Crónica

Bailando con la estrella o Teodoro paso a paso

Una fiesta sirve para retratar al fundador del diario TalCual, mente lúcida de Venezuela, que el país perdió hace al cierre de noviembre. Las semanas pasan y los recuerdos afloran. En este caso, uno a ritmo de salsa y con periodistas como testigos

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Hombre con la índole de un Superman —su esposa Neuhim Pastori le adjudicaría el apodo por fuerte, por justiciero, especulemos— daría, según corajuda confesión propia, no pocos pasos en falso. La guerrilla —diría unos meses antes de su partida—, sería la experiencia más espeluznante de su vida por la intimidad tan obscena con la muerte. Sin embargo, a lo largo de su enjundiosa trayectoria, difícil sería seguirle el paso; y pocos serían perdidos.

En la pista de baile será totalmente diferente. En una celebración de periodistas a la que asiste —él siempre interesado en la verdad como premisa de todo diagnóstico y planificación, y como condición sine qua non de justicia, no como dogma—, decide bailar cuando las cornetas avientan el Tiburón de Rubén Blades.

No pensaba decirle que no, por lo que están de más sus justificaciones de bailarín poco coreográfico. Avizora que no hará las cabriolas con que se acaba de lucir Héctor Landaeta, periodista que trabajó con él en TalCual y se le adelantó en la partida. Tiene oído musical, le gusta el piano, y lo estudia por cuenta propia como dirá su expareja Lilian Rojas, y logra extraerle singulares sonoridades al instrumento. Tiene ritmo aunque no baila al son que le toquen. Y sabe, como todo el mundo, a qué se refiere Blades con su amenazante tiburón.

Pero este amante del mar, submarinista y navegante que levó anclas durante meses y tiene un diario de esa experiencia que está por publicarse, no resistirá hacer un chiste, uno desideologizado que lo arrumba a otras aguas: “Los que tienen que llegar a la orilla son los Tiburones de la Guaira”. Sonríe.

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Es cauto de piruetas. Lo que no hace en su vida lo hace en la pista: oscila. Un paso a la derecha y otro a la izquierda. Buscar el centro no es eso. Se limita a ir de un lado a otro, él, que andando por terrenos imposibles ha construido a su paso más que una biografía una épica; muchos de sus señas personales parecen mitos. Estuvo dos veces preso, y dos veces se fugó.

Se descolgaría del séptimo piso del Hospital Militar luego de que es llevado de emergencia por ingerir unos buches de sangre de vaca que le lleva a buen resguardo Beatriz Rivera, su segunda esposa. Lo ingiere para vomitarlo —“me costó muchísimo lograrlo”— y hacerle creer a los cancerberos que se le había reventado una úlcera.

Lo trasladan a las volandas en ambulancia, va custodiado, pero bastará un descuido, uno insignificante, para hacer un alto en su innecesario reposo para hacer el atado con que baja en rapel, no sin antes hacerle señas a un enfermo que lo ve en el descenso; el índice en sus labios para que haga chito. “A ese hombre lo conocí luego, se me presentó como el que me vio haciendo de Spiderman”, dice Superman.

A la fecha, día de reencuentro en la casa del periodista en Naiguatá, también ha quedado atrás la fuga —no menos espectacular el proceso—, del cuartel San Carlos. Con la complicidad de un comerciante de la vecindad, durante semanas cavan los compinches un túnel de 50 metros que desembocará en la celda suya.

Sale con él Pompeyo, su carnal, quien —ay, los superhéroes— niega que Teodoro Petkoff sea una suerte de compañero Robin, “qué va, él es Batman”. Teodoro dice lo mismo. “¡Batman es Pompeyo!”. Hay quien dice que le resentiría las rodillas aquella movida, paso agachado hasta la libertad. No le crujen sin embargo las rótulas para nada, no todavía. Venezuela ¡presente! Hay que dar la cara pero con honor, canta Rubén Blades.

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Y ha fundado un partido político, el MAS, que propone la justicia en libertad, no una u otra sino una y otra, aceptando lo que no tenían en sus postulados AD o Copei: la importancia del mercado. “El nombre fue por consenso, me gustan mucho las siglas pero más que un movimiento al socialismo mi sueño, como hombre de izquierda, es que sea un movimiento a la más justa y verdadera democracia”.

Traidor y revisionista había sido llamado por sus excofrades el exguerrillero de paso firme, ahora pasito tuntún, que cree que solo los estúpidos no cambian de opinión. El militante que, tras el avance de cinco mil tanques del Pacto de Varsovia sobre la primavera de Praga, deja a los a partir de entonces excamaradas expuestos como los totalitarios que son. El hombre de acción y teórico que en su libro Checoslovaquia: el socialismo como problema pone a los rojos a verse en el espejo de los gringos intervencionistas que tanto critican. Excomulgado por los jerarcas estalinistas, Leonidas Breznehv escupirá que Teodoro Petkoff Malec es una amenaza para el comunismo. Este que viste y calza, que aborda la salsa con sus mocasines Clark. Entre periodistas te veas, Clark Kent. O Superman.

