Crónica

Cementerios: ni en dónde caerse muerto

Más de seis millones de personas viven en el área metropolitana de Caracas, pero apenas unos 300 mil tienen asegurado el lugar donde serán sepultados. Los camposantos lidian con la demanda diaria, poco margen de ampliación y un número de muertes violentas que tumban cualquier proyección poblacional. No es serio este cementerio

Texto: Gabriela Rojas | Fotografías: Fabiola Ferrero
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A 10 metros bajo tierra todo está en calma. El descanso eterno, lo llaman. Pero arriba el movimiento no para: a diario un promedio de 60 personas son enterradas en los cementerios de la Gran Caracas, y aunque morirse no está en los planes de nadie, por lo menos la mitad de los cuerpos que llegan no cuentan con un espacio para ser sepultados, ora porque en vida nunca tomaron la previsión ora porque terminaron de manera violenta.

En los camposantos municipales ni en los privados transcurre un día sin que alguien llegue buscando un lugar para enterrar a un familiar —a pesar de que los cuatro principales registran casi todas sus parcelas vendidas, y los que están en proceso de ampliación de nuevas terrazas, como el Cementerio del Este y El Junquito, tienen que disponer de ellas prácticamente de emergencia para los que van llegando. “Desde 2010 todo está vendido y ningún cementerio puede hacer preventa de parcelas porque ni la empresa privada ni la parte municipal han invertido en nuevos; ya que construirlos es muy costoso”, explica Guillermo Peña, gerente general de operaciones de Jardines El Cercado, ubicado en Guarenas.

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Peña saca una cuenta básica de uno menos uno: “no hay planificación ni proyecciones para nuevos parques y la mayoría de los terrenos la están agarrando para viviendas, ¿y cuándo se mueran? ¿Adónde los van a meter?”. También estima que, para la cantidad de población, en Caracas debería haber de 15 a 20 necrópolis. “Pero en toda Venezuela apenas hay 36  entre privados y los municipales. Están llenos hace 20 años. Así como están las cosas, en poco tiempo se nos va a presentar una situación muy difícil”.

Difícil como la que presenta el Cementerio General del Sur, el más grande y antiguo de la ciudad —que tiene 246 cuarteles con capacidad para 50 bóvedas y un máximo de dos o tres cuerpos por cada una. “Estamos a nuestra máxima capacidad y aun así todos los días tenemos entierros porque cuando llegan aquí hay que resolver sí o sí”, dice Elvia Rojas, gerente general del lugar. Al del Sur no se le pueden hacer modificaciones estructurales porque fue declarado Patrimonio Histórico Cultural, sin contar que las 256 hectáreas de terreno que lo conforman están rodeadas de barrios, lo que hace imposible hacer cualquier proyecto de expansión o ampliación.

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Los otros dos municipales son el de Antímano y el de Macarao. Están llenos desde hace más de 20 años. El único sacramental nuevo en Caracas es el Parque Jardín La Puerta, ubicado en Hoyo de la Puerta. Arrancó operaciones en febrero de 2015 con 3.700 bóvedas, pero el proyecto a futuro contempla 110 mil con capacidad para dos cuerpos cada una. La gerente del Cementerio General del Sur explica que los municipales están en la obligación de atender a familias de bajos recursos. Así que dispusieron de una parcela exclusivamente para donaciones y diariamente hacen hasta tres entierros gestionados como ayuda.

Lo mismo ocurre en El Junquito. Desde 2013 volvió a la administración municipal cuando terminó la concesión de la empresa privada. Rooselvet Guariguata, gerente, está a cargo de la gestión que debe terminar el proyecto de ampliación de terrazas para sumar dos más a las 45 que están ocupadas con 29 mil cadáveres. Guariguata aclara que la empresa anterior vendió a 8 mil personas unas parcelas que no tenían disponibles y ahora hay que resolver con las 4 mil nuevas bóvedas que se van a construir para recibir la ingente demanda. “La familia que llega aquí está pasando por un momento sumamente difícil. A medida que van llegando tenemos que ayudarlos a resolver con nuestro mejor esfuerzo”.

