Perfil

“Cabeza e’ Mango”: tirapiedras con chapa del Sebin

Hombre de sancocho, guarapita y caimanera. Es la imagen que Oswaldo Rivero, alias “Cabeza e´mango”, evoca de sí mismo. Así se describe mientras degusta un ceviche en La Patana, un local situado en el centro cultural Bellas Artes. Por su “irreverencia”, el moderador de Zurda Konducta es considerado un agitador de calle; cualidad que conquistó después de su discurso en la calzada ardiente, a pocos metros de Miraflores y pocos días después de la derrota del chavismo en la contienda electoral del 6-D

Texto: Julio Materano | Fotografías: Cristian Hernández
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En la oposición venezolana es hondamente criticado por grabar la golpiza que recibió en abril de 2016 el exsecretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Chúo Torrealba; una escena violenta que se suscitó a manos de colectivos frente a un edificio de Misión Vivienda, en la urbanización San Bernardino de Caracas. En el terreno oficialista, los chavistas más radicales reclamaron su cabeza en 2012 por jugar una partida de básquet con Henrique Capriles, cuando el entonces candidato presidencial visitaba el municipio Los Taques, en el estado Falcón. “Son los jalabolas los que le han hecho creer a un ministro tal y al propio Gobierno que todo está bien. Quédese tranquilo, no le haga caso, es un loquito”, dice remedando a los adulantes.

Su crítica en voz alta lo convirtió en una sentencia pública contra la élite del Gobierno. Emplazar al cogollo del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) para que ceda la dirección del partido ha sido uno de sus mayores resabios. Se trata de una petición que alude a los herederos de Chávez, que lo dejó expuesto en el terreno más volátil: el disentir contra una estructura de Gobierno que exhibe los vestigios de la descomposición y las llagas de la corrupción, aunque luego entró por el carril.

Desde entonces su poder lo que ha hecho es crecer. En la Asamblea Nacional protagonizó una trifulca, un asalto, una andanada que se llevó por delante la integridad de varios diputados. Ante la barbarie no hubo inmunidad. Rivero dijo que él solo estuvo allí registrando, nunca promoviendo, y negó violencia. Pero las evidencias mancharon su declaración. Ahora, comenzando 2018, protagoniza un escándalo: es acusado de atropellar a unos bomberos en Barquisimeto, intentar sobornar a funcionarios y portar una chapa del Sebin. Él lo niega, y sigue libre.

Nacido y criado en 23 de Enero, Rivero es el resultado del radicalismo político. Hijo de dominicana y nieto de cubanos, militó en los comités de lucha popular en los 80. Participó en diferentes organizaciones por la reivindicación de su parroquia. Y Luego fue reclutado por el partido Bandera Roja.

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Estuvo en México entre 1993 y 1995, período en el que apoyó al Ejército de Liberación Nacional; una labor meramente social que desempeñó al margen del aparato armado que controlaba San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, el estado más pobre de México. Aunque breve, su paso por la Universidad Central de Venezuela (UCV) despertó su interés por Trabajo Social, carrera que no culminó. En 2016, Rivero decía vivir en un apartamento de misión vivienda y dice comprar alimentos en Catia. Milita en el Movimiento Revolucionario Tupamaro, una organización con más de 20 años en el terreno político, que abandonó la clandestinidad en el año 2000 y que lleva a cuestas la satanización de la cuarta y la quinta república, por su vinculación con las armas.

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“Nosotros no tenemos armas. Las armas residen en el pueblo, a través de la Milicia, la construcción de los consejos comunales y la guerrilla comunicacional”, afirma. A la pregunta ¿eres madurista o chavista?, Rivero resuelve declararse revolucionario. Lejos de considerarse enemigo de Maduro, se reconoce crítico, cualidad que, según afirma, delinea su “estilo de hacer política”. “Soy crítico ante las situaciones que perjudican al pueblo”, dice y remata con un cuestionamiento aún más enfático: “El pueblo se pregunta quién lo defiende para conseguir la comida, quién lo defiende de una banda”.

De su vínculo con Chávez evoca un episodio en particular: el año 1997, cuando lo conoció en la precampaña para la presidencia, el movimiento Tupamaro se debatía entre incorporarse a la contienda política electoral o seguir en el camino de la lucha armada. “Lo conocí cuando ya estaba en Tupamaro”. Y desde entonces se reunió con Chávez por lo menos dos veces: “nos pidió que nos quitáramos las capuchas, pero nosotros insistíamos en la lucha clandestina, en el desconocimiento del Estado”.

