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Atropellar, no respetar, abusar: país incivilizado

Caracas se sume, de a poco, en la barbarie. Semáforos, rayados peatonales, incluso policías de tránsito, se reemplazan por saltos, esquivadas, irrespetos. La supervivencia es la norma, aunado al mal ejemplo gubernamental

Fotografías: Andrea Tosta
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“La única cerca válida para usted es la de su propia inteligencia”. Así lo sentenció el ya fallecido Renny Ottolina en un comercial de televisión sobre normas de tránsito, el cual mostraba vacas en tropel sin seguir señalizaciones en el suelo. Necesitaban rejas para que no se descarriaran. El humano, por ende, estaba por encima de estos animales y podía cumplir normativas viales sin necesidad de estar encerrado. Pretendía el mensaje emitido en televisión en los años 70.

citaciv4Cuatro décadas después de esa cuña, el caraqueño sigue cruzando las calles, incluso autopistas, obviando las reglas. En algunas zonas del distrito metropolitano, se alzaron rejas —esas que renegaba Ottolina— para separar los canales viales en las avenidas, como en la Francisco de Miranda o la Principal de La Urbina. Allí, los peatones las saltan, esquivan, rompen, desaparecen, para agilizar su cruce a pie, sin importar qué tan lejos esté el semáforo más cercano.

citaciv8En Santa Eduvigis se evidencia la ineficacia del mecanismo. Los rayados de cebra no dicen nada a la mayoría de los transeúntes. Quienes necesitan cruzar de un extremo a otro de la calle, optan por saltar o pasar entre las rejas divisorias que se dispusieron para evitar, precisamente, tal fin. Hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, madres que halan a sus hijos -bajo aquella premisa de «yo no crío pendejo» en muchos casos-, todos cruzan por la mitad de la calle. Son pocos los que esperan que el semáforo, siquiera, cambie a rojo. Esquivan motorizados y demás vehículos con determinación en su andar y miradas ávidas.

civ1Con un paso peatonal prácticamente irreconocible, los transeúntes también esquivan el libre tránsito vehicular y cruzan sin temor en la avenida Baralt. Son pocos los que esperan a que la luz del semáforo cambie a su favor, menos lo que lo hacen sobre el cebrado. “Siempre es bueno cruzar por su rayado, para cumplir, pero si no están pasando carros ni motos, yo aprovecho. No voy a andar esperando a que la luz cambie porque, si no, no me dan paso o me lleva una moto. Todos lo hemos hecho, tú estás clara”, dice Carolina Torres ante el recuerdo de la norma mientras, ilegalmente, cruza la avenida Bolívar.

citaciv7Al paso peatonal, se suma las acercas y su finalidad casi olvidada. “No hay mejora, nadie se preocupa. Siempre es una cola, un peo. Ya tú sales predispuesta a la calle porque sabes con lo que te vas a encontrar. Ando con el coche y no le paran, me tropiezan, me golpean igualito”, cuenta Mariam Núñez, agotada, con su bebé en sus brazos. Los buhoneros y las colas han “expropiado” las aceras, al punto de casi impedir el paso por la zona. Ante ello, los caminantes del municipio Libertador buscan las aclamadas ciclovías, inauguradas por Jorge Rodríguez en 2013, ejemplo de fracaso más que de innovación, como alguna vez se publicitaron. El centro de Caracas es un vórtice de malas conductas.

Yolfran Guzmán, oficial de la Policía Nacional Bolivariana, presencia situaciones similares a diario. Su autoridad es prácticamente ignorada por transeúntes y conductores al punto de convertirse en un mirón de palo y pito, su única arma para hacer cumplir la ley. Aunque son incontables las infracciones, Guzmán entrega un promedio de 10 multas por jornada. “Hay veces que ni me aceptan las boletas, se disgustan y me las rompen, se van en mi cara. Hasta me han dicho que esas unidades tributarias son pa’ lo que se van a comer ese día. ¿Cómo hago yo ahí?”, afirma, preso de su propia condición. Su labor, como las de sus dos compañeros, se remitió a asegurarse que el tránsito fluya, “pa’ que no haya congestión cuando pase el Presidente por acá, que eso es como dos veces a la semana. Y bueno, hacer lo que se pueda, que las busetas no vayan a obstaculizar, ni las motos”.

