Sociedad

Estirar la última pensión con una moneda desahuciada

En julio de 2018 los pensionados cobraron un monto ligeramente superior al habitual, al incorporar un retroactivo y un adelanto. Así se llegó a 8 millones de bolívares fuertes, la última asignación con la moneda que ha dejado de circular en Venezuela un mes después. 80 bolívares con la reconversión que nadie advirtió deberían estirar hasta septiembre, como se confirmó el día en que algunos se preparaban para ir al banco a renovar su ingreso. Aquí algunas historia de quienes buscaron por última vez su pensión con una moneda ya desaparecida

FOTOGRAFÍAs: Daniel Hernández
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No habrá cobro de pensiones en agosto. El presidente del Banco de Venezuela, José Javier Morales, soltó el 22 de agosto que el siguiente pago será ya en septiembre, con nuevos montos y nueva moneda «soberana». Informó el funcionario que se decidió suspender la entrega del dinero programada para el 23, 24 y 25 de agosto con el fin de que se puedan cobrar no los BsS 42 que estaban ya anunciados (BsF 4.200.000), sino el primer monto correspondiente en el nuevo sueldo.

El 22 de agosto, la vicepresidenta Delcy Rodríguez confirmó la especie y detalló que los pensionados recibirán un primer aporte el 1 de septiembre, y luego de nuevo el 7 de ese mes otra parte para completar el total el día 14. «Ya para octubre se regresará al sistema de pago adelantado por mes”, explicó Rodríguez.

Quienes se preparaban para acudir a los bancos a cobrar, recibirían montos pequeños, reducidos para sobrevivir en una hiperinflación que ya busca adaptarse a montos «soberanos» más abultados. Ahora deberán esperar y estirar lo que les haya quedado en el bolsillo desde un mes antes, cuando en el mes de julio, los pensionados salieron de sus casas con la intención de poder cobrar en efectivo el dinero que les correspondía por pertenecer a la tercera edad.

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Entonces el Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS) había informado que recibirían 8.400.000 bolívares, el último monto en millones, correspondientes a los retroactivos de junio y julio, además del depósito del mes de agosto y el bono de la “Guerra Económica”. La alegría de sostener tantos billetes juntos duró poco.

Aunque el 13 de abril la Superintendencia de las Instituciones del Sector Bancario (Sudeban) había pedido a los bancos, tanto públicos como privados, que garantizaran el pago del monto completo en efectivo, además de la implementación en marzo del pago por terminal de cédula de identidad para que los pensionados recibieran la mayor cantidad de efectivo, tres meses después la orden no se cumplió. La crisis de billetes en el país fue más fuerte. Al llegar a las entidades bancarias, a los pensionados les fue entregado dos millones de bolívares, tan solo 23% de lo prometido.

pensionados 6El resto del dinero sería depositado en cuentas bancarias, pero a muchos no pareció agradarles la idea. Poseer efectivo en Venezuela da beneficios que las transacciones electrónicas no ofrecen: comprar los productos más baratos. Los pensionados no esperaron para protestar por dos días consecutivos y exigieron el pago completo del beneficio. Pero sus quejas no fueron escuchadas.

En el año 2011, el Seguro Social fue ampliado: cualquier persona de la tercera edad podría cobrar la pensión, a pesar de no haber cotizado, tras la implementación de la Gran Misión Amor Mayor, creada por el presidente Hugo Chávez. Ya no importó ni siquiera las escalas al momento de jubilarse. El resultado es un mismo monto para todos. Actualmente, hay más de cuatro millones de pensionados, según cifras oficiales.

Josefina Tirado, lo que sea por el efectivo

Josefina Tirado salió tempranito en la mañana de su casa. Se puso unos zapatos cómodos, se abrigó con un suéter, se echó un bolso al hombro y se lanzó a la calle. El reloj marcaba un poco más de las 5 cuando ella ya estaba esperando la llegada de una unidad de transporte público que la ayudara a atravesar casi todo el municipio Libertador, desde su vivienda en Caricuao hasta la avenida Urdaneta en el centro de Caracas.

Subió en una unidad que la dejó en la esquina Carmelitas y caminó alrededor de ocho cuadras, con sus 74 años a cuestas, hasta la esquina Candilito donde está la oficina del Banco Mercantil a la que siempre acostumbra a ir para recoger su pensión de sobreviviente. Siempre ha sido ama de casa, nunca cotizó por el Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS), pero obtiene el beneficio por los más de 35 años en los que su esposo trabajó como radioperador en Radio Caracas Televisión (RCTV) antes de fallecer, hace unos cuantos años.

