Crónica

Escasez veterinaria: la muerte de las mascotas

Gasas, suturas, jeringas. Los insumos médicos básicos para operaciones a animales se hacen cada vez más escasos. Las mascotas, sin voz ni voto en sus dolencias y carencias, sufren las consecuencias del desabastecimiento. Sus dueños la padecen en su peregrinar por vacunas, pastillas, ungüentos, comida, cuya aparición esporádica en las estanterías de las tiendas y clínicas veterinarias es casi un hallazgo

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En las clínicas veterinarias se espera, se sufre y se desembolsan decenas de salarios mínimos por una intervención quirúrgica. Allí no se discriminan las razas ni se atiende preferencialmente según la edad. Caninos y felinos domésticos–quienes acuden con más frecuencia– esperan su turno en igualdad de condiciones. Los pacientes de cuatro patas entran y salen como pan caliente, desde perros Golden Retriever hasta gatos callejeros, todos con la esperanza de sus dueños de sanar sus enfermedades. Las dolencias de las mascotas se traducen en un golpe al bolsillo de los amos.

El alto costo de los implementos médicos y su desaparición de los anaqueles han impactado en las facturas a cancelar. “Una operación tan sencilla como la castración, que es un proceso en que el animal no está ni una hora en la sala quirúrgica, sobrepasa los cien mil bolívares en muchos sitios porque no se consiguen los insumos”, explica el coordinador de una clínica privada que prefirió mantenerse en el anonimato.

Ringer lactato, solución dextrosa y fisiológica, suero, anestésicos, analgésicos, catéteres, jeringas, agujas, quimioterápicos, exámenes de sangre, tubos de ensayo, sondas de alimentación, yesos, tintes de citología, test parvovirus… La lista de insumos desaparecidos es casi tan larga como las enfermedades y sus distintas aristas. De acuerdo con el coordinador, conseguirlos representa una odisea que debe navegar en mares de poca producción nacional e importaciones en franco descenso. “De 15 distribuidoras aproximadamente que nos suplían de artículos, quedan seis como mucho. Las demás se han ido del país. Hace dos años se comenzó a ver la escasez, pero jamás había llegado a estos niveles en que no hay ni suero”, explica el coordinador.

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Salud en espera

La crisis es transversal, dentro y fuera del quirófano. Tratamientos que otrora eran de fácil adquisición se vuelven casi inaplicables ante la ausencia de medicamentos, incluso para personas. “Antes era más sencillo porque le decías al paciente que comprara la medicina en la farmacia él mismo. Son muchos los medicamentos para humanos que se le pueden recetar a una mascota. Pero con este panorama es casi una maldad recetarles algo que no van a conseguir”, explica Carolina Tosta, médico veterinario. Aplicar el tratamiento de forma intrahospitalaria es su solución la mayoría de los casos, mientras se consigan los fármacos. En otros, cuando el presupuesto o el tiempo para ello no alcanzan, los amos deben escoger entre la salud propia o la del animal.

Mango, un Shar Pei de 10 años, debe sufrir las consecuencias de que en las droguerías caraqueñas el medicamento para tratar su hipotiroidismo se haya convertido en un recuerdo amargo. “Mi mamá también sufre de eso y tuvimos que ponerlo en la balanza. Mango necesitaba 150 microgramos de Eutirox y mi mamá 25. Antes se lo dábamos también al perro, pero desde hace más de un año que no se consigue y se tuvo que escoger porque la cosa está muy difícil. Ya ni siquiera se consiguen acá y mi mamá tiene que comprar las pastillas afuera”, explica su dueña, María Lucía Vera. Ante dolencias no manifestadas, el canino sigue con una enfermedad que le ocasiona, entre otros síntomas, pérdida de pelaje.

Conseguir Neurontin, también empleado para aliviar dolores en quienes los manifiestan con ladridos, se convirtió en la cruz de Deborah Pascual hasta el último aliento de Rouly, su Labrador mezclado con Pastor Alemán. “Desde comienzos de 2014 comenzamos un tratamiento de por vida y compramos bastantes, siendo previsivos, pero no pude reponerlas porque de un momento a otro desaparecieron”, explica Pascual, recordando su peregrinar por farmacias caraqueñas. Al Neurontin se le sumaron Anticilina -antibiótico para tratar la gripe que sufrió la mascota- y unas gotas oculares, “que conseguí por el quinto carrizo en Caricuao”. “Uno hace todo lo posible si ve que el perro tiene sus ganas de vivir, pero pareciera que el país no te deja”, se queja.

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Los caninos corren con suerte en términos de inmunidad: las vacunas séxtuple y antirrábica aún se consiguen en el mercado, asegura la médico veterinario. Sin embargo, la triplefelina para gatos “no se consigue desde hace unos cinco o seis meses”, explica.

Ni pan ni agua

Una buena bañada como cura de todos los males es una proeza en la Venezuela del siglo XXI que, para ñapa, comienza su 2016 con un plan de racionamiento de agua, alargada sequía y pronósticos desérticos. “Por lo de la piel deberíamos bañarlo dos veces al mes. Hace tres meses que no lo bañamos porque en la clínica veterinaria donde siempre lo llevamos se va el agua”, añade Vera.

Carmen Centeno no ha divisado más champús anti pulgas en las tiendas desde que compró el último en diciembre del año pasado a más de 2 mil bolívares. Lo ha rendido para no descuidar la dermatitis seborreica de Canela, su perra mestiza de 5 años, producto del rascado. “Ya no se consigue variedad de marcas sino cualquier champú que en realidad puede no ser bueno. Collares anti pulgas y pipetas tampoco, y cuando las veo, los precios son demasiado altos”, explica Centeno.

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Y como si las enfermedades no fuesen suficientes, las mascotas deben someterse a la dieta de “lo que se consiga”, que impacta en sus sistemas inmunológicos con saldos negativos el presupuesto de sus amos. Shakira di Marzo, dueña de tres gatos –ocho y tres años, y dos meses – ve cómo en las estanterías se presentan, al menos, una opción para perros y ninguna para gatos. “Se ve pura perrarina de una sola marca y eso no se lo comen. Como no se consigue gatarina, les damos cuando podemos atún en lata y sardinas en bandeja y los mezclamos con la perrarina”, explica, con los cuatro dígitos que marca el precio del atún enlatado en mente.

Canela, como vivo ejemplo, ha bajado de peso luego de que su dueña no consiguiera la marca Dog Chow con la misma frecuencia que antes. Males que se acumulan sin ellos poder controlarlo y que recaen, nuevamente, en su salud. “Ya en este punto, le doy lo que consiga y eso la ha deteriorado muchísimo porque no es la misma calidad de la alimentación. Cuando consigo arroz se lo mezclo con la carne para perros. Yo sé que no se recomienda darle pasta y arroz porque le hace daño en las uñas y el pelo, pero es lo que hay. Si no, se queda sin comer”, se lamenta Centeno. La supervivencia animal en su expresión más venezolana.

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