Teatro

De la Venezuela en tinieblas a Escandinopla

Las tablas se quedaron a oscuras, por completo. El proscenio, en el mejor de los casos, se iluminó con celulares. El arte resiste la oscuridad, la eléctrica y la humana

TEXTO: ÁNGEL RICARDO GÓMEZ | FOTOGRAFÍA: GA 80
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Viernes 29 de marzo de 2019. En la última función de Mil y tantas noches al aire se fue la luz. Escandinopla, el lugar donde ocurre la acción, quedó de pronto a oscuras y misteriosamente una lámpara de piso que iluminaba al actor principal, Carlos Sánchez Torrealba, se apagó de último, justo después de que este leyera un poema de Jorge Luis Borges. Ya habían cantado las invitadas de la noche, el grupo vocal Atapaima, y la comedia, un pintoresco programa de radio en vivo, remontaba más de la mitad de la obra. Pues el público optó por quedarse en la sala y seguir el relato en la penumbra hasta el final.

Si en el Centro de Creación Artística TET pudo llevarse a cabo la función a oscuras, no fue así en La Caja de Fósforos de Bello Monte, donde se decidió suspender la presentación de La repetición, del suizo Milo Rau, enmarcada en el Festival de Dramaturgia Europea, Estación Europa, que ofreció al público compensar con doble función el domingo siguiente.

Venezuela cumple un mes de apagones masivos que afectan por supuesto, al resto de los servicios: agua potable, transporte, comunicaciones, educación, salud… y el arte, que es un servicio para el alma de las personas.

Una nota de El País de España de 2013, a propósito de un apagón nacional, reportaba que los cortes en el suministro eléctrico, programados o no, se estaban volviendo rutinarios en Venezuela, “una potencia energética de escala mundial que otrora se enorgullecía de su sistema de producción y distribución de electricidad”. Recordaba el texto que estos apagones se hicieron más frecuentes desde 2010, “cuando se hizo claro que habría un déficit masivo de corriente eléctrica. Entonces el gobierno de Hugo Chávez, presidente para la época, achacó la crisis a una severa sequía que afectaba la disponibilidad de agua para alimentar el sistema venezolano, muy dependiente de la producción hidroeléctrica”.

Fue entonces cuando el expresidente firmó un decreto de emergencia que permitió hacer compras indiscriminadas y descontroladas de equipos para la generación eléctrica. “La excepción decretada por el gobierno contribuyó a engordar sobreprecios y los casos de corrupción vinculados a adquisiciones de equipos eléctricos, algunos de los cuales fueron ventilados por la prensa pero sistemáticamente desatendidos por las autoridades del Estado”, cierra la nota.

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Sábado 30 de marzo de 2019. Pasados 40 minutos de la obra Terror del alemán Ferdinand von Schirach, otro apagón en Caracas. El público presente en Trasnocho Cultural decidió alumbrar el tribunal de la escena con sus teléfonos móviles y los actores también sacaron los suyos para iluminarse el rostro y seguir con la función. “En medio de situaciones donde la barbarie quiere acabar con todo; la civilidad, la pretensión de la belleza y el arte, se imponen”, comentó conmovido Héctor Manrique, director del Grupo Actoral 80.

Terror ha tenido una accidentada temporada pues el primer “mega apagón” de marzo –así se ha llamado—dejó afectado al Trasnocho Cultural incluso después de “solventado” aquel primer episodio.

En la sala experimental del Centro Cultural BOD la función de Poetas Beat de Federico Pacanins, llegó a feliz término. El recinto tiene planta eléctrica. Al salir a la realidad, actores y personal técnico se toparon con una ciudad a oscuras, que brinda más miedo que seguridad a quienes transitan por sus calles.

En vista de la situación, el director anunció el cese de la temporada que de ocho funciones, solo logró ofrecer tres, por la aguda crisis eléctrica que golpea a Venezuela. “Nunca como ahora cobró mejor sentido el alegato de ‘fuerza mayor’ para cancelar compromisos futuros… En estas condiciones no nos parece posible continuar adelante con la temporada… Ya vendrán tiempos mejores”, anunció el director en un comunicado.

En marzo de 2013 Nicolás Maduro declaraba el “estado de emergencia del sistema eléctrico” para implementar un plan que intentaría reforzar el servicio, cuya ineficiencia causaba ya frecuentes apagones en el interior del país. En aquel momento, el Gobierno decidió militarizar sus instalaciones para impedir “sabotajes”.

En septiembre del mismo año, el para entonces Ministro para la Energía Eléctrica, Jesse Chacón, anunciaba con bombos y platillos la Misión Eléctrica que prometía actuar en siete vértices: seguridad y defensa de la estructura del Sistema Eléctrico Nacional; creación de la línea 0-800-SABOTAJE; fortalecimiento del sistema, mediante el mantenimiento constante de las estructuras; modelo de gestión pública junto con la participación de trabajadores y pueblo; demanda y uso eficiente de la energía eléctrica; energía limpia y renovable; y, por último, sustentabilidad económica y financiera del prestador de servicio.

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Domingo 31 de marzo de 2019. El mes cierra con un saldo escandaloso de pérdidas materiales y hasta humanas por apagones en todo el territorio, producto de un colapso en el sistema eléctrico nacional. Mientras el Gobierno habla de “ataques electromagnéticos” desde la derecha apoyada por Estados Unidos –antes “saboteos” y hasta iguanas comecables—la realidad apunta a la ineficiencia y la corrupción como principales causas de la crisis.

Nicolás Maduro se refiere ahora a un “régimen especial de administración de cargas que permitirá equilibrar el Servicio Eléctrico Nacional”, que no es más que racionamiento –más apagones—durante 30 días…

Como en Escandinopla o el tribunal de Terror, el arte debe resistir. Hasta en las más cruentas guerras, la cultura debe imponerse. Para vencer a la oscuridad, para iluminar al ser humano, para evitar que se envilezca, para que mienta menos y para que al menos intente ser más compasivo y solidario con los demás.

En el caso venezolano esto es más urgente que nunca. Sí, hace falta tomar los correctivos políticos y técnicos para solventar la crisis estructural de generación de energía eléctrica, pero sobre todo, es vital hacer de la cultura el eje fundamental para la reconstrucción del país, a través de ciudadanos conscientes y activos.

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