la situación del país,  pero al día siguiente todos mis amigos me agradecieron haber organizado un momento diferente”, recuerda. Además de sorpresas y dulces, también se hicieron apuestas y afirmaciones: “Sí, vamos a tener un bebé en dictadura, pero hay todo este cariño y todo va a salir bien”.

Después de todo, lo peor ya pasó. “Estar embarazada es difícil, es una etapa intensa”, reconoce sin llamar a engaño. No es mito ni exageración, las “locuras hormonales”, como ella les llama, hacen lo suyo. Entre la sensibilidad y la paranoia, creyó enloquecer. “Hubo una época en la que sentía que todo el mundo estaba bravo conmigo, luego me dio por llorar y ya no sabía si lo hacía por el país o por culpa de las hormonas”, comenta.  “Los primeros meses viví una serie de cambios muy fuertes a nivel psicológico y físico, además con un montón de cosas negativas a mi alrededor”, pasada la barrera de los seis meses, su cuerpo se adaptó y se siente preparada para lo que viene. “De algún modo es como si se creara una capa de protección a tu alrededor. Es un mecanismo de defensa, no importa lo que te digan o lo que te comenten, todo lo ves a la ligera” afirma. Punto para la madre naturaleza.

Sin duda es afortunada, ya que no ha sufrido mayores síntomas. Lo que fue de provecho en tiempos de protesta. “Rezaba, sobre todo, para que no me dieran antojos o ganas de hacer pipíen medio de una manifestación”. En cuanto a la alimentación, se centró en comer principalmente frutas, vegetales y proteínas de calidad, clave para el amamantamiento, tampoco ha sentido un hambre extraordinaria ni ansias por comer algo en particular. No siente náuseas, superó el cansancio y su barriga continúa siendo prácticamente imperceptible, tanto que todavía se ajusta a su ropa. Por otro lado, es a Parra a quien le ha tocado experimentar cambios más notorios, como muestra de empatía y consideración, lo que también se conoce como embarazo solidario síndrome Couvade.

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Aunque se ha relajado, en parte gracias al yoga y la meditación, reconoce que nada es perfecto. Otero no recela en burlarse de sí misma. Su cuenta en Instagram le ha servido de diario prenatal, para dejar en evidencia sus pocos conocimientos sobre el tema. La aplicación Baby Center la mantiene actualizada al comparar el tamaño del feto con diferentes frutos y hortalizas, por eso cuando pasó de plátano a zanahoria, no le quedó otra que preguntarse si se estaría encogiendo. También compartió que, al principio, no diferenciaba las pataditas de otras molestias estomacales. Sin mucho aspaviento y sirviéndose de la honestidad del humor, bajo la promesa de ser menos ordinaria, ha llevado esta nueva etapa públicamente. “Siempre digo lo que pienso y las cosas que de verdad me pasan, soy nueva en esto no tengo idea de nada, recién aprendí los términos” asegura. “Me estoy familiarizando con todo, disfrutando y riendo, así sin querer le he llegado muchas embarazadas a las que les digo: no es tan grave.”

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Lo que sí es alarmante son las cifras de mortalidad infantil en Venezuela, de acuerdo con los datos oficiales, publicados en los boletines epidemiológicos semanales del Ministerio de Salud, tan solo en 2016 fallecieron 11.466 niños menores de un año. Entre la sepsis, la prematuridad y el hambre, se reparten las culpas. Realidad que no es ajena para la primeriza, ya que su hermana, Ana Isabel Otero, lidera la fundación Comparte por una vida, iniciativa que tiene como objetivo claro llevar fórmulas, comida y complementos alimenticios a los hospitales en Venezuela. Como futura madre, pero sobre todo como venezolana, la entrega y el compromiso que ha demostrado Ana Isabel, devino propósito de vida, la ha afectado, en el sentido de que los hizo a todos, como familia, más conscientes.

“Sin duda es un reto y es una responsabilidad mucho mayor… no estamos viendo la maternidad con la seriedad que amerita, pero también creo que los bebés que nacerán próximamente, vendrán con una luz para contrarrestar la oscuridad que vivimos”, sentencia. El augurio se traduce en compromiso y obligación: “Mi hija tiene que crecer con todo lo necesario para que el día de mañana sea alguien que aporte algo positivo al país”.

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Hasta el momento, no ha comprado mucho, únicamente cuenta con un par de regalos. Si para criar a un niño hace falta una aldea, Paulina desde ya cuenta con todo el valle y alrededores. Es verdad que le hace ilusión decorar el cuarto y entregarse al consumismo frenético de vestidos y lazos, pero su prioridad está en mudarse ya que, con la que viene en camino más los hijos de su pareja, pasaron a ser una familia numerosa en poco tiempo. “Voy a dar luz en diciembre y lo que más me preocupa es tener un espacio, porque los primeros meses el bebé solo necesita a su papá y a su mamá muy cerquita”.

En cuanto al plan B, aclara: “Todo el mundo me pregunta si voy a quedarme en Venezuela, nunca he considerado parir en otro país. Por muchas razones, pero volviendo a lo básico, no necesito irme a Miami”. Ni siquiera el exilio forzoso de su padre, Miguel Henrique Otero, la hará cambiar de parecer. “Estoy apostando por el pasaporte venezolano, a la nacionalidad que me dio todo, entre otras cosas, porque sé que cuando mi hija crezca este país va a ser diferente”.

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