Investigación

Cómo guarda sus armas la revolución bolivariana

Solo un cómplice interno y mucha astucia bastaron para apoderarse de los fusiles y las granadas que estaban en uno de los almacenes de la unidad del Ejército más importante del centro del país durante la "Operación David Carabobo". El suceso demostró que los arsenales no estaban bien resguardados y obligó al gobierno a reforzarlos

Texto: Javier Ignacio Mayorca | Fotografía de portada: EFE
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El asalto a la 41 brigada blindada del Ejército, ubicada en el Fuerte Paramacay de Naguanagua, fue la constatación de los peores escenarios que se habían figurado en la Fuerza Armada. La incursión del grupo liderado por el capitán retirado de la Guardia Nacional Juan Carlos Caguaripano junto a otros 20 individuos, algunos de ellos militares activos y policías, durante la madrugada del domingo 6 de agosto, aprovechó las vulnerabilidades que ya habían sido detectadas a propósito de sucesos reportados desde 2016.
Esto le permitió apoderarse de más de 90 fusiles de asalto AK103, numerosos cargadores para este tipo de armas, lanzagranadas con su respectiva munición y más de 80 granadas de mano. Todo esto estaba guardado en lo que se denomina el parque de armas de “servicio inmediato”, es decir, el local donde permanecen los fusiles y demás pertrechos que utilizan los integrantes de la unidad militar para un uso cotidiano, y del cual se aprovisionan ante cualquier situación de emergencia, cuando el tiempo apremia.
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Según el contralmirante retirado Carlo Molina Tamayo, ex director de Armamento del Ministerio de la Defensa, ese local está diseñado como un búnker: las paredes laterales son hechas de bloques reforzados, mientras que los techos tienen una menor resistencia. De esa forma, si se presenta un estallido en el interior la mayor parte de la energía se liberará hacia arriba y no hacia los lados, de manera que se afecte lo menos posible a la tropa.
En la 41 brigada blindada hay otros parques de armas o polvorines, donde por razones de seguridad o conveniencia se encuentran almacenados otros componentes usados en distintos sistemas de armas, que son generalmente de uso colectivo. Por ejemplo, la munición para los cañones de 120 milímetros. “En estos locales, todo está ordenado de tal forma que cuando se entra uno puede percatarse de inmediato de cualquier faltante”, explicó.
Distintos parques
Por su posición con respecto al nivel del suelo, los parques de armas pueden ser de superficie, semisubterráneos y subterráneos. Según Molina, la mayoría de los que hay en Venezuela entra en la primera categoría, aunque los hay de todos los tipos. Recordó que en la base naval de Turiamo hay uno totalmente bajo tierra.

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En todos los parques de armas militares se pueden encontrar fusiles y pistolas con sus respectivas municiones. La proporción estándar para los AK103 es por lo menos 200 cartuchos por fusil, o 9 cacerinas de 30 tiros cada una. No se puede tener más por diversas razones, pero la más elemental es que si se dispara más de 200 veces seguidas con este fusil el cañón se recalentará y tenderá a obstruirse el mecanismo.
Por otra parte, unos parques de armas serán más grandes que otros en virtud del número de efectivos con el que cuente la respectiva unidad. Se supone que cada efectivo de tropa tiene asignado al menos un fusil. Por esta razón, la 41 brigada blindada tiene de los almacenes más grandes, pues debe suplir a unos 4.000 efectivos.
Los parques de armas suelen ser un secreto bien guardado para personas ajenas a las unidades militares. Pero en ciertas ocasiones han quedado al descubierto. En 2001, por ejemplo, el entonces ministro de la Defensa José Vicente Rangel hizo un recorrido por el cuartel general de ese despacho y en un gesto de autoridad pidió que abrieran el polvorín ante los periodistas.
Los oficiales subalternos, algo desconcertados, procedieron a mostrar los fusiles FAL 7.62mm, Steyr 9mm, subametralladoras, granadas y lanzagranadas antitanque. Todo ordenado en anaqueles o guindado en las cuatro paredes. De repente un oficial superior se percató del error y ordenó el cierre inmediato de la puerta blindada. En cambio, los parques de armas de la Guardia del Pueblo se limitan a las escopetas calibre 12, las pistolas Browning 9 mm y a los subfusiles Beretta 9 mm, adquiridos con la activación de la unidad.
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Hay unidades militares que no disponen de un local especial para el almacenaje de las armas, ya sea porque fueron creadas recientemente, se mudaron a una nueva sede o expandieron el número de sus efectivos. Este es el caso de las doce brigadas Caribe y del 132 batallón de Infantería del Ejército, todas en el Zulia. El ministerio de la Defensa propuso que las instalaciones fuesen construidas en 2015 por una de las empresas que tiene ese despacho (Construfanb), y que los fondos (Bs 1,4 millones) fuesen aportados a través de la misión Negro Primero. Estos datos están plasmados en la Memoria y Cuenta del Ministerio, presentada en febrero de 2016.
Obuces abandonados
Fuentes que han investigado el asalto al Fuerte Paramacay indicaron que el grupo de Caguaripano intentó apoderarse de un blindado, pero no pudo debido a la premura y a la resistencia del resto de la unidad. También se hicieron tanteos para llevarse unos obuces, pero resultaban muy pesados y aparatosos para llevarlos en los Toyota Land Cruiser donde ya habían metido los fusiles y las granadas.
La posibilidad de un asalto con estas características había sido prevista en los escenarios trazados por la cúpula castrense, a propósito de la agudización del conflicto político. En sucesivos informes enviados a las distintas zonas militares del país se alertaba sobre asaltos o ataques a unidades. Desde luego, se pensaba que tales acciones serían contra instalaciones marginales y poco vigiladas, no contra la principal fortificación de Carabobo.

