Perfil

Daniel Rabinovich, el escribano que prefirió el humor

Fundador de Les Luthier, aprovechó sus habilidades musicales para darle a la palabra y a la comedia un sentido rotundo, inolvidable y envidiable. Casi 50 años de espectáculos humorísticos lo forjaron como el más carismático del quinteto argentino. Ahora, a sus 71 años, se despidió del público y, también, de Johan Sebastian Mastropiero

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El tango lo seducía desde que nació en Buenos Aires en noviembre de 1943. Aprendió a tocar guitarra, violín y heredó el sentido rítmico de su madre pianista. Pero su gran habilidad fue la palabra, esa que lo alejaría de su carrera como escribano público, título que obtuvo y nunca ejerció, y lo acercaría a los escenarios. Fundador de Les Luthiers, Daniel Rabinovich se hizo conocido en todo el mundo hispanohablante gracias a su lírica cómica, a sus situaciones cantadas, a su capacidad de traducir en risas circunstancias disímiles, incluso las trágicas.

Alma indiscutible de Les Luthier, conoció a sus compañeros en el coro de la facultad de Ingeniería de una universidad de Buenos Aires. Formaron el grupo en 1967 y desde entonces no tuvieron tregua, hasta 2012 cuando un pre infarto activó las alarmas de Rabinovich quien, no obstante, dijo que no dejaría las giras. A comienzos de este año, debió abandonar las actuaciones porque su salud se puso en medio. Por eso no pudo participar de «Lutherapia», presentado en Argentina, Latinoamérica y en España con sus reemplazantes habituales, Horacio Turano y Martín O’Connor.

Pero en esa historia de casi 50 años junto a Marcos Mundstock, Jorge Maronna, Carlos López Puccio y Carlos Núñez Cortés supo sacarle provecho al idioma, y al vino –que prefería-, al combinarlo con su maestría en las seis cuerdas. «La risa, en el caso del ser humano, especialmente del ser humano urbano, es una especie de válvula de escape y de contención a lo que es la angustia de la sobrevivencia», le dijo una vez a la BBC. «Hagamos la risa y no la guerra», agregó.

Trajeado siempre formal, como el resto de sus compañeros, destacaba como el más histriónico, el más dúctil, el más ocurrente si acaso. Antes de algunos espectáculos advertía no dejarse confundir por la vestimenta, los trajes y corbatas no estaban allí para darle solemnidad a la presentación sino dejar sentado el respeto por la propia comicidad.

Este viernes se apagó, pero seguirá haciendo reír –como lo ha hecho aún sin estar en un escenario-. Los archivos audiovisuales quedan allí, con su interrogatorio sobre “Esther Píscore”, la seducción a “Las Majas del Bergantín” o interpretando las composiciones del ilustre e inventado Johan Sebastian Mastropiero.

En El País lo dijeron claramente: «Daniel Rabinovich ha muerto este viernes, y por eso el mundo es hoy mucho menos alegre».

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