Investigación

Ladrones de escuelas por la fuerza del hambre

En un país en donde la impunidad gobierna, los crímenes son por diversas causas. En esa capacidad de mutación, los ladrones se activan contra nuevos blancos: las escuelas públicas. Otrora robaban las computadoras y demás bienes de los planteles. Ahora el botín es otro. Uno más preciado por el desabastecimiento: la comida

Texto: Julio Materano
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Solo una cesta de parchitas fermentadas, coronada por un enjambre de moscas, se salvó de la embestida del hampa hambrienta. La mañana del 20 de enero los 998 estudiantes de la Escuela Nacional Alberto Smith, en Ocumare del Tuy, se dieron cuenta de que no había sus desayunos. Les arrebataron sus meriendas y tampoco habría almuerzos durante las próximas dos semanas. Las despensas de alimentos del comedor fueron saqueadas. No quedó ni un grano de frijol. El botín, que sumaba una tonelada y 252 kilos, fue sustraído de madrugada por vecinos desesperados. Se echaron al lomo, como burros de carga, canastos de carne roja, 24 kilogramos de caraotas, 24 kilos de arroz, 12 litros de aceite, seis kilos de margarina, plátanos, naranjas, piñas y casi una tonelada de frutas y vegetales para aplacar el crujido de sus vísceras. Los ladrones tenían hambre.

Aunque algunas miradas solapadas, desde las ventanas de las casas, fueron testigo de lo que ocurría, una vocera del sector Tocuyito, que pidió resguardar su identidad, señaló que no había nada qué hacer. “Están hambrientos y se rebuscan”, afirmó. Con las provisiones a cuestas, la identidad de los delincuentes es un secreto público: son familias que guardan vínculos con la institución. Fueron alumnos o tienen algún pariente estudiando allí. Y hurtaron su escuela. Necesitan comer.

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El hambre apremia y altera los estómagos de familias enteras en los Valles del Tuy. Mientras algunos se acuestan resignados y con el sinsabor que produce el único plato de comida al día, otros, los más pobres, azuzados por el apetito, acechan los abastos gubernamentales, ventas de alimentos, escuelas y cadenas privadas, en busca de comida. Se niegan a acostarse sin comer e intentan armar un menú con productos robados. “Es la primera vez que roban alimentos en este colegio. Y eso nos alarma mucho. En 2014 se llevaron un equipo de sonido, que suena en una casa cercana, y en otra ocasión se robaron 10 computadoras. Somos blanco del hampa”, relató la directora del Smith, Migdalia Sulbarán.

La imagen de un Mercal a cielo abierto saqueado el sábado pasado por habitantes de Parosca, también en Ocumare del Tuy, se ha convertido en estos días en un retratovigente del apetito humano más voraz. En esa ocasión la muchedumbre se apoderó de 250 “bolsas solidarias” con productos básicos, 60 cajas de pollo y 12 de carne, 20 bultos de pasta y cinco de aceite. Todo ocurrió entre empujones y el alboroto provocado por una turba de vecinos enardecidos.

“Mientras un grupo de personas vociferaba ‘carne, pollo, el pueblo quiere leche’ otros pedían a gritos que garantizaran el suministro de las bolsas a las más de mil personas que permanecían en las filas desde la madrugada”, contó Anatolio González, habitante del sector. Para quienes residen en el Tuy es apenas el vestigio de una cadena de hechos vandálicos detonados por la escasez de alimentos —que también alcanza a los planteles educativos. Hoy, en medio de la crisis, sus comedores atesoran los bienes que muchas familias no alcanzan a comprar después de seis horas de cola: harina de maíz, leche, azúcar, carne y otros rubros. Y se perfilan como fuentes ilícitas de abastecimiento.

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“Estamos pasando el hambre hereje, hijo.Cada vez cuesta másconseguir una bolsita de comida. Por eso muchas persona van armadas a comprar alimentos”, relata Marta González, vecina de Parosca, quien dice acudir a otras entidades del país en busca de pollo u otros productos. “Necesito alimentar a mis dos hijos menores”, dice angustiada.

