Crónica

En La Guaira la fiebrecita se convirtió en malaria

Los habitantes del estado Vargas esperan que se levante el cerco epidemiológico instaurado en Puerto Cruz tras conocerse reportes que alertaban sobre casos de malaria. El turismo está por el suelo. Los pobladores insisten en subrayar que se trata solo de una fiebrecita. Quienes la padecieron, y casi mueren por falta de atención médica adecuada, creen que sí es necesario hablar del tema para evitar que otros corran con la misma suerte

Texto: Dalila Itriago | Fotografía: Cristian Hernández
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La rumba comenzó a las nueve de la noche. La banda había llegado por mar. Congas, redoblantes, baterías, bombos, güiras, trompetas y campanas de viento eran agitados con frenesí. Un hombre desconocido cumplía años y decidió celebrarlo en plena calle de Puerto Cruz, un pueblo con poco más de mil habitantes del estado Vargas, al que solo se puede arribar en lancha o por una carretera de curvas peligrosas. Eso hizo que todo el mundo se sintiera implícitamente invitado a la fiesta. Ocurría justo debajo de una palmera, enfrente de la licorería. La música, los globos de colores, el licor y un hombre disfrazado de King Kong, que sacaba a bailar a las mujeres, hacían olvidar que en el lugar había malaria.

“En Puerto Cruz no hay paludismo. Aquí lo que hay es maraca”, expresó agitada Osmary González, luego de desprender sus caderas ante la multitud al ritmo de un toque de tambor muy particular, similar al de la ochentosa Banda Show Panamá de Maracay. La joven de 21 años de edad tiene un negocio de ropa playera a las orillas del mar. Asegura que en condiciones normales puede vender hasta 30 mil bolívares en un fin de semana. Pero ahora, luego de que en mayo se difundiera la noticia de que había al menos 36 casos registrados, según la Sociedad Venezolana de Salud Pública, el turismo se había ido a pique: “Ningún comerciante está vendiendo. Quisiera que se levantara el cerco epidemiológico y que todo se normalizara”, añadió.

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Osmary no es la única que niega que en el pequeño pueblo costeño existan mosquitos infectados con los parásitos Plasmodium vivax, Plasmodium oval, Plasmodium malariae y Plasmodium falciparum; responsables de transmitir la enfermedad palúdica que afecta al sistema hepático y tiñe de amarillo a sus víctimas. Desde su bodega, Reyna Medina les implora a los periodistas que digan que en ese pueblo no hay nada, pues la noticia les corrió a los visitantes y si antes vendía al menos 25 platos de comida por las noches, ahora no terminaba de hacer ni uno: “Dilo, mija, dilo, porque ahora la gente nos tiene hasta miedo. Fíjate que nosotros teníamos palabreao la venta de un pescado al mayor y luego me dijeron que no lo querían porque tenía paludismo. Y yo dije, ¡carajo, que arrecho es ese zancudo que se pone una bombona de oxígeno y pica a los peces!”

Con la música de Eddy Santiago, Diomedes Díaz y Tito Rojas de fondo, algunos hombres del pueblo beben cerveza y se reúnen a conversar en la tienda de Reina —a pocas cuadras de la fiesta. Esa noche de inicios de junio la pregunta existencial que flota en el ambiente es si hay o no malaria en Puerto Cruz. Es sorprendente que el argumento para negar la existencia de la enfermedad sea que los perros del pueblo aún viven.

Horas antes, en un bote que se desplazaba desde el Puerto pesquero de la Zorra, en Catia La Mar, hasta Puerto Cruz; Félix Ladera Mayora también insistía en que toda esa alharaca sobre el surgimiento de malaria en el poblado era una maldad para aterrorizar y alejar a los foráneos. “Eso fue una fiebre que le pegó a Sebastián Petri y a otro muchacho que llaman Volao. Después llegó la gente de Sanidad y dijeron que había malaria. El asunto es que salió por televisión y ahora la gente tiene miedo de venir al pueblo. Lo cierto es que vino la directora de Salud de Vargas y les puso tratamiento a los muchachos”, dijo Mayora, para quien es mucho más preocupante la situación alimentaria del pueblo, así como el deterioro de la vía de acceso o la falta de dotación del ambulatorio.

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En hora y media de trayecto las olas escucharon sus quejas casi interminables y su dolor. Dice ser uno de los voceros principales del consejo comunal y se confiesa sorprendido de que ni siquiera a él le llegue una bolsa de alimentos Clap. No aparece en el censo, y se trata de 289 paquetes para más de 900 habitantes, quienes deben rendir la comida para al menos 15 días: “Nunca más volvió el pollo ni la carne. Los abastos mercales quebraron, y cuando pides que reparen la vía, doten el ambulatorio o arreglen la ambulancia te dicen que eres un escuálido”.

La duda de los habitantes de Puerto Cruz puede tener cierto asidero. No conocen las estadísticas difundidas extraoficialmente desde inicios de este año que alertaron sobre una expansión de malaria acelerada en el país. La Red Defendamos la Epidemiología advirtió, a mediados de febrero, que en las primeras cuatro semanas de enero se habían reportado 14.447 casos nuevos a nivel nacional, lo que se traduce en un incremento de 40,5% con relación al mismo periodo del año anterior. Cuando ya el 2015 representaba un récord histórico de incidencia en 75 años: 136. 402 casos.

