Investigación

La generación OPSU: universitarios mediocres por diseño

Los gremios docentes tienen más de 10 años alertando sobre las consecuencias del déficit de profesores en educación media en las áreas base de formación científica y de lenguaje. Una generación salió de bachillerato a punta de notas promediadas de materias que nunca cursaron y entró a la universidad por asignación de cupos que restó peso a lo académico, por decisión de un Estado que no corrigió fallas sino que diseñó un sistema de ingreso sin filtros. Ahora los alumnos se enfrentan a contenidos que desconocen y comienzan la carrera sin competencias suficientes para avanzar

Texto: Gabriela Rojas | Portada: Dagne Cobo Buschbeck | Fotografía en el texto: EFE
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Frente a frente, Reinaldo versus el examen. El impacto fue tal que el round terminó en 15 minutos. No entendía nada de lo que le estaban preguntando. Leyó por encima los ítems, cinco eran problemas matemáticos que debía resolver pero le parecieron escritos en chino. Se frotó la cara, puso el lápiz a un lado y esperó que pasara un tiempo decente para entregar la prueba con apenas dos respuestas.

Las caras a su alrededor mostraban expresiones que vaticinaban lo mismo, aunque el cálculo ni siquiera se aproximaba a la realidad: de 1.333 alumnos inscritos en la materia Matemática I del trimestre septiembre- diciembre 2017 en las carreras largas de la Universidad Simón Bolívar (USB), 81,7% reprobó ese primer parcial. Más de mil bachilleres de liceos privados y públicos, de diferentes estratos sociales, pero apenas unos 200 jóvenes pudieron sacar una calificación suficiente para aprobar una materia que es la base de las carreras que eligieron estudiar.

El resultado revelado por el Departamento de Matemáticas Puras y Aplicadas de la USB encendió las alarmas de docentes y autoridades. Por eso el rector Enrique Planchart aprovechó el acto de bienvenida a los padres y representantes de los estudiantes de la cohorte 2017, para ponerle los pies en el suelo a todos los que acompañaban a sus hijos en los primeros pasos de la educación universitaria. «Seré fuerte con ustedes, creo que los engañaron a ustedes y a sus hijos diciéndoles que estaban preparados para la USB, pero esta situación vamos a enfrentarla porque no queremos que ningún estudiante fracase. Cada vez que un estudiante abandona sus estudios, me duele, porque es una pérdida para el país”.

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A pesar del orgullo gubernamental que proclama a Venezuela como el país con una de las matrículas universitarias más altas de Latinoamérica, las matemáticas no mienten. Los números mostraron una deficiencia aplastante en los nuevos ingresos de una de las cinco mejores universidades del país: de los inscritos en carreras administrativas solo la mitad presentó el examen básico de Matemática I y de esa mitad reprobó 85%. En las carreras industriales el panorama no fue mejor: se presentaron al primer parcial 61% de los jóvenes inscritos en el curso y reprobaron 89,5%.

La USB fue una de las instituciones de educación superior que asumió desde hace dos cohortes (2016-2017) la decisión tomada desde la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) de asignar 100% de su matrícula a través del Sistema Nacional de Ingreso- antes conocido como prueba CNU- luego de la prohibición de que cada universidad autónoma aplicara mecanismos internos de admisión, la famosa «prueba». El Estado eliminó los filtros y relajó los criterios de asignación, en aras de la «masificación», sin corregir las deficiencias acumuladas de la educación media. Se trasladó el problema de los liceos a las aulas de la educación superior.

“El problema es que hoy en día en la USB no tenemos información sobre la formación previa que han tenido estos estudiantes. Antes podíamos tener un diagnóstico sobre ello y encauzar a los jóvenes hacia su preparación antes de asumir los estudios profesionales, pero ahora no”, comentó Planchart ante los padres y representantes que escucharon de primera mano la preocupación expresada por el rector.

Pero ese es el día a día que enfrenta hace mucho más de dos años el profesor Luigi Manfredy que dicta la materia Química 1 en la Universidad de Los Andes para los nuevos ingresos. Al inicio de este semestre ya tenía una muestra de lo que le espera: «de los 37 inscritos solo me presentaron 15 personas el primer examen, de esos 15 solo pasaron 4. He notado que tienen fuertes deficiencias en Química, Física y Matemática y prefieren retirarse porque no saben de lo que les hablo».

