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El conflicto de Simón Díaz

Su historia hasta constituirse en estandarte cultural y musical venezolano pasó por distintos momentos, estilos y decisiones. Algunas, incluso, muy difíciles. Simón Díaz es uno de los personajes venezolanos más importantes de todos los tiempos y cada 19 de febrero se conmemora su muerte

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Simón Díaz tenía un conflicto. Un combate interior que se libró por un buen tiempo, hasta que un día ocurrió algo que precipitó la decisión.

Empecemos por el principio. En 1964, cuando Simón Narciso Díaz Márquez tenía 36 años y grabó su primer disco, ya era muy conocido por su trabajo en la televisión. Había nacido el 8 de agosto de 1928, en el pueblo llanero de Barbacoas, al sur del estado Aragua. Tras quedar huérfano de padre a los 12 años y pasar muchas vicisitudes como hermano mayor de siete, llegó a Caracas con 20 años y el deseo de estudiar música. Y así lo hizo. Su vocación era nítida desde muy joven. Tomó lecciones de piano con Teófilo R. León y cursó estudios en la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas, donde fue alumno de Vicente Emilio Sojo por seis años. Se equivoca, pues, quien piense que Simón Díaz era un autodidacta o un artista naif. Era un profesional de la música muy bien formado por la orientación de maestros como Raimundo Pereira, Pedro Antonio Ramos y Ángel Sauce.

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En esos mismos años ingresó a la televisión, llevado por su hermano Joselo, quien nada más llegar a Caracas había entrado al elenco de Radio Rochela. Simón fue contratado por Venevisión, para protagonizar un espacio semanal de comedia costumbrista llamado “La quinta de Simón”. Estaba empezando y ya tenía un programa con su nombre, que tuvo gran aceptación desde el primer día. Era un comediante de gran pegada. De allí pasó a Radio Caracas Televisión como estrella de Criollo y sabroso… Y así hasta que llegamos al año 64, cuando sale Ya llegó Simón, el primer disco con su imagen en la carátula. Era un álbum producido por Hugo Blanco e integrado en su totalidad por canciones de humor… y ahí, como colada de matute, estaba “La tonada del cabrestero”.

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Era su primer disco, pero no la primera vez que su voz se anclaba al surco de un acetato. Ya antes habían incorporado dos interpretaciones suyas, “Por Elba” y “Tonada del cabrestero”, en la impresión discográfica del soundtrack de la película Isla de sal (Clemente de La Cerda, 1964), donde Simón Díaz compartía cartel con Lila Morillo. El productor de ese largometraje era Hugo Blanco y fue en ese rodaje donde ellos se conocieron e iniciaron una larga colaboración.

Gaitas con víctimas

Hugo Blanco, quien era una referencia fundamental de la música popular del momento y un formidable vendedor de discos, invitó a Simón a hacer producciones para navidad, que incluían gaitas entre otros ritmos populares.

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–En un momento deciden –cuenta Bettsimar Díaz, músico, presentadora de TV e hija del artista– añadir un track completamente ruptural, novedoso, que se llamaba la “Gaita de las cuñas”. Escritas por los tres: Hugo Blanco, la música; Graterolacho, las letras; y Simón, que colaboraba en las letras, hacía las interacciones de los sketches y era el cantante.

En 1966 graban Gaitas y parrandas con Simón, el primero de una serie que tendría réplicas anuales, siempre con un éxito al que ninguna otra grabación de Venezuela se acercaba ni de lejos. Las gaitas eran populares y muy rentables. Se podía oír el sonido de las monedas (que entonces tenían valor) cayendo en los bolsillos de los involucrados. Y en los de Simón, como una cascada de oro.

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La dan, entonces, en hacer variaciones: gaitas de los borrachitos, de los italianos, de los margariteños, de Carlos Andrés y Lorenzo (candidatos por Acción Democrática y Copei, respectivamente, en las elecciones presidenciales de 1973)… La estructura de las piezas consistía en una combinación de chistes con canción. Así llegaron a las gaitas de las locas, cuyo dispositivo humorístico se basaba en hacer caricaturas de los homosexuales. Y fueron tremendamente exitosas también. Pero había un grupo que percibía aquello como una agresión a su identidad y a su derecho a ser respetados.

Talentos en tensión

En 1974, a una década exacta de la aparición de su primer disco en solitario, Simón Díaz sacó uno completamente diferente: Tonadas (que luego se conocería como Tonadas 1, para singularizarlo en el conjunto que lo seguiría). Ya esto era otra cosa. No apuntaba a la carcajada ni a la burla. Sino directo al corazón. Y, otra vez, lo logró. Vaya si lo logró. Quedaron, pues, expuestos y en tensión sus talentos reticulares: Simón Díaz era un humorista de profunda conexión con grandes audiencias y era un compositor, recopilador de cantos de faena y cantante popular en francos tratos con lo sublime.

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En esas dos bandas se mantendría por unos pocos años. “En paralelo con las gaitas”, explica Bettsimar, “mi papá iba grabando sus tracks personales, que iba regando en aquellos discos producidos por Hugo Blanco. En 1974 los recogió y grabó algunos más para completar Tonadas 1. Concentró esos temas en un solo concepto”.

