Semblanza

La política en blanco y negro de Aristóbulo Istúriz

Muchos ven con buen ojo el nombramiento de Aristóbulo Istúriz como segunda cabeza del poder Ejecutivo, quien pudiera hacer las veces de puente entre el oficialismo y la oposición. Henry Ramos Allup, líder de la Asamblea Nacional, lo celebró al ser su nuevo interlocutor. Sin embargo, un manto de reticencias y dudas lo cubren. Hay quienes creen que su paso por la Vicepresidencia puede ser tanto o peor que el de Jorge Arreaza

Fotografía: AVN
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La gente cambia, es una condición inherente a existir. Teodoro Petkoff, referente ecuménico de la política, ha dicho más de una vez que solo los estúpidos no lo hacen. Pero se supone que se cambia para enmendar la plana, para deslastrarse de aquello que no es propicio. En el caso de Aristóbulo Istúriz, vicepresidente de Venezuela desde el 6 de enero, ay los Reyes, el cambio habría sido —por lo que dice, por lo que hace, por las juntas— hacia la dirección desaconsejada.

Hombre de izquierdas y a favor de las consignas solidarias y reivindicativas —no necesariamente una cosa y otra son análogas—, dijo al ganar la Alcaldía de Libertador, postulado por la Causa Radical, que gobernaría para todos y que su intención era hacer gestión, no politiquería (1993-1996). Hoy es pieza clave de un gobierno sectario y excluyente, además de mediocre, que ha devastado la economía, escupido sobre la institucionalidad, burlado la democracia, arrinconado los derechos y conculcado libertades.

“Cuando Chávez dice que hay que ganar las elecciones para cambiar el modelo se refiere a que hay que destruir las gobernaciones”, dijo tan campante cuando se hizo de la gobernación de Anzoátegui (2012). En 2009 ya había interpretado que el Estado comunal propuesto por Hugo Chávez, de transición al socialismo, mandaba que “los mejores gobernadores serán los que primero desbaraten la gobernación”. Cambió, sí. Porque también dijo, antes de adherirse a la empoderada feligresía revolucionaria, y a propósito de la idea “pesuveca” de meter a todos los partidos a favor en una licuadora bajo su rótulo, “que Chávez se había fumado una lumpia”. Iría luego con el que expiró a compartir el mismo menú.

Primero adeco (1975-1984), partido con el cual trabajó en la organización sindical, tendría el encargo de dividir la Federación Venezolana de Maestros, misión que sería cumplida. Luego, ya con el chavismo, fue candidato a la Confederación de Trabajadores de Venezuela contra Carlos Ortega, de Acción Democrática (AD), elección cuyo resultado por cierto jamás fue conocido. Pasó por el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), luego se sumó a la Causa R (1984-1997), armó, creó Patria Para Todos o PPT (1997-2007) y se montó en el tren del desencanto. Hasta que llegó al PSUV (2007), llegadero donde fondearía. “Sin duda su ambición política es desmedida”, admite Paulina Gamus, “solo así se explican sus cambios de chaqueta partidista. En ese sentido ha sido camaleónico”, desliza.

“Aristóbulo era alegre, campechano, muy vehemente en sus intervenciones en las que hacía gala de muy buen sentido del humor”, recuerda Gamus. “Nos conocimos en el Concejo Municipal de Caracas, en 1974. El formaba parte de un pool de concejales de izquierda que se turnaban en los cargos. Aristóbulo era del MEP, yo era concejal de AD, ambos pertenecíamos a la oposición ya que la fracción mayoritaria era la de Copei. Eso nos llevó a estrechar lazos ya que teníamos un objetivo político común. Volvimos a coincidir 10 años después, en 1989, en la Cámara de Diputados. Me tocó presidir la Comisión Permanente de Política Interior justo en el momento más duro para el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y para el país, como fue el Caracazo. Aristóbulo fue miembro activo de esa Comisión, tuvo un papel más moderado y racional que el de otros dirigentes de izquierda. Y fue mi mejor colaborador en actividades que los diputados de otros partidos rehuían, como la visitas a las cárceles”.

Que tenía convicciones democráticas es opinión compartida por muchos. Pero con la intensidad de los días, no pocos pasaron de la duda a la negación. ¿Es remotamente posible que de verdad crea en una guerra económica y se asuma en una trinchera, la que descabeza y pierde esa supuesta guerra? ¿Es sensato creer que la culpa de las desgracias que no terminan de suscribir sea achacable a la Polar o el imperio? “Muchos se han hecho ilusiones con la designación de Aristóbulo Istúriz como Vicepresidente, solo el tiempo dirá si el objetivo de Maduro fue tender un puente con la oposición o si será un segundo Arreaza, pero más saleroso”, coloca cautelosa su líquido recelo. “Era pasional… pero ya no sé si lo conozco… creo que ahora es un pragmático”.

