Perfil

El "Kid" Rodríguez: entre Cosa Loca y Donald Trump

Aunque parece más estable a los 33 años, en el otoño de su brazo flameante, el Kid Rodríguez, séptimo pitcher con más salvados de la historia de las Grandes Ligas, ha visto manchada su carrera por incidentes que representarían su deportación automática en unos hipotéticos Estados Catires de América

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Desde cierto ángulo, es el paradigma del más detestable de un empleado público: solo trabaja tres o cuatro veces por semana, cumple solo con 10 por ciento del horario y deja todo para última hora. Pero esa es la rutina del pitcher cerrador, la especialización más excéntrica del beisbol y -según el nuevo evangelio de estadísticas de los nerds que deliraron con la película Moneyball: el juego de la fortuna- un oficio en vías de extinción: al parecer, si al caso vamos, un noveno inning en forma de arepa no es más importante que un primero o sexto episodios idénticamente inmaculados, y las reglas del juego salvado, inventadas en 1960 por el cronista estadounidense Jerome Holtzman, encierran más de un contrasentido. Puedes sumar un rescate lanzando apenas un tercio de inning (3% de los 27 outs que un equipo debe hacer para completar 9 entradas) o aunque te hinchen la cara con un jonrón de dos carreras.

Para salvar mucho, paradójicamente necesitas que tu equipo no sea tan bueno: que llegue casi siempre al inning del Alma Llanera con ventajas exiguas.  Los ejecutivos de Grandes Ligas, que ahora tienen sus propios departamentos de graduados en análisis econométrico en Harvard y cerebritos burlones de los códigos ancestrales del juego de pelota (por ejemplo, aquello de llenarse la boca de chimó), se han dado cuenta de esto y es muy poco probable que hoy se repita un contrato de 50 millones de dólares como el que recibió el muchachón Jonathan Papelbon de los Filis de Filadelfia en 2011. El propio Francisco “Kid” Rodríguez ha visto reducirse sus ingresos de 12 palos en 2010 con los Mets de Nueva York a modestos 3,5 con los Cerveceros de Milwaukee en 2015, réstele impuestos, aunque a efectos de la devaluación en Venezuela, todo es ganancia. 3,5 millones de verdes multiplicados por Dólar Today = 8,5 millardos de bolívares, casi 200 veces el acumulado del Kino Táchira para el último domingo de agosto de 2015.

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Más en serio, Francisco José Rodríguez, alias “El Kid” (algo así como el carajito en inglés, lo que ya no es mucho a los 33) y desde el pasado 19 de agosto el séptimo lanzador con más rescates en la historia de las Grandes Ligas, también podría ser el paradigma del más abominable vecino de la Gran Misión Vivienda Venezuela, del país que probablemente no reconocerán como suyo muchos de los lectores de estas letras, del tipo de latino al que Donald Trump pondrá a cruzar el Río Grande cargando un somier o una nevera en el supuesto de que el millonario del peluquín se instale en la Casa Blanca después de las elecciones de noviembre de 2016. De aquello que el insigne cronista larense de pelota Alfonso Saer ha denominado  “la encarnación del hombre que tiene mucha plata pero sigue siendo pobre”, en referencia a beisbolistas que, junto al Kid, han abrazado el chavismo más por conveniencia que por alguna simpatía con la presunta causa de los depauperados.

De muchacho regado a regador

Atlanta Braves v Milwaukee Brewers

El poseedor del récord de más salvados en una temporada (62 con los Angelinos de Los Ángeles en 2008) nació en el sector Kennedy de la humilde parroquia caraqueña de Macarao, hijo número 14 de un padre con graves problemas de alcoholismo que delegó la crianza en los abuelos. Por el potencial de su talento en bruto, a los 16 años el entonces apodado “Nené Fran” recibió un bono de 900.000 dólares por estampar su firma con los Angelinos, lo que probablemente le hizo más daño que bien. Es practicante abierto de la santería, aunque en declaraciones al diario Los Ángeles Times en 2007 (con la prensa venezolana prácticamente ha cortado toda relación desde hace un lustro), aseguró que la compaginaba con el catolicismo porque “no puedes hacer nada en la vida sin Dios”. En agosto de 2010 pasó una de las mayores penas que ha sufrido pelotero alguno en Grandes Ligas: ser arrestado en su propio sitio de trabajo, el estadio Citi Field de los Mets, luego de sujetar y golpear contra una pared la cabeza de un señor de 53 años, Carlos Peña, el padre de Daian Peña, la mamá de sus dos mellizos nacidos en 2009, Angielina y Francisco Junior (en total, el Kid ya tiene cinco hijos regados: los otros tres, Frandeiker y las hembras Adriana y Destiny, de anteriores relaciones). En ese incidente y en otro que protagonizó en Milwaukee en septiembre de 2012, sus parejas ocasionales le acusaron ante las autoridades de brutales agresiones físicas (en el último caso, una venezolana nunca identificada, que se comunicó con la policía mientras se refugiaba de los golpes en un clóset, prefirió marcharse a su país de origen antes que proseguir con la demanda).

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Junto a otros peloteros activos y retirados, connotados simpatizantes del oficialismo, como el ahora alcalde portocruzano Magglio Ordóñez, Carlos Guillén, el ex ministro Antonio “Potro” Álvarez y David Concepción, a principios de aquel fatídico 2010 compartió en la denominada “Caimanera de la Eterna Juventud” en el diamante del Fuerte Tiuna con el fallecido presidente Hugo Chávez, de zurda mucho menos explosiva. El Kid es compadre de Ugueth Urbina, ex cerrador en Grandes Ligas y encarcelado durante 7 años por homicidio frustrado contra peones de su hacienda en los Valles del Tuy.

