Cine

El renacer de "El Inca" y el historial de censura en el cine

La película sobre la vida del boxeador Edwin Valero había sido sacada intempestivamente de las salas de cine. La familia de "El Inca" alegó que se perjudica la imagen de su pariente y sus descendientes, y un juez les dio la razón sin haber visto la cinta. Aunque un tribunal de apelaciones dio la razón al director Ignacio Castillo, el Tribunal Supremo de Justicia ordenó la suspensión de su proyección a horas del estreno

Texto: Ángel Ricardo Gómez | Composición fotográfica: Andrea Tosta
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Fue declarado con lugar el recurso de apelación interpuesto contra la prohibición de exhibición de la película venezolana El Inca, sobre la vida del boxeador Edwin «El Inca» Valero, dirigida por Ignacio Castillo Cottin y producida por Nathalie Sar-Shalom. Con esa decisión, la cinta volvería este 16 de junio a la cartelera de la que fue retirada seis meses atrás por una sentencia judicial basada en la supuesta protección de los hijos del fallecido deportista. El fallo del Tribunal de Apelación del Circuito Judicial de Protección del Niño y el Adolescente del Área Metropolitana de Caracas revocó también las órdenes de efectuar una serie de cambios en el metraje, como condición para que se autorizara su exhibición. Sin embargo, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) informó en un comunicado que la Sala Constitucional admitió una acción de amparo en contra de su proyección “por lo que con carácter temporal y hasta tanto se dicte la sentencia que resuelva el fondo de la controversia planteada”, se suspende su exhibición.
Antes, un juez había dispuesto, como medida cautelar, la incautación de todas las copias y el master del film, así como del material publicitario y los ingresos obtenidos por taquilla. El mismo jurista que el lunes 26 de diciembre, durante la primera audiencia judicial por el caso, admitió que ni él ni los demandantes, familiares del malogrado boxeador, habían visto el audiovisual que por una firma se decidió sacar de las pantallas. Desde el 20 de enero pasado, se mantenía el veto a mostrar públicamente el trabajo del director Ignacio Castillo, pues supuestamente viola el derecho a la intimidad de los hijos del malogrado boxeador. Un hito más en una larga historia de censura en el cine venezolano.
No es El Inca la primera cinta censurada y sacada de las salas de cine, y lamentablemente, tampoco será la última. Así lo señalan algunos consultados como el filósofo y cineasta Óscar Reyes-Matute, quien explica que “la censura siempre ocurre como un acto emanado desde un locus de poder contra determinado filme cuyos contenidos le son adversos, molestos, contrarios a sus intereses, desestabilizadores, tremendistas, renovadores y alborotadores, como usted los quiera adjetivar”.
El también docente advierte que en el caso de El Inca hay que hacer una salvedad. “Hasta donde entiendo, y según el remitido de los productores, se trata de una medida cautelar (un recurso de amparo constitucional) solicitado por la familia de (Edwin) Valero, y concedido por un juez. Es una iniciativa personal, familiar, avalada por un juez, y esto es importante aclararlo porque la polarización partidista nos puede volver tontos. No podemos decir algo como ‘el Gobierno está persiguiendo y censurando la película del Inca Valero’”.
No obstante, el mismo Reyes-Matute destaca que “sólo los regímenes totalitarios –que controlan todos los espacios vitales de un país, el económico, político, social, comunicacional- poseen la capacidad de censurar un filme. Usualmente lo hacen porque también quieren controlar los espacios más íntimos de los ciudadanos, la conciencia, ordenándoles qué puede ver y qué no. No veo presidentes ni jefes de Estado censurando. Usualmente son funcionarios de mediano rango tratando de congraciarse con las cúpulas, para demostrar lealtad a los ideales de los regímenes”. En el caso de El Inca, ese funcionario tiene nombre y apellido, el juez Salvador Mata García, quien actuando de oficio (por iniciativa propia) favorece la demanda de familiares del Inca Valero, convencidos de que la película atenta contra la imagen del fallecido protagonista de la cinta.
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El Inca, de Ignacio Castillo, que estrenó el pasado 25 de noviembre, es una cinta de ficción centrada en la vida del boxeador merideño Edwin Valero (1981-2010), quien cargó con la gloria de dos títulos mundiales, el de peso superpluma de la Asociación Mundial de Boxeo, y el de peso ligero del Consejo Mundial de Boxeo, y 27 victorias en el ring, 18 por nocaut en el primer round, sin derrotas. Pero que cargó también con la acusación de haber asesinado –bajo los efectos de las drogas y el alcohol— a  su esposa, Jennifer Carolina de Valero, y luego acabar con su propia vida en la celda donde estuvo detenido.
