Crónica

Las putas que aman sin fines de lucro

Son varias las prostitutas venezolanas que han conocido a su príncipe azul al borde de la cama. Salieron de circulación luego de que un cliente lograra penetrar su corazón. Cuatro de estas profesionales del sexo, que decidieron cerrar sus piernas al público en general hasta nuevo aviso, cuentan cómo Cupido les saboteó el negocio  Ricardo no habla, solo sabe llorar duro cuando necesita llamar la atención de sus padres. Dormir, comer, cambio de pañales. El llanto es la única forma con la que el recién nacido puede comunicarse mientras aprende a decir sus primeras palabras.

Composición fotográfica: Víctor Amaya
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Cuando sepa cómo articular verbo, sujeto y predicado, empezará a hacer preguntas para satisfacer su curiosidad. A su madre, Daniela, no le importa contestarle por qué el cielo es azul o por qué la Tierra es redonda. Más bien está preparándose para el momento en el que su hijo quiera saber cómo se conocieron ella y su padre. “Tendré que ver qué historia me invento, pero la versión original te la puedo contar a ti si me cambias el nombre”, dice la ex dama de compañía cuando atiende la llamada por Skype. El bebé la mira atenta, como si en realidad le prestara atención, pero aún no tiene consciencia para procesar la particular historia de amor que relata su madre mientras lo amamanta.

A pesar de tener cinco años sin ofrecer sexo a domicilio, la joven de 30 años de edad recuerda los negocios que cerró con las piernas abiertas. “La última vez que hice un conteo, llegué a calcular que estuve por lo menos con 300 hombres antes de conocer a mi pareja. Yo atendía en un estudio en Sabana Grande, tenía que dejarle el 50% de lo que me hacía a la dueña del local, por eso me esforzaba por ser más solicitada que las otras, para tener más plata”.

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Carlos era el nombre del príncipe azul, ejecutivo de una cadena de gimnasios, que llegó a conquistarla preservativo en mano. “Yo con los clientes tenía reglas claras: no besaba, no hacía sexo oral sin condón y no permitía que me cogieran por el culo. Él fue la excepción a todas esas normas”.

La chica tampoco podía darle su número a los caballeros para atenderlos por fuera del local —reglas de la jefa. Así que lo memorizó y lo guardó. Con el tiempo pasó de “Carlos Cliente” a “Mi Cosi” en el teléfono de la estudiante de odontología que se encuentra radicada en Bogotá. “Por su trabajo, Carlos debe viajar durante largas temporadas. Al principio de la relación descubrí que en cada ciudad a la que iba tenía su puta. Él me decía que de todas, yo era la que le movía el piso. Es raro establecerte con alguien en esos términos”.

En medio de esa competencia internacional, Daniela exigió el primer lugar del podio: el altar. “Tenemos pensado casarnos, ya estamos maduros. Hubo una temporada en la que nos distanciamos porque nos descubrimos cachos. Cuando regresamos me pidió que me mudara con él a Colombia. Ya estamos en otro nivel de la relación, en la que nuestro concepto de infidelidad tiene que ver con traiciones de otro tipo, no sexuales”, dice antes de colgar.

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Prepago en plan familiar

Los miércoles en la tarde Roxana tenía una cita con Tomás, un chico de 18 años con Síndrome de Down al que le habían recomendado tener relaciones sexuales para controlar problemas de ira asociados con su frustración por no tener pareja. “Cuando te metes en ese negocio tienes que estar clara que no todos los clientes te van a gustar. Atender a un muchacho con condiciones especiales no es lo peor que le puede pasar a una puta, son muy respetuosos. Hay gente que de verdad se pasa de la raya, solo porque te están pagando”, relata la joven de 27 años que actualmente se dedica al diseño de modas.

Roxana llegaba a las 3:00 de la tarde al apartamento en Colinas de Bello Monte. La puerta la abría Roland, el hermano mayor de la familia, quien se encargaba del pago y de asistir a Tomás antes y después del encuentro. “Un día fui a la casa y, como siempre, abrió Roland, solo que esa vez Tomás no estaba. Entonces me tomó de la cintura y fuimos a su cuarto. No fue el mejor sexo de la vida, era algo torpe, pero dulce. Al finalizar me dio los 250 bolívares que cobraba en ese entonces, pero no quise aceptarle el dinero”, recuerda.