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Veterano de no pocas batallas a lo largo de sus casi 70 años —nació en Curiepe el 20 de diciembre de 1946— se ha considerado como una señal favorable al ejercicio político su nombramiento; como un mensaje a García en el juego de ajedrez —o dominó— que se libra, también se juega a la silla, con unas vacías y con aquella hiperatornillada y entalcada. Autor de frases que erizan, mantiene aún el maestro Istúriz fama de ser un tipo sangre liviana, un hombre de talante conciliador, un político con habilidades para concertar; la experiencia sindical en la que se fajó suele dejar siempre tan útil y democrática secuela. Fama que parece no interesarle demasiado, es que ha hecho esfuerzos encomiables para que no se ilusione la platea con una enmienda, con un reconocimiento, con un viraje —aunque sí vendrá.

No hay quien se salve de tener su lado oscuro, no solo lo dice George Lucas, lo sostienen los científicos, los filósofos, los estudiosos de la psique y el alma humanas. Pareciera que las emociones más rasas habrían imantado hacia esa línea a un tajo de venezolanos que, con los ojos torcidos, lenguas de plomo y los puños amenazantes, se hicieron del poder hasta más no poder. El discurso del resentimiento no fue el suyo, por cierto. Lo recuerda claramente alguien que lo acompañó de cerca durante años en la Causa R y ahora dice que además de indignación moral tiene rabia “alojada en la cédula, en la venezolanidad”. Rabia y dolor por ver cómo un grupo, en nombre de la justicia, lemas que pudieron enamorar a tantos, decidieron canibalizar el poder, la democracia, arrancarle la esencia, pervertirla. “Creo que se corrompieron”, desliza desde el anonimato el examigo. “Es increíble tanta farsa y tanto desmán”.

¿Tenía Istúriz un resentimiento latente? No lo parecía. “Quizá sí, o quizá se haya cocinado ya en el poder, gracias a la tendencia que tienen las agallas a esponjarse sumado al desdén de la oposición que, con toda razón, siempre dudó de las buenas intenciones de este proyecto mañoso y cruel; es posible que tal vez lo enervaran las expresiones racistas de las que ha sido objeto, no son pocas las expresiones deleznables vertidas sin filtro en las redes sociales donde van a dar con instantaneidad las miserias y maravillas de cada quien”, dice el desengañado. “No culpo a la oposición, ojo, hablo de que algunos sectores pudieron haber alimentado lo que no tenía que ser”.

Exconductor del programa de televisión de análisis político Blanco y Negro, que compartió cámaras al lado de Carlos Blanco, también ciertos chistes políticamente incorrectos vendrían de su propio bando. Durante un acto político, Maduro le preguntó a los presentes quién gobernaba en España en 1777, cuando se fundó la Capitanía General de Venezuela; al no encontrar repuesta, el mandatario resolvió con una broma de las suyas, ay: “En ese entonces Aristóbulo gobernaba África”. Paulina Gamus asegura que Chávez también le lanzaría strikes. “No creo que haya sido el único chavista que tras un responso de Chávez haya bajado la cabeza. Chávez se cansó de humillar públicamente a Diosdado Cabello, a Maduro y a otros funcionarios y ninguno dijo pío. En un mitin de su campaña en 1998, en algún pueblo de la provincia, cortaron la luz cuando anochecía y Chávez gritó: “Aristóbulo ríete para saber dónde estás”.

Quien también condujo hasta 2008 el programa Dando y dando en Venezolana de Televisión (VTV), lanzaría esta perla en el programa de José Vicente Rangel: “Avanzamos en los mecanismos de distribución. Esa es la gran conquista. La gran conquista de nosotros fue cómo distribuir la renta petrolera. Chávez le quitó la renta a sectores de la oligarquía y comenzó a distribuir esa renta en el pueblo. Puso lo social en el primer plano en un país donde la deuda social era enorme. No es cualquier cosa un millón de viviendas; no es cualquier cosa tres millones de estudiantes universitarios; no es cualquier cosa tres millones de pensionados; por decirte algunos logros, el 96% de la gente tiene acceso a agua potable, un millón y medio de alfabetizados”. Aunque Héctor Rodríguez justifica ahora el fracaso del modelo por la ignorancia del pueblo, y los grifos están secos, y, y, y.

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“Creo que fue en 1990 cuando el hijo de Aristóbulo, de apenas 17 años de edad, murió en un trágico accidente del cual el padre se sintió culpable. Aristóbulo se encerró en su casa hundido en la depresión. Muchas veces reconoció en entrevistas que me agradecía haberlo ayudado a salir de ese estado y regresar a la actividad parlamentaria. Pero como te digo, cambió. Entendí que el Aristóbulo que conocí había mutado en otro muy diferente cuando lo invité a un programa de entrevistas que yo moderaba en el canal CMT —en plena campaña electoral de 1998— y ante una pregunta mía que ironizaba sobre el candidato Chávez, me amenazó con levantarse e irse sin concluir la entrevista”, añade Paulina Gamus.

“No, no sé si Aristóbulo tiene yate o no, sencillamente no me consta. He visto repetir una y otra vez la foto de una mansión mayamera que le han atribuido a distintos personajes del gobierno y de la oposición. Por consiguiente no sé si es honesto o ha dejado de serlo. Ahora, en cuanto a honestidad política y su pertenencia al régimen más corrupto, violador de los derechos humanos y destructor en la historia de Venezuela, ese es otro cantar”, finaliza Gamus.

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