El director de Cinematográfica Blancica, José Pisano, critica positivamente la cinta. “Ignacio Castillo realizó una película muy digna, con destacadas actuaciones y sólidos valores de producción que le permitieron acercarse al hombre detrás del ‘monstruo’, que se debatía en un continuo conflicto entre un ‘Dr. Jekyll y un Mr. Hyde’. Sin duda es una historia oscura, dura, que fue sin embargo, pública y notoria, sobre cuyos hechos se inspiró su realizador para ficcionar sobre la vida de un hombre y su entorno”.
El director del filme ha sostenido en todo momento que se trata de una película de ficción, no documental; que esta medida atenta contra su libertad de expresión como autor y contra la libertad del público de acercarse a una obra artística y formarse su propio juicio, y que tomará medidas legales para defenderse de lo que cataloga como censura. El profesor Reyes-Matute opina que la familia de Valero “tiene todo el derecho a considerar que esa película lesiona la memoria de su deudo. Tiene todo el derecho a pedir un amparo. El derecho de los autores no está necesariamente por encima del derecho de los deudos. Es un derecho humano de igual rango que el derecho de los productores y autores. Los autores y productores, a su vez, tienen todo el derecho a recurrir la actuación del juez, tienen todo el derecho a pelear por lo que consideran su libertad de expresión. Tienen todo el derecho a acudir al Tribunal Supremo de Justicia, a tribunales internacionales en materia de libertad de expresión, y a organizarse con los ciudadanos a través de las redes sociales y las instancias organizativas sociales, para protestar y defender esa película. La decisión del juez es perfectamente revisable, objetable, y está sujeta a debate democrático”.
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Se entiende que la historia de una figura pública al ser llevada a la ficción, no necesariamente necesita de la aprobación de deudos y familiares. Incluso, la película de Castillo cambió detalles, como el género y nombres de los hijos del boxeador. Sergio Monsalve comenta al respecto, “en ficción no existen reglas, normas, condiciones. En el arte menos. ¿En el canal 8 no se la pasan transmitiendo Citizen Kane, biografía desautorizada por William Randolph Hearts? Pues aquí es lo mismo, salvando las distancias”. Además, el caso ha estado marcado por las tensas relaciones entre los productores y la familia de Valero, pues al principio el guión contó con la aprobación, pero luego la posición cambió cuando la producción se negó a que el hermano del boxeador encarnara a El Inca en la gran pantalla.
Por otro lado, el actor Alexander Leterni protagoniza la historia que se estrenó con censura C, con lo cual no puede ser vista por menores de edad. No obstante, el juez dictaminó la prohibición basado en una supuesta defensa de los hijos del boxeador que, según el hermano de Edwin, estarían expuestos a un relato con “información falsa”, aunque la afirmación la hizo a Contrapunto admitiendo que ninguno de los familiares ha visto el corte final: “seguramente tenía amarillismo”, dijo.
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Una larga historia de censura
Desde que existe el cine, existe la censura, y Venezuela no es precisamente la excepción. El caso de El Inca es el primero en que una película ya en pantallas es sacada forzadamente de exhibición por orden judicial. Pero antes ha habido largometrajes que ni siquieran han podido llegar a las salas y cumplir con su estreno planificado. La cineasta Solveig Hoogesteijn recuerda a Luis Correa y su película Ledezma, el caso Mamera (1982). “Correa analiza en este documental la complicidad de los cuerpos policiales en el caso del ‘Crimen de Mamera’, como se llamó ese sonado suceso -en el que un uniformado de la extinta PM cometió el homicidio de tres jóvenes menores de 18 años. Ese atrevimiento le costó tres meses de cárcel. Las protestas de todos los cineastas, especialmente los agremiados, fueron contundentes, la del sector cinematográfico también”.
Hoogesteijn destaca otros ejemplos. “Han habido en el pasado censuras de parte de autoridades eclesiásticas. Recuerdo el año 1980, cuando en Maracaibo el Obispo censuró mi película Manoa, y prohibió la película de Michel Katz, Muerte en el Paraíso. Viajamos ambos al Zulia a protestar con un enorme respaldo de los medios de comunicación”.
Óscar Reyes-Matute saca a relucir más ejemplos de censura en el cine venezolano. “Maracaibo Petroleum Company (1974) fue prohibida en un estado. Táchira vetó la exhibición de Castro. Zulia y otros estados andinos intentaron boicotear la exhibición de Manuel. La película italiana América Desnuda fue decomisada en 1972 por el gobierno de Rafael Caldera, alegando que ‘ofendía a un país amigo’. Quedaron en ridículo al saber que la película se exhibía libremente en Estados Unidos. La Batalla de Argel, La hora de los hornos y La Religiosa fueron censuradas también en Venezuela. El caso más famoso, por supuesto, fue El Último Tango en París de Bernardo Bertolucci… La película Huelepega (1999) de Elia K. Schneider también fue perseguida”.
