Es más fácil viajar a Tombuctú que conseguir Harina P.A.N

En estos tiempos duros, parece que la depresión depende enteramente de la ubicación geográfica de cada quien. El venezolano promedio, que se enfrenta diariamente a la escasez, la inseguridad, los altos precios y las eternas colas, puede resultar un caso de estudio para cualquier psiquiatra. En un país en donde las cosas apenas funcionan, un hombre no se deprime por mujeres sino por la Harina P.A.N

Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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 Problemas del Primer Mundo

Imagínese este cuento: un escritor estadounidense de 35 años decide que está deprimido. ¿Por qué está deprimido? Su esposa lo dejó por su editor. Fue una tragedia. Una mañana se encontró jurungando Google Earth ─donde suelen ingresar los desalentados que no quieren ni pensar.  El triste literato cae en la ciudad africana de Tombuctú. Del lugar no sabe nada, salvo que hace referencia a la popular frase gringa: “From here to Timbuktú”. En español: «esa verga es lejos».

Siete días después ese mismo escritor está sentado en el asiento 17B del vuelo de Air France que lo llevará de Los Ángeles a París y de ahí directo al Aeropuerto Internacional de Bamako-Sénou, a 15 kilómetros de la ciudad de Bamako, capital de Malí, en el oeste de África. Por suerte, consigue dormir un poco en los dos vuelos que le corresponden.

Sin tiempo para pensar en lo que comprende haber dejado su casa hace 21 horas, el escritor se prepara para emprender el viaje que lo llevará hacia Tombuctú. La mejor manera para llegar es en barco por el Río Níger. Para ello, debe conseguir un autobús que lo lleve a Kulikoró, a 56 kilómetros de Bamako. De ahí, debe montarse en otra nao que lo lleve a Kabara. Eso le tomará cuatro días. Al arribar a Kabara estará a seis kilómetros de su destino final y un taxi compartido lo dejará, en cuestión de minutos, en un hotel donde colapsará, muerto de cansancio junto a una maleta, en la cama de su habitación.

Para ese momento, el escritor habrá aprendido que Tombuctú es lejos que jode.

Problemas del Tercer Mundo

Ahora imagínese este cuento: un escritor venezolano de 35 años está deprimido. ¿Por qué está deprimido? Abrió la despensa y encontró que se había consumido la totalidad del mercado de la semana. Fue una tragedia. Una mañana en la que anda metido en Twitter ─donde suelen ingresar los desalentados que no quieren ni pensar─ nuestro triste literato encuentra el siguiente mensaje de 70 caracteres: “Hay Harina P.A.N en el Automercado Plaza’s. La cola comienza en Tombuctú”. De ese lugar no sabe nada, salvo que hace referencia a la popular frase gringa: “From here to Timbuktú”. En español: «ya todo el mundo se enteró de que hay Harina P.A.N en el Plaza’s».

Siete días después, ante otro pitazo, ese mismo escritor se encuentra sentado en el asfalto de la calle aledaña al Automercado Plaza’s mientras sostiene el ticket número 178 que lo llevará del estacionamiento a la entrada del automercado y de ahí directo a la caja registradora, a 15 metros de donde comenzó. Todo el que lo rodea, incluido él mismo, parece un habitante de alguna ciudad en el oeste de África. Por suerte, consigue los dos paquetes que le corresponden.

El escritor se prepara para emprender el viaje que lo llevará de regreso. La mejor manera para llegar es caminando al Metro, pero los motorizados hambrientos por sus dos paqueticos hacen de esta una peligrosa misión. Para ello, debe apretar la compra contra su pecho durante los 15 minutos que le tomará caminar del automercado a la conglomerada estación. Al salir debe coger un taxi que lo dejará en su edificio, donde tras abrir dos puertas de seguridad y “datear” a la vecina de su compra, colapsará, muerto de cansancio junto a una bolsa de supermercado, en el piso de su habitación.

Para ese momento, el escritor habrá aprendido que Tombuctú no queda tan lejos. A fin de cuentas, él vive en Venezuela. Donde todo toma más tiempo, más sudor y más trabas que llegar a ese lejano lugar en África.

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