Investigación

Cuba: "I love Capitalismo"

Es un hecho el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos —que es también el abrazo entre comunismo y capitalismo. Los empresarios estadounidenses desde ya sacan cuentas de los futuros proyectos comerciales que les generarán pingües ganancias. Un cambio de mentalidad se gesta en la isla que, desde ya, hace temblar a los ortodoxos castristas

Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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Por las calles de la vasta geografía de Cuba no se observa un solo aviso luminoso e incandescente de Coca Cola. A lo lejos, desde la empinada en que se convierte la céntrica avenida de Vedado, en La Habana, las siluetas de letreros comerciales con ofertas y marcas ofreciéndose son imperceptibles.

Con la revolución, el país perdió sus estratificaciones sociales, y la capital, ciertamente, pagó su papel de urbe del capitalismo prerevolucionario, de las fiestas mundanas, masas de dólares y los carros descapotables, al transformarse en el bastión del comunismo en América. Pero La Habana, aún guarda el esqueleto de una ciudad viva y moderna.

El anuncio el 17 de diciembre de 2014 de los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y de Estados Unidos, Barack Obama, para restablecer relaciones diplomáticas tras 55 años no significa que mañana arrancará la desconstrucción del comunismo castrista, que llegarán miles de estadounidenses con dólares para gastar, que la prensa libre comenzará a pregonarse en los kioscos y que las empresas norteamericanas aterrizarán para abrir sus subsidiarias —aunque en el fondo, los pasos apuntan a esto.

Cuba fue en los años 50 del siglo pasado un paraíso para los estadounidenses. Para muchos, en realidad, un burdel, un circo, una academia, un edén anclado en las Antillas, a solo 140 kilómetros del estrecho de Florida. Por esa razón, lo que hizo Obama representa la caída del “Muro caribeño” porque cierra un largo capítulo de la Guerra Fría. Dará oportunidades a miles de jóvenes aferrados a las dádivas del Estado cubano, conforme artistas, músicos, estudiantes, médicos, religiosos, empresarios y más, llevarán la batuta del cambio.

El inexorable triunfo de la revolución marxista-leninista de Fidel Castro, en enero de 1959, el subsiguiente matrimonio a conveniencia con la Unión Soviética (URSS); la posterior imposición del embargo económico de Estados Unidos por el presidente John F. Kennedy; y la enviudes de la isla tras el colapso del campo socialista, en 1991, dejó a los cubanos flotando en un mar de capitalismo que no los hizo naufragar.

El Gobierno castrista, desde diciembre, enfrenta su mayor prueba de supervivencia política, por lo que deberá acelerar las reformas del Partido Comunista Cubano (PCC) que le permitan, al mismo tiempo, actualizar el modelo económico si no quiere dejarse arrastrar por la tsunami del libre mercado. Eso prevé que al interior del sistema habrá quienes fuercen por mantener el status quo actual, una lucha que amenaza retrasar los cambios.

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El capitalismo nunca se fue de la isla. Mutó en un absolutismo de Estado donde hoy los militares controlan 70% de la economía y cincuenta apellidos ligados al Partido Comunista se reparten el poder. A estas alturas, en la naturaleza del cubano existe la urgencia de arropar un modelo que siempre se les dijo era maldito. El momento está llegando.

Un largo camino

El restablecimiento de relaciones, con futuras embajadas en Washington y La Habana, abre la Caja de Pandora y no habrá un solo sector que deje de beneficiarse. Infraestructura tecnológica; para acelerar el uso de Internet y mejor las comunicaciones; aumento del flujo de remesas y exportaciones agrícolas son ejes clave de la nueva política.

“Todos no estábamos preparando para el deshielo, sabíamos que vendría tarde o temprano. Algunos allá, en la isla, y otros acá, en EEUU, se aventuraron desde hace tiempo a preparar el cambio, y llegó, ahora lo que no sabemos es qué fórmula será la correcta”, sostiene Tomás Bilbao, un prominente investigador de origen cubanoamericano que preside el Cuba Study Group, un centro de análisis en la capital estadounidense.

