Literatura

Los libros del diablo

La malignidad se expresa en la letra legada por Satán, escrita con idiomas demoníacos que sirven como código para pecar. El conocimiento y la poesía van en contra de lo divino. Con el Verbis Diablo, Lucifer enfrenta a Dios y construye una manera de entender al mundo

Ilustraciones: Pérez Reverte
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Penny Deadful y el libro rompecabezas

En la segunda temporada Penny Dreadful, la exitosa serie gótica de Showtime, dos de sus personajes sacan de los depósitos del British Museum una caja que contiene varios objetos: crucifijos, calaveras, clavijas oxidadas, antifaces, animales disecados… todo un rompecabezas que lleva escrito sobre los objetos una historia en una supuesta lengua del demonio, el Verbis Diablo.

Tal libro en forma de rompecabezas fue dictado por Satán mismo a un monje de nombre Gregorio. Poseído, enloquecido, Gregorio fue apartado de la humanidad y luego quemado en una hoguera. Pero antes, ya lo sabemos, escribió este «libro» en distintas lenguas humanas. Su historia: la versión personal del demonio sobre su caída.

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Interesante resulta la idea del rompecabezas. Por un lado, nos habla del demonio como un ser lúdico, un ser que juega y es, en cierto sentido, creador. Porque el demonio no sólo ha ideado un rompecabezas hecho de objetos del hombre y de elementos de la naturaleza, profanos unos y sagrados otros —lo que refiere a la totalidad del mundo— sino que también ha contado una historia, “su”historia sobre el final de la guerra con Dios.

Dicho acto creador, lo acomete el demonio por medio de la escritura y en su aparente lengua, es decir, con su propio verbo. Usar acá la palabra verbo para designar la lengua de Lucifer no es casual. Recordemos que en las Escrituras, Dios es referido como el Verbo. Al principio era el Verbo y el Verbo era Dios. La Creación existe en Dios desde la eternidad, y él sólo tiene que convertir en acto su verbo para que el mundo sea en la materia. El demonio, en este sentido, emula a Dios, por lo menos semánticamente. Es decir, Satán también tiene su verbo, su libro y su historia. Satán es el gran emulador de Dios, su más acérrima parodia, su más perspicaz sátira.

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Las lenguas del demonio

Vamos acá al segundo punto en relación con el rompecabezas: la lengua del demonio es una lengua fragmentada. Podemos pensar incluso en dos, si seguimos teniendo como referente la serie Penny Dreadful.

La primera permite ser conocida por los humanos, si estos entendieran todos los idiomas de la humanidad o se unieran con el fin de entenderla —como ocurre en la serie, que se unen varios conocedores de distintos idiomas. Esta estructura compleja, como se ve, no es más que una mezcla de distintas lenguas. El arameo o el sumerio se refieren siempre entre las más antiguas. En Fallen (1998), el asesino en serie Edgar Reese (Elias Koteas) habla en una lengua extraña. Luego se dirá que es arameo. Más adelante en el film, otros personajes poseídos hablarán en otras lenguas.

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La tradición nos dice que los poseídos hablan de este modo. El latín, el hebreo, el griego, el alemán e idiomas antiguos y olvidados —entre ellos el arameo y el sumerio—, se encuentran en la lista de la xenoglosia demoniaca. No obstante, no debemos olvidar que el don de las lenguas es propio de los apóstoles. En 1-Corintios 14, se expresa claramente que los profetas y los hombres de Dios hablan en lenguas, porque hablar en lenguas es un don espiritual. Pero a ellos se le exhorta que deben hablarle a la gente en sus propias palabras, en su propio idioma. Hablar en lenguas reconforta el espíritu pero deja confundido el entendimiento. “Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes; pero cuando estoy en la asamblea, prefiero decir cinco palabras mías que se entiendan y enseñen a los demás”.

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Lucifer y sus demonios, ya lo dijimos, imitan a Dios, hablan también en lenguas, pero se comprenda o no el mensaje, su meta es seguir confundiendo. En Penny Dreadful, esa voluntad o juego de enredos es tal, que quizás aquel libro de objetos del monje Gregorio no esté escrito en la verdadera lengua del demonio, cosa que esperan los personajes. Posiblemente la escritura de Gregorio no sea más que una parodia cercana a la confusión de lenguas de Babel, una cortina espesa que esconde el verdadero Verbis Diablo, aquel que hablan las brujas en la serie y el mismo que está escrito en ese otro libro —hecho sí de páginas— que Joan Clayton le legó a Vanessa Ives, no sin antes advertirle que si llegaba a leerlo en voz alta, se alejaría para siempre de Dios.