Llegó a la agencia bancaria casi a las 7 de la mañana, y se dio cuenta que sería una jornada muy extensa cuando a esa hora ya había muchísima gente haciendo la cola en la calle para entrar al lugar. La noticia fue corriendo poco a poco por cada uno de los pensionados: “Estaban diciendo que hoy solo van a dar dos millones en efectivo”. El pago total era de 8.400.000 bolívares. “No es justo que solo paguen ‘2 mil’, porque el resto lo van a depositar en la tarjeta pero no se puede comprar igual”, expresó.


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Cuatro horas después todavía le faltaba mucho para llegar a la taquilla, tenía alrededor de 50 personas por delante en la fila. Pese a todas las horas que llevaba y las que aún tenía que hacer si quería irse con plata en el bolsillo, Tirado lo veía necesario, lo que haya que hacer para economizar en tiempos de crisis. “Vale la pena porque te ahorras mucha plata comprando cosas en efectivo. Si vas a comprar huevos, te salen más barato”.

La mujer perdió la cuenta de cuándo fue la última vez que compró carne o pollo en el mercado. De hecho, no todos los días come las tres comidas. “Hay veces que dos, hoy ni siquiera he desayunado”, confesaba. Con el dinero que recibió el mes anterior por la pensión, 1.400.000 bolívares, solo le alcanzó para adquirir medio cartón de huevos y unos cuantos kilos de verduras. Aunque vive con tres de sus seis hijos, dos están desempleadas y una trabaja para mantener a sus propios retoños. “Yo compro lo que puedo y estiro la plata hasta donde llegue. Vamos a ver hasta dónde me alcanza hoy”, soltó con pesar antes de volver a sumergirse en la larga fila que aún le tocaba completar.

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María de Lourdes Sanabria, ¿mejor poco que nada?

Al otro lado de la avenida, a María de Lourdes Sanabria le faltaban menos de 10 personas para entrar al Banco Bicentenario, ubicado a pocos metros de la plaza La Candelaria. Ella sabía que le venía un día largo por delante, así que se despertó a las 4 de la mañana para poder hacerse una arepa y comérsela antes de salir de su casa en la parroquia Altagracia, “para no andar con ese estómago vacío por ahí”. Antes de llegar a ese banco, primero se paseó por unos cuantos. Así que cuando llegó a las 7 de la mañana a la entidad bancaria de la avenida Urdaneta, ya estaba más que enterada de lo que iba a encontrar: “En todos los bancos estaban dando dos millones en efectivo nada más. Eso es lo que están pagando”.

La cola avanzaba y para “tener mayor control de las personas”, un empleado del banco le quitaba la cédula a los pensionados y le daba un papel con el nombre y número de identificación. Ella esperó con paciencia y mientras tanto se preguntaba en qué gastaría esos insuficientes dos millones de bolívares. “Ese dinero no me sirve para nada, debo un millón ya. Y con el resto… No sé qué compraré”, decía con una sonrisa y un tono de resignación en la voz.

pensionados 4Para que la crisis no le pegue tanto al bolsillo ha optado por disminuir las cantidades. “Poco, pero como. No hay que comer mucho”. Hace más de un año que no sabe qué es comer pollo, mucho menos carne. De vez en cuando atún o granos, solo si vienen en la caja que entrega el Gobierno a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Come “pura arepita del CLAP, a veces sin nada adentro. Uno medio se resuelve”.

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Con 60 años, Sanabria todavía limpia casas y plancha ropa. Toda la vida lo ha hecho. Tiene cinco clientes fijos y a cada uno le cobraba en julio 800 mil la jornada. Aunque ya no trabaja todos los días de la semana porque “a veces la gente no tiene cómo pagarme”, y eso era antes del brutal aumento de 3.200% del salario mínimo. Con el trabajo de su pareja, que arregla extintores, tratan de resolver entre los dos. Pero no rinde. “Tenía que hacerme una resonancia con contraste y me costaba siete millones. Ni busqué hacérmela, dejé eso así”.

María de Lourdes cobra la pensión gracias a la Gran Misión Amor Mayor. No esconde su agradecimiento con el chavismo: lleva una franela “roja rojita” con la frase “La constituyente sí va” estampada en el pecho. “Yo sí apoyo al Gobierno, a mí me gusta. Pienso que hace bastante por nosotros los venezolanos. Yo veo en la televisión que en otros lados la pasan peor”. Aunque piensa que la situación en el país es complicada. Aunque cada vez se le hace más difícil adquirir alimentos, no se queja. “Algo ayuda la pensión. No es la solución, pero ayuda”.

