Economía

Dolarización sin dólares

Las transacciones de bienes y servicios en dólares se extienden y se convierten en la alternativa para enfrentar la creciente inflación. La historia de la pauperización económica en Ecuador en 1999 asemeja a la que afrontan los venezolanos en 2015

Infografía: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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Los pasajes aéreos, los paquetes turísticos al exterior o incluso dentro del mismo país, la compra o alquiler de inmuebles, la reventa de automóviles o de equipos de computación o telefónicos y hasta la adquisición de medicinas se rigen en este momento por dólares. Sí, acá… en la República Bolivariana.

El mecanismo: utilizar el dinero que se tiene en una cuenta en el exterior para transar compras y hacer la transferencia entre la moneda de Estados Unidos y el bolívar. A esas operaciones hay que sumarle las que se realizan en Venezuela —extranjeros y locales— por personas que perciben ingreso en divisas bien sea por una remuneración en moneda extranjera o arrendamiento en el exterior o la remesa de un familiar.

Hay una tendencia creciente en el uso del dólar para las compras de bienes y servicios, y esa pareciera ser la alternativa para que haya certidumbre en los precios. Caso contrario, con el bolívar. La creciente inflación ocasiona que una cantidad hoy no alcance mañana en la compra de un artículo determinado.

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A principios de año, se introdujo el tema de la dolarización de la economía venezolana. Los cuchicheos en ciernes nacieron de la opinión pública después que se dio a conocer, en abril, que directivos de Ford Motors de Venezuela y representantes del Gobierno negociaron la venta de vehículos con el llamado billete verde a la tasa del Simadi, el Sistema Marginal de Divisas, cuya paridad se aproxima a los 200 bolívares. Todo indicaba que esa sería la condición sine qua non para que la empresa automotriz no cerrara su ensambladora en Valencia y se perdieran tantos puestos de trabajo.

“El repunte de la inflación lo que ha hecho es dolarizar todo y ha puesto en discusión la conveniencia de dólares, tal como ocurrió hace 20 años, promovida principalmente por el Cedice —Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad—”, comenta Rocio Guijarro, directora de ese think tank que promueve la economía liberal. “En el segundo gobierno de Rafael Caldera había una situación similar a la que estamos viviendo ahora. La inflación alcanzó record —103% a fines de 1996— y varios ministros, junto al directores del Banco Central de Venezuela, tuvieron entre sus asesores a Steve Hanke, uno de los economistas promotores de la dolarización”, comenta.

En la Venezuela de 2015, la escalada en el mercado negro juega entre los 350 y los 420 bolívares por dólar. El augurio de Bank of América es que esa paridad podría alcanzar los 600 bolívares. Asimismo, el Fondo Monetario Internacional pronostica —en el mejor de los casos— una tasa de inflación no menor a 96% para este año. FMI ha vuelto a introducir  la dolarización como la salida para que el país logre estabilidad monetaria y cambiaria.

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“Un aspecto que se diferencia del debate de hace 20 años es que ahora hay la posibilidad de la libertad monetaria. Es decir, que fluyan las dos monedas como en Perú y República Dominica”, indica Hugo Faría, docente en el área de finanzas la Universidad de Miami y docente del IESA. “Puede ocurrir que el dólar se deprecie como ha ocurrido en determinados momentos de la historia y eso perjudique al país que adopte esa divisa. Creo que una libertad monetaria protege más al ciudadano que la dolarización”, se persuade.

Lecciones en la mitad del mundo

En 1999 Ecuador no tenía control de cambio, pero se enfrentó a una crisis financiera que ocasionó un deterioro del Sucre. En un año se saltó de 7.000 a 25.000 sucres por dólar, una devaluación de 257%. Los guarimos solo traslucían hiperinflación. “Las precondiciones para la adopción de la dolarización formal estuvieron centradas en la pérdida de credibilidad en el sistema monetario nacional por parte de la mayoría de la población”, señala el economista Marco Naranjo Chiriboga, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).“Cerca de 90% de las funciones del dinero se habían trasladado del sucre al dólar”, acota.

En un estudio que pergeñó para esa institución universitaria explica cómo los ecuatorianos, ya para finales de 1999, ahorraban, fijaban los precios y exigían los pagos en dólares —aparte el sistema financiero otorgaba créditos en esa moneda. Al inicio de la dolarización fue visible el deterioro de los ingresos de la población: el salario mínimo estaba en 100.000 sucres al mes, o sea, apenas 4 dólares. Dentro del esquema adoptado por el gobierno ecuatoriano, presidido por Gustavo Noboa, estuvo el de impulsar un incremento progresivo en las remuneraciones.