El juego, volvemos al juego. Un juego sin duda complejo. Allí está la lengua de los hombres, esa cosa imprecisa surgida —por pecado— de la caída de Babel; la de los profetas, que tienen el don de lenguas pero que deben hablarle a los hombres en su idioma con el fin de cristianizar; la de los poseídos y demonios, que simulan o satirizan el don de lenguas; la de Dios, la original, la que hablaron Adán y Eva y que no la pudieron usar luego del pecado original y, allí firmemente escamoteada, la de Lucifer, muy antigua, mágica —obra sobre las cosas—, poderosa, dañina, letal.

La lengua de los hombres, según el pensamiento mágico, también tiene poder mágico. La palabra, sobre todo la hablada, supone cierto poder sobre el mundo. El aliento de los dioses, la palabra de Dios, el aire creador sirve analogía. El hombre siempre ha pensado que en la palabra hay capacidad creadora. Al escritor se le llama creador, pero su poder ha sido anulado: el tiempo ha llevado la magia de la palabra hablada al inane ilusionismo de la palabra escrita. Mientras se trata de palabras en libros, estamos a salvo. Sin embargo, la lengua del demonio nunca ceja en su intento de colarse en el mundo.

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La escritura imaginada

De esta lengua mortal nacida de las fuerzas oscuras se ha hablado durante siglos, así como también de libros o «biblias» escritas en ella. En tiempos recientes, hemos conocido en El club Dumas, novela de Arturo Pérez-Reverte, el grimorio Las nueve puertas del reino de las sombras, redactado por el orate Aristide Torchia en 1666 —en la tradición, todo libro demoníaco surge de la locura— e inspirado, en parte, en el Delomelanicon.

Este grimorio inventado por Pérez-Reverte tiene una particularidad: sólo uniendo las diez xilografías de los tres únicos ejemplares que existen es posible encontrar la clave y obrar su magia. Acá tenemos de nuevo la idea del rompecabezas, ese carácter lúdico del demonio.VanessaIves

Del Delomelanicon se cuenta quefue escrito por el propio Lucifer luego de la caída. Se supone anterior al hombre, y por lo tanto a la lengua de los hombres. El inexistente libro, por supuesto, surge de la imaginación humana. Es decir, la ficción lo imagina, pero al mismo tiempo, como referente de un supuesto original, nos vela su escritura verdadera y por lo tanto, su lengua. La ficción, como se ve, es otra cortina del Verbis Diablo, así como el libro de objetos escrito por Gregorio es también un montaje que oculta la lengua secreta.

La ficción, bajo esta mirada, equivale a un falso don de lenguas. El falso don de lenguas, ya se vio, viene de la posesión —Gregorio estaba poseído, Torchia era un loco delirante, lo que equivale a ser un poseído. El narrador, el poeta, al hacer ficción, se dejan poseer por algo —Homero siempre lo dejó en claro— que está más allá de ellos mismos.

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De la literatura proviene también el Necronomicón. Se trata de otro grimorio imaginado por H. P. Lovecraft. Su autor imaginado fue el árabe loco Abdul Alhazred y está escrito en árabe, aunque ha sido traducido al latín, al griego y a otros idiomas. En el cine de horror, el clásico Evil Dead (1981) de Sam Raimi, nos presenta una cabaña y dentro de la cabaña un grupo de jóvenes que descubre el Necronomicón. Junto al libro hay una grabadora. Ellos escuchan la grabación: en ésta, el profesor Raymond Knowby dice que aquel libro se titula Naturan Demento, traducido de manera rústica, explica, como El libro de los muertos. Naturan Demento significaría en latín “Siguiendo la naturaleza de la locura”, o algo por el estilo. En verdad la frase no está bien construida, podríamos decir que no es exactamente latín o una mala utilización de éste. Knowby continúa diciendo que se trata de un libro escrito con piel y sangre de humanos, y luego recita algunos versos del mismo. Escuchamos entonces una frase extraña, a manera de plegaria o letanía, una invocación a los demonios, que —sacada directamente del guión de la película— dice así: “Tantir ah mis trobeen ha zar ta. Tantir man ov mis hacen sobe. Kanda. Kanda. Kanda”. Lo recitado parece no pertenecer a ninguna lengua específica. Estamos acá ante una recreación —una ficción— de la verdadera lengua del demonio. Esta sí, con su aparataje particular, es la hablada por las brujas en Penny Dreadful —también con su propia gramática en la serie—, la del libro prohibido de Joan Clayton y la que constituye el Delomelanicon nunca leído.

