Opinión

Aserca: volar y volar para nunca llegar

Estaba previsto que el vuelo 717 de Aserca Airlines, de Caracas a Barquisimeto, saliera a las 7:00 de la noche, y a las 7:00 de la mañana del día siguiente, los pasajeros permanecíamos en Maiquetía. No soy viajero frecuente en avión pero había escuchado algunas de las terribles historias de vuelos retrasados con aerolíneas nacionales. Esta vez me tocó a mí

Texto: Ángel Ricardo Gómez | Fotografía: CDN
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Llegamos a las 5:00 de la tarde al Aeropuerto Internacional de Maiquetía, dos horas antes como se recomienda en vuelos nacionales. Eran las 9:00 pm y el vuelo 717 de las 7:00 aun no salía ¿La razón? Mal tiempo. Alrededor de las 10:00 de la noche finalmente abordamos. Al llegar a Barquisimeto, una densa capa de nubes impedía el descenso del avión al aeropuerto Jacinto Lara por lo que el piloto avisó que debíamos regresar a Caracas, o al menos así lo intuimos de lo poco que se pudo descifrar por los altoparlantes del avión.

Resulta obvio que si la naturaleza no brinda las condiciones climáticas adecuadas no puede el hombre por más aviones y recursos que tenga, tratar de violentarla, pero debo confesar que no había pasado por mi mente esa posibilidad. Me preguntaba qué podía ocurrir en estos casos. ¿Envían a los pasajeros a un aeropuerto cercano? ¿Los devuelven a su casa? ¿Los alojan en un hotel aledaño? Y pensé: una aerolínea debe tener planes de contingencia para estos percances…

Permanecimos un rato en la aeronave porque había posibilidad de que nos dieran instrucciones para regresar, pero no fue así. Bajamos y allí aguardamos hasta que se autorizara de nuevo el despegue. Alrededor de la 1:00 de la mañana nos avisaron que podíamos abordar de nuevo. Pero al llegar a Barquisimeto el techo de nubes sobre el Aeropuerto Jacinto Lara seguía impidiendo que el avión aterrizara y regresamos a Maiquetía… una vez más.

Además del clima, otros factores —no informados por la aerolínea— impedían el aterrizaje en Barquisimeto. Una reseña del diario regional El Informador publicada el 22 de mayo de 2016, asegura que unos antisociales entraron al cuarto donde está el Instrument Landing System (ILS) y se robaron el condensador del acondicionador de aire que enfría la habitación donde estaba ese sistema electrónico. “Este equipo es de gran utilidad para los pilotos, su inexistencia restringe la ayuda que el personal de la Torre de Control le puede brindar a quienes estén a cargo de aviones comerciales, civiles y militares cuando hay mal tiempo”.

Agrega El Informador que la falta del ILS es una de las razones por las cuales se retrasan los vuelos, porque “un piloto que está en Maiquetía —y sabe que el aeropuerto Jacinto Lara no tiene el equipo—cuando ve que son las 10:00 y está lloviendo muy fuerte en Barquisimeto, prefiere esperar a que escampe aunque atrase el vuelo, porque asegura las condiciones del viaje que transporta a no menos de 100 personas”.

¡Pero es que tampoco hay señalización de aterrizaje! El mismo reporte revela que se registró un problema con las luces de la pista, “las cuales se han deteriorado por falta de mantenimiento, asegura la fuente, quien asevera que más del 50% se encuentran en malas condiciones”. Para completar el panorama, los constantes apagones han afectado el sistema de radares por lo que la comunicación aire-tierra es complicada, según la nota.

Más vale tarde que nunca

Era un hecho. El vuelo estaba cancelado. Éramos 141 pasajeros varados a las 2:00 de la madrugada en el aeropuerto de Maiquetía. Más que una cifra, éramos 141 vidas humanas, con historias y planes distintos: la de la joven con cinco meses de embarazo postrada toda la madrugada en una rígida silla de aeropuerto; la de la anciana que viajaba sola sin teléfono celular, con una hija desesperada aguardando en Barquisimeto; la de la artista que en pleno período menstrual tenía sus toallas sanitarias atrapadas en el equipaje del avión…

Era la primera vez que mis hijos volarían y sus ilusiones terminaron literalmente en el piso. Mi niña dormía acostada en el suelo sobre un portatraje; y el niño, con una pelota inflable como almohada. Otros pequeños, ancianos y adultos, se las arreglaban también para reposar un poco.

Un representante de Aserca ofreció resguardar nuestras maletas en el avión, ofreció hospedaje, ofreció prioridad para salir, ofreció desayuno… Lo único que se cumplió fue la última promesa: dos empanadas y un refresco cuando ya el sol despuntaba. A las 7:30 de la mañana nos enteramos de que nuestras maletas fueron mudadas del avión que ocupábamos, ya que en esa nave saldría un vuelo regular a Maracaibo. Eso enfureció a la gente, que se apostó en la puerta para impedir la salida de los pasajeros de esa hora hasta tanto se diera prioridad a la salida del vuelo 717.

El caos dominó la escena. Al lugar llegó la Guardia Nacional y representantes del INAC —Instituto Nacional de Aeronáutica Civil. Algunos empleados de Aserca luchaban por dejar pasar a la fuerza a los pasajeros de Maracaibo, mientras que otros del vuelo 717 luchaban por hacer valer sus derechos, en un país donde cada vez tienen menos valor. Gritos. Rabia. Frustración. Niños asustados. De la aerolínea explicaban que se estaba tramitando el permiso para el vuelo especial que nos sacaría de Maiquetía para llevarnos a nuestro destino; los enfurecidos viajeros exigían garantías.

Finalmente, a las 9:00 de la mañana, salió el vuelo especial que nos llevó al aeropuerto Jacinto Lara.

Era una muestra más del país en que nos hemos convertido. Una nación varada en un aeropuerto sin las más mínimas garantías de algo. La caótica situación nos golpea en un sencillo vuelo nacional de 35 minutos, pero nos golpea también en la falta de agua en casa, en la escasez de alimentos y medicinas, en la ausencia de justicia. Como en el vuelo de Aserca, no hay condiciones climáticas ni para volar ni para aterrizar, el piloto y la aerolínea no ofrecen garantías… y a los pasajeros se les agota la paciencia.

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