Moda

Jeanne Lanvin y la atemporalidad de la elegancia

¿Cómo definir qué es chic y qué no? El museo de la moda de París responde con una muestra que rinde homenaje a la elegancia depurada y atemporal de la discreta Jeanne Lanvin

Fotografía: AFP
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«A la hora de ilustrar la palabra chic, pienso únicamente en Jeanne Lanvin, no en otra persona», comenta Olivier Saillard, director del museo al presentar la exposición. «Tenía algo discreto y muy distante con relación a la moda, una forma muy depurada».

La muestra que permanecerá abierta en el palacio Galliera del 8 de marzo al 23 de agosto de este año reúne un centenar de modelos de esta creadora, nacida en 1867 y que fue en los años 1930 un faro de la elegancia francesa, tras debutar como modista en 1885.

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«Mademoiselle Jeanne» abre cuatro años más tarde una primera tienda de modas y en 1893 otra en la prestigiosa calle Saint Honoré de la capital parisina, lo cual le daba cierta distinción a la marca.

El gran acontecimiento de su vida personal y creativa fue el nacimiento de su hija única Marguerite en 1897. Con cariño, Jeanne diseñó los vestidos de muñeca de su primogénita e incluso más adelante su ropa de niña.

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Para vestirla, la modista incursiona como pionera en el rubro de la ropa infantil a partir de 1908, antes de ingresar al exclusivo club de la alta costura femenina.

El Tom Ford de su época

En los años 1920 desarrolla además vestidos de novia, ropa interior y peletería, antes de abordar la moda masculina y abrir tiendas en Deauville, Biarritz, Cannes, Barcelona, y Buenos Aires.

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«En esa época una tienda en Argentina y algunos otros países de América Latina era más importante que en Estados Unidos, las clientas norteamericanas de la alta costura viajaban a París», comenta Saillard.

Al frente de su imperio, Lanvin sorprendentemente no cosía, no cortaba, ni siquiera dibujaba, pero si tenía el talento para dirigir una empresa que supo desarrollar todas las facetas de la moda: femenina, masculina, infantil, decoración de interiores y perfumería. «Era una especie de Tom Ford, una directora integral que impuso un lifestyle desde principios del siglo XX».

En aquellos años nace su pasión por el azul que la marca sigue declinando con variantes hasta el día de hoy. Tras contemplar en Florencia un fresco de Fra Angelico, fue que Jeanne Lanvin hizo del «azul quattrocento» uno de sus tonos favoritos. El verde Velásquez y el rosa Polignac fueron sus otros colores que robaron su atención.

Su estilo lleva algunas referencias exóticas, al siglo XVIII y a sus bordados, pero lo que domina en sus modelos es la influencia del depurado art déco de la época, con finas lentejuelas, perlas o cristales engarzados.

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Un tapado de seda negro de 1936 incluido en la muestra perteneció a la condesa Greffulhe, que inspiró a uno de los personajes del novelista Marcel Proust. Otros modelos tienen una neta influencia japonesa, como un vestido de fiesta, diseñado con líneas minimalistas y un color índigo «Brunhilda» de 1935.

Un legado atemporal

Comparada a Coco Chanel, que manejó con habilidad la notoriedad y su aspiración a «liberar» a la mujer, Jeanne Lanvin mantuvo en cambio un perfil más reservado.

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En la historia de la moda, «siempre quedó comprimida entre Madeleine Vionnet, que era una virtuosa, Elsa Schiaparelli que era una artista, y Chanel, muy mediática», explica Saillard.

Al morir en 1946, su hija pasa a dirigir la cada de modas hasta 1958, cuya creación artística quedó a cargo de Antonio Canovas hasta 1963. Hoy la marca Lanvin posee unas 35 tiendas en el mundo y pertenece a la empresaria de Taiwán Shaw-Lan Wangl.

El diseñador israelí Alber Elbaz, que crea desde 2001 las colecciones de Lanvin y además participó en el montaje de la exposición, presentó el jueves la nueva colección otoño-invierno ante un público que incluyó a Catherine Deneuve y Kim Kardashian.

Para Elbaz, Lanvin es una fuente que sigue alimentando al prêt-à-porter francés, una forma de vestirse sin hacer énfasis en el atuendo sino en la persona. En los años 1970, Karl Lagerfeld fue uno de los primeros que comenzó a comprar en el mercado de las pulgas de París modelos antiguos de Jeanne Lanvin, que también inspiraron a Yves Saint-Laurent.

«Si se necesita explicar lo que es la alta costura, Jeanne Lanvin es una buena ilustración para ello». «Ella comprendió muy bien que cada vestido es como una joya», dice Saillard. 

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