Política

Develando el legado del chavismo en la prensa venezolana

El domingo 16 de septiembre fue presentado en Caracas el libro Cuando los medios son noticia, escrito por los periodistas venezolanos Marisela Castillo Apitz y Daniel Palacios Ybarra. La publicación reúne los testimonios de más de 60 trabajadores de la prensa venezolana y extranjera que denuncian con nombre y apellido a los responsables de las agresiones y violaciones a sus derechos humanos en el ejercicio de su profesión, hasta 2013

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA
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Desde que Hugo Chávez llegó a la presidencia de Venezuela 211 periodistas, en promedio, fueron agredidos cada año; otros perdieron sus puestos de trabajo y algunos más resultaron asesinados. Desde el poder se implementó una política sistemática de acoso a la libertad de expresión que terminó señalando a la prensa como enemigo principal de la revolución.

Cuando los medios son noticia reúne los testimonios de los periodistas que conocieron dentro de los medios de comunicación el éxito y la frustración, la valentía y el miedo, la censura y autocensura en la Venezuela de Hugo Chávez.

El libro reúne las voces de Alberto Barrera Tyszka, Enrique Krauze, Teodoro Petkoff, César Miguel Rondón, Luis Alfonso Fernández, Idania Chirinos, Patricia Poleo, Vladimir Villegas, Elianta Quintero, entre otros. Analiza el papel de los medios de comunicación en el ascenso de Hugo Chávez, en los sucesos del 11 de abril de 2002, en los despidos de directores de periódicos o presentadores de televisión, y hasta en el cierre de RCTV ocurrido en 2007.

En la presentación del volumen, realizada en Caracas, Daniel Palacios explicó que la investigación reúne “el testimonio de quienes están llamados, por vocación, a crear la memoria de un país que no la tiene; esa memoria colectiva que debería evitar que se repitan los mismos errores de un pasado cuyas consecuencias seguimos padeciendo. Esta obra cuenta lo que se queda en la intimidad de las salas de redacción».

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A continuación, puede leer el prólogo de Cuando los medios son noticia, escrito por el periodista Víctor Amaya, editor de Clímax:

Ocurrió lo inesperado: cambiaron las reglas del juego, y del poder, en la relación entre el gobierno y los medios de comunicación. No lo pudieron advertir los medios ni los periodistas que «vistieron» a Hugo Chávez para que gobernara. Quienes lo hicieron no fueron escuchados, y quizá tampoco imaginaron la magnitud de lo que vendría. No fue casualidad, y dos momentos históricos -al menos- así lo revelan.

El 27 de junio de 2001, con motivo del Día del Periodista, en el Palacio de Miraflores se entregó el Premio Nacional de Periodismo. Allí, el entonces presidente Hugo Chávez delineó esa metamorfosis. Fue, quizá, el útimo respiro del status quo imperante hasta ese momento. Y vino el quiebre, porque, como dijo Chávez: «Es un movimiento estructural lo que está en Venezuela y eso impacta, no hay ningún ámbito que no sea impactado cuando ocurren estos movimientos estructurales de transformación».

En aquella oportunidad el mandatario se refirió al periodismo de investigación, que escudriñaba el caso Montesinos, como parte de una conspiración, un ejercicio de «especulación». A Chávez nunca le gustaron los check and balances que en un sistema democrático con válidos, necesarios, urgentes. Por eso la prensa crítica le hizo ruido. Apenas días antes, el 23 de junio de ese año, había sostenido que entre la prensa y el poder había un «histórico choque de fuerzas».

Chávez entregó premios de periodismo en 2001 a medios que luego amenazó, persiguió y condenó. Recibieron galardones periodistas y equipos de RCTV, Venevisión, Globovisión, El Nacional, El Universal, TalCual, RCR. Tres lustros más tarde apenas, esas empresas han caído víctimas de la censura, el cierre, la compra forzada, la asfixia y las continuadas sanciones, incluso judiciales.

CuandoLosMedios-Cita4Es parte de la consecuencia de la visión que asumió el Gobierno sobre la prensa: «Los medios de comunicación son enemigos de la revolución», clamó Chávez el 4 de octubre del mismo año 2001. Los acontecimientos y mutaciones en las visiones desde el poder se sucedían a ritmo trepidante, en medio de una conflictividad social creciente que las pantallas, páginas y ondas no dejaban de registrar y, también, azuzar.