Duradero entre los efímeros

Quizás más que marcarle la puerta de su casa con una “M” de mala conducta, haya que destacar todavía más que, a pesar de todas estas turbulencias personales, el también apodado K-Rod (la “K” es la letra que designa al ponche en la nomenclatura del béisbol), hasta este miércoles 26 de agosto, sumaba 378 rescates, solo detrás del panameño Mariano Rivera (para furia de Trump, ídolo inmortal de los Yanquis de Nueva York con 652 salvados) y los gringos Trevor Hoffman (601), Lee Smith (478), John Franco (424), Billy Wagner (422) y Dennis Eckersley (390), bigotudo miembro del Salón de la Fama que, si todo sigue como va, será rebasado en algún momento de comienzos de 2016, en un ejemplo de que Macarao puede ganarle en algún indicador de bienestar a Oakland.

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El del relevista de béisbol es un fulgor casi siempre efímero: comparado con un abridor, lanza muy pocos innings, pero en ellos está obligado a soltar todo el gas posible de su brazo (el derecho, en el caso del Kid), lo que le expone todavía más a las graves lesiones que son casi anécdotas de rasguños de guerra en los pitchers. El brazo de un ser humano no ha sido concebido para lanzar una pelota a 89 millas por hora (143 km/h), las que registra el radar actualmente en la desgastada recta del venezolano, y mucho menos a 94 millas, las que promediaba a comienzos de su carrera, cuando asombró como el novato sorpresa de los Angelinos campeones de la Serie Mundial en 2002.

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Las caderas de Shakira nunca mienten, los numeritos menos. Se puede estar en desacuerdo con sus creencias religiosas o políticas o con su conducta personal, pero nadie le puede negar al Kid (que parece estar más tranquilo en estos últimos tiempos, aunque alguien alegará que un agresor de mujeres jamás se reforma) la excelencia deportiva de su año 2015, en el que ha hecho menos con más: ya no es el ponchador devastador de comienzos de siglo, sino un diablo que sabe lo mismo por viejo que por diablo. Con más control sobre sus lanzamientos, ha compensado la inevitable pérdida de velocidad. Digamos que ha encontrado la necesaria estabilidad en un equipo mediocre donde no tiene mucha competencia, Milwaukee, luego de haber salido de la puerta trasera de los Mets por su incidente de 2010 (que se resolvió con una multa de 7.500 dólares, una propinita ahí para la Ley y el Orden, si de proporciones hablamos) y de ser degradado circunstancialmente al anónimo rol de relevista intermedio entre 2011 y 2013.

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También resaltable es que, en una época en la que los grandeligas consolidados de Venezuela prefieren reservarse en el invierno boreal para no arriesgar sus contratos multimillonarios (o exponerse a algún secuestro), el Kid vino a jugar para el sufrido público de sus adorados Tiburones de La Guaira en 10 temporadas consecutivas entre 2002 y 2012, aunque en las últimas tres ediciones de la liga nacional apenas ha lanzado en un juego bajo el ritmo de la samba de las “sardinas”: un inningcito en el round robin de la campaña 2013-2014.

Equivalente del rock star tipo Ozzy Osbourne capaz de comerse un murciélago en escena, el apagafuegos del beisbol es una figura tan intimidante y magnética que hasta ha sido consagrada por Hollywood: la inmortalizó nada menos que Charlie Sheen, tan o más mano suelta que el Kid Rodríguez, con el papel de “Cosa Loca” en la comedia Grandes Ligas de 1989. Al cerrador se le concede el privilegio de ser acompañado por su canción favorita en los altavoces del estadio cuando camina desafiante hacia la lomita. En el caso del ya retirado Mariano Rivera, era “Enter Sandman”, del grupo Metallica; actualmente, Craig Kimbrel (Padres de San Diego) manda a poner “Welcome to the Jungle” de Guns N’ Roses. ¿Qué banda sonora eligió el Kid? Para romperle el corazón a su pana Potro Álvarez, no es “Una vaina loca”, sino el reguetón “Sandunqueoso” del rapero puertorriqueño Tego Calderón: “Promedio perfecto, me sobran los elementos / Aprovecho mi momento, sin comer cuentos”.

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Luego de la temporada de 2016, en la que probablemente seguirá inflando sus registros históricos de rescates, los Cerveceros (más desabastecidos de materia prima que la Polar) decidirán si le dejan ir o le mantienen un año más en su roster. ¿Tendría espacio el Cisco Kid en unos Estados Catires de América gobernados por Donald Trump, en cuyo califato WASP seguramente se le consideraría escoria tercermundista, ladrón del puesto laboral de un rubicundo e intachable mocetón graduado del college? En 2015, uno de cada cuatro jugadores de Grandes Ligas es de origen latino, para indigestión del multimillonario que puso a sudar a Alicia Machado. El hecho de que los relevistas lanzan relativamente pocos innings y alguna que otra mancha en su expediente personal (en 2010 llegó a enviarle hasta 56 mensajes de texto a la madre de sus morochos a pesar de una orden judicial de protección; en uno de ellos le reclamaba: la avaricia es el primer paso de la traición; según su abogado defensor, muestras de un corazón lastimado, más que amenazas) dificultarán su ingreso en el Salón de la Fama de Cooperstown, a pesar de su lugar garantizado en los libros de récords. Como personaje, el Kid no resulta demasiado simpático o ejemplarizante, pero el tamaño importa: casi 400 salvados, 70 millones de dólares en ganancias acumuladas. Es lo más parecido que tenemos a un “Cosa Loca” o, nunca mejor dicho en venezolano, nuestra Vaina Loca.

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