Para ese momento la canasta básica de bienes y servicios para una familia rondaba los 217 $ y el ingreso del grupo a duras penas rozaba los 79 al mes, lo que implicaba que había productos que resultaban imposibles de adquirir. Ahora la situación es diferente. “El valor de la canasta familiar básica se ubicó en 628,27 $, mientras que el ingreso familiar en 634,67. Esto se traduce en un superávit del 1,02%”, indica el reporte del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de ese país.

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No obstante, la supresión del sucre por el dólar no ha escapado de problemas ni trabas. Un caso reciente se presentó porque el aumento del gasto público, impulsado por el gobierno del presidente Rafael Correa, y la caída en los precios de petróleo generaron un déficit fiscal de 9.000 millones de dólares.

Hubo gestiones para conseguir un financiamiento de China pero no hay respuestas por parte de las autoridades financieras de Beijing y Shanghai, de tal manera que uno de los correctivos para enfrentar el problema fiscal y la salida de capitales fue imponer una sobretasa a las importaciones de bienes de consumo. Alcanza el nivel de 45%, lo que ha encarecido buena parte de bienes foráneos y ha generado contrabando.

Dolarización a medias

Las operaciones en dólares que se concretan en Venezuela varían en función del nivel socio económico de la persona o empresa. Hay diferentes modalidades que parten de una única necesidad: una cuenta en Estados Unidos o Europa.

Las partes —naturales o jurídicas— acuerdan la tasa de referencia. Por ejemplo, en el sector inmobiliario hay la tendencia a utilizar un promedio entre lo que marca el paralelo y la del Simadi. Hay agentes turísticos que reciben dólares en efectivo y se encargan de la compra de boletos en el exterior. También está la opción de pagar con una tarjeta de crédito emitida por un banco extranjero y la transacción se registra también a la tasa Simadi.

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En la frontera con Colombia o Brasil prácticamente hay libertad cambiaria informal y por eso el llamado “Dólar Cúcuta” funge como marcador del mercado paralelo. Facilita las transacciones que diariamente se dan entre colombianos y venezolanos que viven en zonas limítrofes.

Los “operadores” que están en la terminal internacional del aeropuerto de Maiquetía, o aquellos que se ubican en pleno Centro de Caracas, junto a las joyerías, han establecido una suerte de casas de cambio informales en la propia capital y frente al Capitolio, sede del Poder Legislativo.

“No se puede decir estrictamente que todo está dolarizado. Hay transacciones de bienes durables que se rigen por esa moneda pero también hay una cantidad que todavía funciona con el bolívar. Sobre todo en productos regulados que en varios casos están subsidiados y con precios que son un regalo”, responde el economista Ronald Balza, docente e investigador de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). “La única política social que tiene el Gobierno en este momento es el ‘bachaqueo’, sea de alimentos, gasolina o de dólares. Cambiando de moneda esos problemas no se solucionan por sí solos”, indica.

Explica que el desequilibrio cambiario y monetario de Venezuela se agravó hace 10 años cuando se creó el Fondo de Desarrollo Nacional y se aprobó una reforma del Banco Central de Venezuela (BCV) que prodigó distorsiones fiscales y elevó el gasto público. A eso le agrega la medida que se adoptó en 2010 cuando el BCV comenzó a convertirse en el principal financista en bolívares de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), situación que ha incrementado la cantidad de dinero que circula en la economía y genera presiones inflacionarias y cambiarias.

Desde el chavismo hay voces críticas por razones ideológicas, constitucionales y aquellos que lo consideran apátrida. Otro con criterios técnicos demandan una revisión del esquema de tasas múltiples.  Los diputados Ricardo Sanguino y Jesús Faría aseguran que no está planteado imponer el dólar pero hablan de flexibilización en el control de cambios; economistas como Victor Alvarez y Guillermo Ortega proponen disciplina fiscal y menor rigidez en el acceso a divisas.

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Temir Porras, uno de los asesores que tuvo el presidente Nicolás Maduro al inicio de su gestión, lanzó el alerta: “la confusión con la supuesta venta de carros Ford  en dólares a tasa  SIMADI  muestra que deberíamos modificar nuestra política cambiaria”.

La decisión formal de dolarizar no está a la vista, pero las negociaciones con Ford continúan y se asevera que la agenda incluye a otras ensambladoras como Toyota y General Motors.

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