El Estado Bolívar monopolizó en gran medida ese registro. 76,7% de los casos fueron notificados allí (11.087), mientras que los otros estados con epidemia fueron Amazonas, con 1.251, (8,65%); Sucre, 860 (5,95%); Delta Amacuro, 643 (4,3%); Monagas, 315 (2,18%) Zulia, 268 (1,85%); Apure, 19 (0,13%) y Guárico, 3 (0,02%). Vargas no estaba en la lista. Ni siquiera en la de estados receptores de la enfermedad, exportada desde Bolívar en las mismas cuatro semanas: Monagas, 402; Apure, 317; Barinas, 195; Delta Amacuro, 156; Anzoátegui, 145; Guárico, 144 y Amazonas, 139.

Pero en mayo las cosas cambiaron. En su último boletín, del 28 de mayo de 2016, la red Defendamos la Epidemiología informó que en las primeras 19 semanas de este año, hasta el 14 de mayo, se habían notificado 73.750 casos; lo que se traduce en un aumento de 56,7% con respecto al período anterior: 47.074 casos.

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Este boletín reflejaba que Bolívar permanecía a la cabeza con 80,14% del total, 59.104 casos notificados. Amazonas, Sucre y Delta Amacuro le seguían, con 5.688, 4.330 y 2.573 respectivamente. Fue allí cuando la Sociedad Venezolana de Salud Pública expresó que el brote epidémico del estado Vargas, exactamente en el sector Puerto Cruz, había subido a 40 casos autóctonos acumulados, el mayor número alcanzado en ese estado en 11 años.

Pareciera que la música y la alegría del pueblo soslayaran la enfermedad, pero los números del ambulatorio “Daniela Veracierta de Cruzco”, ofrecen otras cuentas. Maicol Fuenmayor es un doctor varguense de 34 años de edad que actualmente hace su “ruralito” en ese dispensario. Justo para esa fecha, la semana 19 del año, que culminaba el 15 de mayo, él se encontraba en Puerto Cruz. Afirma haber atendido solo en esa semana entre 15 y 20 casos confirmados. Todos presentaban malestar general, dolor de cabeza intenso, fiebre elevada de 39 grados, náuseas y debilidad.

Como ya se ha señalado en otros artículos periodísticos sobre el caso, se presume que la malaria llegó en Carnaval. Fuenmayor lo puede asegurar con un registro de pacientes en la mano. Dice que los primeros pacientes que llegaron con fiebre se apuntaron a partir del 17 de febrero. Carnaval había sido una semana antes pero el médico asegura que el período de incubación es de al menos 14 días. “La malaria es puntual. La fiebre da a una hora por la tarde y regresa 24 horas después. Ya van como 300 muestras que se registran por síndrome febril pero eso no significa que todos sean positivos. Yo los atiendo pero luego los remito a Epidemiología, un equipo de tres jóvenes que llegó cuando se hizo el cerco epidemiológico. Ellos se encargan de llenar unas fichas con los datos del paciente y posteriormente le hacen la prueba de gota gruesa. Esto consiste en tomar una muestra de sangre que es extendida luego sobre una lámina”, explicó el doctor al comentar que los casos más frecuentes encontrados fueron Plasmodium Vivax y Plasmodium Falciparum.

Fuenmayor no tiene la cifra exacta de los casos registrados. Indica que esta data solo lo maneja Epidemiología, departamento que luego la traslada a Sanidad. Razón por la cual habla únicamente desde lo que él atendió y, hasta la semana 22 que culminaba el 6 de junio, solo había visto tres recaídas y ningún paciente nuevo.

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Para controlar la expansión de la enfermedad empezaron a fumigar de manera inter diaria entre las 5:00 y las 7:00 de la mañana, y de 9:00 a 11:00 pm; de manera general en todo el pueblo y luego se hizo de forma focalizada en las casas con pacientes. También se aplicó el tratamiento de pastillas de Cloroquina y Primaquina, para quienes adquirieron el parásito Plasmodium vivax; y de Artesunato y Mefloquina junto a Primaquina, para quienes recibieron la picadura de un mosquito infectado con Plasmodium falciparum.

Pocos le dan importancia a la enfermedad en Puerto Cruz. Fuenmayor lo reconoce, así como señala la maleza y las aguas estancadas como focos de infección. Comenta que la mayoría de los pobladores insisten que se trata solo de una fiebrecita, desconociendo que el parásito ataca el hígado. Si desconfían del tratamiento y de la dieta, y por ello recaen en la enfermedad, qué tanto pueden conocer del Informe Mundial de Malaria 2015 de la Organización Mundial de la Salud, donde Venezuela es señalada de ser el único país del continente que aumentó el número de infectados, con un 23% de los casos de América.

Este documento advierte que de 106 países con transmisión continua de la enfermedad, 102 redujeron en 37% la incidencia anual entre 1990 y 2015. Venezuela se sale del grupo. En contraste, aumentó la incidencia en 356%.

