Investigación

Inteligencia policial venezolana: muy lejos de ser FBI o CSI

Los funcionarios policiales encargados de las labores de inteligencia se las ven negras, muy negras. No solo por la criminalidad, de la que también son víctimas, sino también porque les toca lidiar con las necesidades básicas de cada organismo donde trabajan. Esos que urden los ardides de operaciones a lo FBI

composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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“OrlandoXr”, un oficial de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), forma parte, desde hace cinco años, de la Dirección de Inteligencia y Estrategias Preventivas del organismo. No se identifica por varias razones. Y las aduce: puede ser objeto de suspensión por revelar información sin autorización, pueden atacarlo en las zonas donde merodea el crimen —porque queda identificado— o, pude ser expulsado y queda con expediente negativo.

Su trabajo no es nada cómodo: se enfrenta a los bajos sueldos y pocos incentivos. Más bien le exigen entregar procedimientos diariamente. Investigar puede resultarle rápido, fugaz, celeridad de correcaminos, porque penetrar en los barrios de Caracas, aunque tiene su riesgo, le permite conseguir los datos necesarios para desarticular bandas —objetivo que ha sido desvirtuado. Hoy leitmotiv ya que en eso se ha centrado su función diaria, es decir, en competencia constante con sus compañeros de prevención.

Ha recibido cursos de adiestramiento en materia de inteligencia por un equipo de funcionarios cubanos. Sí, la importación castrista condesa militares isleños que se encargaron de dictar medidas de acción. Pese a que las geografías y distribuciones sociales entre ambos países son tan diferentes, esos instructores —acaso también intrusos, depende desde dónde se mire— impusieron una forma de trabajar.

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Tener informantes en los sectores populares, cada uno con un pseudónimo, acodar lugares y señales de comunicación al momento de ser descubiertos, darle atención a cada fuente —ya sea con la asignación de equipos celulares y gestión de necesidades ante los organismos del Estado—, fueron algunas de las medidas y exigencias zanjadas e impuesta por parte del equipo cubano.

Sin embargo, para el oficial este tipo de trabajo no era el conveniente, puesto que la realidad de Venezuela va más allá de una estrecha conexión con informantes de barrios.

Una familia de zona popular, donde el hampa es verdugo al acecho, lo mismo que rey omnímodo, le interesa proteger al delincuente. Confía más en él que en la policía. Allí está el primer obstáculo a sortear. Por eso, “OrlandoXr” y su grupo se vieron menoscabados, empequeñecidos por las bandas delictivas cuando les tocó conseguir al “informante”… hubo un hallazgo, al que llamaremos como “Tiburón 2”.

“Tiburón2” tenía conexión con los oficiales de inteligencia, pero también la tenía con una banda delictiva. Con Dios y con el Diablo a su lado. Con el cielo y un averno, que en su caso son siempre lo mismo. Se inclina por quien le resulte más provechoso, y evidentemente el oficial no lo era.

La información se filtraba y los casos eran mal trabajados. Por eso, cuando ocurría algún procedimiento los resultados eran poco alentadores. No había detenidos directos, sino terceros. En el caso de incautación de drogas, no era la cantidad que tenían registrada en el informe de inteligencia antes de dar el golpe. Así que todos estos resultados, prácticamente negativos, llevaron a que “OrlandoXr” y su grupo se dedicaran más bien a las labores de patrullaje y abordaje en las calles. Abortada la misión.

No solo la PNB enfrenta estas limitaciones en materia de investigación. Las municipales y regionales de toda la República Bolivariana padecen el sino. El resultado con inexorabilidad es: mayor criminalidad. Un diagnóstico de los demás organismos de inteligencia, hecho por expertos en la materia, revela que la situación es más grave de lo que se piensa.

El comisario jubilado de la extinta PTJ y asesor en seguridad, Luis Granados Hutchings, destaca que los servicios de inteligencia han mermado porque el oficio se ha venido descuidando por varios factores, amén de la falta de equipos tecnológicos en las policías, el poco compromiso y la adhesión de exfuncionarios a las bandas delictivas. No obstante, se persuade de que hay un gran número de policías capacitados para llevar a cabo procesos exitosos, pero la falta de coordinación lo ha impedido. “Un departamento de inteligencia y contrainteligencia debe tener divisiones de Búsqueda, Vigilancia y Seguimiento y de Captura. Todos deberían trabajar mancomunados con el departamento de operaciones”, destacó el experto.

Las fuentes vivas de información deben ser clave en cada una de las zonas donde se despliegue el trabajo policial. Granados Hutchings desempolva un tema grave: la coordinación que existe entre los criminales y expolicías. Esa conchupancia maligna que, como un cáncer, corroe en metástasis cualquier buen intento. Una especie de fusión que articula mayor poder de acción, pues hay fuerza de choque y fuego con estrategias de seguridad.

