Política

Turba violenta como escudo de la revolución

Aunque hacen y deshacen a sus anchas, los afectos más violentos del Gobierno son los cobayos del modelo chavista. Son los primeros en línea de fuego, esos que causan los estragos individuales. Expertos explican que la “revolución bolivariana” se defiende, realmente, desde la manipulación de las instituciones y poderes públicos, mientras seguidores, también llamados “pueblo”,  lanzan porrazos, hacen bulla y intentan amedrentar a la oposición

Fotografía de portada: AP
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Golpizas, manipulación, amedrentamiento. La revolución bolivariana que gestó el ya fallecido expresidente Hugo Chávez se preserva a hierro. Las acciones más tangibles de su defensa gozan de sangre y fracturas, pues dialogar no basta. Se evidenció este 27 de octubre, cuando un despliegue de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) impidió que piedras lanzadas por chavistas enfurecidos impactaran a los diputados opositores. En la sesión firmarían un acuerdo para iniciar el juicio político contra el gobernante Nicolás Maduro, con la arremetida roja buscarían evitar un «golpe parlamentario».

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La irrupción de un grupo oficialista a la Asamblea Nacional (AN) el domingo 23 de octubre o el asedio al Parlamento de este jueves 27 –con todo y agresión a Delsa Solórzano- es otro de los más recientes abusos. La institución de mayoría opositora se convirtió en el blanco de las agresiones chavistas para el resguardo de sus ideales.

Mientras se debatía la “restitución de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el orden constitucional y la democracia”, según el orden del día domingo, unas 300 personas acompañadas por Jorge Rodríguez irrumpieron las inmediaciones de la AN hasta llegar hasta donde debatían los diputados. El presidente del Legislativo, Henry Ramos Allup, denunció en una entrevista a Capitolio TV las acciones irregulares que involucraron a Rodríguez: “Estos grupos violentos son pagados por la Alcaldía de Caracas. Las actitudes violentas debemos evitarlas como se hizo hoy: permaneciendo en el hemiciclo. Este es un Gobierno villano y forajido”. El diputado Tomás Guanipa hizo lo mismo por su cuenta de Instagram.

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Se trató del segundo asalto de la AN en la historia del país –el primero acaecido el 24 de enero de 1848- que se suma a una lista creciente de perjuicios físicos y psicológicos del Gobierno para el amparo de la “revolución bolivariana”. Desde el poder, se justificó el asalto y hasta el vicepresidente Aristóbulo Istúriz defendió la acción popular.

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Cuatro días más tarde, grupos oficialistas volvieron a rodear el Parlamento, amenazaron de muerte a un reportero poniéndole una pistola en el pecho, y golpearon a varios legisladores, mientras se esperaba que se lograra el quórum para iniciar el llamado “juicio político” a Nicolás Máduro: una discusión parlamentaria que conduce a una sanción política al Presidente de la República.

Ese mismo hemiciclo de sesiones ha sido escenario de agresiones que van desde gritos y amenazas hasta sangrientos desenlaces, que fueron in crescendo a partir de abril de 2013. El entonces presidente de la AN, Diosdado Cabello, decidió de forma arbitraria eliminar el derecho de palabra a los diputados que no reconocieran al presidente Nicolás Maduro, recién electo días antes. La decisión resultó en protesta opositora y represión oficialista. El diputado Williams Dávila salió de la sesión con el cráneo roto por el impacto de un objeto contundente. En la plenaria siguiente, cuando los diputados de la MUD decidieron protestar con matracas y pancartas la decisión de Cabello y su misma investidura, recibieron violencia de la buena.

La paliza que recibió María Corina Machado dio la vuelta al mundo ese año. Quedar con la nariz rota fue el vestigio de las patadas que recibió tirada en el suelo del Parlamento. El diputado de Primero Justicia Julio Borges resultó con fractura y moretones en todo el cuerpo. Fueron doce lesionados en total.

Pero no solo dentro del Palacio Federal Legislativo hay agresiones. Cuando la sociedad opositora manifiesta su descontento en las calles de Venezuela, la defensa de la revolución se ejerce con “gas del bueno”. Sorprende cualquier movilización en la que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) no reprima a los marchistas con gases lacrimógenos, perdigonazos, incluso detenciones. La “Toma de Venezuela” del 26 de octubre transcurrió sin problemas en Caracas luego de que la MUD anunciara que hubo conversaciones con el Gobierno para su desarrollo “en paz”. Pero en las regiones la historia fue otra. Hubo represión en Maracay, Valencia, San Cristóbal, San Carlos, Maracaibo, Cumaná y Margarita, con un saldo superior a los 140 heridos y más de 200 detenidos, según el Foro Penal de Venezuela. Se denunció, además, la actuación orquestada de uniformados con grupos civiles armados.

Tales “colectivos”, como algunos los califican, también han protagonizado otras acciones de defensa de la revolución. Se vieron en Caracas durante protestas por comida en la avenida Fuerzas Armadas, y son los que han actuado dentro de las universidades autónomas donde los uniformados tienen vedado el ingreso, como ocurrió en abril de 2014 y tantas otras veces en la Universidad Central de Venezuela.