La historia de esos días condujo a lo ocurrido en abril de 2002, cuyos acontecimientos tuvieron entre sus protagonistas a los medios de comunicación, a periodistas, a editores, a empresarios. Pero el asunto no terminó allí. Sus consecuencias históricas se han desparramado por casi dos décadas, hasta un 2018 gobernado por Nicolás Maduro donde la «hegemonía comunicacional» que propugnó el exministro Andrés Izarra se ha impuesto en el quehacer mediático, no solo en cantidad sino en contenido.

Porque el Gobierno entendió, como ninguno que le antecedió, que los medios de comunicación podían ser convertidos en armas. La vieja concepción de que la prensa debía ser controlada, silenciada o agraciada a través de pautas publicitarias onerosas, de agasajos continuados, de amenazas veladas que hubo en Miraflores por décadas, cambió a la certeza de que una guerra podía configurarse desde las redacciones.

Por eso el Estado venezolano aumentó su presencia en el ecosistema de medios nacionales, constituyendo y ampliando sus propias plataformas hasta convertirlas en correa única de transmisión de sus informaciones. Comenzó la era de los periodistas reseñando lo que veían en pantallas ajenas, manejadas por el mismo declarante; se acabaron los accesos libres a las fuentes gubernamentales, llegaron los tiempos de las restricciones al ejercicio. Pero también, la sequía de las pautas publicitarias, la intensificación de la puja con propietarios y editores de medios, la concepción de que una cámara no refleja lo que ocurre sino que siempre manipula la verdad.

CuandoLosMedios-Cita3En La revolución como espectáculo (2006), Colette Capriles apunta que uno de los rasgos más obvios del gobierno de Hugo Chávez fue la creación de infinitos espacios de enunciación. Aquiles Esté llegó a escribir que ningún régimen como el chavista entendió «el asunto de la propaganda». Y Alberto Barrera Tyszka ha escrito que en lo único que el gobierno venezolano no es incapaz es justamente en el manejo de sus medios de comunicación. Y ese «sus» vaya que tiene un peso. «Venezuela es un país que se quedó sin verdad», apuntó el también autor de Patria o muerte (2016) más tarde durante una conferencia en Medellín en el marco del Festival Gabriel García Márquez de Periodismo, en 2017.

«El chavista es el primer gobierno del país que comprende la importancia capital de las comunicaciones para modelar sociedades, y es una lástima que haya aplicado esa comprensión a la causa equivocada». El epígrafe le corresponde al investigador y profesor venezolano Antonio Pasquali, citado por el académico Marcelino Bisbal -toda una autoridad para quienes aprendimos de él en las aulas ucevistas- en el discurso que debía dar el 27 de junio de 2017 como orador de orden de la sesión especial de la Asamblea Nacional con motivo del Día del Periodista.

Tal enunciado no ocurrió pues la violencia impulsada por la Guardia Nacional y el asedio de grupos oficialistas obligó a suspender el evento. No hubo ANTV disponible para transmitir ni la sesión ni su suspensión, como tampoco hubo transmisión en directo por otras pantallas de señal abierta, tan solo la cobertura en digital a través de redes sociales de medios con influencia pública limitada. Un triunfo para las intenciones del poder que impide transmisiones vía microondas de eventos como este, bien sea por orden expresa o velada a través de la autocensura.

Bisbal también hubiese dicho, según el texto que no pudo leer, que «la operación que se puso en marcha desde los sucesos de 2002 se conecta con la idea expuesta en el Brasil de 1934, plena dictadura de Getulio Vargas, cuando un grupo de intelectuales cobijados en el gobierno le dijeron a este que ‘los medios de comunicación no deben pensarse como simples medios de diversión, sino como armas políticas sometidas al control de la razón del Estado’. Lo que ha venido ocurriendo en el tiempo es la pérdida de un periodismo crítico, plural e independiente; las restricciones a la libertad de expresión y de información; el escandaloso secuestro de la radio-televisión pública; el asalto a Conatel para convertirlo en una entidad más política que técnica; la creación de leyes que controlan contenidos incómodos para el gobierno; la discriminación publicitaria hacia los medios que son críticos; el caso de RCTV; la concepción de las telecomunicaciones para la construcción de una sociedad socialista; el intento sostenido de querer imponer un modelo cultural distinto de corte personalista, autoritario y militarista…»

CuandoLosMedios-Cita2Sus palabras condensan una historia cuya temperatura ha variado sin que muchos periodistas se hayan dado cuenta, inmersos en la cotidianidad y en los retos del aquí y el ahora. La ingenuidad también ha jugado un rol importante, el «yo no creo», el «no se atreverán».

