Política

Negociación y política: palabras sucias en Venezuela

En otras latitudes, el diálogo ha sido una salida para situaciones tanto o más complicadas que la venezolana. Experiencias indican que sí es posible acabar con el conflicto echando mano de la palabra. En Venezuela, la palabra, sin embargo, está tan devaluada y empantanada que podría liquidar, ella misma y de un solo plumazo, la mesa de negociación que se activó en Barbados

Texto: Ana Carolina Griffin | PORTADA: AFP
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La retuiteada foto del expresidente de Estados Unidos Barack Obama y el chef Anthony Bourdain cenando en un restaurant en Hanoi, Vietnam, el 25 de mayo de 2016 -y republicada por el exmandatario para homenajearlo en su muerte-, no hubiese sido posible sin los diálogos que se llevaron a cabo en París entre 1969 y 1973 y que sellaron el fin de la guerra entre Vietnam y Estados Unidos.

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Obama anunció durante su visita a Vietnam —la tercera de un mandatario estadounidense desde que finalizó la guerra— el levantamiento del embargo de armas a esa nación asiática, con lo cual quedaron plenamente restablecidas las relaciones entre Vietnam y Estados Unidos, dos países que mantuvieron un conflicto bélico durante 20 años (1955-1975) y que dejó más de un millón de personas muertas. “Si Vietnam hubiese insultado a los representantes de Estados Unidos y viceversa, allí no se hubiese dado ningún diálogo”, comenta el exembajador Milos Alcalay, quien sostiene que una de las premisas fundamentales para que se produzca el diálogo es mantener el respeto por el adversario.

Alcalay deja claro que una cosa son las demostraciones de fuerza, que por lo general ejercen las partes antes de iniciar los diálogos de paz, y otra muy diferente los insultos —cosa que, a su parecer, abunda por parte de los representantes del Gobierno venezolano en los intentos que ha habido de instalar mesas de negociación con la oposición. “Cuando sentabas a Napoleón Duarte —presidente de El Salvador— junto al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, allí no había insultos, por muy adversas que fueran sus posiciones”, dijo el exembajador al referirse a los diálogos de paz en Centroamérica en la década de los 80. “Ni siquiera en procesos de diálogos tan complicados, como los que han llevado adelante en varias oportunidades palestinos e israelíes, se han visto los insultos como los propiciados por el Gobierno a la oposición”, acota Alcalay.

Nadie en su sano juicio puede asegurar que sentar las bases de una negociación para la resolución de un conflicto político interno o internacional sea fácil, de hecho, los representantes de Vietnam y Estados Unidos en esa mesa de París tuvieron que resolver cuestiones que podrían parecer intrascendentes como: la disposición de los dialogantes en la mesa, el orden de entrada al salón y hasta la forma del mobiliario que se iba a utilizar.

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Vietnam, representada en ese momento por Le Duc Thọ y Thích Nhat Hạnh, pedía discutir sobre una mesa cuadrada, donde las partes estuvieran claramente identificadas y colocadas una frente a la otra. Estados Unidos, por su parte, representada por Henry Kissinger y Henry Cabot Lodge Jr., quería una mesa redonda, que diluyera la sensación de división. Al final se acordó discutir sobre una mesa ovalada. Igual pasó con el orden de ingreso al salón, ante las conjeturas de que el primero en entrar era el virtual perdedor, hubo que construir cuatro puertas de acceso para que todas las partes ingresaran al recinto al mismo tiempo.

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La negociación de París fue de las grandes mesas de diálogos del siglo pasado por su carácter exitoso y  por las dimensiones de lo que políticamente estaba en juego. No obstante, ha habido diálogos menos ambiciosos, pero no menos importantes,  y otros que tienen años en camino de concretarse como por ejemplo el de la República Árabe Saharaui con Marruecos, quizá el más parecido al caso venezolano.

Los marroquíes decían que no se podía realizar el referendo de autodeterminación del pueblo saharaui y en esa posición cerrada y enfrentada se mantienen desde 1976. Las partes no están dispuestas a ceder sus posiciones con relación a un posible acuerdo. El exembajador Alcalay considera que, sin embargo, a diferencia del conflicto entre la República Árabe Saharaui y Marruecos, el tema venezolano no se trata de un problema limítrofe sino político, sobre una condición de crisis humanitaria en evolución que incrementa aún más la urgencia de buscar una salida inmediata.

Hace esa aseveración al reflexionar sobre la posibilidad y necesidad de que en Venezuela se inicie un proceso de diálogo que más que solucionar una crisis política, “evite un conflicto humanitario de mayores dimensiones. Venezuela no puede darse el lujo de posponer el diálogo porque el país está en plena efervescencia”.

En esto coincide, Américo Martín, quien formó parte de la mesa de negociación y acuerdos entre la Coordinadora Democrática y el Gobierno de Hugo Chávez en 2002-2003. A su juicio, el carácter social de las protestas en Venezuela hace que el diálogo se deba concretar a la mayor brevedad posible.

