Investigación

Los huérfanos de las protestas en Altamira

Tras el fin de las protestas opositoras iniciadas el 12 de febrero del pasado año, un grupo manifestantes tomó la plaza Altamira como su patio de demandas. Instalaron un cementerio simbólico con los rostros de los 43 fallecidos durante las revueltas que ha sido detonante de varios enfrentamientos con la Policía Nacional Bolivariana. Entretanto, los vecinos denuncian el secuestro del espacio y el deterioro de la convivencia

Fotografía: Juan Peraza
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I

Cae la tarde en la plaza Altamira. La banda sonora se llena del corneteo de los carros y de las guacamayas que viajan por los aires buscando un lugar donde dormir. El Ávila y sus colores se roban las miradas y una gran bandera con la frase «Prohibido Olvidar» se ondea como telón de fondo de esta historia iniciada el 12 de febrero de 2014, día en que el polvorín del descontento encendió las calles de Venezuela.

Fue justo el 13 de febrero de 2014, cuando Félix Ortuño, tachirense de 33 años de edad y dos títulos de TSU —Administración y Comercio Internacional—, llegó a la plaza Altamira por primera vez. Hoy es el coordinador de la protesta bautizada como Resistencia Altamira. “El cementerio nació cuando iban 12 muertos, o asesinados por el régimen, como prefiero llamarlos. Colocamos las primeras lápidas, luego hicimos cruces, y finalmente izamos la bandera de ‘prohibido olvidar’ con las fotos de nuestros compañeros caídos”, declara arrodillado en uno de las esquinas del cementerio.

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Sus compañeros lo apodan “El Enano” por su metro y medio de estatura. Tiene el rostro tostado por el sol y luce varias cicatrices en el brazo. Hace dos años fue apuñaleado durante el robo de su vehículo, pero no es la única lesión que ha sufrido. El 22 de febrero de 2014 salió herido por primera vez durante las protestas. Portaba unas cadenas en sus muñecas y se acercó a la línea de fuego de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), y la Policía Nacional Bolivariana (PNB) ubicada en el distribuidor Altamira. Los funcionarios le pidieron que retrocediera pero no lo hizo. “Me dispararon una bomba lacrimógena en el hombro y me tomaron 4 puntos. Luego me hirieron por segunda vez en Los Palos Grandes con una metra. Ésta vez fueron 18 puntos en el brazo”. Pero no se lamenta. “Seguí en la calle porque pensé que iba a haber un cambio. En mi opinión, fueron los campamentos lo que amilanaron todo. Impidieron que los chicos se mantuvieran en la calle protestando como en los primeros días”, asegura.

Lo cierto es que lo detuvieron días después y lo trasladaron al comando de la GNB, ubicado en La Dolorita, donde permaneció por 67 días. “Duermes con gusanos porque sacan la basura cada 6 o 7 días. En una bolsita debes hacer tus necesidades. No hay un baño dentro de la celda. Si eres guarimbero —así suelen llamarlos— y corres con suerte, te dan baño. La visita dura 3 minutos. La comida llega en la mañana y te la pasan en la noche. Muchas veces llega descompuesta. Lo peor es que allí ves como apuñalan a otra persona. Te obligan a hacerlo, pero yo me negué. Tuve mucha suerte porque salí con medida cautelares”.

Desde entonces tiene que presentarse en el Tribunal 28 de Control cada ocho días. Situación que comparte con otros compañeros que hacen vida en la plaza. “Son jóvenes frustrados que no están siendo escuchados, que no encuentran espacios de diálogo con líderes políticos ni espacios que atiendan sus demandas; y en consecuencia, llevas a los jóvenes a un callejón sin salida. Fue lo que vimos el año pasado y con esa frustración les resulta más complicado canalizar su protesta de forma responsable”, expresa Nizar el Fakih, abogado del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

II

Los jóvenes manifestantes de Resistencia Altamira recibieron el apoyo de la sociedad civil durante las primeras semanas de la protesta, pero hoy no es lo mismo. Las visitas se incrementaron un poco el pasado mes de diciembre cuando un grupo se encadenó para exigir la liberación de los 61 manifestantes que siguen detenidos, según datos del Foro Penal. “Nos han dado la espalda. Estuve en la Organización de las Naciones Unidas haciendo una protesta y antes del encadenamiento en Navidad, fuimos a Miraflores para solicitar el indulto de los presos políticos. He querido mantener la protesta por un juramento que le hice a Bassil Da Costa y a Roberto Redman Manifestantes fallecidos el 12 de febrero”, vuelve “El Enano”.

