Las ciudades del gigante muerto

La “Gran Misión Vivienda”, uno de los tantos proyectos que Hugo Chávez amagó para supuestamente saldar la deuda del Estado con los miles de damnificados del país, es hoy un completo desastre urbanístico y social. Cuanto terreno vacío hay, tantos edificios se alzan sin planificación ni planes de reinserción ni educación cívica. Construcciones deplorables, corrupción y chanchullos en los materiales, trata de trabajadores y pillaje son algunos males de estas ciudades “invivibles”

fotografía alejandro cremades
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El sueño de todo conquistador es fundar una ciudad y ser venerado como el benefactor, el padre, el corazón de la patria. Así lo vería, quizás, el teniente coronel, Hugo Chávez, desde su helicóptero cuando señaló un punto ubicado en la montaña a unos kilómetros de la autopista Caracas-La Guaira. “Ahí nacerá una ciudad y su nombre será Caribia”. A lo que, probablemente, masculló algún lacayo: “pero comandante, por ahí pasa la falla de Tacagua”. El jerarca, sin voltear, respondería en tono solemne, “he dicho.”

Pero ese sueño de emperador romano, quizá sea, más bien, como una borrachera perenne o una enfermedad que acelera en la medida que el cuerpo cede, no debe ser suficiente construir un monumento a uno mismo, se debe llegar a donde nadie ha llegado, así raye en el absurdo. Fundar una ciudad dentro de una ciudad. “Dentro de Caracas cabe otra Caracas”. Estas palabras del Ministro —para la Transformación de Caracas— Farruco Sesto —también pronunciadas por Hugo Chávez—, quedaron a la postre como muestra de la adulancia y complacencia al comandante supremo y eterno y, más importante aún, como evidencia de responsabilidad ante lo que será, sin duda, la catástrofe urbanística más dramática de Latinoamérica.

Hay algo podrido en Tiuna

Quien entre a Caracas por Hoyo de la Puerta, desde la bajada de Tazón, además de un imponente cuadro del Ávila, podrá apreciar al Leviatán de la Misión Vivienda. Ciudad Tiuna, un proyecto de 42 edificios destinado a darle techo a miles de personas damnificadas que, como consecuencia de importantes retrasos en la entrega de las obras, se han ido acumulando en refugios de corte militar y hoteles secuestrados por el gobierno para ser utilizados como albergue. En un reciente trabajo para El Universal, Jorge Hernández, destacó que miembros de la Unión Bolivariana de Trabajadores afirman que, a la fecha, la paralización de las obras encargadas a la Fundación Rusa para la Construcción de la Vivienda llega al 75%.

Desde el inicio de sus operaciones en el país, este grupo ruso fue protegido y amparado por el mismo Chávez, tomando en cuenta, por supuesto, que el gobierno nacional había llegado a importantes acuerdos de energía, financiamiento y construcción con distintas empresas rusas relacionadas. Luego de la muerte del presidente Chávez y vista la clara demora en la entrega del proyecto —debió terminarse en noviembre de 2012—, distintas organizaciones achacaron las culpas de las fallas en la construcción del complejo a la Fundación. Así, Nicolás Maduro, emulando a quien lo ungió, tuvo que dar un fuerte regaño público al Ministerio de Vivienda y Hábitat para que dieran su lugar a la Fundación. Dijo: «Si mi padre, (Chávez), los tenía como hermanos, entonces los rusos son mis tíos. Ayúdenlos.»

No solo se han prendido trifulcas o disputas públicas por la demora, sino también, recientemente, se denunció la posible demolición de algunos de los edificios por su construcción negligente. Si bien muchos expertos han determinado que el trabajo ha sido deficiente, los representantes de la Fundación afirman que las debilidades estructurales solo afectan el 1% de cada una de las edificaciones y que su reparación requeriría de simples reforzamientos y calibraciones. Más allá de especulaciones en la prensa, trabajadores, que estuvieron relacionados al proyecto, revelaron que estas fallas se deben a un tipo de cemento de mala calidad contratado a la cementera de una persona cercana al gobierno nacional.

