Investigación

Los demonios de la Iglesia juzgan el diálogo

El diálogo es una etapa cerrada, pero en la que todavía creen. Los voceros de la iglesia católica venezolana salen de la sacristía y se pronuncian. Su postura ha quedado clara desde la Conferencia Episcopal que una y otra vez insiste en sus llamados de que se retome el hilo constitucional. No tienen pelos en la lengua y llaman las cosas por su nombre: Venezuela, en su opinión, vive un régimen totalitario

Composición fotográfica: Pedro Agranitis
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Ni ingenuos, ni mal informados. La iglesia venezolana está en el ojo del huracán. Tomó partido. No calló, ni aplicó eso de que el silencio es de sabios. Los sacerdotes se pronunciaron a expensas de la agresión física a sedes eclesiásticas, residencias y el amedrentamiento a sus representantes. A cambio ganaron insultos. El presidente Nicolás Maduro dijo el 17 de enero de 2017 desde el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores: “Siendo diablos se disfrazan de ángeles con sotana”. Al día siguiente el diputado y segundo al mando del chavismo, Diosdado Cabello, advirtió a los curas: “Ustedes no pueden ir a una misa como si fuesen a un mitin político”.
La insinuación surtió efecto. Dos días después la Catedral de Caracas fue apedreada. Once días más tarde —el 29 de enero— la Policía Nacional Bolivariana intentó desalojar a los feligreses de la parroquia Claret, en Maracaibo, y colectivos tomaron la iglesia San Pedro Claver, en el 23 de Enero, de Caracas.
Mediadores, facilitadores, intermediarios. Sin importar cómo se les llame quedaron en medio del diálogo entre gobierno y oposición. Algunos dirán que no es el episcopado venezolano el que se sentó en medio de Jorge Rodríguez y Jesús “Chuo” Torrealba; pero la Iglesia es una: católica, apostólica, romana… y santa.
Para Rodríguez, en cambio, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) es un partido político “violento” dentro de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Los sacerdotes, por su lado, reconocen que hacen política. “Nosotros no nos metemos en la política partidista, pero sí nos metemos en la política del bien común, que es otra cosa”, aclara Antonio José López Castillo, arzobispo de Barquisimeto. Una cosa es llevar sotana y otra hacer mutis ante los desmanes que, laicos o no religiosos, cometen a diario. El prelado dice lo que piensa, incluso ante las multitudes. El 14 de enero aprovechó la concentración en honor a la Divina Pastora y arengó: “La mayoría de nuestro pueblo no cree en el comunismo socialista fracasado”. Agregó luego: “Nosotros creemos en la democracia; por eso yo, como pastor, no callaré jamás”. Después del sermón, su residencia fue asediada, aunque él no estaba presente. Luego el acoso se repitió en la iglesia Altagracia, de Barquisimeto. Los feligreses informaron que el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) estaba fuera del templo esperando al arzobispo. “Con Dios y la patria”, reza el slogan del cuerpo de seguridad. La ironía o insidia en este caso balanza no se inclina por uno ni por otro. El sacerdote terminó la homilía y salió en un vehículo de la alcaldía. “Arrodillarse nunca”, ensalma López Castillo.
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El misal no los aparta de la vida pública. Al contrario, Diego Padrón, presidente de la CEV y arzobispo de Cumaná, dice que es un mito que el sacerdote deba dedicarse solo a la sacristía: “Yo no estoy trabajando por alcanzar ningún cargo político, no voy a ser alcalde, gobernador, ni prefecto. Simplemente es una responsabilidad que tiene todo venezolano y más aquellos con una responsabilidad pública. Tenemos que señalar cuáles son las dificultades y los problemas y cuáles son los remedios, denunciar el mal. Todo ciudadano es un político”.
Para la Iglesia, la agresión es el pan nuestro de cada día. Aún se recuerda la frase de Hugo Chávez cuando murió el Cardenal Rosalio Castillo Lara: “Me alegra que haya muerto ese demonio vestido de sotana, ojalá se esté pudriendo en el infierno”. A otro Cardenal, Jorge Urosa, el fallecido Presidente alguna vez lo calificó de troglodita.
“Lo peligroso que veo en esta ocasión es la sistematicidad. Grupos que incurren en ataques físicos, que ponen en peligro la vida de la gente. Se trata de ataques a espacios de culto o a dependencias de la Iglesia con personas dentro del templo. Eso se puede ir de las manos y generar problemas mayores. Es un patrón, en el que se echa de menos que no haya de parte de ningún organismo público un pronunciamiento y algunas medidas de protección al respecto”, denuncia el jesuita José Virtuoso, rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
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Benditos sean los pacifistas
La crisis venezolana amerita mucho más que un exorcismo. Táctica y estrategia, mucho más que fe. Hasta ahora tener línea directa con el representante de Dios en la Tierra no ha sido suficiente para que se cumplan los acuerdos alcanzados en la primera —y hasta ahora única— etapa del diálogo.
Ni jalones de orejas, ni llamados de atención. El Secretario del Estado Vaticano, el cardenal Pietro Parolín, en su carta del 1 de diciembre de 2016 hizo cuatro exigencias: “1. Aliviar la grave crisis de abastecimiento de comida y medicinas que está sufriendo la población. 2. Que las partes concuerden el calendario electoral que permita a los venezolanos decidir sin dilaciones su futuro. 3. Se tomen las medidas necesarias para restituir cuanto antes a la Asamblea Nacional (AN) el rol previsto en la Constitución. 4. Se apliquen los instrumentos legales para acelerar el proceso de liberación de los detenidos”. Ninguna se ha cumplido.
