Investigación

Enfermedad pequeña, infierno grande

La escasez de medicamentos no se ciñe a la falta de fármacos para tratar enfermedades complejas. Para combatir un dolor de cabeza, una diarrea o una alergia también hay que hacer un largo recorrido por farmacias. Hallar una cura que no siempre está disponible es peor que el mal

Ilustración: Ainhoa Salas
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Lejos de las escasas quimioterapias, los contados anticonvulsivos y los esquivos antibióticos para tratar enfermedades complejas hay fármacos de uso habitual que tampoco están a la mano de quien los necesita y que por estos días son tan implorados como la ayuda humanitaria. Un dolor de cabeza causado por una migraña, puede fácilmente agravarse si quien lo padece tiene que lanzarse a una búsqueda a veces interminable por las farmacias del país.

Karla Coronado, por ejemplo, padece de migrañas desde joven. Con los años y la práctica aprendió que la única medicina que ayudaba a su organismo a superar la jaqueca y la casi incapacitación que produce era la Migradorixina. “Es la única que me quita instantáneamente la migraña. No la he conseguido y he tenido que resolver con acetaminofén para poder medio funcionar, me quita el dolor de cabeza pero no el malestar general. Porque si no el dolor me imposibilita y debo quedarme en cama hasta que se me pase”.

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En la casa de Karla, como en la de muchos venezolanos, hay una lista que se conoce de memoria de arriba abajo: la de los medicamentos que necesita cada uno de los miembros de la familia para que la búsqueda se haga desde múltiples frentes al mismo tiempo. “Mi mamá necesita Mevalotin para controlar el colesterol y tampoco hay. No lo toma desde hace dos meses y a veces no se puede levantar por los mareos y porque siente mucha debilidad. También necesita Pregabalina para la fibromialgia, pero tampoco se consigue. Así que siempre tiene dolores, siempre. Muchas veces no puede caminar. El sábado estuvimos en 10 farmacias y no conseguimos”.

Su hermana sufre de anemia y cada dos meses requiere infusiones ferrosas. El suero fisiológico es otro de los bienes más codiciados, incluso en los propios hospitales. Consiguieron la solución por alguien que las ayudó en el Hospital Clínico Universitario con la condición de que en cuanto encontraran en una farmacia lo devolvieran. “Probablemente lo tenga que mandar un familiar del exterior, como hace también con el ácido fólico”.

Las dos hermanas y la madre sufren de la tiroides y consumen Euthyrox. Karla sacrificó su dosis. “No lo tomo para que a mi mamá no le pegue tanto ya que no tiene las otras cosas”. La falta de medicación le ha hecho bajar 9,5 kilos de peso. “Estoy a punto de entrar en depresión porque no conseguimos nada, pero no puedo porque tampoco hay Clonac (ansiolítico)”, dice con humor.

Siempre desprevenidos

En los últimos años, Venezuela debe ser el país del trópico que menos le ha prestado atención a la prevención de los males que se presentan más o menos periódicamente según la estación. El fenómeno El Niño, que es relativamente predecible, ha sido la carta del gobierno nacional para explicar casi todas las penurias de los últimos dos años: no hay electricidad por El Niño, no hay agua por El Niño y hay sequía por El Niño. Aunque ciertamente el fenómeno incide en el clima del país, hizo falta visión y previsión para enfrentarlo.

Ahora llega la época de lluvia. Tampoco se observa movimiento para atacar los males que suelen asociarse a las precipitaciones: repunte de enfermedades transmitidas por mosquitos, gripes y diarreas. Las lluvias podrían ser la nueva excusa manoseada.

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Alejandro Álvarez, ambientalista y gerente de la Fundación Tierra Viva, conoce estos ciclos y este año ya los padeció en cuerpo propio y ajeno. “Hace dos semanas a mi hijo le inició una diarrea grave, luego de una mejoría empeoró y decidimos que lo viera un médico. La doctora que lo vio sospecha de un cuadro viral que produce esos síntomas y le recetó un antidiarreico, solución de rehidratación oral (Pedialyte) y un regenerador de flora bacteriana. Visitamos más de seis farmacias y no pudimos conseguir nada. En una de ellas me dijeron que no habían recibido medicamentos para tratar enfermedades gastrointestinales desde hacía varias semanas”.

Con ayuda de familiares y amigos consiguieron el Pedialyte y el regenerador de la flora bacteriana. El antidiarreico nunca apareció y debieron esperar a que el virus cumpliera su ciclo de vida dentro del cuerpo para que el niño de 13 años se recuperara. Una semana después, Alejandro tuvo el mismo cuadro. “Ahí ya tuvimos que recurrir a medicina casera. Hicimos una receta de sales de rehidratación que conseguimos en internet, sopa de plátano y muchísimo limón”.