Roland y Roxana empezaron a verse fuera del apartamento. Sábado: playa; domingo: Parque del Este; lunes: cine; martes: helado en Las Mercedes. Sin embargo, los miércoles seguían siendo de citas con Tomás —hasta que un día la prepago agotó el saldo de su paciencia. “Tuvimos que hablar con Tomás y explicarle que entre su hermano y yo había algo. Intentaron contratar a otra puta, pero Tomás quería conmigo. Él se molestó mucho con Roland. Al final pasó el tiempo y lo aceptó, aunque fue una batalla difícil”.

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Amor mayor de edad

“Hago hindú, griego y francés. Atiendo hombres, mujeres y parejas”. Así más o menos recuerda Aileen su descripción en SexyCaracas.com, página en la que hace ocho años ofrecía sus servicios de lunes a viernes en Caracas y fines de semana en Valencia, donde vivía. “También me iba a cualquier parte del país si el cliente pagaba mi pasaje ida y vuelta. Una vez me llamaron de Cumaná y me lancé ese viaje. Cuando llegué, era un carajito de 14 años el que me había contratado”.

En medio de la incertidumbre, Aileen, quien nunca había estado con un menor de edad, decidió rechazar la oferta y devolverse a la capital. “Llámame cuando cumplas los 18”, le dijo. Y así fue. Ernesto volvió a dar con el número de la chica que no quiso atenderlo, y se lo reprochó cuatro años después, cuando ya habían empapado de sudor las sábanas. “Me llamaron para un servicio en un hotel del Rosal. Cuando terminó la cosa, el tipo con el que estaba me preguntó si yo me acordaba de él. Yo lo mire con cara de que no entendía por qué me preguntaba eso. Me dijo que él era Ernestico, el carajito que me hizo echarme ese viaje a Cumaná. Me mató con la labia, que si desde ese día no pudo olvidarse de mí, que si él quería que pasara rápido el tiempo para ser mayor de edad, y yo de güevona caí”, dice entre risas la mujer de 35 años que intentó mantener una relación con el joven.

Duró 10 meses la luna de miel de ambos, antes de que su amor se quedara sin presupuesto. “Él no tenía empleo, era mucho menor que yo, y estaba en Caracas estudiando Ingeniería. Durante el tiempo que lo intentamos, yo me dediqué a atender la peluquería de mi madrina. Pero olvídate, no hacía tanta plata como puteando, así que me devolví al negocio y adiós amor”, dice pícara quien se despide aclarando que ya no ejerce en el mercado del sexo, pero que de vez en cuando mata un tigrito.

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Choque de culturas

Dentro del grupo de seis hermanos varones, Antuan era el único que seguía virgen a sus 21 años. Eso estaba mal visto entre los miembros de su familia, la mayoría de ascendencia árabe. Su tío Isaac, que creía que Antuan era homosexual, decidió llamar a la puta de confianza que lo atendía de vez en cuando para que despejara la incógnita acerca de la sexualidad de su sobrino.

Laura tenía un buen “gaydar”, y no se activó cuando estuvo recostada junto al tembloroso muchacho. “Antuan solo tenía un complejo por el grosor de su pene, era una exageración, tan grueso como un brazo. La primera vez que lo atendí quedé muy adolorida, y eso que ya yo tenía unos cuantos kilómetros recorridos”.

El joven quiso una segunda cita para la semana siguiente, pero una úlcera vaginal le fue diagnosticada a la prepago por haber atendido a por lo menos 40 personas en cinco días. “Exageré horrible, nunca supe si fue alergia al condón o el roce constante del látex. Lo cierto es así no podía inventar”.

Antuan era insistente, quería seguir estando con la mujer que le ayudó a controlar su complejo, esa que ahora tenía la Santamaría vaginal abajo. “Le expliqué que no podía tener sexo por lo menos por un mes. Él entendió y me propuso que igual nos viéramos para compartir”.Ese reposo le sirvió a Laura para comprobar que el corazón de Antuan era aún más ancho. “Salimos durante tres semanas sin mayor contacto que unos besos. Tuvo mucho autocontrol, y eso me cautivó”.

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Laura se vio enamorada de un hombre que la miraba más tiempo a los ojos que a las tetas, con el que cruzó más palabras que la dirección de un hotel o el monto adeudado. El sexo quedó en segundo plano esas cuatro semanas, pero cuando llegó de nuevo el momento de la intimidad, la úlcera se volvió a manifestar.

Parecía ser el fin de la carrera sexual de Laura y de su recién nacido amor con Antuan, que sobrevivió gracias al sexo oral. “Fue frustrante saber que tenía que extender el reposo, y que no podía penetrarme. Él, como el resto de los hombres, no se conformaba con una mamada y ya. Pero fue nuestro salvavidas mientras me terminaba de curar”.

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