“Hermanos y hermanas, metámoslo en la cabeza, con el demonio no se dialoga”, alertó el Papa Francisco en una homilía celebrada en México en febrero de 2016. En ese entonces aún no se concretaba la mediación del Vaticano en Venezuela, pero ya la Santa Sede había intervenido entre Estados Unidos y Cuba; y medió entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para conseguir un acuerdo de paz, que fue rechazado en las urnas.
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El diálogo, como el billete de 100, no termina de morir. Virtuoso y Padrón coinciden en que es un proceso que debe continuar. Sin embargo, no son ingenuos y dicen que de seguir debe haber garantías de éxito.
“Pienso que en las condiciones que se hizo fue un error. Soy de los que cree en el diálogo, lo apoyo y considero que la crisis venezolana pasa por hablar mucho entre los actores políticos y la sociedad y, por supuesto, en consensuar y llegar a acuerdos, pero para que eso pueda efectivamente avanzar y llegar a alguna parte es necesario que estén dadas las garantías y las condiciones”, condiciona Virtuoso, y continúa: “El diálogo no puede ser para darse tiempo y seguir en lo mismo, ni para camuflar la crisis política. No puede ser una burla. La oposición tuvo un problema de estrategia. Primero debía estar claro qué era lo que buscaban en el diálogo, y segundo poner en claro las condiciones prácticas. Además, faltó claramente una política comunicacional, de tal manera que la sociedad entendiera por qué la oposición se estaba sentando con el gobierno. El diálogo no como una única estrategia, sino como parte de diversas estrategias comunes”.
Padrón, por su parte, insiste en que el diálogo como mecanismo de solución de conflictos nunca se puede cerrar. Señala que monseñor Claudio María Celli está dispuesto a venir en el momento oportuno, que no es este. Cuando el tiempo de Dios lo indique entonces deberá haber “objetivos mucho más precisos, la declaración inicial de la voluntad de querer encontrar elementos comunes y prever resultados”. El presidente de la CEV dice que “el diálogo no es una cuestión de días. Un diálogo puede durar mucho tiempo, pero lo que le da validez es que sea un diálogo para el cambio. Si la gente ve que no conduce a nada ahí sí es verdad que no tiene valor y más bien es una conversación”. López Castillo es más pragmático: “Yo creo que eso ya murió. Si se cumple lo que se promete pues hay diálogo, pero si no se cumple, pues para qué”.
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Sin conceder milagros
La Iglesia se niega a permanecer como simple espectador del naufragio. De la Centésima Séptima Asamblea Plenaria Ordinaria del Episcopado Venezolano, realizada a principios de enero, salió una exhortación pastoral que, entre otros temas, enuncia: “Solo en regímenes totalitarios se desconoce la autonomía de los poderes públicos y se impide la libre manifestación de la ciudadanía”. Allí también califican el diálogo como “infructuoso”, con resultados “decepcionantes”.
Virtuoso lo tiene claro: “Para mí estamos en dictadura. Mientras no tengamos elecciones claras, directas, transparentes; y mientras el Estado se siga manejando al margen de la Constitución y de los diversos caminos previstos precisamente para que sea la sociedad la que maneje y decida sobre él”.
Pero la sociedad está devastada. Reina la desesperanza ante la ausencia de resultados concretos. “No puedo hablar de las intenciones de cada uno de los facilitadores, pero entiendo que la Iglesia tiene como objetivo hacer que las partes encuentren caminos comunes para resolver los problemas del país. El Vaticano no está parcializado a favor del gobierno o de la oposición sino que está para ayudar a las dos partes. Si no hay soluciones el pueblo vuelve a perder la esperanza y eso es lo que no quisiéramos, que la gente se sienta frustrada”, afirma Padrón. El desengaño, en opinión del sacerdote, lo causa el gobierno al no haber cumplido los acuerdos. El Vaticano, entonces, habría logrado su objetivo con que las partes se sentaran a dialogar. Lo que ocurra en adelante dependerá de gobierno y oposición.
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La polarización es tan grave en Venezuela que los mediadores son indispensables para vislumbrar acuerdos. “Nosotros somos acompañantes. La oposición se confió en el rol que podía jugar el Vaticano, que puede contribuir muchísimo pero evidentemente es un actor externo. La fuerza tiene que ser desde dentro. El empuje, la guía, la iniciativa tienen que venir muy desde adentro”, asevera Virtuoso, para quien la Santa Sede obró con la buena voluntad de cooperar. “Creo que tanto el Secretario de Estado, como el representante del Papa jugaron a poner sus mejores recursos diplomáticos en función de esta crisis. Sin embargo, es tan complejo el problema y estaban tan poco definidas las cosas que lamentablemente resultó infructuoso el trabajo”.
Cuando a López Castillo se le pregunta si cree que la Iglesia ha hecho un buen papel, responde: “La Iglesia siempre ha mediado a favor del pueblo. Lo que no podemos es arrodillarnos ante el sistema político marxista”.]]>

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