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Lo cierto es que la protesta de Altamira tiene todas las características de una tribu urbana. Algunos estudian y trabajan, otros hacen alguna de las dos actividades anteriores o ninguna de ellas. Funcionan como una red de apoyo. Se escuchan, se acompañan y se alzan. “Son los parias. Muchachos sin asidero que encontraron un espacio desde el punto de vista simbólico y en la protesta un sentido para sus vidas, independientemente de su ideología o posición política. Eso nos conflictúa a todos porque lo hacen a costa de tomar un espacio público como la plaza Altamira. Es una guarimba de nuevo tipo. A cuenta de la amenaza y la fuerza hicieron que el lugar perdiera su carácter”, explica un psicólogo social y docente universitario que prefirió cuidar su identidad. Es vecino de la zona y ha estado atento a los eventos ocurridos.

La presencia del cementerio ha sido un punto de tensión que ha desatado toda clase de polémicas. El Festival de la Lectura 2014 celebrado el pasado mes de noviembre concluyó abruptamente ante el cierre de la Avenida Francisco de Miranda por parte de los manifestantes de la plaza y la amenaza de represión por parte de los efectivos de la PNB y la GNB. Luego se encadenaron y afectaron las condiciones para celebrar la tradicional Fiesta de Año Nuevo en el lugar.
Para Belén Garantón, vocera del consejo comunal de Altamira y residente del edificio homónimo, tiene que haber una negociación. “Fue muy desafortunado lo ocurrido en el cierre del Festival de la Lectura. Luego perjudicaron a cientos de familias que celebran el año nuevo en la plaza. Estos chicos no pueden apoderarse de un espacio que es de todos los vecinos y ciudadanos de Caracas. Nosotros pagamos el mantenimiento con nuestros impuestos y ahora personas que no son de nuestra comunidad lo toman a su conveniencia. Creo en la protesta como derecho consagrado en la Constitución Nacional pero también en la convivencia pacífica”, afirma. Los vecinos también han denunciado un incremento de la inseguridad y otros delitos desde la instalación del cementerio. “He recibido denuncias de consumo de alcohol, drogas y hasta de prácticas sexuales en la plaza, pero no me consta. Desde mi ventana sí he visto peleas y jóvenes corriendo hacia la Av. San Juan Bosco”, revela.

Todo parece indicar que la protesta tiene un matiz durante el día y otro durante la noche. El propio Félix Ortuño reconoce que hace meses tuvo que “rescatar” la plaza porque tenía la fama de estar llena de “drogos”. Asimismo, se deslinda de un grupillo de chamos en el ala norte de la plaza que suele infringir la ley. (*) Para la confirmación de estas denuncias le fue solicitada una entrevista a la policía de Chacao pero al cierre de este reportaje no teníamos respuesta.

III

La protesta de los jóvenes de Resistencia Altamira no se reduce al cementerio. Han organizado foros y actividades. También lograron hacer un documental con imágenes de las protestas y sus testimonios. El mismo fue proyectado en una pantalla durante el Festival de Lectura.

Al consultarlos por el financiamiento de las actividades, aseguran que proviene de fondos propios, potazos y ayudas de la sociedad civil. Asimismo, cuentan con toda una organización interna. Para el mes de diciembre se dividieron en el grupo de los encadenados, que ejecutaba la protesta; los gariteros, que cuidaban el cementerio en las noches; y el equipo de logística, que se encarga de las comidas y otras necesidades. También aseveran recibir apoyo de varias personas de la tercera edad. De hecho, dos abuelos se conocieron y enamoraron en el lugar. “Hay días que compramos una canilla, queso, un refresco; y lo repartimos entre todos”, dice Bárbara Muñoz, estudiante de Educación Especial, que ratifica el carácter pacífico de su protesta. “Cuando pedimos apoyo de los políticos, no nos prestan atención. Siento indignación y decepción. La gente ha dejado de venir por el miedo”.

Varios duermen en la plaza. Este es el caso de Jeison José Guarate, alias “Loco Loco”. Tiene 19 años y se ganó el apodo porque no controla la ira frente a los efectivos policiales. Es de Los Teques y no trabaja ni estudia. “Rompí con mi familia. No tengo contacto con ellos. Vivía con mi bisabuela y mi abuelo, tuve problemas y me fui a la calle. Los muchachos de la resistencia me ayudan”, declara.

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A su lado se encuentra Marcos. Se reserva su apellido porque es menor de edad. Vive en Chacao con su familia y es estudiante de parasistemas. El 17 de julio de 2014 cayó detenido en la plaza. “Me llevaron a Fuerte Tiuna junto a un amigo. Nos colocaron frente a una pared y nos advertían que si volteábamos nos darían una cachetada o una paliza. Mientras, escuchábamos como colocaban muchas cosas sobre una mesa. Después tomaron una foto y quitaron todo. Según mi expediente, tenía tres bombas molotov, una mascara de gas, dos guantes de carnaza y cuatro piedras. Lo cual es falso porque sólo tenía un sweater y dos cuadernos del liceo”, confiesa mientras reclama las alcabalas que la PNB hace en el metro. “Ahora portar una bandera o una máscara se volvió ilegal”.
A su derecha lo escucha Lulú, que se reserva su apellido por razones de seguridad. Tiene 22 años y estudia Ingeniería Industrial en la Politécnica Santiago Mariño. También trabaja para sostener a Samuel, su hijo de cuatro años. “Es difícil levantar esto porque se ha convertido en algo significativo para nosotros”, expresa.