Ahora es un mal recuerdo, pero la posibilidad de que la diarrea hubiera sido causada por una infección bacteriana o una amibiasis que habrían agravado la situación es un panorama que aún lo asusta. “Somos personas que en general estamos sanas y bien alimentadas, si le ocurre esto a niños pequeños mal alimentadas los manda para el otro lado. No hay para tratar una de las enfermedades más comunes en los trópicos y en particular en época de lluvia. Eso es inaceptable”.

Encuesta rápida

Una consulta informal en redes sociales sobre la situación de la salud en el país puede arrojar un sinfín de lamentos. Ante la sencilla pregunta de si se ha padecido la falta de insumos y medicamentos básicos las respuestas son variopintas: “¿No conseguir tensiómetro cuenta?”, “a mí me cuesta conseguir el antialérgico para la rinitis. No hay más básico que eso”, “mi mamá, como miles de hipertensos no consigue su pastilla para la tensión, se la mando yo de Argentina”, “El calcio y el ácido fólico para las embarazadas es el ABC del control prenatal y sin embargo es un lio, mi prima está en eso”, “No se consigue Viavox ni Voltarén (diclofenac sódico) en ninguna presentación. Antiinflamatorio de toda la vida”.

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La relatoría de la crisis es tan apasionada como pesados los tormentos que se llevan a cuestas. “Para comenzar no encuentro pastillas anticonceptivas en farmacias desde hace más de seis meses. La última caja la compré en diciembre. Ahora lo que hago es adquirirlas bachaquedas en el Mercado de Chacao y me puede costar entre 1.800 y 2.800 bolívares cada caja”, cuenta Ivonne Arellano, recién casada de 26 años de edad. También se le hace difícil tratar su conjuntivitis alérgica. No hay antialérgicos en tabletas ni en gotas. No hay colirio para los ojos ni lágrimas artificiales, así que resolvió aplicarse unas gotas que tenía en casa y que habían vencido en 2015.

“A mi suegra le dio cistitis y no consigue urodantina, bactrimel o macrodantina. Son medicamentos que limpian la orina. Antidepresivos tampoco tiene. A pesar de que en los sistemas de Locatel sale que hay, cuando fuimos no había. Y a mi suegro también le mandaron Berodual para nebulizarlo, una vez logramos que una amiga nos lo trajera de Punto Fijo, pero no se consigue por ninguna parte”.

La impotencia del que está lejos

Quienes abandonaron el país ven con preocupación las penurias de las personas amadas que dejaron en Venezuela. Amanda Farías vive en Barcelona, España, y se desespera al no poder ayudar a conseguir los fármacos que ayuden a sus abuelas ancianas y a sus padres a tener mejor calidad de vida. “Mis abuelas necesitan centros de cama y pañales, y no siempre se consiguen. Mi mamá salió de una diarrea y requería enterogermina y tampoco, también necesita Simeticona, un antiespumante para los problemas de gases y menos”. Una de sus abuelas solo puede comer semisólidos, por lo que los suplementos nutricionales son vitales, pero hace meses que las farmacias los ofrecen esporádicamente y a precios altos, pues son importados.

La resignación signa a su familia cuando no disponen de algún producto. Hace 15 días no compran pañales, y dejaron de usar el antipsicótico de una de sus abuelas, la enterogermina de su madre y el antialérgico de su padre.“A mí me da mucha impotencia de no poder mandar nada porque todos esos medicamentos son muy caros y para algunos necesito récipe. Además no es solo el gasto de la medicina sino el del envío que es también costoso”.

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En Chile, en una audiencia correspondiente al 158° Período de Extraordinario de Sesiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la ministra de Salud, Luisana Melo, dijo: “los estándares de salud en Venezuela son reconocidos internacionalmente, la pobreza ha disminuido 5%. El gobierno aumentó la inversión social y logró disminuir los índices de desnutrición y hambre”. Esta semana, además, el Tribunal Supremo de Justicia declaró inconstitucional Ley Especial para Atender la Crisis de Salud porque, entre otras cosas, era un “hecho público y notorio” que el gobierno estaba haciendo esfuerzos para paliar la situación con los convenios de China e India firmados a principios de año.

Mientras esos convenios terminan —o empiezan— de dar frutos, seis ONG introdujeron ante el mismo tribunal una demanda de protección de los derechos de los venezolanos que padecen por la escasez de medicamentos e insumos, y personas hacen maromas para recibir cargamentos procedentes del exterior con auxilio. La ayuda humanitaria sigue en espera.

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