Según explica un grupo de ingenieros de la Fundación, “el retardo en la culminación del proyecto fue causado por la terminación de la relación contractual con las contratistas venezolanas que manejaban a los obreros”. Dicen, incluso, que estas empresas dejaron unos pasivos laborales que hubo de cubrir la Fundación —alrededor de 400 millones de bolívares. Sin embargo, fuentes cercanas a los sindicatos, esgrimen que esa deuda la cubrió el gobierno directamente.

En la intimidad, Vitaly Kryuchkov, el ingeniero que dirige a la Fundación Rusa, explica, a sus empleados, que parte importante del retraso se debe al entorpecimiento de los protocolos por parte de los inspectores de PDVSA —a quien corresponde la inspección de la obra. Recientemente, Kryuchkov invitó a representantes de la prensa a ver los edificios para que comprueben que son de muy buena hechura. Los periodistas, por supuesto, no son expertos en estructuras.

Hoy, el principal problema es que los presupuestos estaban calculados con costos de 2011 y 2012, y la inflación ha afectado de muerte el flujo de caja del proyecto. Las culpas se las barajean entre el Ministerio de la Vivienda, PDVSA, la Fundación y las contratistas venezolanas. Lo que es claro, es que existen muchas irregularidades sin explicación, como la contratación del cemento de baja calidad, o como el hecho que las viviendas se encontraban acondicionadas para equipos que funcionarían con gas directo, y terminaron siendo equipadas con cocinas eléctricas. Vaya lucha contra la corrupción.

A la manera china

En medio de la tormenta de acusaciones que han recibido los rusos, el grupo ha sido también denunciado en distintas ocasiones de violar la ley laboral. Han tenido incontables problemas con sindicatos que los acusan de emplear trabajadores a destajo. Sin embargo, la gran mayoría de los obreros que están trabajando estas obras son venezolanos. Por otro lado, la empresa que más edificios ha entregado es la china —las obras de Ciudad Tiuna han sido encargadas a rusos, bielorusos, y chinos. Explican los ingenieros que su sistema de vaciado y estructuras prefabricadas han sido de ayuda pero, lo más importante, casi toda su mano de obra es extranjera. Sí, china.

La regulación laboral venezolana es muy estricta en cuanto al número de empleados extranjeros que puede tener una empresa en Venezuela. Quien haya tenido que lidiar con estos asuntos de contratación de mano de obra extranjera para trabajar en el país, sabe que, para los casos en que se pretenda superar los límites que establece la ley, se requiere de un permiso especial por parte del Ministerio del Trabajo. Esta dispensa es una excepción sumamente difícil de obtener. Y, sin embargo, las empresas chinas que trabajan en ciudad Tiuna han ingresado miles de trabajadores al país. Personas que trabajan cerca de los obreros chinos cuentan que son hombres que traen desde China, presos y delincuentes, para efectuar labores de trabajo forzado. Es decir, pagan culpa en Venezuela y luego los devuelven, supuestamente. Y, en efecto, en lo que suena a chiste fabulado, cuenta un serio empresario que, ante sus problemas con sindicatos, un colega, ligado a fondos más bajos, al borde de un whisky, le comentó: “la solución a todos sus problemas era importar un conteiner de chinos”. Así mismo. Que no tenía que pagar más que 100 dólares mensuales por cabeza. Sin cabos ni enredos con la complicada legislación laboral criolla.

¿Cómo vive el hombre nuevo?

Del gigantesco proyecto solo han entregado tres edificios —dos por entregar este mes. Obreros, ingenieros y arquitectos andan un “corre corre”. Los llaman por números: el 18, 34 y 35. Sobre la vida en esos conjuntos residenciales, relatan vecinos, que los edificios 18 y 34 son un hervidero de drogas y prostitución. En efecto, afirman que hay burdeles en algunos apartamentos y que la Guardia Nacional no se atreve a inspeccionarlos por el número de armas que suman los vecinos. Más que búnkeres, son pequeños fuertes dentro del gran Fuerte de Tiuna.

