Opinión

El revocatorio es una obligación, no una opción

El Gobierno nacional siempre ha tenido la opción de hacerlo bien. Pero Nicolás Maduro no ha hecho bien su trabajo y por lo tanto el pueblo está en la obligación de revocarlo

Fotografía: Andrea Hernández
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Ante la avalancha de manifestaciones populares y espontáneas, que dieron como resultado la entrega de cerca de dos millones de firmas al Consejo Nacional Electoral (CNE), el presidente Nicolás Maduro se ha visto en la necesidad de afirmar que el referéndum revocatorio en su contra es una opción y no una obligación. Lo dicho por el mandatario es correcto, el referéndum revocatorio es opcional como se establece tácitamente en la Constitución de la República. Si el pueblo soberano considera que un funcionario público ha hecho bien su trabajo tiene la forma de dejar que continúe en sus funciones.

Otra elección no obligatoria también fue la implementación del control cambiario. El Gobierno nacional bien pudo decretar medidas correctivas para impedir la fuga de divisas y levantarlas una vez subsanada la situación. Así no ha ocurrido. Como siempre hemos repetido en esta columna, el control cambiario no es una medida económica sino política. “El Gobierno se ha visto obligado a mantenerlo para que no exista la opción de tumbarlo”. Palabras que no son nuestras sino de Aristóbulo Istúriz.

El cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV) y la censura a los medios de comunicación social también fue una opción y no una obligación. Lo mejor que le puede pasar a un Gobierno es que los medios informen a la colectividad de manera oportuna y veraz los hechos noticiosos. Solo así se permitirá la confluencia de ideas y se dará apertura a un debate sobre el futuro de la nación. El Gobierno le tiene miedo a las ideas y por ello se ha visto obligado a tapar los hechos, callar al que informa y burlarse de quien opina. Está prohibido olvidar que el fatídico 12 de febrero de 2014, cuando el pueblo más requería de información, los canales de televisión transmitían Flipper.

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La implementación del captahuellas, la fiscalización de precios y la toma de la Guardia Nacional para prevenir el caos en los supermercados también fue una opción. Otra opción muy diferente hubiera sido incentivar la producción nacional, fomentar el trabajo talentoso, y permitir que la ley de la oferta y la demanda hicieran de las suyas. El Gobierno no vio otra opción sino obligar al pueblo a someterse a una cola para comprar lo que haya y no lo que necesite. En menos de 20 años, Venezuela pasó de ser un país de “ta’ barato, dame dos” a “dos por persona”. Fue una opción del Gobierno no ser como la IV República. Y, sin embargo, las políticas económicas de la V República los obligaron a ser peores que cualquier otra.

La corrupción gubernamental y el corte eléctrico de sus enchufados también fue una opción. El Gobierno nacional bien pudo optar por nombrar funcionarios de carrera, hacer uso responsable del tesoro nacional, velar por la autonomía de los poderes e investigar a aquellos que intercambiaron la dignidad de su cargo por el placer de una prepago. Fue una opción no ser como las cúpulas podridas y hoy los venezolanos estamos obligados a taparnos las narices. Venezuela se quedó sin real por las empresas de maletín y el Gobierno se vio en la obligación de negar su existencia. Otra opción hubiera sido que Cadivi revelase los nombres de dichas empresas. ¿Lo hizo? ¡Ni obligado!

Otra opción del Gobierno hubiera sido no albergar presos políticos, poner en acción un plan de seguridad ciudadano sólido, prevenir la fuga de cerebros y no jugar con los símbolos patrios. Tenía también la opción de mantener relaciones armoniosas con sus países vecinos, deslastrarse de ideas socialistas inviables, mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, fortalecer la moneda, sembrar el petróleo y prevenir desastres políticos, económicos, culturales y naturales. Eran y son opciones.

Pues la realidad es que el Gobierno nacional siempre ha tenido la opción de hacerlo bien. Pero Nicolás Maduro no ha hecho bien su trabajo y por lo tanto el pueblo está en la obligación de revocarlo. Porque liderar un pueblo hacia la miseria es ciertamente una obligación cuando se quiere implementar una ideología fracasada, pero para Venezuela y los venezolanos que la quieren, esa jamás puede ser una opción.

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