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Los empresarios de EEUU sacan cuentas, usan la calculadora estimando todo lo que pueden ganar con esta apertura. Los proyectos están engavetados porque también las dudas jurídicas, regulatorias y políticas son abismales, pero Cuba es una gran oportunidad comercial que no piensan perder. “El comercio bilateral podría ascender hasta 12.600 millones de dólares de aquí a 2025, frente a los 5.000 millones logrados entre 2001 y 2013”, estimaba Bárbara Kotschwar, economista de Instituto Paterson de Economía Internacional.

¿Pero de dónde saldrá todo ese dinero? “De empresarios, de minoristas, de mayoristas, del propio Gobierno estadounidense, créeme que el dinero no es problema en este caso, pero obviamente hay serias dudas, desde las jurídicas hasta sociales en temas como derechos humanos”, zanja Bilbao, cuya organización fue una de las promotoras de esta política de la Casa Blanca. No importa qué tan empobrecida o deteriorada esté la infraestructura de Cuba. El comercio con EEUU dará para todo aquel que desee navegar por el estrecho sistema estatista, cuyas leyes de inversión el régimen viene flexibilizando.

En 2014, entró en vigencia la nueva Ley de Inversión Extranjera que espera atraer capital foráneo, aunque no será estadounidense, por ahora, debido a las leyes del embargo que prohíben invertir en Cuba. La derogación de esa legislación sesentona es exclusivamente potestad del Congreso de EEUU, hoy bajo dominio del partido republicano, que se opone a levantarlo hasta ver cambios reales en materia de derechos humanos, o el fin de la dictadura.

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“Cuando se derogue el embargo, esta ley cubana de inversión apuntará a los estadounidenses. Ese es el verdadero sentido de fondo. Solo ellos pueden reflotar en un año o seis meses los sectores vitales de la economía cubana. Claro, el capital chino, europeo, brasileño, y los subsidios de Venezuela serán igual de determinantes”, advierte el economista Luis R. Luis, del directorio de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE) con sede en EEUU.

En principio, la restitución de relaciones no tendrá un impacto determinante a los efectos del comercio, aunque el objetivo de fondo es, en palabras de Obama, “empoderar a la sociedad civil cubana” para romper las cadenas que la aferran al régimen, cuya independencia, cree EEUU, puede conducir a un cambio paulatino del sistema. Obama alteró la técnica, pero no el fin.

Todas por el mismo camino

Compañías de telecomunicaciones como AT&T y Verizon; de construcción como Caterpillar o de hostelería como Hilton y Marriot están preparadas para invertir. Lo mismo han dicho aerolíneas como American Airlines, que desde hace 15 años viaja a Cuba, y ahora quiere hacerlo la lowcost JetBlue.

El emporio de las tarjetas de crédito Master Card ya olfatea los beneficios del uso de sus plásticos, y la farmacéutica Pfizer es otro de los imperios que en abril de este año expresó su voluntad de financiar y trabajar con laboratorios cubanos de investigación que tienen adelantado importantes estudios sobre el cáncer.

El proceso de «adaptación del socialismo» que adelanta Castro desde 2011 ha generado una incipiente clase media que roza con la ya instituida élite económica estatal, donde los militares ostentan el mayor espacio y se relacionan cada vez más con el emergente empresariado local. Son ellos los que negociarán la apertura con los inversionistas estadounidenses y es allí donde manejar y canalizar esos recursos puede desatar una lucha de poderes.

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“Ese es el desconsuelo que tenemos: hay temor de que nuestras demandas por un mejor trato a la disidencia, la represión, la violación sistemática de libertades quede silenciado por el dinero extranjero. Los únicos que verán la tajada gorda de todo esto será el régimen, que luego repartirá limosnas”, critica desde La Habana Elizardo Sánchez, un líder opositor que dirige la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación, un movimiento tolerado por el régimen.

Bilbao secunda los temores de Sánchez y la disidencia interna, pero advierte que “es necesario un nuevo enfoque que permita ayudar a la sociedad civil a ser más independiente, la excusa del fracaso por culpa de EEUU se agota. El Gobierno deberá dar respuestas porque se queda sin argumentos”.

Los motores

La agricultura y el turismo serán dos casos excepcionales en esta nueva realidad entre EEUU y Cuba. El primero, es un negocio vital para la economía norteamericana. Una docena de estados agrícolas estadounidenses, tanto del partido republicano como demócrata, ansía elevar sus exportaciones alimentarias a la isla, que en 2014 cerraron en 300 millones de dólares. “Una normalización de relaciones llevaría a una gran alza del turismo y exportaciones a EEUU. y la acompañante liquidez permitiría un rebote de ventas agrícolas norteamericanas”, apunta Luis.