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De acuerdo con Luis Salamanca, politólogo y doctor en Ciencias Políticas, los grupos y colectivos armados “no son pueblo cuando tienen en sus manos armamento de guerra y son paraestatales. Se convierten en parte de la estructura de poder del Gobierno y actúan como su ejército”. El también politólogo Ricardo Sucre Heredia aclara que cumplen una función más simbólica que real, con la que intimidan a través de la fuerza bruta. “En términos políticos reales no creo que la seguridad del Gobierno y su revolución esté en esos grupos. En la actualidad, son menos determinantes. Tampoco son cuantitativamente grandes. El Gobierno descansa su fuerza represora en las instituciones y la capacidad de violencia del Estado, con las Fuerzas Armadas Nacionales, la Policía Nacional, los tribunales, instituciones de peso”, explica.

Mientras los dirigentes del chavismo piden paz o activan mecanismos jurídicos para que el Tribunal Supremo de Justicia, se convoca al “pueblo en la calle”. Como lo dijo el diputado Diosdado Cabello, vicepresidente del PSUV, en referencia a la oposición: “Ellos no tienen pueblo ni Fuerza Armada”, para atentar contra la permanencia de Maduro en el poder.

Revolución en picada

Salamanca explica que la revolución que inició Chávez jamás había estado tan vulnerable como ahora, a pesar de los atropellos. “Hubo un momento en el que peligró, en 2002, cuando se dieron los hechos del 11 de abril”, recuerda el politólogo y rescata las escenas en Puente Llaguno, “que son un referente clásico de defensa revolucionaria por medio de las armas”. Sin embargo, el modelo izquierdista se había defendido antes de la llegada del presidente Nicolás Maduro con el voto, la alta popularidad de Chávez, la utilización de recursos nacionales, los beneficios políticos en elecciones, entre muchos otros mecanismos dentro del marco “institucional”.

Sin el chivo y sin el mecate, el gobierno de Maduro patalea para mantener el legado del “líder intergaláctico”. Se evidencia en la suspensión del referendo revocatorio. A seis días de la recolección del 20% de las firmas, tribunales penales de cinco estados del país anularon la recolección del 1% de la primera recolección, hecho que el Consejo Nacional Electoral (CNE) acató y por el que dejó on hold unas posibles elecciones presidenciales “hasta nuevo aviso”. Mecanismos de manipulación institucional evidencian el debilitamiento de la “revolución bolivariana”, de acuerdo con Salamanca. Para el politólogo, su defensa ha permeado poco en la sociedad venezolana actual. Indica que “la pérdida de alcance popular se evidencia en la baja de aceptación de Maduro”. La más reciente encuesta de Datanálisis lo ratifica: los niveles de aprobación del Presidente se mantienen con poco movimiento al pasar de 21,2% en julio a 22% en septiembre. La percepción negativa de su gestión se evidencia el respaldo al referendo revocatorio, cuando 76,3% de los venezolanos creen que debe abandonar el cargo este año.

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A pesar de ello, los afectos más violentos del Gobierno siguen siendo protagonistas. Tres años luego de la golpiza en la AN, los opositores siguen siendo puchingball del chavismo. El secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Jesús “Chúo” Torrealba fue atacado por al menos cinco hombres cuando participaba en una protesta en las adyacencias de la sede de Corpoelec en Caracas. Ese 29 de abril de 2016, fue fotografiado esquivando las piedras y lanzando uno que otro gancho. “Yo acompañé a los vecinos que protestaban y junto (a) ellos fui también agredido por el grupo violento. Estoy bien. Ni me despeinaron”, declaró.

Julio Borges –una vez más- obtuvo otra dosis de patria en junio de este año, cuando caminaba desde el Consejo Nacional Electoral hasta la AN. El salvajismo rojo le dejó el tabique roto y la camisa manchada de sangre. El también diputado Alfonso Marquina fue agredido con un bate ese mismo día.

Quienes ejercen violencia en la Asamblea Nacional, en las concentraciones opositoras, en almas máter como la Universidad Central de Venezuela, dan pequeños respiros al Gobierno, que se mantiene prácticamente inerte a la violencia. La toma del Parlamento el 23 de octubre es uno de los incontables casos en los que efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana ignoran una ilegalidad: la irrupción del Hemiciclo. El Ministerio Público tampoco se activó para acusar a los responsables. Las instituciones no salieron en defensa del Poder Legislativo, tan constituido como los otros.

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Según Nicmer Evans, politólogo e integrante de Marea Socialista –escisión del chavismo-, las acciones bélicas para defender la revolución le conceden apenas meses al Presidente en el Ejecutivo. “Maduro se ha convertido en un experto en ganar tiempo, para terminar de llevar al país rumbo a una dictadura. No tiene concepción democrática del juego político, porque ya no es un juego sino un conflicto con mecanismos del Estado”. Salamanca lo complementa: “Puede ser que ganen unos meses más. Se quieren imponer por vía de hecho suspendiendo el derecho de los venezolanos de escoger a su presidente en elecciones libres. La oposición debe ir arrebatándole los poderes de los que el chavismo se apropió, uno por uno. Veremos si esta gente se deja arrebatar”.

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