Arte

Backroom Caracas y su mar de posibilidades

Lo que inició como proyectos de intervención del espacio público mutó a una plataforma multimedia y multicontenido. Arte, literatura, opinión, debate. Backroom Caracas presenta un espacio virtual para la tercera lectura y el aprendizaje, con miras a convertirse en una referencia artística en el país

Fotografías: Cortesía de Backroom Caracas. Retrato: Andrea Tosta
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La zona de confort, la comodidad, la observación inerte, todos son antónimos de Backroom Caracas. Un equipo de nueve brinda una experiencia transgresora del arte que plasma en un portal dinámico, lleno de colores, figuras, tipografías. Allí se cuela el cuestionamiento que los define como marca. Lo que inició como un proyecto artístico para estudiantes universitarios ahora transmuta en una página web que apunta al descubrimiento introspectivo por medio del arte, la literatura, la fotografía. “En el internet tenemos una capacidad infinita, que no tenemos con una galería, por ejemplo, de fomentar situaciones en las que nos hagamos preguntas, de conocernos a nosotros mismos”, explica Rody Douzoglou, fundadora de Backroom Caracas.

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La hija de Backroom NY –galería también fundada por Douzoglou en Estados Unidos- lleva al límite la experiencia del arte y lo plasma en el portal. Su objetivo es claro: promover y difundir arte contemporáneo a través de proyectos, exhibiciones y publicaciones. Así lo ve su editora en jefe y directora de arte, Florencia Alvarado. “Presentamos propuestas artísticas con lenguajes que no son familiares para el espectador y que buscan desligarlo de la contemplación. Es arte participativo. No importan las formas”, explica Alvarado.

La propuesta de Backroom Caracas transgrede y disloca la comodidad. Se evidenció con Balance (2013), el primer proyecto artístico de reconquista del espacio público de su residencia de artistas extranjeros en el país. Con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos, el arquitecto estadounidense Jarrod Beck junto a ucevistas de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo estudiaron planos originales esbozados bajo la dirección de su par venezolano Carlos Raúl Villanueva y usaron materiales desechados del edificio para hacer dibujos a escala de obras seleccionadas de la Ciudad Universitaria.

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“Se trataba, sin duda, de hacer identidad, una identidad latinoamericana moderna y venezolana. Quizá podría resultar que al volver a trazar sus formas, Balance cavó en esta identidad, excavó en este momento conservado en utopía, excavó lo suficiente para ver lo que era relevante para nosotros ahora”, afirma el norteamericano en el catálogo BALANCE, Jarrod Beck. Allí, Stefan Gzyl –arquitecto venezolano con una Maestría de Diseño en la Universidad de Harvard- apunta que “desde el punto de vista de la pedagogía, su contribución es que pudo subvertir, breve pero intensamente, la forma en que se adquiere y transmite el conocimiento arquitectónico”. En el proyecto también participaron artistas criollos como Miguel Braceli, caracterizado por sus intervenciones a espacios públicos, y la fotógrafa Meridith Kohut, reconocida internacionalmente por mostrar realidades sociales en el New York Times y The Guardian.

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A partir de Balance, Backroom Caracas evolucionó con intervenciones de cuatro artistas más. Sus proyectos retomaron lugares que la inseguridad desalojó. Actualmente, se enfocan en actividades artísticas de carácter formativo en ámbitos académicos, como la UCV, y realizan exposiciones en Caracas y Maracaibo.

Poderes visibles e invisibles es la más reciente muestra de ello. La selección visual internacional acumuló videos que evocaban presiones y tensiones, propias de sueños y pesadillas. Hasta el 6 de noviembre se presentaron artistas de Argentina, Rumania, Brasil, Israel, Estados Unidos, Italia, Alemania, España, Holanda y Lituania, en la Hacienda La Trinidad, con la museografía de Gaëlle Smits y la curaduría de Kelly Gordon. A la par de Poderes visibles e invisibles en Caracas, la Sala Multimedia del Museo de Arte Contemporáneo del Zulia presentó el 15 de octubre la pieza Crudo (2008) del argentino Miguel Ángel Ríos Crudo (2008), en la que un danzante se hace parte de un “baile” más peligroso cuando un perro entra a disputarle el espacio.

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Ambas exposiciones se gestaron en el marco del programa Global Visions: Arte e imagen en movimiento en la escena internacional, con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos y en alianza con el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (Maczul). “Sin el apoyo de estas instituciones no hubiésemos podido presentar las galerías ni las exposiciones de intervención del espacio que hemos logrado”, resalta Douzoglou. Además, Backroom Caracas imparte, junto a la profesora Camila Pulgar Machado, el seminario Micropolíticas de creación, archivo y ciudades de porvenir en la Escuela de Letras de la UCV.

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Y, de a poco, lo que inició como un blog para promover obras plásticas se convirtió en un sitio de encuentro, de discusión, de enseñanza mutua a través de la palabra y la imagen. “Backroom Caracas trasciende, atraviesa contenidos buscando dar una nueva lectura. La tercera lectura”, apunta Alvarado. Las superficialidades no tienen cabida en la página web, pues los intercambios intelectuales inician antes de la publicación, de acuerdo con su editora en jefe.

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Marianela Díaz Cardozo, también editora y traductora de la página, rescata las diferencias que posee con un portal de galería de arte y de su valor agregado. “Mientras todo el mundo está obsesionado con lo que está en la palestra, nosotros planteamos otras inquietudes que uno como individuo inevitablemente tiene. Es un espacio para el respiro”. Incluso, rescata el carácter internacional de dichas inquietudes, la universalidad de los contenidos que presentan. Desde entrevistas a personalidades como María Elena Ramos, miembro fundador de la Galería de Arte Nacional, hasta textos de escritores venezolanos como Enza García y Ricardo Ramírez Requena. Sus firmas los destacan, también sus entrevistados. Incluso, Backroom Caracas da cabida a ensayos universitarios de tesistas. La web es su mundo por descubrir y dejar descubrir. “Es nuestro lienzo en blanco y nosotros lo vamos llenando con arte”, dice Alvarado.

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Aunque surquen los mares de la web, Backroom Caracas no escapa de la geografía. En febrero del año pasado su equipo fue víctima del hampa común. Un robo los dejó sin equipos electrónicos para trabajar. “Solo dejaron las obras de arte que teníamos, eso no les interesó”, dice Alvarado, con un toque de ironía. Ahora trabajan en remoto, sin descuidar comunicarse entre ellos.

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La misma realidad que los embarga la plasman en la página web con textos, guardando las distintas perspectivas de los autores. “Es un tema que siempre sale en las entrevistas que hacemos. Es muy difícil no tocarlo en Venezuela. Tenemos material muy político, pero no politiquero. Nunca panfletario. Es una manera de hacer política y de decir que no todo es una mierda”, afirma Díaz Cardozo. Douzoglou como fundadora de la marca está consciente de la tragedia en la que vive, “no buscamos aparentar que no estamos conectados con lo que sucede”. Alvarado la complementa: “La política está presente en las carencias que tenemos como personas. Carencias culturales, tecnológicas, sociales. Backroom Caracas no se mueve en los polos. Está en una zona gris donde exploramos preocupaciones inherentes a nosotros mismos que generan discusión”.

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Para la fundadora, “es un orgullo ser contenedores de archivo de la contemporaneidad del arte”. Así se proyecta Backroom Caracas, “continuando con la misma línea editorial siempre de la mano del aprendizaje”, afirma Alvarado. Ser un punto de referencia criolla en la materia es una de sus metas el próximo año, entrelazada con el conocimiento constante y bidireccional.

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