Cultura

La magia de una Caracas teatral

En tiempos de crisis la imaginación y la creación artística hacen eclosión. Y su estallido da cita a un público ávido de encontrar en el arte explicaciones de la cotidianidad. Prueba de ello es el auge que ha vivido el teatro caraqueño. Nuevas salas, espacios, piezas, actores y dramaturgos han brillado en un movimiento que vino por más aplausos "El teatro es un arte de actualidad”, Gilberto Pinto.

Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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«A pesar de la pérdida del apoyo estatal, el teatro fue obligado a pelear con y en contra de las leyes del mercado», afirma Luigi Sciamanna”, actor, dramaturgo y director. Lo que hace del espacio teatral un esfuerzo por salir adelante, al menos en el sector privado y otras tantas iniciativas. Por su parte, Carlos Herrera, crítico y profesor de la Universidad  Nacional Experimental de las Artes (Unearte), agrega que el trabajo sobre las tablas, en general, al igual que el resto de las demás actividades artísticas, ha ocupado y seguirá ocupando un sitial de relevancia en la transformación social y espiritual de Venezuela. “Pero, al distingo de las demás, posee elementos más incisivos: su capacidad crítica y de denuncia”, elucida. Decir que el teatro ha desaparecido o el que se produce en su mayoría es de orden comercial, no lo aleja de un lugar dentro del panorama que se va a describir. La consciencia o la memoria del que escribe y del espectador pueden haber dado giros o no, retomando piezas que necesitan ser revisadas, como ha hecho Héctor Manrique, quien ha vuelto a montar obras de José Ignacio Cabrujas y que tienen pertinencia con la “situación país”. Por ejemplo: El día que me quieras. “El dramaturgo debe tener presente que el espectador al verse reflejado en la obra establece una sinergia que le debería permitir la reflexión a partir del reflejo mismo”, explica Inés Muños Aguirre. climax1   Estación Teatros

