Arte

El Maczul, arte a merced de la delincuencia

El Museo de Arte Contemporáneo del Zulia, una de los principales de la región y el país, sufrió tres robos en una misma semana. Su directora, la artista visual Lourdes Peñaranda, reconstruye los hechos y cuenta cómo debe adaptarse una institución cultural para seguir funcionando ante la indiferencia gubernamental y la crisis del país 

Fotografías: Humberto Matheus
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El primer robo fue un fin de semana, finalizando junio. La directiva lo descubrió el lunes. El coordinador del Centro de Información y Documentación, espacio que alberga la colección de libros de arte y arquitectura más grande de la región, abrió la oficina ese día y vio que no tenían las computadoras ni el scanner. Se habían llevado también el deshumidificador, pero los libros no les interesaron. Solo los lanzaron al suelo.
A los días volvieron a entrar. Esta vez buscaban la Sala 5: la de los equipos electrónicos, esos que habían adquirido gracias a donaciones de instituciones como la Embajada de Estados Unidos y con los que podían ofrecer exposiciones de videoarte, como la de Federico Solmi. Antes de eso no podían, solo había dos televisores. Pero esa vez los delincuentes no tuvieron éxito: cuando intentaron abrir la puerta –que tiene 20 años sin mantenimiento– ésta se reventó y cayó al suelo. Con el ruido huyeron.
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Esa segunda incursión hizo que la directiva del museo prendiera las alarmas, aunque no la de un sistema de seguridad inexistente. Llamaron a las autoridades en búsqueda de protección, pero la respuesta fue desalentadora. Solo la Universidad del Zulia les brindó apoyo y la policía regional afirmó que nada más podía incluir al museo en el cuadrante de las rondas nocturnas, pero nada más.
Entonces ocurrió el gran robo, el 7 julio de 2017.
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El Museo de Arte Contemporáneo del Zulia está ubicado en los terrenos de la Universidad del Zulia (LUZ), al occidente del país. Posee una infraestructura de 13.000 m2 en un terreno de 3,6 hectáreas. Son once sus salas, dispuestas en tres áreas. Su infraestructura no tiene elementos que protejan al museo de la inseguridad que cada vez aumenta más. Está vulnerable ante cualquier ataque. Y así lo pudieron comprobar este año, cuando el ataque sufrido ese viernes los dejó sin los equipos para presentar las exposiciones de los artistas.
“Se metieron por donde siempre: por la parte de arriba, donde está el pórtico; porque la puerta de ingreso es una malla espacial y los huecos que tiene son muy grandes y se pueden sacar fácilmente. Habíamos planteado cerrar la zona de arriba, pero son más de 700 metros de cabilla que necesitamos y no se había podido porque es mucho dinero”, recuerda la directora del museo desde hace tres años, Lourdes Peñaranda.
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La también arquitecto y artista visual reconstruye los hechos. Cuenta que “al parecer, eran cinco personas. Se metieron al museo, sometieron al de seguridad que estaba arriba, lo amarraron, le quitaron la llave y se fueron por debajo. Entraron luego por el pasillo que conecta el patio central con administración y allí sometieron al otro vigilante. Le pidieron que abriera la bóveda, allí era donde habíamos guardado todos los equipos. Metieron todo en un camión cava, que pertenecía al museo y no solo servía a la institución sino también a otras y a los mismos artistas”.
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Se llevaron las computadoras que estaban en las oficinas del pasillo y todos los equipos de Servicios Generales: soldadoras, herramientas para hacer los montajes de las exposiciones. Se llevaron DVD, video beam, el home theater, un regulador del voltaje, ventilador de pie y 13 plasmas. Se calcula un robo de más de 200 millones de bolívares. Sin herramientas, no se pueden hacer nuevas instalaciones, y los ordenadores perdidos se llevaron en sus entrañas la memoria del registro de obras y exposiciones.
Hasta ahora las investigaciones no han arrojado mayores resultados. El Maczul no posee cámaras de seguridad, elemento que hubiese contribuido al trabajo que realizan el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (que lleva el caso) y la Dirección de Seguridad Integral de LUZ. No poseen ese sistema de vigilancia porque en algún momento, dice Peñaranda, se robaron la central y no había presupuesto para adquirir otro. “Las autoridades nos dicen que siguen trabajando y están cerca de conseguir a los culpables. Porque se sospecha que el enemigo es interno, que hay complicidad de trabajadores del mismo museo y por tanto los demás se sienten inseguros. Si logramos detectar quiénes fueron sería un logro, porque el material lo podemos volver a conseguir”, señala.
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Zona de azote
“Aquí los robos se incrementaron desde el año pasado. Ya no quedan luces en la Avenida Universidad, en realidad en casi todo Maracaibo. Hay calles en las que no solo se han robado el bombillo sino la lámpara completa, los cables. Dos veces se han robado los cables de Cantv de la zona completa y desde hace más de tres meses no tenemos teléfono, ni Internet. A la Dirección de Cultura de la universidad también le robaron todo: no tenían ni agua porque también se llevaron las tuberías. De hecho tuvieron que mudarse por unos meses a otra sede”, narra la directora del Maczul.