Aquellas palabras, aunque grabadas en una cinta, invocan, al convertirse en voz, a los demonios que acechan en el bosque. Se repite, en este caso, la idea del poder mágico de la palabra hablada. Lo escrito contiene el mal, y el mal se hace efectivo en la palabra dicha.

Un libro real

El Códex Giga es otro libro que ha sido relacionado con lo demoníaco. A diferencia de los anteriores, el Códex Giga existe. Se trata de un manuscrito medieval —los registros del códex terminan en 1229— que se encuentra actualmente en la Biblioteca Nacional de Suecia, en Estocolmo. Está escrito en latín y se cree que fue redactado por Hermán El Recluso, monje benedictino del monasterio de Podlažice en Bohemia —hoy República Checa. De acuerdo con la leyenda, Hermán violó alguna regla del código monástico, y dicha violación fue de tal naturaleza que se le condenó a morir de hambre en una habitación amontillada. No obstante, siguiendo con la leyenda, Hermán llegó a un acuerdo con el abate del convento: se comprometió a escribir, en tan sólo una noche, un libro enorme que contuviera todos los conocimientos de la época. El abate aceptó el reto, y Hermán, ya recluso, invocó al demonio y le vendió su alma a cambio de que éste le ayudara a escribir el libro. Resultado: un tomo gigante (92 x 50,5 x 22 cm) que para ser cargado requiere de dos personas, con un total de 310 páginas que registran una buena parte del conocimiento más fundamental de la época.

La mitad del manuscrito consiste en el Antiguo y el Nuevo Testamento, separados entre sí por textos de distinta naturaleza. Abre así el libro con el Antiguo Testamento de la Biblia Vulgata —una traducción de la Biblia hebrea y griega al latín, realizada a finales del siglo IV por Jerónimo de Estridón—, seguido de dos trabajos del historiador judío Flavio Josefo —Antigüedades judías y La guerra de los judíos—, de las Etimologías del arzobispo San Isidoro de Sevilla, y de ocho textos médicos de Hipócrates, de Theophilus Protospatharius, de Philarteus y de Constantino el Africano.

Los primeros cinco, que corresponden a Hipócrates, Theophilus y Philarteus conforman el Ars Medicinae, compendio de origen griego y bizantino, que era de lectura obligatoria para los estudiantes de la Scuola Medica Salernitana (Salerno, Italia), la primera escuela de medicina medieval y la más sofisticada. Los otros tres tratados son de Constantino el Africano, monje benedictino de Monte Casino que tradujo al latín textos de medicina árabe. Es importante señalar que el saber médico de los árabes también se sumaría a la escuela de Salerno, y todo ello pasaría a formar el conocimiento médico primordial de la Edad Media, conocido como el Articella.

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Luego de estas obras médicas, viene un grupo de confesiones y, acto seguido, dos ilustraciones, una de las cuales ha contribuido en parte al oscuro prestigio del libro: una es la Jerusalén Celestial y la otra, opuesta, el Diablo. Luego se continúan dos páginas de conjuros, la Crónica de Bohemia de Cosmas de Praga, una lista de nombres —miembros y benefactores del monasterio— y finalmente un Calendario que incluye fechas conmemorativas de santos bohemios, registro de personas fallecidas y otras fechas relacionadas con la región.

El texto es particular, pero de diabólico no tiene nada. Resulta, narrativamente, un recopilatorio de la historia de la humanidad, desde el punto de vista religioso y médico, que va desde la antigüedad hasta el momento en que fue escrito, y de lo universal —la Biblia como texto cosmológico— a la regional —la historia de Bohemia. Si bien es un texto nada común por su contenido, no lo es por su tamaño. Ya para entonces se hacían Biblias de esa medida.