citaciv6Sin ir muy lejos, la autoridad perdida también es evidente en el Metro de Caracas, otrora ejemplo de civilidad y modernismo. Como río en conuco, los usuarios pasan por un paso libre, ahorrándose 4 bolívares de un pasaje sencillo. Solo dejan de hacerlo cuando uno de los uniformados del medio de transporte cierra la puerta de metal. “Acá el usuario cree que puede hacer lo que le da la gana. Bueno, hace lo que le da la gana”, afirma un empleado del Metro que optó por guardar su identidad, mas no su lengua. Se indigna al ver cómo el ahorro raya en el descaro en la parada de Capitolio, su estación de servicio. “Nosotros acá tenemos unos monitores que nos permiten ver lo que pasa, pero el grueso de las violaciones a las normas se da dentro de los vagones. Si les reclamas, se ofenden, te pueden agredir. Es mejor hacerse la vista gorda y pa’lante”, se lamenta. Con 11 años de servicio en la empresa, ya deja pasar sus molestias, son su pan de cada día.

A pocos metros, Pablo Reyes tampoco se siente con autoridad para exigir buenos tratos y educación, siendo contratista del Metro y vendedor de tickets en la misma estación. Más de una vez se ha tragado sus palabras ante los irrespetos. “¡Claro que me provoca decirles algo! Pero cuántas veces les he dicho amablemente que no pasen por ahí, que usen el torniquete, y me han dicho que no es problema mío”, afirma. A sus 64 años, se esfuerza porque los modales aprendidos en casa calen en sus clientes. “Por acá pasa gente muy azorada, que se les olvidan las buenas costumbres. No creo que no tengamos civismo, sino que está en el fondo. Yo siempre les recuerdo el ‘buenos días’ y les doy las ‘gracias’. La educación es necesaria”.

citaciv3“Ya los ‘buenos días’ y las ‘muchas gracias’ no son emblemáticos ni necesarios, pues personas con altos cargos gubernamentales se encargaron de decir que no tenían valor”, afirma Zulma Bolívar, presidenta del Instituto Metropolitano de Urbanismo, recordando los incontables insultos proferidos por Hugo Chávez desde la Presidencia de la República en los últimos 16 años. Según la experta en urbanismo, vivimos en un país “al revés”, sin modales o leyes que valgan. “Imagínate, si las mayores autoridades del país ni siquiera están formadas para desempeñar los cargos que ostentan. Eso desconceptualiza los valores de casa. Los jóvenes se confunden y desvirtúan el verdadero norte. Es gravísimo”, elucubra. Incluso, la formación que reciben en las aulas de clase ha tergiversado los valores ciudadanos: “Antes se hacía un gran trabajo de conciencia y de educación con la materia ‘Moral y cívica’. Ahora se ha cambiado por ‘Premilitar’. Son antivalores cívicos. ¿De cuándo a acá se tenía que estar rodilla en tierra? El común denominador de los ciudadanos tiene otro tipo de comportamiento”.

citaciv2El sociólogo y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) Daniel Fermín acota que detrás de todo el irrespeto reinante, existe un nivel previo: la falta de reglas claras. La incongruencia gubernamental ha permeado hasta en los cruces peatonales ilegales. “Los caraqueños estamos sujetos a una falta de normas formales, pero además estamos dominados por elementos tácticos que nos lleva a normas informales que tiene más peso. Por ejemplo, no pararse en los semáforos rojos luego de altas horas de la noche”, alega.

Para él, Caracas es una vitrina amplia del país y el irrespeto de las normas de tránsito es tan solo la primera capa de la cebolla, consecuencia de un mal mayor: “Es muy fácil confundir lo que pasa con falta de conciencia. No se trata de que los caraqueños seamos unos sinvergüenzas o que tengamos un rancho en la cabeza. Lo que realmente sucede que las condiciones estructurales y el marco institucional no están funcionando”.

citaciv5La falla trae consigo el desuso de la ley y las normas aunado a la falta su aplicación formal. Fermín se cuestiona el fetiche por la creación de legislatura. “¿De qué sirve tener leyes que no se van a cumplir? La petición de ordenanzas y mayores penas ignora la certeza del castigo”, explica el sociólogo. La cara más fea del hecho ha generado la entrada de 216 cadáveres a la morgue de Bello Monte en tan solo las dos primeras semanas del mes de julio. La criminalidad es el pico de la no civilidad. La inseguridad reina y no sabe de rayados de cebra.

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