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Todos coinciden en que el terreno es finito y hay que pensar en alternativas. Rooselvet dice que una de las propuestas es la construcción de cenizarios para las familias que decidan la cremación o evaluar las condiciones topográficas del terreno para ver si es viable construir nichos. De los estatales, ese es el único que tiene un horno crematorio en funcionamiento. Pero la cremación es una alternativa solo si la familia quiere y si se trata de una muerte natural —la ley la prohíbe en casos de homicidios o cuerpos que impliquen averiguaciones policiales.

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De igual manera, la incineración ha aumentado como opción en los últimos diez años no solo por los problemas de espacio, sino también porque es más económica. En el Cementerio del Este, por ejemplo, funcionan tres hornos crematorios con capacidad diaria para 10 personas. El costo de cada procedimiento es de 24.000 bolívares en comparación a una parcela que ronda los Bs 120.000, más la inhumación en 11.760 y la lápida que cuesta entre 22.000 y 33.000 bolívares más.

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En las proyecciones originales de crecimiento del Cementerio del Este estaba contemplado el desarrollo de las nuevas terrazas. Están en proceso de construcción para sumar dos a las 42 que tiene. Reposan un aproximado de 160.000 difuntos. Con lo que no contaban era que las características de venta apuntarían más a la emergencia que a la planificación. “Cuando se presenta la situación, las familias resuelven porque no importa cuál es la condición económica de cada quien, sencillamente todos vienen a buscar un lugar para su ser querido”, comenta un representante de la gerencia del Cementerio del Este.

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Entre vivos y muertos
Los cortejos fúnebres que cruzan la Autopista Gran Mariscal de Ayacucho hacia Jardines El Cercado llegan con más frecuencia desde Caracas que desde Guarenas —a pesar de que este cementerio se diseñó para atender el crecimiento de esa población satélite. La capacidad tope de Jardines El Cercado es para 60.000 inhumaciones y ya llevan 27.000, casi la mitad. “La mayoría es de estrato socioeconómico D, ni siquiera C y casi todos vienen de Caracas. Las 40 hectáreas están totalmente vendidas y llevamos cuatro ocupadas. Las familias que viven en barrios fueron más previsivos que la clase media”, dice Guillermo Peña. Muestra la hoja del día. Ningún estudio de proyección hubiese llegado al dato que tiene en la mano: nueve entierros de muertos por armas de fuego y tres por blancas. “Cuando comenzamos en 1987 había cinco entierros por mes, ahora en un solo día podemos tener hasta 15 que murieron de manera violenta”.

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Con la cantidad de muertos también llega otra cantidad de vivos, hijos de la viveza, del chantaje, de la expoliación, del abuso del llanto. Los cortejos fúnebres se convirtieron en un problema de tal magnitud en la vía hacia Guarenas que el alcalde Rodolfo Sanz implementó un plan para que la policía municipal escoltara al grupo que acompaña al difunto. El fin: evitar las trancas, las piruetas en moto, los disparos al aire y los que aprovechaban la confusión para atracar a quienes quedaban atrapados en la cola. La práctica se logró controlar en la autopista pero en algunos casos se trasladó al interior del cementerio por lo que la gerencia solicitó apoyo del gobierno municipal. Desde 2015 la policía también entra a las instalaciones para tratar de controlar lo que ocurre en los sepelios.

Situaciones similares ocurren en el Cementerio del Este cada vez con más frecuencia. Los cortejos al estilo Rosario Tijeras toman las calles y, en medio de la tranca inevitable, dejan una cola de robos y amenazas armadas a conductores y transeúntes. Por lidiar con la muerte todos los días, Peña lanza una pregunta al aire: “¿y qué pasa si ocurriera un terremoto o un desastre natural? ¿Dónde se van a meter a todas esas personas? Es un problema que no está siendo abordado y si no se planifica a corto plazo va a ser un asunto de salud pública”, asegura Peña.

***Trabajo publicado originalmente en noviembre de 2015. 

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