Venezuela, como sociedad, y sus periodistas como parte de ella no estaban preparados para el autoritarismo, mucho menos para responder a vocaciones totalitarias. Se supuso un virus superado, se confió en anticuerpos institucionales que fallaron. Se creyó que la prudencia se impondría. Pero el chavismo no atiende recatos.

Lo que recoge este libro Cuando los medios son noticia es una compilación de eventos que desgranan esta historia de dominación, pugna, acoso y sustitución que ha habido en Venezuela sobre el ecosistema de medios, uno que cambió para siempre al convertirse en un archipiélago de opciones digitales, sin papel prensa, con comunidades desconectadas y con la desaparición de las herramientas tradicionales de estimulación del tejido social. Parte del «legado del comandante» que se ha mantenido y profundizado más allá de su muerte en 2013, cuando el «sujeto noticioso» Hugo Chávez -como lo caracteriza este trabajo- desaparece de la escena.

Durante su último año en el poder, se contablizaron 248 denuncias de violaciones al derecho a la libertad de expresión e información, además de 51 ataques informáticos, que mayoritariamente constituyeron violaciones a la privacidad y usurpación de cuentas en redes sociales, según el Informe 2012 de la ONG Espacio Público. El documento afirma que en 2012 -año electoral, además- hubo un incremento de 21,6% en el número de casos con respecto al año anterior, cuando se registraron 139, contituyéndose entonces en el de mayor cantidad de violaciones registradas en una década, desde 2002, tan solo superado por el año 2009.

CuandoLosMedios-Cita1A partir de testimonios y recuentos, los periodistas Marisela Castillo Apitz y Daniel Palacios Ybarra reconstruyen las ocasiones en que quedó patente el afán del Gobierno por controlar la comunicación, dando razón a Pasquali. Desde aquellas primeras entrevistas al candidato Chávez convertidas en lienzo de contradicciones con su acción posterior al frente del poder, pasando por los sucesos de abril de 2002, la actuación de varios medios como actores políticos, el rol que jugó y aprendió el sistema de medios públicos, el cierre de RCTV y la primera pantalla que se apagó, lo ocurrido posteriormente con emisoras de radio, la disminución de espacios informativos y de opinión en las transmisiones radioeléctricas así como la «psuvización de los medios del Estado», como citan al periodista Vladimir Villegas, dando cuenta de cierta contricción de quien estuvo al frente de la pantalla de VTV y, en otros tiempos, defendió a programas como La Hojilla y la difusión de conversaciones telefónicas ilegalmente registradas por «interés público».

En las aulas de las escuelas de comunicación social, así como en la literatura académica, se insiste siempre en que el periodista no es la noticia. Las maneras en que Venezuela ha afrontado su historia reciente han quebrantado todas las concepciones, las normas, las reglas tácitas de la democracia. Por eso este libro tiene como protagonistas a periodistas, reporteros, personal técnico y demás; un termómetro del desbarajuste y a la vez unas voces que asumen un rol que nunca esperaron, para el que no había preparación posible.

El periodismo, como las demás aristas de la sociedad, tienen la tarea de reconstituir(se). Y hay discusión sobre si tal cosa ocurrirá luego de superado el chavismo como forma de gobernar o si hace falta comenzar ese proceso justamente como vía para dejar atrás la vocación totalitaria vestida de rojo. En cualquier caso, y este libro así lo deja patente, queda claro que la prensa ha sufrido los embates del autoritarismo en pleno siglo XXI, parte de lo que ha sido «el chavismo como problema», citando al amigo Teodoro Petkoff.

Víctor Amaya

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