El Museo solicitó apoyo a la gobernación, a la alcaldía, a Poli Maracaibo, a la dirección de seguridad Integral de la Universidad del Zulia. “Decíamos: ‘En cualquier momento vienen. Antes no nos habían mirado porque lo nuestro es el arte y no les interesa. Pero finalmente llegaron. Cuando habíamos solicitado ayuda, la policía regional nos dijo que no tenían suficientes unidades y no nos podían poner una patrulla fija. Entonces habían comenzado a darnos apoyo en eventos puntuales. Así logramos controlar los robos a vehículos”, dice con cierto orgullo la también artista visual.
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La inseguridad no solo afectó las instalaciones del museo. Ya había alterado la dinámica laboral de sus trabajadores. “Desde hace unos meses los vigilantes de seguridad empezaron a  trabajar 24×48, porque decían que el pasaje subía y era cada vez más costoso trasladarse», especifica Peñaranda. La cabeza de la institución explica que los horarios laborales también fueron modificados pues los empleados «a las 7 de la noche, ya no conseguían transporte o era peligroso salir. Se sentían vulnerables y pidieron que su hora de entrada y salida fuera en la mañana. La Inspectoría del Trabajo lo aprobó por las circunstancias y porque los mismos trabajadores eran quienes lo solicitaban”.
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Campañas de recuperación
La popularidad que ha adquirido el crowdfunding es algo de lo que también se vale el Maczul, con la intención de reunir el dinero para poder reforzar sus áreas más desprotegidas. Para ello apuntalan sus redes sociales, como la cuenta @elmaczul en Twitter e Instagram, donde reciben mensajes directo con nombre y teléfono. Además, utilizan la etiqueta #sosmaczul para “rescatar el arte y la cultura”.
Lo que se logre compilar será usado para mejorar la seguridad estructura. Lourdes Peñaranda admite que “nada hacemos con que nos vuelvan a donar los equipos si estamos igualmente vulnerables». Por eso enumera los planes de infraestructura: «La idea es cerrar pórticos y para ello ya empezaron a llegar las cabillas, tenemos como 400 metros (de los 700 que calculan necesitan). Luego queremos colocar un sistema de seguridad por censores monitoreados, estamos viendo si conseguimos patrocinio. Y lograr tener cámaras de seguridad que no sean tan costosas, entre 400 y 800 dólares un sistema de ocho cámaras”, detalla. Por si fuera poco, trabajadores del lugar revelan que adoptaron una perra callejera que ahora también sirve como celadora.
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Asegura la presidenta del recinto que Servicios Generales, la Dirección de Cultura y la Facultad de Arquitectura de la universidad han colaborado. “La idea es no cerrar el museo. Y la campaña se basa en eso. Donde estaban las computadoras reubicamos otros equipos para que podamos trabajar, así sea con lo mínimo. Las salas quedaron desmanteladas, allí colocamos unos carteles que dicen que la exposición no se puede mostrar por motivos de robo; queremos que la gente sepa y que les duela lo que pasó”.
Mientras logran estas reparaciones y el patrocinio necesario para restituir los equipos, el museo continúa abierto. Su directiva rediseñó las estrategias expositivas. “Si no tenemos televisor para proyectar una obra de videoarte, pues el artista modifica o se busca otro patrocinio”.
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Sin embargo, la delincuencia no ha sido el único elemento que ha afectado al museo: la crisis del país ha acabado con las visitas de creadores internacionales. “Desde abril las muestras no han podido seguir con su calendario. Unas fueron suspendidas y otras no pudieron ser inauguradas como es debido, a pesar de que sí abrieron al público. El artista internacional que venía en junio canceló y aún es incierta la exhibición que trae para septiembre un colectivo de Aruba. Pero mientras podamos, el museo abrirá sus puertas y el cronograma se reorganizará. Ahorita estamos trabajando en un horario de contingencia de 10 de la mañana a 3 de la tarde, porque no hay transporte y las personas se tienen que ir caminando, entonces para que no se les haga muy tarde. Pero con todo, el arte no se va a detener”, jura la directora del Maczul.
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Como mosqueteros
En una rueda de prensa conjunta dada el 13 de julio para denunciar el gran robo al Maczul, los representantes de la Dirección de Cultura de LUZ, Fundación Aula Magna de LUZ, Teatro Baralt, Centro de Bellas Artes Ateneo Maracaibo, Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez y la Facultad Experimental de Arte de LUZ (Feda), se unieron en un un clamor único: «Necesitamos resguardo por parte de los organismos de seguridad del Estado».
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Rafael Gutiérrez, gerente general de la Fundación Aula Magna de LUZ, relató que ya habían sido reubicados al Museo luego de haber sufrido robos en 2016, y ahora fueron víctimas de nuevo: perdieron todos los equipos de su oficina administrativa.
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Liliana Blanco, directora del Centro Bellas Artes, sumó la deuda histórica de un estacionamiento para el teatro, por lo que acudir en vehículo es exponerse a perderlo en las aryacencias del Bellas Artes. Por su parte, Jeanette Rincón, presidenta del teatro Baralt, cuestionó la situación del sector cultural que se encuentra inmerso en el «contexto del país», donde el Gobierno nacional alega que no tienen «suficiente personal para brindar resguardo».
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