La evidencia que camina

Euclides Mata, pescador margariteño de 37 años de edad, vive desde hace siete junto a su mujer y sus dos hijos en Puerto Cruz. Todos en el pueblo le llaman “Volao” y es la materialización corpórea de un sobreviviente de malaria. Ahora echa el cuento recostao de una silla, a las puertas del ambulatorio, y se alegra de que dentro de todo ya haya pastillas para tratar a quienes lleguen con los síntomas que él sufrió. Meses antes vivió un calvario al ir de hospital en hospital pidiendo ayuda para su malestar desconocido.

“Estaba viendo películas en mi casa y empecé a sentir fiebre. Mi mujer me daba una pastilla y a veces cedía pero volvía otra vez. Así pasé ocho días hasta que me mandaron a hacer un perfil 20, exámenes de orine, heces y placas de tórax. Mis plaquetas estaban en 69 y la bilirrubina en 2. Fue así como me tuvieron que sacar en lancha porque la ambulancia tiene los frenos y los cauchos malos”, narró “Volao”, quien recuerda el episodio con cierta molestia.

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Razones pueden sobrarle. A pesar de que su amigo Euladio, apodado “Flamenco”, lo cargó junto a otros pescadores y se lo llevó en bote, con fiebre de 40 grados, hasta Chichiriviche; allí solo le pusieron dos sueros porque no tenían otro tratamiento para atenderlo. “Volao” pasó por otros dos centros de salud y en ninguno de ellos dieron con el diagnóstico. En el “hospitalito” de Catia La Mar le dijeron que no podían atenderlo porque llegó con un récipe de Chichiriviche; y en el Periférico de Pariata, Hospital Dr. Rafael Medina, le colocaron un tratamiento que a su juicio no bastó para sanarlo.

“Me ponían inyecciones cada seis horas. Yo no sé qué coño era eso, lo que sí sé es que no sirvió de nada. Así pasé cinco días. Durante la mañana y la tarde estaba tranquilo pero de 11:00 a 12 de la noche me daba la tembladera. Entonces me metía una hora bajo la ducha. Fue después que le dio la broma a “Agú” cuando plantearon mi caso y ahí sí me hicieron las pruebas de malaria. Los epidemiólogos me sacaron sangre y me dijeron que en una hora volvían. No había pasado el rato cuando regresaron”, recuerda el pescador, quien pesaba 78 kilogramos y luego de la enfermedad registra 11 kilos menos.

—¿No le ha vuelto a dar?

—“Ni lo quiera Dios” —responde “Volao” persignándose.

Para “Agú”, Sebastián Branco Petri, Dios sí quiso. Como cristiano, argumenta que la enfermedad —que casi lo llevó a la muerte— la vivió para alertar a los otros miembros de la población sobre el brote de malaria que sí se registró en Puerto Cruz. “Por medio de mí se descubrió el caso”, enfatiza desde un local ubicado a pocos pasos de la orilla de la hermosa costa. Al igual que “Volao” sufrió los escalofríos, las náuseas, la fiebre y el dolor de cabeza. También creyó que se trataba de una simple gripe, pero como después de dos palos de ginebra el malestar no pasó, y se le quitó durante días el apetito, decidió hacerse los exámenes.

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“Agú” pasó por cinco centros de salud antes de recibir un tratamiento adecuado. En una clínica de Catia La Mar creyeron que era dengue, en el CDI de La Colonia Tovar solo le pusieron suero y jamás le bajó la fiebre, en el Hospital Vargas de Caracas le explicaron que no lo podían tener porque no había cama, y en el José Gregorio Hernández le calmaron el dolor pero igual lo despacharon, hasta que una prima enfermera llamó a Sanidad de Catia La Mar y allí sí le dijeron que tenían las medicinas. “El dolor en la espalda y en el pecho eran muy fuerte. Yo no podía ni hablar. Estoy vivo de vaina porque de verdad todos me echaron. No entiendo por qué hicieron eso en el último hospital, donde sí supieron que tenía. Allí una doctora me dijo: tú no tienes dengue sino malaria. Ahora me pregunto, si yo hubiese muerto, ¿de quién hubiese sido la culpa?Después de recibir las medicinas en Sanidad y soportar el tratamiento, “Agú” se abasteció de pata de pollo y pavo y con eso hizo una consistente sopa a la que le añadió jurel. Cree que eso sin duda lo ha fortalecido. Celebra que en el pueblo ahora sea más fácil atacar la enfermedad. Sin embargo, hace un llamado para que draguen el río y así no se estanque el agua.

Sebastián, quien es llamado Agú por ser estas las primeras palabras que dijo en la vida, piensa que ya es hora de sincerar la situación. Le parece que es muy egoísta la actitud de pretender esconder la enfermedad para atraer al turista, a riesgo de evitar que otras personas se infecten. “Hay que decir la verdad. Aquí la mayoría no quiere hablar sobre el asunto, pero yo lo viví y casi muero. Eso no lo deseo para nadie más”. Mientras tanto la música sigue sonando.

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