Frente a ella, Bernardo Sánchez de 37 años se incorpora a la conversación. Es vecino de la zona y desde hace dos meses visita la protesta de la plaza. Es ingeniero en sistemas y los apoya con el manejo de la cuenta de twitter: @Altamira_RAG14. “Este es un grupo sólido de gente responsable”, los defiende.

IV

Capítulo aparte, el abogado defensor de los derechos humanos, José Vicente Haro, fue bastante cercano a los jóvenes de Resistencia Altamira. De hecho, los apoyó en la redacción de varios documentos que denunciaban la violación de los derechos humanos en el país, introducidos ante las delegaciones de la ONU, la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea; y una solicitud de indulto a los presos políticos dirigida al presidente Nicolás Maduro.

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También representó a uno de sus integrantes, César Correa, de 18 años, que fue detenido en la llamada “Marcha de las Máscaras”, disfrazado de zombie porque apropósito del día de Halloween manifestaban contra la inseguridad. El mismo fue recluido por 48 horas en la sede de la PNB de Gato Negro. “Fue objeto de tratos crueles, inhumanos y degradantes. Pusimos la denuncia en todas las instancias y lo defendí en el Tribunal 34 de Control del distrito judicial de Caracas. Logramos la libertad con régimen de presentación de 30 días y estamos esperando el sobreseimiento de la causa”, indica.

Pero el abogado ya no frecuenta la plaza y se ha separado completamente del grupo. “A medida que fui conociendo al resto de los integrantes pude constatar cómo entre ellos conviven algunos drogadictos y traficantes, así que deje de prestarles apoyo jurídico porque solo estoy de acuerdo con la protesta pacífica, constitucional y no violenta”, sentencia.

V

¿Qué ha hecho la Alcaldía de Chacao ante esta problemática? Belén Garantón afirma que los vecinos han participado en varias reuniones y ratifican la buena disposición del despacho de Ramón Muchacho en resolver el problema. “Pero hace falta un poco de mano dura”, agrega. Por otro lado, este año se celebra el 70 aniversario de la plaza Altamira y les preocupa que la ocupación por parte de la protesta perjudique los trabajos de recuperación del espacio como las festividades alusivas a la fecha previstas para fin de año.

Otro vecino que prefirió no revelar su identidad señala que el gobierno local está amparando toda clase de fechorías en la plaza y sus alrededores con su inacción. Lo cierto es que el problema ya tiene un año de duración.

El gerente de Justicia Municipal de Chacao, Gustavo Duque, defiende el rol que les ha tocado asumir en medio de esta coyuntura. “Me gustaría aclarar que los manifestantes que se encuentran actualmente en la plaza no son del grupo que quemaba basura y ocasionaba problemas de orden público. Creo que como todo protesta puede haber infiltrados. En todo caso, el problema actual es de convivencia y el uso del espacio. Nos hemos reunido varias veces con los vecinos y ellos consideran que la protesta debe levantarse”, expresa.

Cuando Duque es consultado por los responsables de los hechos ocurridos en el cierre del Festival de la Lectura, la vandalización del árbol de Navidad o la suspensión de la fiesta de fin se año en la plaza; se reserva toda culpa para el grupo de Resistencia Altamira. “No te puedo decir si algunos implicados forman parte o no de este grupo, pero la policía no se llevó a ningún detenido en esa ocasión. En Chacao aceptamos la protesta cuando es pacífica y en el marco de la Constitución. Sin embargo, puedo confirmar que la Policía de Chacao detuvo a dos jóvenes en la plaza y la respuesta de los chicos fue atacar cuando la autoridad debe ser respetada”, informa.

El conflicto también se vive puertas adentro. Funcionarios de Cultura Chacao se encuentran impotentes ante lo que su propia administración no ha podido resolver. Cada vez que intentan programar una actividad en la plaza Altamira deben negociar primero con el grupo de Resistencia Altamira. Entonces, ¿a quién pertenece el espacio? Duque, responde: “Estamos buscando la conciliación y un punto de encuentro entre vecinos y manifestantes para que los primeros puedan recuperar su espacio”.

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VI

“Son dramas humanos los que allí conviven y deben ser atendidos cuanto antes”, señala otro vecino. Para celebrar el primer año de las protestas, los manifestantes de Resistencia Altamira marcharán desde el Millenium Mall hasta la plaza. Allí los recibirá el padre José Palmar, a las 5 PM, que ha venido desde Maracaibo para ofrecer una misa en el lugar.

Asimismo, los chicos aspiran recibir el apoyo de la Alcaldía de Chacao para revelar una placa en la plaza con los nombres de los caídos. “Hemos hecho la solicitud y no hemos obtenido respuesta”, dice Bárbara Muñoz. Por su parte, Gustavo Duque, certifica que no ha recibido la propuesta formal. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

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