Ese disco tenía: “Tonada del cabrestero”, “Pintiparao”, “El loco Juan Carabina”, “Serenata en Barbacoas”, “Sabana”, “El Alcaraván”, “Tonada de luna llena”, “Clavelito colorado”,  “Arbolito sabanero” y “Mi Querencia”. Como es bien sabido, todos pegaron y ahí se quedaron. Favoritos eternos.

A este tomo seguiría Tonadas 2, que salió en 1976, por cierto, el último año en que aparecería una “Gaita de las locas” con voz de Simón Díaz. La carátula de Tonadas 2 llevaba una ilustración de Pedro León Zapata, una de las primeras que este artista, gran amigo de Simón, haría durante su carrera para industria de la música; y estaba hecho de composiciones nuevas, en su mayoría tonadas. Toda la música es de Simón excepto tres, la de las canciones del Indio Figueredo, Antonio Estévez y Aldemaro Romero.

En Tonadas 2 están: “Garcita”, “El becerrito” (La vaca Mariposa); “Voy a buscar la palmera” (José Palma/S.D.), “Guillermina” (Recop: Aquiles Nazoa/música de S.D); “Así es mi tierra” (Eucaris Colmenares/música de S.D.); “Tonadas” (Recop. Ignacio «Indio» Figueredo), “Canto de ordeño” (Antonio Estévez); “Tricolor” (Manuel Graterol/S.D.), “Flor de loto” (Otto Seijas/S.D.), “Cimarrón” (Aldemaro Romero); “La flor de apamate” (Andrés Eloy Blanco/S.D.) y “El testamento de Judas” (Eliseo J. Alvarado/S.D.).

Este repertorio marca un despegue musical en su carrera. Simón se vierte de lleno a su búsqueda como creador y como exponente de la música tradicional venezolana. No deja de ser humorista, pero queda librado a la creación.cita2“Apuesta a las raíces”, dice Bettsimar, “a una poética refinada, va en busca de los letrista, de Andrés Eloy, de Alberto Arvelo Torrealba y al mismo tiempo va escribiendo las suyas, ya enfocado en otro lugar. Y creo que por primera vez tiene la certeza de que lo que está haciendo tiene un gran aliento y apunta a la trascendencia”.

Vidrios rotos

Es probable que Simón Díaz estuviera promocionando Tonadas 2 en el interior del país cuando, encontrándose en una emisora de radio, vino una manifestación a protestar por el contenido homofóbico de las Gaitas de las locas, que tenía gafes como este:

“Una ‘loca’ llama por teléfono a un restaurante y pregunta: ¡Señor, ¿qué tienen de bueno para comer hoy? La voz, por demás masculina, responde: Tenemos un cóctel de mariscos a lo que éste emocionado y en tono de reclamo dice: ¿Y por qué no me invitaron?”.

Y en la voz de Simón sonaba este estribillo: “Qué loca tan loquita. Qué loquita tan loca. ¡Ua! ¡Ua! Por ahí le dicen Mari… Mari… Mariposa, pero se le nota ¡cómo goza! Él se siente feliz como una lombriz. ¡Ua! ¡Ua! Esa periquita hoy se ve coqueta. Mueve la colita y hace morisquetas”.

Esa representación de una criatura que no es hombre ni mujer, sino una deformación amanerada de un ser humano, molestó (por decir lo menos) a los homosexuales. Y un día un grupo se presentó a hacérselo saber, con expresiones destempladas.

Esto abochornó muchísimo a Simón. Cayó en cuenta de lo que había estado haciendo y le horrorizó estar afectando la sensibilidad de una comunidad. “Yo no voy contra ellos, Yo no voy contra nadie. No, no, no”, dijo en privado. La asunción del error se conectó con su negativa a hacer algo que no necesitaba por ninguna parte.cita1

Yo creo –dice Bettsimar- que él venía acumulando un gran deseo de ceder a su inclinación creadora y no se había podido zafar de una dupla tremendamente exitosa con Hugo Blanco. También me parece que los chistes se fueron degradando. Al principio eran una suerte de parodias de las cuñas de televisión. Y eso era un palo, porque como todo el mundo conocía la referencia original, los anunciantes y los publicistas se morían porque sus cuñas fueran parodiadas por Simón Díaz y Hugo Blanco en sus discos. Pero por explorar otras combinaciones hicieron otro tipo de chistes, apelando a otro público y con otro tono.

Probablemente, mientras escuchaba el rumor de la protesta a las puertas de aquella emisora, cuando escuchaba voces ofendidas y dolidas por algo que él había grabado, Simón terminó de tomar la decisión y de deslindarse de aquello que, además, le quitaba tiempo y energía para su auténtica vocación.

–Se retiró –dice Bettsimar. Y le pidió a la casa disquera, Palacio de la Música, no editar más nunca esas gaitas de las locas. Y no se editaron más, efectivamente. Eso le costó la sociedad con Hugo Blanco e incluso la amistad se quebró. La reacción de Hugo Blanco fue de incomprensión, de mucho reproche. Y entonces llamó a Joselo y con este hizo muchos discos más.

En una de las pocas entrevista que concedió dijo algo que podría explicar el conflicto del que hemos hablado. «A veces la gente me preguntaba por qué me quería dedicar a la música del campo”, dijo Simón Díaz, “y era porque yo soy de ahí y esa era la música que yo sentía por dentro. Siempre fue una parte importante de quien soy».

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