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Para él se trataba de una petición poco atractiva, puesto que permanecía escéptico ante golpe del 4 de febrero de 1992, con Chávez a la cabeza. Rivero desconfiaba de los militares. Y en el país aún ardía la llaga por la brutal represión ejercida por los efectivos castrenses en 1989, año de “El Caracazo”.

En 1996, cuando fue acusado de terrorista por su irreverente lucha contra el Gobierno, tuvo como abogado al ahora fiscal general designado por la constituyente, Tarek William Saab. Ese año, efectivos de seguridad allanaron su casa todas las veces que lo consideraron necesario. En una ocasión, cuando intentaban frustrar un supuesto ataque, ingresaron a su casa. “Sembraron armas y detuvieron a mi madre”. Hoy Tupamaro se perfila como una fuerza emergente en el terreno político. Tiene en su haber dos alcaldes. Y uno expulsado recientemente por corrupción: es el mandatario local de Portuguesa. Actualmente Tupamaro ostentan las alcaldías de Casanay, en Sucre, y otra en Bolívar. Suma más de 80 concejales y más de 100 diputados al consejo legislativo en todo el territorio.

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De sus críticas solo el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, resulta ileso. Asevera que hay un sector de la población que es crítico al chavismo y clama una revisión política de las estructuras del país. “Es inevitable decir que la calle está dura, que la situación está tensa”, dice. “Hay una tensión provocada por sectores empresariales”. Además cuestiona la incapacidad del Gobierno para crear un aparato productivo independiente de las empresas privadas. Ello pese a la experiencia vivida en 2002 cuando hubo un supuesto “ensayo de guerra económica”.

Hoy, cuando las colas marcan la temperatura del descontento, admite que la revolución fue sostenida por el petróleo; un proyecto político que para la oposición reposa sobre el hambre, la miseria y la desidia gubernamental. “La red de alimentos del Estado solo cubre 18 o 20% de la demanda y está infiltrada por la corrupción. No me voy a caer a coba, los niveles de corrupción dentro de Pdval, Mercal y otras cadenas son bárbaros”. Aun siendo el más crítico, se cuida de nombrar a Cabello, incluso al adentrarse en el terreno de las armas y las drogas.

De él, Henry Ramos Allup ha dicho, no sin sorna, que es uno de sus preferidos en la pantalla de VTV, quizá el único al que declara sin problema alguno. El sábado 25 de junio de 2016 el diputado adeco afirmó que conoció a Rivero «cuando él era escolta de Juan Barreto y cargaba un picón de ametralladora que le llegaba a los pies, y ahora carga la cámara de televisión. Está mejorando».

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Rivero se cuestiona el fácil acceso de los delincuentes a las armas, que en muchos casos están valoradas en ocho y cinco mil dólares, en un mercado que presume es manejado por cuadros medios de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). A los supuestos vínculos de Diosdado con el narcotráfico responde nervioso: “No sé. No, no, no creo, realmente no creo”, afirma. “De Diosdado Cabello se ha dicho de todo, que es dueño de empresas, que es el dueño de todo, pero nadie muestra una prueba”.

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En 2015 aseguró que el Gran Polo Patriótico pecó de triunfalista el 6-D y no escuchó los reclamos del pueblo. “Aquí puede suceder cualquier cosa en cualquier momento. Hay sectores políticos y militares que tuvieron influencia en la FAN, jugando al estallido social, al golpe de estado y otros pescando en río revuelto”. Señala a Voluntad Popular, a Antonio Rivero y a Leopoldo López como presuntos golpistas. Creiá ya desde entonces que la Asamblea Nacional (AN) puede ser disuelta con el apoyo del pueblo. Ve en la tensión por la leche, el azúcar, los pañales y otros productos básicos el mayor enemigo del Ejecutivo.

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Por las amenazas que tambalean al Gobierno, pide a los oficialistas aceitar los fusiles, para enfrentarlas. A propósito de la coyuntura, en la que el chavismo parece estar desahuciado como proyecto político, Rivero reivindica la propuesta de Chávez; la misma que en la calle mutó al sarcasmo “pero tenemos patria”. Un adagio que destila la indignación de los venezolanos de a pie, gente que se dice víctima del madurismo y que hace risible el argumento de guerra económica y el bucólico patriotismo impuesto por Chávez.

*La entrevista a Oswaldo Rivero se realizó en junio de 2016

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