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Una fiesta no es cosa en la que suela vérsele, y puede ocurrir  que se aburra por lo que no le será difícil dejarse imantar por el libro que reposa sobre la mesa. El sabio periodista de la fuente petrolera de El Nacional Cayetano Ramírez, otro en el cielo y que puede hablar con conocimiento de causa de política, cocina o recitar a García Lorca, junta las palmas cuando el hombre que ha virado a la centroizquierda se decide a impulsarme a un giro. Habían estado conversando de la producción milagrosa de naranjas de Israel, son dos que creen que el naranja es la vía. “Chica, estamos más cerca de los Estados Unidos que de dios”.

Entrañables líderes gremiales en la reunión, el entonces periodista de política de El Diario de Caracas, Javier Conde, luego de TalCual, tiene una idea: que desde las gradas, en la corrida de la prensa —fue terrible ver la seguidilla de toros pinchados, zaheridos y muertos— exhibiéramos pancartas de protesta como medida de presión por la demora de la firma del contrato colectivo cuando las cámaras nos enfocaran.

Mientras, Bernardo Fischer, luminaria de las páginas de economía del diario El Universal suspende el debate —no es del todo nuevo eso de debatir en todas partes todo el tiempo— para cantar a dúo con Héctor Landaeta “Extraños en la noche” de Sinatra. Qué mal inglés.

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La alegría es genuina así como las ganas de cambiar el mundo. Lo extraño vendría después: es esta larga noche. RCTV, filial de El Diario de Caracas, será cerrada; muy distinta será en lo sucesivo la lidia de los periodistas con los jefes amenazados. Edmundo Chirinos, que en el programa Primer Plano desafía en vivo a Marcel Granier exigiéndole que sea justo con los trabajadores, ay, es culpado de asesinato.

El que dice que sí hay que cambiar, sin embargo, parece que siempre será el mismo de bigotes tupidos, voz gruñona, demócrata impenitente y columnista atento a que se comprendiera su punto de mira. Escribiría sus alegatos sin edulcoramientos ni ofensas, explicando claro y raspao por qué contradecía a este y aquél. Didáctico y sin divagaciones fútiles, será siempre un duro que padece temporalmente de mortalidad —el tiempo lo corroborará— cuya impronta es huella cabal perenne: como ministro de Cordiplán donde convoca por fin la anhelada tripartita, como diputado beligerante en el Congreso Nacional, como hombre de palabra en la dirección de Punto, El Mundo, y su querido diario TalCual.

Gurú de la política venezolana, celebridad en el planeta a quien la revista Forbes ubica entre los hombres más influyentes del siglo XX, amigo de sus amigos y un conductor desmelenado, capaz de detenerse repentinamente en plena vía porque observó a un niño solo y le quiere preguntar dónde está su mamá o su papá, será siempre un defensor de la pluralidad. Cabe suponer que ello se aplica a sus no pocos amores.

De corazón agitado, el que le jugó la mala pasada al final, los rompería a raudales. También los cosería. Daba buenos consejos al despechado o despechada que tuviera la ocurrencia de interrumpirlo en sus afanes frente al teclado. “Hay muchos más hombres, chica, tienes que volver al mercado”. Sí, al mercado.

Tan demócrata que con toda y su preparación y su rol principal en el partido que funda, que se mide de igual a igual con un contrincante sin su calado y verbo de rabieta, el ahora chavista Darío Vivas en una suerte de primarias internas cuando decide aspirar a la alcaldía de Caracas. Igual aceptará la decisión mayoritaria cuando la oposición postula a Manuel Rosales y no a él —dios santo—; entonces hace mutis elegantemente en una rueda de prensa que comenzó así: “Soy el más rechazado”.

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El tren del Encanto sería un sambenito histórico, aun después que por fin confesara su autoría el cineasta Luis Correa. Otro calamar será el que reza que los trabajadores perdieron las prestaciones sociales por culpa suya. En realidad produjo lo que siempre fue anhelo: que trabajadores, gobierno y empresarios, suscribieran en consenso medidas para garantizar la estabilidad política y económica cuando el barril estaba a 9 dólares. “Negociar es un arte, quienes lo ven como claudicación no entienden qué es la política”. El tango se baila entre dos.

Disciplinado y apasionado, tan franco como persuadido de la importancia de la estrategia, cierto que la diplomacia no es su fuerte porque como dice Federico Vegas dijo siempre lo que pensaba, y asumió los costos. Se enfrentó cuando le tocó hacerlo. Pero tuvo la gentileza de no entrompar cuando no era menester. De José Vicente Rangel, cercano al MAS mientras lo postularon candidato y después su adversario, prefería no hablar. Emplazaba desde los hechos, no desde sus vísceras.

Autor de casi una veintena de libros suculentos y ávido lector en los seis idiomas que hablaba fluidamente —“en la cárcel leí a Thomas Mann, los dos tomos, dos veces”—, amigo de García Márquez no tendría empacho, por su parte, de contradecir a quien creyera equivocado como a Alejo Carpentier. “Si alguien te ofrece como argumento que lo que diga Fidel Castro es santa palabra, no hay nada más que hablar”.

Movilizado siempre, concluye la canción, vendrán otras. Teodoro Petkoff, que no toma ni fuma, y baila pegado, será un promotor de la unidad como estrategia lógica; su defensor. “En la unión está la fuerza y nuestra salvación”, remata Blades.

La música sigue, Luis Herrera cree que lo que viene es joropo. Teodoro cree que debe ser una música coral, todas las voces acopladas al unísono. “¿Que qué es el teodorismo?”, dice, “pendejadas”.

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