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El crítico de cine Sergio Monsalve enumera igualmente algunos casos. “El arquitecto de la censura nacional se llama Farruco Sesto (exministro de Cultura), cuyo memorial de agravios es conocido: vetó al largometraje Nuestro Petróleo y Otros Cuentos, se molestó con Diego Rísquez por su versión de Miranda y mandó a fabricar otra a su gusto, e impuso una lista negra en la industria subvencionada al impedirle el derecho al trabajo a la actriz Fabiola Colmenares. También cabe mencionar el ataque sufrido por Jonathan Jakubowicz cuando estrenó Secuestro Express (2005). Mario Silva y José Vicente Rangel pretendieron silenciarla y condenarla. Pero la inquisición oficialista de la película tuvo un efecto boomerang, como siempre, y la cinta rompió récords de taquilla”.
Jakubowicz, consultado vía email, recuerda: “Fue muy duro porque nos dieron batalla dentro y fuera del país. A todos los festivales y eventos internacionales a los que éramos invitados, la Embajada de Venezuela en ese país enviaba una carta de protesta. Y cuando tocó mandar una película que representara a Venezuela en los Oscar, el CNAC prefirió no mandar ninguna, por primera vez en la historia. En el país las amenazas eran constantes por los medios oficiales. La difunta Lina Ron y Mario Silva se la pasaban atacándome personalmente y criticando a la película en el programa La Hojilla. El propio difunto presidente Hugo Chávez habló de la película en el Congreso, considerándola un ataque a las fuerzas armadas porque mostraba a un soldado homosexual”.
El director de Hands of Stone, sobre la vida del boxeador panameño Mano ‘e Piedra Durán, se solidariza con Ignacio Castillo, y señala que la medida contra El Inca “es algo muy negativo no sólo para Ignacio, sino para todo el país. Decisiones como estas crean un ambiente de autocensura muy peligroso”.
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El efecto boomerang
¿Por qué el empeño del poder en censurar cuando la historia ha demostrado que por lo general eso despierta la curiosidad del público por acercarse a la obra? Sergio Monsalve cree que “el fascismo censura por la mengua y devaluación de su poder. Para intimidar, desviar la atención, encender potes de humo. Lo hace desde un lugar anacrónico y raquítico. Le funciona apenas para tapar y esconder bajo la alfombra sus carencias, sus mezquindades culturales”.
Para Solveig Hoogesteijn es sencillamente torpeza por parte del poder. “Por la fuerza que detenta, que le hace pensar que todo lo puede determinar. Confunde esta fuerza de las armas o esta fuerza institucional con los efectos que puede tener la fuerza del intelecto, del espíritu, al cual es imposible forzar. Los pensamientos son y serán siempre libres. Es lo que distingue al ser humano de otras especies. Somos capaces de imaginar, planificar, discernir, soñar… crear!”.
A la cineasta no deja de preocuparle el caso de El Inca de Ignacio Castillo por las pocas reacciones gremiales, “que han debido de ser  inmediatas y contundentes, sin importar las causantes específicas de la demanda de familiares, por el hecho de la intervención del Poder Judicial en la difusión cinematográfica”. Para Hoogesteijn estos tiempos que vivimos son “vagos y oscuros”. “Creo que si el sector cinematográfico calla, entramos en una etapa de sumisión a los intereses del Estado actual”.
Hasta ahora, la protesta ha incluido comunicados en rechazo a la medida por parte de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC), la Sociedad Cinematográfica de Editores de Venezuela (SCEV), la Asociación Venezolana de Productores Cinematográficos y Audiovisuales (AVEPCA) y la Camara Venezolana de Productores de Largometrajes (Caveprol).
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José Pisano agrega que “es lamentable que se recurran a estos mecanismos legales para censurar una obra. Pienso que si alguna responsabilidad existe por parte de sus creadores por alguna omisión o incumplimiento, estos deben enfrentarlas en espacios apropiados y en las vías establecidas para ello. Es importante acotar además que la película contó con el visto bueno del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía para su estreno, en el entendido que la película daba cumplimiento con todos los requisitos exigidos para ello”.
Hoogesteijn cierra con esta idea: “El miedo impone el silencio. Privadamente la gente se escandaliza, pero públicamente es tibia o calla. Nuestro eterno problema: el oportunismo. Lo que puede ser una virtud tener la visión de oportunidades, cuando choca con la ética, se convierte en un mal que puede carcomer la sociedad de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Eso incluye a los intelectuales y artistas, aún a aquellos que piensan que solo hacen ‘arte por el arte’, los que son impolutos o indiferentes. Todo acto humano es también un acto político, nos debemos a la polis, a la sociedad, somos parte de ella y la formamos según nuestras convicciones y conductas”.

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