El rescate de los vasos marroquíes

Los sopladores de vidrio trabajan sin descanso en Marrakech para rescatar los míticos vasos de té que, durante décadas, han estado presentes en las mesas de muchos cafés de marroquíes. Y aunque estuvieron a punto de desaparecer, la tradición continúa

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Con una larga pipeta, los sopladores moldean el vidrio en estado líquido tras pasarlo por el horno, y soplido a soplido, ni mucho ni poco, en su justa medida, la burbuja de cristal se va transformando en vaso.

Sus movimientos rápidos y rítmicos reflejan la gran destreza de estos «artistas del cristal» que de unos trozos de vidrio crean diferentes modelos que cortan, cuecen, enfrían y, si se requiere, también barnizan.

Dos toneladas de cristal reciclado se funden cada jornada en un inmenso horno que, con una temperatura media de 1.800 grados, no descansa ni de día ni de noche.

«No se puede parar porque el horno tarda diez días en encenderse y otros diez en apagarse, porque el gasto económico sería enorme», explica el empresario francés Jean-Dominique Leymarie, dueño de la única fábrica de sopladores de vidrio de los llamados vasos «beldi» (tradicional en dialecto local) que queda en Marruecos.

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Leymarie abrió hace tan solo tres meses la fábrica dentro del terreno de su propio hotel, situado a seis kilómetros de Marrakech y con vistas a las montañas del Atlas. Cuenta el empresario que compraba los vasos «beldi» a una fábrica que los producía en la ciudad de Casablanca, pero en junio de 2013 el taller, el último de este tipo que quedaba en Marruecos, cerró sus puertas y desaparecieron no solo los vasos, sino también el saber de un puñado de profesionales versados en este arte.

«Estudiamos la posibilidad de comprar la sociedad pero tenía muchas deudas y consideramos que era muy peligroso, así que decidimos abrir la fábrica aquí (en Marrakech) con materiales más modernos e instalaciones acordes con las normas actuales de seguridad», comenta Leymarie.

La nueva fábrica de vasos «beldi» emplea a un total de 60 personas, entre ellas 35 sopladores rescatados del taller de Casablanca, que producen 15.000 vasos al día, y a quienes se les puede observar a través de una ventana acristalada construida para los turistas.

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En las inmediaciones del taller una tienda vende los vasos a precios que oscilan entre 100 y 160 dirhams (de 11 a 18 dólares) la docena. La idea principal es exportar el 70 % al extranjero y el resto venderlo en el mercado marroquí.

«Nuestro objetivo es dar a este vaso popular un toque más elegante y dirigirlo a una clientela que aprecie el símbolo», destaca el empresario francés.

En definitiva se trata de amoldar lo tradicional a los tiempos modernos, y dar un toque más contemporáneo a estos vasos que se caracterizan por su estructura traslúcida (y no transparente, como el del vidrio industrial), su textura irregular y las burbujas que se aprecian dentro del cristal.

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Ya en el pasado, las fábricas de sopladores de vidrio tuvieron que ajustarse a los cambios que trajo la llegada de la electricidad a las casas, y de producir lámparas de petróleo pasaron a manufacturar vasos. La mayoría de los talleres cerraron en los años 80, pero el vaso «beldi» continuó resistiendo.

Y de la misma forma, hoy, este vaso marroquí, que curiosamente nunca llegó a penetrar con fuerza en los hogares, sigue siendo el recipiente idóneo para una de las delicias nacionales: el té con hierbabuena. En vaso de soplador.

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