Internacional

La otra paz de Colombia está en veremos

La última guerrilla activa de Colombia está en un proceso de recomposición de sus fuerzas mientras el proceso de diálogo con el gobierno de Juan Manuel Santos se suspende por la reincidencia de los ataques terroristas. El cese bilateral de hostilidades terminó y Nariño abandonó, por ahora, las negociaciones en Quito. Se busca reeditar el proceso que convirtió a las FARC en partido político, mientras el ELN sigue operando a sus anchas en zonas fronterizas con Venezuela 

Texto: Samantha Aretuo | Fotografías: AP
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“Demos el primer paso” rezó el lema de la visita del papa Francisco a Colombia, y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se atrevió a darlo a dos días de la llegada del pontífice a Bogotá en 2017, con el anuncio del primer cese bilateral de hostilidades junto al gobierno colombiano, que comienzó el 1 de octubre y culminó el 9 de enero de 2018. Luego de años de tratar de acercar posturas con la agrupación insurgente, fue la primera vez que se alcanzó un punto tan cercano a un potencial acuerdo.

Pero los vientos bélicos aún suenan. El miércoles 10 de enero de 2018, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, suspendió la reanudación de las conversaciones de paz con el ELN en Ecuador tras atribuirle a esa guerrilla unos ataques durante la madrugada. «He conversado con el jefe de la delegación del gobierno en Quito (Gustavo Bell) para que se regrese de inmediato para evaluar el futuro del proceso», dijo el mandatario en una alocución televisada en la presidencial Casa de Nariño.

Las partes estaban listas para retomar los diálogos de paz el 10 de enero a las afueras de la capital ecuatoriana, buscando pactar un nuevo cese al fuego. Pero Santos cuestionó que el Ejército de Liberación Nacional (ELN) reanudara «sus ataques terroristas contra la población civil, las fuerzas armadas y la infraestructura». Aunque no ahondó en las agresiones, la petrolera estatal Ecopetrol denunció más temprano un «posible atentado» en un pozo en el departamento de Casanare. Además, las autoridades denunciaron que un puesto de seguridad de la Armada fue atacado con una granada en Arauca, zona fronteriza con Venezuela y de presencia histórica del ELN. En el hecho resultaron heridos dos uniformados, según medios locales.

Tambalea, por tanto, el proceso que se inició para buscar emular lo ocurrido con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que dejaron de ser una guerrilla para convertirse en partido político; una desmovilización que ha servido de escuela a los elenos para evaluar qué tan viable sería para ellos alcanzar la paz. A pesar del incumplimiento del gobierno colombiano en una parte de los acuerdos con las FARC, el ELN buscaba con cautela y con condiciones para evitar los errores del proceso con la otra guerrilla.

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Entretanto, el ELN ocupa las zonas dejadas por los farianos, y batalla contra el Clan del Golfo -una banda criminal que tiene la misma cantidad de combatientes que ellos, alrededor de 3 mil-. La naturaleza de su agrupación también hace que el proceso de discusiones sea distinto ya que, como lo planteó el politólogo Ariel Ávila, “mientras las FARC son una estructura militar intentando hacer política, el ELN es una estructura política intentando hacer la guerra”.

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Con bases sociales

El origen de los elenos son tres grupos sociales. Primero, sectores urbanos universitarios que fueron influenciados por el triunfo de la revolución cubana en 1959, y que reinterpretaron la ideología socialista para hablar de una liberación nacional –de ahí su nombre. Luego, la iglesia católica, a través de sacerdotes que viajaron a distintos países en Latinoamérica y que presenciaron lo difícil que era cambiar la situación en la región. Además, surgió la Teología de la Liberación, que llevó a varios curas a formar guerrillas, como el emblemático Camilo Torres. El tercer grupo fueron organizaciones sociales de zonas rurales. “Es debido a esta génesis que el ELN tiene una fuerte tradición judeo-cristiana, tradición que por ejemplo hasta años recientes había impedido que entrara a la economía del narcotráfico”, explica Ávila en un artículo publicado en El Espectador.

Respecto a su estructura, a diferencia de la ex guerrilla liderada por Rodrigo Londoño en la que se respetaban las decisiones de un líder, ésta es descentralizada y otorga cierta autonomía a gran parte de sus grupos. Según el profesor de la Universidad Nacional de Colombia Víctor de Currea Lugo la organización emplea una dirección colectiva, lo cual haría “más lentas, pero más seguras” las conversaciones con el gobierno colombiano. Los nueve comandantes guerrilleros que están en Quito representan a distintas estructuras que a su vez están en contacto con sus bases, buscando llegar a los acuerdos unidos. “No es una vacuna, pero es interesante ver el proceso de discusión. Es despacio, pero firme”, asegura el académico.

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La extorsión a la empresa petrolera del país le trajo poder al grupo insurgente por muchos años y les llevó a tener como bandera la economía extractiva. En los años ochenta crearon la campaña “Despierta Colombia, te están robando el petróleo”, que ocasionó cientos de atentados a la industria, y la entrada de millones de dólares producto de la extorsión a las compañías que trabajaban el crudo. En la misma proporción crecieron sus seguidores, y a principios de los noventa contaban con más de 10 mil combatientes, según afirma Ávila.

La ampliación como fuerza insurgente llevó a que en octubre de 1995 se reestructuraran y plantearan los Frentes de Guerra, similares a los Bloques de Frente de las FARC. También crearon las Compañías militares, pelotones que se disolvían y reagrupaban rápidamente. No obstante, el desarrollo de los elenos se frenó con los ataques de los grupos paramilitares que asesinaron a sus bases sociales, y les hizo perder territorio que ya dominaban en Santander, Norte de Santander y la Costa Atlántica. Ávila señala que desde finales de los años 90 comenzó el declive del ELN “y no pudo mantener el tren de la confrontación militar. Cosa que las FARC sí lograron”. Luego en 2010, replantearon posiciones militares y comenzaron a recuperarse lentamente.