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Américo Armas, años de servicio en vano

Américo Armas se apoyaba de brazos cruzados contra la reja de la entidad bancaria. Detrás de sus lentes ovalados, sus ojos solo dejaban lugar para entender dos cosas: el fastidio y el cansancio que lo invadían. Llevaba más de seis horas de cola afuera del Banco Fondo Común, frente al puente de la avenida Fuerzas Armadas, y las más de 100 personas que tenía por delante no daban señales de que la espera por cobrar su pensión culminase pronto.

“Yo no sé qué sucede en este caso, pero hay un retraso bastante prolongado en el pago, hay mucha lentitud”, explicó el anciano de 77 años. Pese a que hablaba sin alzar la voz, el hastío seguía ahí y no lo ocultaba. “No es justo que en esta cola pongan un solo cajero para los pensionados, deberían darnos prioridad”. Todavía no había amanecido cuando él ya estaba ahí, con sus pantalones marrones de vestir, una camisa blanca de rayas y unos zapatos elegantes, resaltando entre el resto. Antes acostumbraba a ir a un banco en Quinta Crespo, más cerca de su hogar, pero debía pasar mucho tiempo bajo el sol. Así que cambió de sede, aunque esa tampoco lo trataba mejor. “Estamos mal, pero vamos bien. De aquí terminaré saliendo a las 12 o a la 1 de la tarde”, afirmó con una sonrisa.

pensionados 3Armas lo repetía varias veces para que no haya confusión: el derecho a cobrar su pensión se lo ganó con el sudor de su frente, tras 36 años de servicio en distintas dependencias de la administración pública. “Yo hice mis diligencias, tenía todas mis cotizaciones completas”, mencionaba con orgullo. Cuando se jubiló, trabajaba como inspector de servicios públicos en la alcaldía del antiguamente llamado Departamento Libertador. Si en ese momento le hubiesen dicho que tendría que hacer una fila inmensa y pasar tanto martirio para recibir una pensión insignificante, hubiese pensado que le hacían una broma de muy mal gusto. “Con esta miseria que un cobra, ¿cómo hace? No nos alcanza ni para dos panes. Ni siquiera para medio comer”, expresaba y los compañeros de la cola asentían varias veces, respaldando su comentario.

Aparte de tener que administrar el dinero para comprar alimento, Armas intenta utilizarlos para adquirir sus pastillas de la tensión, pero no siempre lo logra. “La mayoría de las personas de la tercera edad sufrimos de enfermedades. Si compramos medicinas, no comemos”. Aseguraba que cubre los gastos de sus medicamentos gracias a la “ayuda extra” de sus hijos. “Si no fuera por ellos, no podría comprarlos”.

Pese a que el resto de las personas salían del banco con tan solo 2 millones de bolívares, a él le gustaba creer que se iría con más de 8 millones en el bolsillo. “Yo espero que nos den lo que nos corresponde” soltó tajantemente. La esperanza es lo último que se pierde.

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Natividad Carvajal, inmigrante agradecida

“Bicentenario siempre ha pagado completo”, decía Natividad Carvajal con su libreta en mano, frente a la sede bancaria ubicada en el bulevar de Sabana Grande, en la parroquia El Recreo. Formaba parte del próximo grupo de personas de la tercera edad que pasarían a la taquilla para cobrar su pensión. Mientras tanto, hacía una cola en la vía y conversaba con el resto. En más de tres horas de espera y sin mucho qué hacer, hablar era la mejor idea. Sin importar los comentarios de los demás, ella se mostraba optimista y confiaba fielmente en que le entregarían ocho millones de bolívares en efectivo, en vez de dos. “Si me dan dos millones, no me alcanza ni para un pollo”. La opinión fue unánime: “Ojalá nos paguen todo”.