Aun cuando no existen cifras oficiales en torno a hurtos y robos cometidos en escuelas, la organización Cecodap, abocada a promover los derechos de la niñez y la adolescencia, reportó 263 robos y hechos de vandalismo en instituciones académicas, durante el primer semestre de 2015. Una cifra que cerró por duplicada al final del año pasado. Solo en el municipio Tomás Lander en los Valles del Tuy, al menos 12, de los 47 colegios inscritos en el Municipio Escolar, fueron saqueados por familias y delincuentes vinculados a la comunidad, en los últimos tres meses. Ello significa que 26% de las instituciones han sido blanco del hampa, grupos delictivos que cambiaron los bienes electrónicos por paquetes de harina de maíz precocida, bultos de azúcar y cartones de huevo.

Como si se tratara de un ritual, Rosalinda Marcano, comerciante de huevos y verduras del Mercado Municipal de Cúa, asegura que al final de cada jornada debe recoger su mercancía para llevarla a casa. Dejarla asegurada bajo llave dejó de ser una alternativa hace dos años. “Tengo que cargar con todo porque si lo dejo acá me lo roban”, advierte. El récord de cinco hurtos ha alimentado su desconfianza.

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A juicio del docente Alex Martínez, del liceo Creación Ocumare, se trata de una crisis humanitaria corolario del desabastecimiento de alimentos que es ubicado por el gremio comercial en 70% y que parece recrudecer con el transcurrir de los días. Más allá de cada colegio afectado, existe un problema que permea a más de 13.721 planteles de dependencia nacional. La Corporación Nacional de Alimentación Escolar, antes Plan de Alimentación Escolar, es desangrada por comunidades que se mantienen al acecho de los camiones que abastecen los planteles cada semana. Los antisociales vigilan los comedores y esperan el momento indicado para hurtar alimentos. Solo en Miranda, hay más de 558 escuelas nacionales, la mayoría de ellas ubicadas en zonas rurales, desprovistas de servicios y seguridad.

Yohanna Toledo, coordinadora del Municipio Escolar de Tomás Lander, asegura que en lo que va de 2016 solo un plantel les ha notificado el hurto de alimentos. “Pocas instituciones formalizan la denuncia”, dijo Toledo. El docente Marcos Castro atribuye la opacidad de los directivos a la falta de respuestas concretas de parte de las autoridades encargadas de investigar los hechos. “Casi nunca atrapan a los responsables y estos se salen con la suya”, advierte.

Desde finales de 2014, cuando la escasez de alimentos parecía tomar un rumbo de no retorno en el país, el hurto de alimentos a escuelas ha repuntado en subregiones como Valles del Tuy, Guarenas-Guatire y Barlovento. Las entidades del interior tampoco escapan de esa realidad, en la que se ven sumergidos los propios directivos o las ahora maestras de la cocina, madres encargadas de preparar los alimentos y que en ocasiones se ven involucradas en los hurtos, como se sospecha que ocurrió en el Alberto Smith, en Ocumare, donde los ladrones tenían llaves de algunos estantes de comida.

En lo que va de 2016, el comedor del liceo Juan Antonio Pérez Bonalde, el plantel más antiguos de Ocumare, ha sido hurtado en dos ocasiones. La más reciente fue la madrugada del miércoles 17 de febrero cuando los delincuentes se hicieron con 175 kilos de pollo, 136 kilos de carne, 140 kilos de piña y 27 kilos de melón. Las cestas que yacían vacías y revueltas en el comedor eran el único indicio de que el recinto había sido abastecido el día anterior: un itinerario de descarga bien conocido por la comunidad. Los antisociales también se llevaron 27 kilos de mandarina y la misma cantidad de remolacha. Además cargaron con un refrigerador de alimentos, una cubeta de agua de 85 litros y una olla de 41 litros. Tampoco perdonaron el bulto de pasta ni arroz arroz. Dejaron sin comida a más de 1.400 estudiantes.

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Todo ello ocurre en un contexto nacional donde 48,4% de los hogares del país viven en pobreza y 1,7 millones están en situación de pobreza extrema, según un estudio realizado el año pasado por las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello. Ello en un país donde la desnutrición parece ganarle la batalla a la obesidad y todos los estratos tienen dificultades para adquirir alimentos. Según la encuesta Condiciones de Vida Venezuela vigente, 11% de la población está en situación de hambre y 39% de los más pobres realizan menos de dos comidas al día.

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