Cambio de roles

Venezuela ha sido mediadora en algunos conflictos de la región, inclusive algunos con mucho éxito, como fue el caso de su participación en el Grupo Contadora —donde estuvo junto a México, Panamá y Colombia acompañando los diálogos de paz en Centroamérica en los años 80. Tras más de 20 años de inestabilidad política y enfrentamientos armados internos en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, un proceso de diálogo llevó la paz a esa región del continente. Durante dos años, entre 1983 y 1985, el Grupo Contadora trabajó intensamente para llegar a los tres Acuerdo de Esquipulas. Allí quedaron establecidas las bases de paz en Centroamérica.

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Un ejemplo de mediación aún más reciente de Venezuela es el que se desarrolló en La Habana, Cuba, para desarrollar los acuerdos de paz de la guerrilla colombiana, donde Caracas fue facilitador del proceso junto a Chile. Los diálogos no públicos se realizaron con el apoyo del Gobierno del entonces presidente Hugo Chávez. “Venezuela no solamente ha jugado un papel de garante de este proceso, y lo seguirá jugando, sino además ha sido anfitrión de este proceso en su fase exploratoria. Para nosotros es muy importante reconocer ese papel que ha sido fundamental en la construcción de la paz colombiana”, dijo Iván Cepeda, miembro del Colectivo de Colombianos y Colombianas por la Paz, en declaraciones a Unión Radio.

Los tres diálogos internos

En Venezuela, las partes se sientan a dialogar como tantas veces se ha intentado a lo largo de los 19 años del chavismo. Cinco han sido las oportunidades en que la oposición y el Gobierno se han sentado en una mesa, sin que se haya alcanzado el éxito en todas ellas.

La primera se produjo como consecuencia del clima de desestabilización política tras el intento de Golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez. En ese momento, la oposición —representada por una coalición denominada Coordinadora Democrática— y el Gobierno se sentaron a dialogar bajo la facilitación de actores internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), bajo la batuta de César Gaviria, el Centro Carter y el Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD).

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Para Martín, uno de sus actores, hay dos cosas muy precisas que diferencian a ese diálogo del actual. Por una parte, el Gobierno de Chávez estaba políticamente más fortalecido que el de Maduro, situación que era inversa en el lado de la oposición. La Coordinadora Democrática no tenía, desde su punto de vista, la contundencia que hoy exhibe la Mesa de la Unidad (MUD). Por otro lado, la situación económica y social no estaba tan deteriorada como ahora. Todo ello le da a la oposición, afirma, una ventaja para iniciar la negociación.

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El segundo intento de diálogo se produjo tras las protestas de 2014 que dejaron 43 estudiantes muertos, de acuerdo a las cifras de la ONG Foro Penal, y fue convocado por Unasur para intentar calmar los ánimos en el país y encontrar una salida a la crisis política. En esa oportunidad, el Nuncio apostólico también sirvió de testigo de la mesa de negociación que quedó en el recuerdo.

Al parecer, el encuentro solo sirvió de catarsis política donde la oposición por primera vez después de muchos años tuvo la oportunidad de entrar al Palacio de Miraflores y decirle sus verdades al oficialismo. Fue una válvula de presión que alcanzó un importante raiting televisivo, pero que de allí no pasó. El propio exgobernador de Miranda, Henrique Capriles, dijo el jueves 2 de junio de 2016 que apenas “eso fue un debate en cadena”, pero no un verdadero diálogo. En aquella oportunidad, la oposición denunció que las conversaciones se congelaron luego de esa ocasión hasta finalmente desvanecerse.

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Entonces, la formalidad necesaria estuvo ausente, a diferencia del proceso de hace casi tres lustros cuando se acordó la realización de un referendo revocatorio —que posteriormente el Gobierno de Chávez le dio largas para tratar de impedirlo, o al menos disminuir sus efectos políticos. Esas elecciones se realizaron, pero el tiempo ganado por el chavismo le sirvió para ejercitar músculo y lograr mantenerse en Miraflores.

Hasta noviembre de 2016, se avanzaron conversaciones de nuevo entre ambos sectores y hasta con participación del Vaticano. No hubo resultados. Incluso los representantes del Papa admitieron que el gobierno de Maduro incumplió lo acordado. Ahora en septiembre, el ministerio de Relaciones Exteriores de Francia anunció, a través de un comunicado de prensa, que el 13 de septiembre se reanudaría el diálogo entre la oposición y el gobierno venezolano para encontrar una salida a la crisis política y económica. Francia advirtió posibles sanciones de la Unión Europea si el gobierno no participaba.

Pero pasó la reunión y se llegó a un segundo encuentro en diciembre. No hubo conclusiones. Voceros, especialmente del chavismo con Jorge Rodríguez a la cabeza, hablaron de «97% de avance», y hasta se habló de la afinación de un «texto final». Enero de 2018 fue escenario de un nuevo encuentro, ahora en República Dominicana ante el bostezo de un país que no terminaba de percibir resultados y decisiones que respondieran a la urgente agenda social. Tampoco hubo acuerdo.

Ahora en 2019 un nuevo intento, con mediación de Noruega, se desarrolla primero en Oslo y luego en Barbados.

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