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Examinan voluntad

Nicolás Rodríguez Bautisa, alias Gabino, de los líderes más visibles de la guerrilla, se unió cuando tenía 13 años, llevado por Fabio Vásquez Castaño, uno de los fundadores junto a dos hermanos. Forma parte del Comando Central (Coce) junto a otros insurgentes, cinco en total. Luego viene una Dirección Nacional de 31 personas, y los Congresos de la organización, que se realizan cada cierto tiempo, a la cual asiste toda la comandancia. El último, celebrado en enero de 2015, fue el escenario para que el grupo subversivo anunciara que estaba dispuesto a unirse al diálogo y buscar la paz.

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“El Gobierno ha planteado su disposición a poner fin al conflicto armado y para ello ha convocado a la insurgencia. Asistimos a este diálogo para examinar la voluntad real del Gobierno y del Estado colombiano; si en este examen concluimos que no son necesarias las armas, tendríamos la disposición de considerar si dejamos de usarlas”, reza el documento leído por Gabino. Para el momento, las FARC ya habían anunciado un cese al fuego unilateral como parte de su proceso para desmovilizarse, y las mesas de negociaciones con el gobierno de Santos en La Habana ya iban avanzadas.

Según datos del gobierno colombiano, el ELN hoy cuenta con 3 mil combatientes incluyendo milicianos en los departamentos de Arauca, Norte de Santander, Chocó, Nariño y Guaviare. Según notas de la agencia EFE, también estarían en zonas del Putumayo, departamento fronterizo con Ecuador donde las FARC dominaban varios municipios. Esto no ha sido confirmado por las autoridades. Los dos primeros territorios comparten frontera con Venezuela, por Táchira y Apure.

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Desde hace años, reportajes y medios de comunicación han informado sobre la presencia del grupo subversivo en territorio venezolano. En 2016, Clímax informaba sobre una mayor presencia de la guerrilla en el sur del estado Zulia, a pesar de haber iniciado los diálogos con el gobierno para una eventual desmovilización. Sin embargo, para Ávila la situación no ha cambiado mucho. “La presencia del ELN es muy grande en Apure y en Táchira, pero ha sido grande desde hace mucho tiempo, no desde ahora. Yo en general noto que se mantiene igual, pero sí es importante”.

Explica que este fenómeno se dio por culpa tanto del gobierno colombiano, como del venezolano, ya que dejaron el espacio libre para fueran otros los que mandaran, al no haber presencia de los Estados. Reitera que la zona está llena de criminalidad, de contrabando y que el ELN junto al Clan del Golfo “la tienen copada”. Luego asegura que mientras se mantenga la crisis en Venezuela, la situación seguirá igual.

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Diálogos con desconfianza

El excombatiente del ELN y hoy director de la Fundación Paz y Reconciliación, León Valencia, contó en una entrevista al diario El Tiempo que los procesos de negociación con el grupo armado comenzaron en La Habana, protegidos por el gobierno cubano, cuando el presidente colombiano era Andrés Pastrana. “Yo mismo oí cuando Fidel les dijo: ‘Pues mi posición es que las guerrillas ya pasaron de moda en América Latina y ustedes tienen que firmar un acuerdo de paz lo más rápido posible’”. Lo cual debía tener una gran influencia, dado el origen castrista del grupo, pero no funcionó. Luego hubo otro intento con el gobierno de Álvaro Uribe, que también se cayó, entre otras cosas, porque sacó al fallecido presidente Hugo Chávez de la mediación. El proceso con el gobierno de Santos avanzó con una mesa de negociación que se instaló en Quito, y que produjo su primer resultado al haber logrado el cese bilateral del fuego y de las hostilidades, ahora vencido. Esto se tradujo en renunciar al secuestro, el reclutamiento y los ataques contra la infraestructura durante el tiempo acordado.

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Observadores de las Naciones Unidas que están en territorio colombiano velando por el cumplimiento de los acuerdos con las FARC, serían los encargados de verificar el cese con los elenos, según informó el jefe del equipo negociador por el gobierno, Juan Camilo Restrepo, cuando se hizo el anuncio. Y aunque analistas y líderes saludaron la decisión entonces, Ávila asegura que hay mucha desconfianza dentro del grupo al ver los problemas que se han presentado en los acuerdos con las FARC. “El ELN percibe que el Estado no está cumpliendo nada”. Al respecto De Currea Lugo coincide, y agrega que ha habido reuniones entre los elenos y los farianos, para que los últimos puedan ayudar a los primeros con su proceso de negociación, y evitar cometer errores.

Ambos piensan que sería trascendental que la segunda guerrilla de Colombia se desarme, y que pase a la vida política, para que el Estado pueda ingresar a las zonas que estaban tomadas y comience a dar la atención que antes no pudo. De Currea Lugo afirma que pasarían a formar un partido político, pero plantearían hacer parte de una coalición amplia. “Ellos observan con mucho cuidado el proceso de las FARC, pero se juntarían con aquellos grupos o personas que estén a favor de una implementación de una agenda social. Una agenda cercana a ellos, minero energética, cercana al país”.

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Entretanto, la recomposición del grupo continúa, al igual que algunos enfrentamientos. A comienzos de septiembre de 2017, se les responsabilizó por asaltar un carro blindado de transporte de valores y cargar con 500 millones de pesos en el departamento de Norte de Santander. Según versiones de transeúntes, el vehículo habría sido atacado por 15 miembros de la “Compañía Francisco Bossio” del ELN, quienes cubrían sus rostros con capuchas.

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