Bachillerato de arrastre

Las universidades heredaron un problema que pesa como una materia de arrastre, por lo que han comenzado a tomar medidas. La Universidad Central de Venezuela (UCV), por ejemplo, está iniciando un estudio general para revisar el bajo rendimiento en los primeros semestres y las razones de la deserción dentro de sus 48 escuelas.

El secretario de la UCV, Amalio Belmonte, adelanta algunas razones: económicas, porque los estudiantes deben abandonar la carrera a medio camino para incorporarse al mercado laboral; la migración, porque con más frecuencia aumenta el número de jóvenes que ya no esperan terminar los estudios para irse del país, y por supuesto las académicas, que se convierten en una razón de peso para abandonar la universidad porque las carencias educativas con las que llegan se convierten en una curva difícil de superar desde los primeros semestres cuando se enfrentan a las exigencias reales del nivel universitario.

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Ariana Duarte fue asignada por OPSU para estudiar Sociología en la UCV en el próximo período académico. Tiene 18 años y dice estar preparada para su carrera «porque no veo materias con números». Se graduó como bachiller en ciencias pero solo vio Física en 9no grado en el liceo donde estudió en Maracay, estado Aragua. Afirma que sí recibió clases de Química y Matemática «pero no creo que aprendí mucho, así que le huyo a esas materias».

En la USB, los resultados de ese primer parcial fueron un llamado de atención que motivó al rector Planchart a hablar directamente con varios estudiantes: “me dicen que no entienden nada. Muchos de ellos no recibieron clases de Matemáticas, Física, Química o Inglés en los últimos dos años de sus estudios de bachillerato por falta de profesores, y le pusieron la nota promediada de las otras materias que sí cursaron”, suelta Planchart.

El Consejo Directivo de la casa de estudios enclavada en Sartenejas aprobó en sesión extraordinaria del 3 de noviembre el Programa Voluntario de Nivelación Académica, dirigido a los estudiantes de las cohortes 2016 y 2017. Se trata de un curso intensivo de seis meses con seis materias: Matemática, Lenguaje, Inglés, Desarrollo de Destrezas Intelectuales y Complementaria (según la carrera del estudiante, podría ser Física, Química, Biología o Descriptiva). Pero el ingreso es totalmente voluntario y aplica a los estudiantes del Ciclo Básico que lleven un índice inferior a 3 (estándar de la universidad para aprobar). Pero si el alumno considera que por sus propios medios puede aprobar para continuar el trimestre, podrá hacerlo porque el curso de nivelación no es obligatorio para la prosecusión.

Los estudiantes que culminen el curso -que no está determinado por aprobado o reprobado- puede volver a inscribirse junto con la nueva cohorte en el trimestre septiembre-diciembre 2018 para cursar las asignaturas pendientes.

La situación solo refleja una suma de factores que los gremios docentes vienen alertando desde hace por lo menos 10 años, en especial en áreas científicas, pero que según las investigaciones de las escuelas de Educación de las universidades Católica Andrés Bello (UCAB) y Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) apuntan a que la carencia de profesores especialistas para la formación media se expandió a las materias de Ciencias Sociales, Inglés, Lenguaje y Literatura.

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El año pasado, el aumento en la cantidad de estudiantes que se quedaban en el camino impulsó que la UPEL pusiera en marcha el Curso de Iniciación Universitaria (CIU) para nivelar a los bachilleres que recién ingresan. «No aguantan el primer semestre por las carencias con las que llegan y tenemos que buscar la forma de mantenerlos», explica la directora del Instituto Pedagógico de Caracas, Alix Agudelo.

Las dificultades se expresan en números y en letras. En las carreras humanísticas, la deficiencia que reflejan los estudiantes en las materias de lenguaje y redacción es constante. Tamara, cursante de Comunicación Social en la UCV quien protege su identidad, ha tenido que cursar tres veces la materia Castellano I. Después del tercer intento reconoce que en el bachillerato vio los contenidos «mochos» en el área de Lengua y Literatura. Entre 4to y 5to año perdió la cuenta de los profesores que le dieron clase «por ratico» porque renunciaban antes de terminar el año y asegura que fue evaluada apenas unas cinco veces en esos dos últimos cursos de bachillerato. «Ahora sé que tengo problemas serios de escritura porque en la universidad los profesores suponen que ya sabes escribir, pero no era mi caso y por eso pasé tanto trabajo en los primeros semestres y reprobé tantas veces».

