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Después de la calima viene la tormenta

La calima que ahogó a varias ciudades del país reaparece tímida tras la vaguada de mediados de abril que la lavó parcialmente. Los incendios que la hicieron más densa además acabaron con la capa vegetal que absorbía el agua. El comienzo de la temporada de lluvia, y la amenaza del fenómeno La Niña, pone a varias ciudades en riesgo de inundaciones y deslizamientos

Fotografía de portada: Andrea Hernández | Fotografías en el texto: Fabiola Ferrero
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La cantidad de humo que ahogó a Caracas y a ciudades del interior como Valencia, Maracay, Barquisimeto y Mérida durante varias semanas se disipó con la llegada de una vaguada causada por vientos fríos provenientes del norte del planeta. Tímida, la calima, capa de partículas de polvo o sales suspendidas en la atmósfera, sigue presente en algunas zonas.

El fenómeno sucede cuando en las alturas hay una capa de inversión térmica. “Las corrientes de aire desaparecen en forma ascendente. A mayor altura, hay mayor temperatura, por lo que las partículas quedan atrapadas. Es como una tapa que no permite que haya movimiento”, explica Marcos Peñaloza-Murillo, profesor de la Universidad de los Andes especialista en química atmosférica.

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En principio, la calima no es tóxica y está presente en los períodos secos por las sales que arrastra el viento desde las zonas costeras. El problema surge cuando se mezcla con el humo de los incendios forestales que también queda atrapado en la atmósfera.

“Lo que vimos los venezolanos y respiramos en la grandes ciudades es un coctel atmosférico muy tóxico formado por calima, humo de incendios forestales, polvo y contaminación propia de la ciudad (smog fotoquímico), altamente concentrado porque la inversión del gradiente térmico suprime la transferencia vertical de masa y energía térmica por convección, haciendo que este mecanismo micrometeorológico de enfriamiento y limpieza del aire no funcione”, completa Peñaloza-Murillo en un escrito sobre el fenómeno.

En los primeros meses de 2016 se quemaron 13.800 hectáreas de cinco parques nacionales, de acuerdo con los cálculos del Sindicato Nacional de Inparques. La atención de la mayoría de los incendios fue prácticamente nula por falta de personal o de equipos. En el parque Henri Pittier se quemaron cerca de 9.000 hectáreas, en el Sierra La Culata 400 ha, en María Lionza 1.800 ha, en Yurubí 600 ha y en Guatopo 2.000 hectáreas. El último parque alberca la cuenca del embalse Lagartijo, completamente arrasada, y las de Orituco, Cuira, Taguacita y Taguaza, todas afectadas.

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Como las lluvias que se presentaron no fueron el inicio de la temporada, los incendios pudieran repetirse en las tres semanas que quedan antes de los aguaceros. De ser así, y con el fenómeno de inversión térmica aún en desarrollo, la calima más densa podría volver a aparecer.

“Las grandes crecidas de los ríos se producen cuando los años son secos y los incendios forestales cargan la atmósfera de partículas. La calima forma “núcleos de condensación”; en otras palabras, cuando aparece una vaguada o frente frío proveniente del norte entre marzo y abril y la atmósfera ya está cargada de partículas de ceniza producidas por los incendios forestales, literalmente se siembran las nubes de agua”, explica Jesús Delgado, coordinador del posgrado en Gestión de Riesgos de la UCV.

La vaguada de mediados de abril lo confirmó. La calima, los incendios forestales y una lluvia no esperada se conjugaron para que las primeras inundaciones del año se dieran, sobre todo en Caracas.

Valdemar Andrade, ingeniero hidrometeorológico de la UCV, advierte que la destrucción de la capa vegetal tras los incendios puede incidir en el aumento de desastres producidos por las lluvias. “Esta situación provocará movimientos de masa de suelo, derrumbes, deslizamientos y deslaves en las zonas de riesgo de este tipo de eventos, por lo que la población ubicada allí, Protección Civil y los Bomberos deben estar alertas y desalojar esas zonas antes de producirse una tragedia”.

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Pedían lluvia y vendrá

El gran reto será enfrentar el período de lluvias con tantas montañas quemadas cercanas a ciudades importantes. Andrade refiere pronósticos que indican que la temporada lluviosa llegará entre la segunda y la tercera semana de mayo, cuando la convergencia intertropical abarque el país entero.

“Está lloviendo en Los Andes y en el Amazonas, pero no entra todavía en el Caroní (que abastece al embalse hidroeléctrico de Guri). Producto de las intensas quemas, el suelo ha quedado bastante desnudo y la lluvia va a originar un proceso de erosión y de infiltración muy fuerte. Eso va a llegar a las ciudades y sobre todo a los drenajes”.

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Pero más allá de la temporada habitual de lluvias, Venezuela debería estarse preparando para que el fenómeno La Niña no tome desprevenidos a los habitantes, como el gobierno ha dicho que pasó con El Niño y la sequía.

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La Niña, habitualmente, produce mayor cantidad de lluvias en el país. El Organismo Nacional para el Estudio de los Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA), tiene en el reporte de marzo, el último, que aunque El Niño sigue teniendo efecto sobre el territorio, se espera que para octubre aparezca La Niña. “Los últimos pronósticos internacionales hablan de que podría retrasarse el fenómeno para comienzos de 2017, pero es muy impreciso. Deberíamos estar preparados desde ya”, alerta Abraham Salcedo, jefe del departamento de Hidrometeorología de la UCV.

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Más allá de la fecha de llegada de las lluvias, los expertos coinciden en las medidas que deben tomarse para mitigar su efecto. “Hay que despejar todos los drenajes, los ríos embaulados siempre corren el riesgo de taparse. Fue un grave error modificar la sección del río Valle con la nueva autopista. El canal del río Guaire tampoco debe ser intervenido, tapado o desviado, todo lo contrario, dicho río cada vez recibe más agua de la prevista en su diseño”, indica Delgado.

El experto apunta a la rearborización urbana para retener el agua que drena a los canales. “Pero a conciencia, porque en zonas como La Carlota, donde se produce evapotranspiración concentrada, la siembra de árboles contribuirá con la potencia de las lluvias”, advierte.

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