Pero, como todo en este país, se trata de pequeños grupos que tienen el control. Existe una gran mayoría de personas agradecidas, que solo quieren salir de la pobreza y vivir mejor. Alejarse de la marginalidad que pudre la zona. Que viven con una serie de irregularidades, como motos subiendo por las escaleras y por los ascensores, es por seguridad. La anarquía impera. Pero al preguntarle a un joven ¿por qué molestar a los vecinos con la moto dentro del edificio? Contesta con sinceridad y mucha razón: “es que la inseguridad no nos deja quietos”.

Esta realidad se traslada idéntica a los bloques construidos en otras partes de la ciudad y el país, donde la falta de planificación urbanística ya causa estragos en la vida de los vecinos. Luis Castellanos es un artista plástico que se mudó de San Antonio de los Altos a Sabana Grande. Escudriñó Caracas para conseguir la vibra de barrio Europeo a la que se había acostumbrado cuando vivió en España. “La gente le ha dado muy mala fama a Sabana Grande, pero es de los pocos sitios de Caracas donde realmente se puede vivir a pie”, dice Luis. A dos cuadras de su apartamento, se instaló una de las improvisadas edificaciones que forman parte de la Misión Vivienda. Poco a poco ha visto decaer la calidad de vida de la zona. “Son sencillos asuntos de calidad de vida. Un mar de gente en el Metrobus y automercados, basura, y una cantidad incontable de carros mal estacionados en la calle”, enumera los tormentos. Recuerda que algunos estacionamientos aledaños a la avenida Libertador fueron utilizados, precisamente, para construir algunos de estos edificios. “Y, por supuesto, otros asuntos menos sencillos: ‘malandreo’, rateros, drogas, armas y robos”, remata el artista. Tristemente, ha visto cómo la propiedad que le costó tanto adquirir se ha devaluado brutalmente.

Los barrios tienen dinámicas de vida muy distintas a las zonas urbanas colmadas de edificios. Nancy Redondo vive en Naiguatá. Relata que al pasar caminando frente a los edificios que acaban de erigir en Caraballeda se encuentra con grandes grupos de hombres bebiendo alcohol que molestan a la gente que transita por ahí. “En estos edificios se concentra lo malo, mientras que en el barrio está distendido”, comenta Nancy. Sin embargo, no desprecia las viviendas. “Ahí se vive mejor que en Caribia, donde está mi tía. Ella me contó que por allá los que mandan son ‘pranes’ que están presos, y le asusta que en cualquier momento, con un ventarrón de esos, se vaya a desplomar el edificio. Mucho mejor están en Caraballeda. Mi mamá espera un apartamento ahí, pero ahora, nos dicen que van a traer a un grupo de Petare”.

Hace poco más de un año, en la terraza 10 de la urbanización El Morro de Petare, el entonces Presidente, Hugo Chávez, entregó varios apartamentos de la Misión Vivienda. Con lo que, desde la entrega, los vecinos presentaron varias quejas por claros daños estructurales. En marzo de 2013 las autoridades de la “Gran Misión” enviaron a un grupo de obreros que simplemente maquillaron el daño. Así pues, llegó el momento en que el suelo bajo del edificio socavó completamente y la estructura se hundió. En consecuencia, todas las tuberías que se encontraban bajo la primera planta se quebraron como un costillar sometido al peso de un elefante. La planta baja inundada por aguas negras es una imagen de cataclismo imborrable de la memoria de los vecinos. El Ministerio de la Vivienda ordenó el desalojo del lugar y, para agregar insulto a la injuria, se le informó a los afectados que serían reubicados a unas viviendas en Vargas. Pero ellos, los afectados, son de la zona. Y nadie los mueve de ahí.Antes de la construcción, se había advertido que esos terrenos no eran aptos ni siquiera para construir ranchos. Pero poco importa la ciencia cuando el capricho es el móvil. Es la misma historia en la mayoría de los proyectos. Falta de servicios públicos y vías de comunicación, inseguridad, mala planificación urbanística, construcciones baratas y deficientes y, lo más importante, carencia de recursos para desarrollar comunidades autosuficientes con responsabilidad cívica y sentido de la propiedad. La ciudad del gigante fue un sueño mezquino y contagioso. Pero como todos los sueños, hay que despertar y enfrentar a la vida.

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