En cuanto al latín, pues pareciera no tener relación con la lengua del diablo, como tampoco el árabe del Necronomicón. No obstante, alguien suspicaz podría preguntarse: ¿En verdad el árabe no es la lengua del demonio? Un cristiano fanático podría considerar que sí. Y alguien más, desde una mirada historicista, diría que la lengua del imperio que persiguió a los primeros cristianos, pudo ser vista en aquel tiempo como una lengua diabólica. Pero es lógico pensar que difícilmente ellos la considerarían una lengua del demonio, pues aquel latín medieval era de uso común entre ellos para las oraciones cotidianas e incluso para la traducción y copia de textos, entre ellos la propia Biblia. Si los primeros cristianos la vieron como una lengua de idólatras, de tiranos y asesinos, los que vinieron luego la terminaron entendiendo como una lengua de Dios.

De modo que el Códex Giga es un compendio de conocimientos raro para la época, y cuenta además con esa imagen del demonio que ocupa el centro del libro, pero la discutida lengua del demonio, propiamente dicha, no la contiene.

Si se especula un poco, se podría pensar también en el conocimiento humano como una forma de malignidad. Recordemos: el hombre empezó a conocer a partir del pecado de Adán y Eva, quienes en esa primera caída supieron de la diferencia entre el bien y el mal, entre la inocencia de la gracia de Dios y el conocimiento del hombre. Prometeo, vayamos más atrás, al ver a los hombres tan desprotegidos en el mundo, tan incompletos con respecto al resto de las criaturas, les robó a los dioses el conocimiento y se lo legó a los humanos. Por tal osadía, fue castigado. De modo que el conocimiento, desde la antigüedad, tiene una arista oscura, condenable, un dejo de atrevimiento contra lo divino.

Quizás, esa narrativa cargada de conocimientos, sea el principal estigma del Códex Giga. Tenemos allí el saber del hombre como una forma de velo, de engaño, de mentira que lo hace aún más ignorante. En Juan 8, 44, encontramos esa idea en las palabras de Cristo: «Ustedes tienen por padre al Diablo, y quieren realizar los malos deseo del diablo (….) No ha permanecido en la verdad porque en él no hay verdad. Cuando habla, de él brota la mentira, porque es mentiroso y padre de toda mentira». Jesús trajo la verdad a los hombres que viven en su conocimiento falso del Dios, del mundo y de ellos mismos.

La lengua, el conocimiento, el juego, la mentira

Pero, ¿cuál es la base, el medio de ese saber del hombre? Volvemos al inicio: la lengua. Esa lengua que juega con ella misma en un sinfín de significados ambiguos, donde las palabras no designan correctamente a las cosas. El chiste, la poesía, el juego de palabras, la narrativa literaria, la retórica son ejemplos de este juego ambiguo que confunde las palabras. La poesía es posible por la Caída, pero el poeta sabe, ya de entrada, que el lenguaje es ambiguo. El científico, en cambio, cree que sus lenguajes le permitirán descubrir todas las cosas del mundo, incluso a Dios.  El científico, en ese sentido, confía más en la asertividad de la lengua y del conocimiento, y por lo tanto, es más inocente y más susceptible al engaño que el etéreo poeta.

Toda lengua es terrible, está hecha de imperfecciones y de ambigüedades que han hecho maravillas en el mundo. Pero también las lenguas han confundido a los hombres, los han lanzado en abismos de incomunicación, los han confrontado con sus construcciones ideológicas. El Verbis Diablo de Penny Dreadful nos habla de las construcciones del poder, del mal que pueden contener las palabras. Sin duda el lenguaje es poderoso, sin duda seduce y atrapa. Esa es su magia. El hombre, en su incesante búsqueda de lo infinito, ha buscado imitar o imaginar tanto la lengua de Dios como la del Diablo. En ambos casos, ha logrado prodigios, prodigios hermosos y prodigios abyectos. El mal, sin duda, también sabe crear, y suele ser originalísimo en sus creaciones. Que esa creación de beneficios o engendre daño, ya es otra cosa. El Verbis Diablo, en ocasiones, pareciera ser nuestra propia manera de entender el mundo por medio de las palabras.

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