Siente que en los tres años que lleva en la universidad ha mejorado por su cuenta porque lee lo que le asignan los docentes e investiga en internet lo que no entiende. Pero en los primeros semestres le daba verguenza reconocer ante un profesor que no sabía algo «ahora no, porque no sirve de nada quedarme callada. Solo levanto la mano y pregunto, si necesito que me explique vuelvo a preguntar porque quiero aprender, no quiero graduarme por graduarme».

Pero Tamara considera que su caso no es la regla. Reconoce que a muchos de sus compañeros no les importa superar esas deficiencias sino seguir en la carrera y graduarse «aunque sea en la rayita».  Los profesores también lo perciben. En el aula, los jóvenes admiten sin aspavientos que no les gusta leer, que no tienen nociones básicas de ortografía o redacción y que su objetivo es que deben pasar para graduarse.

El secretario de la UCV, Amalio Belmonte, señala que las universidades y los mismos estudiantes están resolviendo a su manera, pero en la medida que pueden, un problema más grande que es estructural. «Por ejemplo, en la escuela de Química crearon su propia asociación de egresados para buscar recursos y ayudar a los muchachos que están cursando para que tengan mejores condiciones. Tanto económica como académicamente se han estrechado redes de apoyo para ayudar a los estudiantes más vulnerables porque es una realidad y el problema está ahí, en todas las universidades y hay que atenderlo. La crisis se ha prolongado mucho y eso trae como consecuencia que la gente se está acostumbrando y allí está lo más grave. Las generaciones anteriores no tuvimos que lidiar con este entorno».

El problema se muerde la cola

En el período académico 2016 la escuela de Educación en la Universidad Católica Andrés Bello tuvo que cerrar la oferta para la mención de Física y Matemática porque solo había dos estudiantes inscritos y era inviable abrirla para el nuevo período (cohorte 2017), comentaba José Francisco Juárez, en ese entonces director de la escuela y ahora decano de la Facultad de Humanidades de esa casa de estudio.

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Las estadísticas reflejaban que en 1999 la escuela de Educación de la UCAB tenía una matrícula promedio de 1.700 alumnos y al culminar el período académico 2016 apenas llegaba a 620 estudiantes. “Las menciones de Ciencias Sociales, Biología y Química tienen un promedio de 30-35 estudiantes al sumar todos los años que abarca la carrera y cada año se gradúan apenas dos o tres docentes de Física y Matemática”, explicó Juárez.

Datos similares registraba la UPEL en las menciones científicas: Matemática llegó a 100 alumnos de nuevo ingreso en la cohorte 2016 y lograron completar una sección de Física con 47 estudiantes. Pero al revisar la prosecusión se reflejó un promedio de 15 personas por mención de las que finalmente se gradúan dos o tres.

La falta de profesores en educación media se fue haciendo tan evidente que desde el Ministerio de Educación reconocieron parte del problema. En julio de 2014 se anunció la creación de la Micro Misión Simón Rodríguez, un programa avalado por varias universidades del país con el objetivo de formar docentes ya graduados que quisieran cursar una especialización en «las tres marías».

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Para ese entonces, Héctor Rodríguez estaba al frente del despacho de Educación y cuando hizo el lanzamiento oficial de la Micro Misión habló de un déficit de 1.100 a 1.500 profesores. El primer curso tenía cupo para 5.000 docentes que se podían inscribir en Matemática, Física, Química y Ciencias Naturales. El ministro y ahora gobernador de Miranda dijo que se habían inscrito 38.000 en la primera oleada. Pero tres años después durante el primer acto de grado de la misión estaban egresando apenas 624 especialistas en Educación Física e Inglés.

El actual ministro Elías Jaua dio una cifra similar a la de 2014: 36 mil docentes se estaban formando en las especialidades de Química, Física, Inglés, Historia, Educación física, Pedagogía para el amor, y parte de ese grupo eran profesionales de otras carreras que realizaban el componente docente. Esta vez la promesa de Jaua fue que en un año más egresarán 6.000 especialistas, que según sus propias cifras, deben atender a por lo menos 400.000 estudiantes del sistema público, sin contar a los de la educación privada que no se incluyen en las cuentas del ministro. Una vez más, las matemáticas no mienten. El futuro luce más que gris.

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