Ejemplo clave ocurrió la primera semana de mayo en el sector San Vicente del estado Aragua. Allí, la comunicación directa entre maleantes y funcionarios no permitió la detención de los integrantes de una banda señalada de azotar a los habitantes. Los resultados fueron: tres delincuentes muertos, tres detenidos, dos armas de fuego incautadas y varias porciones de droga. Una nimiedad para el tamaño del problema. Se esperaba, como un trofeo, luego del ostentoso despliegue de 1.500 agentes, saldos a favores. Mala suerte, la resistencia de los lugareños para defender a los agresores pudo más.

Labores experimentales

El “ojo por ciento” también forma parte de las labores de inteligencia policial. Es una práctica recurrente, sobre todo, en las policías municipales. Einer Giulliani, exdirector de Polichacao, explicó que los cuerpos de seguridad no están preparados en todas las áreas. “Cuando los funcionarios les toca hacer una investigación, muchas veces la hacen por inferencias, al ojo por ciento, calculando y analizando ellos mismos lo que consideren o por experiencia de otros. Eso es una falla grave, porque no hay equipamiento necesario, urge un reentrenamiento de todos los oficiales. Antes se dictaban cursos en el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC), pero ya no son constantes”, refirió.

La politización de la seguridad ha contaminado espacios y cerebros. Es evidente que el Cicpc, el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), y la Fiscalía tienen los mejores equipos para implementar las labores de inteligencia. Sin embargo, no existe coordinación con las policías municipales, no hay acceso a sistemas, tampoco a las bases de datos de las distintas policías. “Solo el Sistema Integrado de Información Policial (Siipol) comparte datos entre todos los organismos, pero muchas veces falla la conexión. Es un trabajo de ‘cada quien por su lado’”, refirió Giulliani.

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La automatización de datos permite mantener un registro detallado de las bandas y sujetos más buscados. Empero, hay organismos que no cuentan con esto, sino que los registros se hacen manuales y eso es vulnerable. A juicio de Giulliani esto hace que los delincuentes tengan mayor libertad para delinquir.

Más recursos

Fermín Mármol García, experto en criminalidad, insiste en la necesidad de soltar el dinero en un tema que apremia entre los venezolanos. “Necesitamos más recurso humano comprometido con la comunidad, porque son los propios habitantes los que informan los problemas que tienen. No hay que dejar de lado lo tecnológico, un aspecto esencial en la inteligencia”. Mármol García diferencia las labores entre las policías preventivas —municipales y regionales—, y las nacionales —Cicpc y Sebin. Todas tienen facultad para ejercer la inteligencia, pero cada una con sus limitaciones y radios de acción.

Las preventivas, verbigracia, son también llamadas de proximidad, porque los funcionarios tienen una relación estrecha con las comunidades. Allí empieza la labor de inteligencia. Las nacionales, por su parte, son las que tienen capacidad tecnológica para intervenir servidores, teléfonos y hacer un trabajo más profundo para obtener información. “Para que una labor de inteligencia sea productiva, debe soportarse en el elemento humano y tecnológico, que genere confianza en la población, aspecto que se ha perdido en los últimos 15 años”, glosa el experto.

Dentro del estudio de acción criminal, Mármol García refiere que existen dos maneras de desarticular una banda delictiva, a través de labores de inteligencia. Una de ellas es la operación estilo Bélico, donde los organismos de seguridad llegan y actúan a la fuerza, sin medir consecuencias. Para es menester el sigilo, el silencio, esos pasos a hurtadillas que solo las sombras escoltan. Sí, penetrar, pero con mucha precaución.“En San Vicente lo que hubo fue una demostración de fuerza del Estado venezolano, una especie de mensaje más que una acción. Fue decirle a los delincuentes ‘epa, ustedes se equivocaron y no podemos permitirlo, aquí estamos nosotros’”.

Nadie se escapa

En materia de inteligencia más profunda, no se puede dejar de lado la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim). Ellos no escapan a las fallas en estas labores. Un comisario de este organismo quien también se imbuyó en el anonimato, detalla lo que significa levantar informes de inteligencia. “Las fallas radican en la falta de velocidad para procesar la información y actuar. Por ejemplo, la Dgcim está dividida en componentes que se instalaron en todo el país, por regiones estratégicas de acción. Cada uno tiene redes de información que debe alimentar. Los adscritos trabajan encubiertos y para otros organismos de seguridad. Está prohibido figurar en procedimientos”, discurre en velos.

Son ellos los encargados de levantar data de un hecho específico. En eso de digerir datos está el hecho y la identificación del o los sujetos que actuaron, se procesa dónde están, por dónde se mueven, qué hacen, y los próximos movimientos que tiene planificados. Todo eso pasa a un resumen de Acción y Actividad y luego a las manos de un analista central que debe decidir: si está completo el plan o requiere de más datos. De aprobarse corre a las policías municipales o al Cicpc. “En todo este proceso, fácilmente se pierde un mes, y en ese lapso el delincuente o la banda se mueven y burlan la seguridad. Todo deja de ser oportuno e inmediato. Aquí no es la falta de funcionarios, sino la capacidad de acción en el tiempo, y eso se pierde”.

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