La base de poder del sector agrícola y alimentario estadounidense, además de generar ganancias por 153 mil millones de dólares, en base al Departamento de Comercio, es que muchos de sus miembros son financistas de los partidos y el lobby antiembargo dará todo porque se flexibilicen las sanciones.

La isla importa 80% de sus productos agrícolas y es un mercado de 1.700 millones de dólares, que EEUU ha expresado públicamente desea que gire en torno a sus empresas como Cargill, Kraft, o Smithfield Foods, entre mil más que existen del ramo. La intención es desplazar a los europeos y brasileños que tienen el negocio.

Obama anunciaba en diciembre, entre otras cosas, que permitiría a compañías bajo su jurisdicción vender materiales agrícolas y de construcción, y servicios de telecomunicaciones. Derruidas, cancerosas, o apunto de caerse, como estén, extranjeros y cubanos fuera de la isla están aprovechando las reformas del Gobierno para invertir en propiedades directa o indirectamente, y los bienes raíces serán un área clave para expandirse.

Si bien el embargo comercial de 1960 buscó devastar el modelo que estaba gestándose en Cuba, deshizo cualquier presencia material estadounidense, aunque con los años los claroscuros de EEUU acompañaron a los cubanos para bien o para mal. Allá residen cerca de dos millones de sus compatriotas, el 65% de las remesas provienen de ese país, y la sempiterna razón de los fracasos del gobierno de los Castro siempre estuvo anclada a la fachada de la Casa Blanca.

Las vertientes

El sector minero y en especial del níquel es hoy motor para la economía cubana, tomando en cuenta que genera 52% de las divisas que ingresan a la economía, pero es el turismo el sector que sentirá progresivamente el cambio de la política de Washington, conforme la autorización de ciertos tipos de viaje permitirá a ciudadanos de ese país gastar más dinero y usar tarjetas de crédito en la isla.

Solo el año pasado 124 mil estadounidenses visitaron La Habana por turismo, según el Departamento de Comercio, y a pesar de que están vigentes las restricciones para viajes de placer, a finales de 2014 se calcula que 270.000 americanos habrán entrado a ese país. Igual, sería menos del 1% de los 3.02 millones de extranjeros que hicieron turismo en la isla ese año, dicen datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). “El turismo dará el pistoletazo, porque antes de que se americanice la isla, tanto los estadounidenses como otros extranjeros, querrán visitarla y ver cómo era”, acotaba en una entrevista Katherine Bonner, que opera visitas Cuba bajo licencia especial.
Los mitos y realidades

En EEUU existía desde la entrada de Obama a la presidencia, en 2009, amplio consenso para que se revisaran las relaciones con La Habana, porque la política de aislamiento no había arrojado los resultados esperados: democracia.

La normalización de las relaciones de EEUU con el Gobierno socialista de Vietnam se dio lentamente a partir de 1991. El Congreso estadounidense desempeñó un papel importante y no fue hasta 1997, con Bill Clinton en la Casa Blanca, que se nombró a un Embajador. El caso de Cuba puede ser similar.

No obstante, a la clase política norteamericana le perturba que en un corto plazo Cuba termine adoptando un modelo de corte chino, donde si bien el libre mercado complacería al poderoso sector empresarial, el Gobierno seguiría regido por el Partido Comunista, y la democracia relegada. «A la dirigencia cubana le urge una profunda renovación generacional, lo que desencadenaría los cambios de tipo económico y político, ya no es solo de EEUU el asunto, la pelota está del lado cubano», resalta Arturo López Levy, profesor del Centro de Estudios Globales de la Universidad de Nueva York.

Las banderas estadounidenses comienzan a colgar en las casas y carros de los cubanos; los jóvenes visten camisas con el tricolor de esa nación avizorando lo que puede venir: es un cambio de mentalidad que luce imparable. La batalla ideológica será, ahora sí, mucho más dura, porque en pleno siglo XXI los ortodoxos del castrismo entrarán en un terreno virgen en el que los argumentos se agotan y el capitalismo les tiende la mano. Unos gritarán ¡hurra! Otros ¡auxilio!

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