Salimos del metro hacia la avenida Lecuna. Estamos cerca del Teatro Municipal y el Teatro Nacional, ambos patrimonios culturales del país, pero la estación aunque lleve ese nombre, no llega hacia otros lugares donde también hay teatros. La intención, quizás ingenua e idealista, es que existiera una llamada Teatros —que coincida con otros puntos donde se produce el espectáculo en Caracas.cita2 Es 27 de mayo. Frente al Municipal, neoclásico edificio de 1881 que mandara alzar “El Manganzón”, apócrifo remoquete para referirse a Antonio Guzmán Blanco, Luigi Sciamanna revisa la cartelera. Ofrece piezas tanto de la empresa pública como privada. Su estudio de la cartelera es exhaustivo: nombre, compañía, fotos, actores y, por supuesto, precio de cada una de las funciones. En el primer listón hay dos comedias. Una de dudosa calidad, una más interesante que explora un tema agudo. Después un «chou» le sigue una zarzuela, un concurso, dos conciertos y entonces es que viene una obra de teatro. Esto solo es parte de lo que figura en nuestros periódicos o medios digitales. Sin embargo, la representación escénica no cesa ahí. Con un formato de 15 minutos y 6 obras cada día, organizado por Dairo Piñeres, Robert Chacón y Malala Dubuc, la propuesta conocida como Microteatro, le brinda la oportunidad a muchos directores, actores y dramaturgos de mostrar su trabajo. Para Luis Alberto Rosas, crítico teatral, y también participante de esta iniciativa breve, “es una oportunidad para formar al espectador”, una suerte de rito de iniciación para quienes nunca han coqueteado siquiera con una obra teatral. Es decir, para el espectador “novato”, si se puede usar el término. Hay que mencionar que la experiencia de este formato no nace en Venezuela. Estamos hechos, como suele ser el arte en general, de roces e influencias. Nos movemos y sintonizamos con lo que pasa allende nuestras fronteras. Así pues, el Microteatro se ha manifestado antes en Madrid, Miami, Bogotá, México y Buenos Aires. climax3 «La rapidez, la cibernética y comunicación en redes nos ha cambiado la percepción del mundo y sus formas de entenderlo a través de la razón. Como género, el teatro breve, se ha consolidado hace siglos con los famosos autos, loas, escarnios, pasos, mojigangas que preceden el trabajo de Lope de Vega”, diserta Javier Vidal, actor y director, quien fuera también pionero en estos pequeños mundos. Así, pues, el Microteatro en sus sucintos decires y parlamentos «no desmerece para nada a los grandes frescos muralísticos de cinco actos o piezas de tres horas. Es un continente”, agrega Vidal. Otra propuesta que ha tenido gran recepción entre el público es La Caja de Fósforos. Una pequeña sala que arma la fanfarria en Colinas de Bello Monte. Nace del empeño y necesidad de contar historias de Orlando Arocha y Diana Volpe —ambos honrados con las salvas de los aplausos de pie. Tienen, además, una muestra anual llamada El Piquete diseñada para llevar a escena lo más reciente del movimiento teatral joven y permitir que este tipo de montajes tengan un espacio dentro de la cartelera capitalina. Caja de Fósforos reúne el trabajo de muchas dramaturgos, directores y actores. climax2 Se suman las salas del Trasnocho. A despecho de ser escasas, siguen adelante con una labor que da cuenta de un espectador que ha crecido no solo en números sino en necesidades de fruición y esparcimiento. Por su parte, Rajatabla y las tarimas de la Unearte también extienden un menú que hace guiños. Incluso, el Ateneo de Caracas organiza el mítico Festival Internacional de Teatro que este año tuvo lugar desde 27 marzo hasta el 5 abril. Agrupó las acciones escénicas de España, Alemania, Colombia, Argentina, Ecuador e Italia. Como en una guerra de mimos, el Festival de Teatro de Caracas no ceja en movimientos. Al contrario, su última edición dio la bienvenida a Francia, Uruguay, México, Nicaragua, por mencionar algunos, teniendo como invitado especial a Argentina. A la sazón, también se presentaban 170 espectáculos nacionales para un total de 362 actividades que se dieron lugar entre marzo y abril de 2015 durante 16 días. cita1 Acerca de los temas Al revisar las propuestas dramáticas no es difícil encontrar recurrencias. Algunos puentes entre uno y otro dramaturgo son tan visibles como transitables acaso por la tradición proveniente de Andrés Bello y Gallegos. Este último confronta el mundo moderno y el mundo tradicional, como también se aproxima Andrés Eloy Blanco o el teatro político de Julio Planchart contra el gomecismo. Por otra parte, los comediógrafos de fines del XIX y principios del XX, Bolet Peraza, Pimentel, Guinand, Leoncio Martínez, exponentes del sainete, le van a dar una lectura más actual a la parodia costumbrista a través del lenguaje popular. Elio Palencia, dramaturgo de gran trayectoria, reconoce que existe “una tradición joven, mestiza, muy particular y no suficientemente valorada a la que —consciente e inconscientemente— su trabajo se encuentra vinculado por afirmación, cuestionamiento, diálogo o negación.” Al entrar en otra dimensión de la escritura teatral el sabedor o no se topa con dramaturgos que transparentan al país en su teatro como José Gabriel Nuñez, Román Chalbaoud, Isaac Chocrón, Cabrujas, Rodolfo Santana, Elisa Lerner y Edilio Peña. Todos estos buscan una noción de país arraigada en lo histórico y lo marginal sin dejar de ser actual. En esa línea también destacan los contemporáneos autores Xiomara Moreno, Marco Antonio Ettedgui, Javier Vidal y Yoyiana Ahumada. Asumen lo urbano, lo experimental, una vuelta a lo histórico y lo poético. A su vez en otra lectura, Gustavo Ott percibe a través de su teatro lo “perverso latinoamericano”. Sin embargo, José Miguel Vivas afirma que “no hay tiempo para direcciones, en segundos dejan de existir, lo que quedan son ruinas y posiblemente hay que tomarlas y lanzarlas frontalmente contra los temas”.

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