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La falta de billetes también le complicaron su llegada temprano al banco. De nada sirvió que se despertara a las 4:30 de la mañana, porque tuvo que esperar a las 8 de la mañana a que un vecino le diera la cola desde Mariche hasta Sabana Grande y así evitarse caminar más de tres cuadras hasta el Metro Cable y tener que tomar una unidad de transporte público. “Solo tenía 20 mil bolívares y a veces las camionetas me cobran 10 o 15 mil bolívares. No quería quedarme sin nada de dinero”, explicó la mujer de 70 años.

pensionados 2Natividad Carvajal es peruana y pisó territorio venezolano hace 28 años. Vivía con un hombre que la maltrataba y su casa, y hasta su país, eran cada vez menos seguros para ella. “Donde sea me iba a encontrar”, sin dar mayores explicaciones. Decidió emigrar y tomó los caminos verdes, cruzando el puente sobre el Río Limón, en el estado Zulia, con el propósito de encontrar tranquilidad en otras fronteras. En Venezuela lo hizo. Años después, hasta se nacionalizó. Ahora vive sola, “pero bien acompañada por Dios y sus ángeles”. Su nueva vida se la agradece al Gobierno y, sobre todo, al “comandante eterno”. “Si no hubiera sido por el presidente Chávez, no tuviera mi cédula ni estaría legal”, comentaba con entusiasmo.

Durante los primeros años en Venezuela, estuvo vendiendo café a las personas de su sector del municipio Sucre. Sin embargo, una fuerte caída le dislocó el hombro derecho y desde entonces no se atrave ni quiere hacer mucho esfuerzo. Su único ingreso es la pensión, que recibe por haberse inscrito en la Gran Misión Amor Mayor.

Pero Carvajal no se lamenta, para ella “peor es nada”. Pese a todo, se siente afortunada. Contaba que recibe la caja CLAP, diariamente hace arepas y cocina caraotas que le duran en la nevera hasta dos o tres días. “Yo también sufrí en Perú en los años setenta. Me anticipé a esto y en algún momento compré muchas latas de atún. Con eso estoy sobreviviendo ahora. Yo no me quejo, lo poco que tengo lo mantengo. Con la edad de uno, ¿quién le va a dar trabajo?”, se preguntó antes de que los gritos de “¡siguiente!” de los empleados del banco la hicieran pasar en busca de su beneficio.

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Alquimedes Díaz, cansado del abuso

Alquimedes Díaz quería que su día fuese productivo. Por eso salió muy temprano de su casa, ubicada en La Guaira, para llegar a Caracas a primera hora, poder cobrar su pensión y que le diera tiempo de hacer otras diligencias que tenía pendiente desde hace días. El plan se vino abajo desde el inicio.

En la oficina del Banco Fondo Común de la avenida Francisco de Miranda, en el municipio Chacao, la fila marchaba lento, “cada dos horas pasan como 10 personas”, se quejaba Díaz. Las más de cinco horas de espera le quitaron el optimismo de poder hacer sus trámites. “Todo depende a qué hora salga de aquí. No creo que me dé chance”. Perdió toda la mañana en la cola. Eran las 12 del mediodía y todavía seguía a dos personas de entrar al banco.

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Quienes ya habían salido con los billetes en mano le daban la noticia a los demás: solo están pagando dos millones de bolívares. “Siempre han pagado todo en efectivo, deberían hacerlo así”, opinó. No tendría problema en que el resto del dinero se lo transfieran a su cuenta, excepto por el hecho de que los productos los venden más económicos cuando el pago no es por punto de venta. “En tarjeta te cobran todo más caro. Si algo sale en 300 mil en efectivo, en tarjeta te clavan 1.500.000”, dijo con exasperación. Para él, recibir solo la mitad del dinero prometido como parte de su pensión es un atropello, ya que considera que con los dos millones no es mucho lo que puede hacer.

pensionados 1“Deberían darnos nuestros reales. No está bien que yo pierda todo el día aquí y solo me den una parte. Nada más aquí ya nos gastamos tres millones en empanadas y un jugo para el desayuno, y vamos a cobrar dos mil”. La reconversión a cinco ceros ya había sido anunciada, pero no asumida. Sin embargo, Arquímedes no veía otra solución, sino estirar los billetes “hasta donde lleguen”.

Explicaba que si no fuese por la ayuda de sus tres hijos, no podría vivir ni poder pagar las pastillas que necesita para la hipertensión. “Una caja de Losartán sale en siete millones. ¿Cómo yo cubro eso? El seguro me alivia un poco, de cuatro pastillas me da una sola. Pero yo tengo que guerrear con el resto”, comenta el septuagenario.

Díaz trabajó como albañil en el Ministerio de Infraestructura por 43 años. Luego de tantos años de oficio, jamás imagino que iba a tener que hacer cola por cobrar su dinero. “Esto es una injusticia, un abuso. Este es el peor Gobierno que ha tenido Venezuela”.

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