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“En ese sentido, la operación del capitán Caguaripano fue exitosa (…) Lo que no se sabe es qué ocurrirá luego del asalto”, indicó Molina.El contralmirante retirado indicó que al denominar la operación como «David Carabobo», está implícita la posibilidad de nuevas acciones en otras partes del país.
La Dirección de Contrainteligencia Militar le tomó la palabra, y en la madrugada siguiente trasladó al general en jefe Raúl Baduel desde el Centro Nacional para Procesados Militares de Ramo Verde a la sede de ese organismo en Boleíta, donde presumiblemente se encuentra en lo que se denomina “confinamiento celular”, sin posibilidad de recibir visitas.
Pero aún quedaban abiertas otras posibilidades, como el asalto a otro objetivo considerado blando. Según fuentes castrenses, se consideró que el grupo de la Operación David podría arremeter contra una base aérea, para incrementar su poder de fuego e infligir más temor en las filas gubernamentales. No sería la primera vez que esto sucede: en 2014, la banda conocida como el Tren de los Llanos, entonces liderada por José Tovar Colina (un ex miembro de un grupo élite de la Armada) robó un lote de fusiles de la base aérea de El Sombrero en Guárico, y luego se adueñó del parque de armas de una sede policial en esa misma región.
Por esta razón, el propio domingo 6 de agosto el ministerio de la Defensa ordenó el reforzamiento de la protección a la base de La Carlota, utilizando blindados de la Guardia Nacional pues la Policía Aérea no los tenía a disposición.
Sin reacción
Uno de los aspectos que más ha llamado la atención durante las averiguaciones posteriores al asalto fue que no se activó el llamado “plan de reacción”, cuyo objetivo es precisamente el cercado y la captura de los elementos que pudieron participar en el ataque a la unidad militar del Ejército. Los planes de reacción deben ser ensayados periódicamente, tomando en cuenta las características particulares de vialidad y entorno de cada unidad castrense. En líneas generales, suponen una alianza con cuerpos policiales y otros componentes de la FAN, para que el cierre de vías sea efectivo.

Cita-2-armas En el caso de la Operación David Carabobo, la reacción militar y policial se vio levemente entorpecida por problemas en la comunicación de la novedad y por manifestaciones callejeras de apoyo al grupo que ejecutó el robo de las armas. Una de las personas que salió a protestar, el dirigente de Avanzada Progresista Ramón Rivas, murió al recibir un disparo presumiblemente efectuado por agentes de la policía regional en la avenida Bolívar. Aunque los supuestos líderes de la operación David (Caguaripano y el teniente Yefferson García) fueron detenidos, en la Fuerza Armada sigue el alerta ante posibles ataques de remanentes del grupo del capitán o de otros grupos aún desconocidos.
En Trujillo, por ejemplo, todas las unidades de la zona de defensa integral recibieron cinco instrucciones, luego del robo en Valencia: -Practicar los planes de defensa -Revisar el funcionamiento de los sistemas de alarma y las cámaras -Revisar los controles aplicados para los ingresos y egresos de personas ajenas a la unidad -Reemplazo periódico de los candados, modelo anticizalla -Reforzar los puntos de vigilancia con dos efectivos de tropas como mínimo Cita-1-armas La PNB coge línea
En la División de Armamento de la Policía Nacional Bolivariana también reforzaron la seguridad. Los cuerpos policiales empezaron a ajustar sus depósitos de armas a los estándares fijados por el Ministerio de Relaciones Interiores. Se trata de condiciones mínimas destinadas no solo a impedir o retardar los asaltos o hurtos, sino también a prevenir eventos indeseados como la deflagración de materiales que pueda ocasionar tragedias como las vistas en la fábrica de Cavim Maracay.
El 30 de enero de 2011, ocurrió una explosión en la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (Cavim), dejando una víctima fatal y provocando daños de infraestructura en los alrededores, además de esparcir esquirlas y restos de municiones, al registrarse un incendio en el arsenal ubicado en Tapa-Tapa.  

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