Los mercaderes del templo

Año tras año los peregrinos llenan las puertas de la Basílica de Santa Teresa para rendirle culto al Nazareno de San Pablo y agradecer con fervor todo tipo de milagros. Junto a ellos, otros llegan cargados de mercancías para pedir la multiplicación no de los panes sino del dinero por lo menos durante dos días

Fotografías: Fabiola Ferrero
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Morado. Es indiscutiblemente morado. Nadie los ha uniformado pero todos llevan encima una pieza de ropa morada que los hace parte. Ese río de gente que cruza de un lado a otro las cuatro cuadras que rodean a la Basílica de Santa Teresa. Quienes lo forman coinciden no solo en lo morado sino también en mantenerse firmes a punta de fe.

De un lado de la acera están los que esperan en fila: algunos descalzos, en silla de ruedas, con bebés en brazos, con una cruz al hombro o sencillamente curioseando por los alrededores mientras llega la hora de entrar. Y del otro lado de la calzada están los que venden, cargados de mercancía que roza lo profano y lo sagrado, listos para montar, desmontar y seguir el rumbo hacia la siguiente peregrinación de turno.

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La vigilia

A las 6 de la tarde del martes santo las mesas, rejillas y manteles —que día a día ocupan las aceras para ofrecer bisutería, ropa o artículos del hogar— comienzan a transformarse en tarantines de la fe. Por esa ruta se marca el camino de entrada que lleva hacia la iglesia Santa Teresa.

A medianoche es la primera misa. Los buhoneros ofrecen comida, sillas y puestos para estacionar. Van a la vanguardia. Mientras avanza la noche parece que el número mágico es cien: 100 Bs. cuesta parar el carro en la avenida Lecuna, a pocos metros de la Basílica; 100 Bs. hay que pagar por el velón morado o blanco que ilumina la fe; 100 Bs. es el coste de una arepa de pollo, carne mechada o perico. «Si quieres el combo son 150 Bs. Trae ensalada más nestea o refresco», dice Yelitza quien llegó a las 7 de la noche con su cavita preparada para resolver la cena de los que se van incorporando a la cola.

En la cava de Yelitza hay 60 arepas calienticas, que según sus cálculos, no llegan a medianoche. «El año pasado hicimos 50 arepas y a las 10 y media de la noche ya no quedaba nada». Pero no se preocupa porque vive cerca de la iglesia y si es necesario su hermana está en casa, preparada para hacer más arepas.

«Mis hermanas y yo somos devotas del Nazareno y nada más trabajamos la noche antes —del miércoles santo. Mañana estamos aquí bien tempranito para presentarnos ante él porque tenemos mucho que agradecerle empezando porque con esto nos ayudamos y llevamos una platica a la casa». Pero no sólo Yelitza tiene que agradecer esta ayudita al Nazareno. Aunque son las 11: 30 de la noche hay luces y locales abiertos por todo el perímetro. Las panaderías, tiendas de ropa, cafés y luncherias de los alrededores están en pleno. Ni siquiera han sonado las campanadas que anuncian el miércoles santo y el Nazareno ya hizo su primer milagro.

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Los que no entraron a la primera misa se acomodan en las sillas para esperar a la siguiente hora. Alcanzarán a ver la parte final del clásico de la cinematografía religiosa Ben-Hur en un televisor de 32 pulgadas que lo proyecta dentro de una pequeña tienda bien dotada de la más variada selección de DVD y bluray con todas las versiones de Cristo o el Antiguo Testamento, según Hollywood. «Una a 80 Bs, dos por 150 Bs.», repite la joven al que se detiene a buscar la edición remasterizada de Los diez mandamientos, La pasión de Cristo o Moisés.

Y para que el sueño no haga estragos, el carrito de bebidas calientes recorre las diferentes colas una y otra vez: café, chocolate, fororo y avena humeante en porciones de 30, 40 y 50 Bs. La escasez de agua embotellada hizo su efecto así que para calmar la sed con 10 Bs. bastaba porque casi todos los que vendieron agua fría tuvieron que resolver con un termo, mucho hielo y un vasito.

Los que también estandarizaron su precio al estilo más puro de la ley de oferta y demanda fueron los vendedores de sahumerios. Todos los combos quedaron fijados en 100 Bs. hasta con 14 esencias y dos carbones. Una especie de precio justo unificado que les daba el mismo chance de vender a todos.

Dios proveerá

Apenas amanece y la calle ya está movida. Los espacios que durante la noche habían quedado vacíos se llenan de mesitas con la más variada oferta. Las túnicas que replican la vestimenta del Nazareno se multiplican en todos los tamaños y diseños, desde las más elaboradas con cordones dorados y tela de raso hasta las más modestas de corte simple y con cordón de poliéster.

María Teresa Rodríguez se acostó a las 3 de la madrugada cosiendo túnicas y a las 5 de la mañana ya iba con su mercancía a cuestas para apostarse en el punto en el que lleva 25 años vendiendo el tradicional vestido púrpura. Confeccionó 30 de un rollo de tela. «Me pusieron cada metro de tela en 400 Bs. y no pude sacar más vestidos de eso. El rollo de cordón dorado que trae 35 metros lo compré en 5.000 Bs. ¡Imagínate nada más por ahí! Este año ha sido muy duro porque por donde lo veas la cuenta no da. Sin contar el hilo y los cordones tengo que vender la túnica en 1.200 Bs. y aún así no recuperó la inversión».

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María Teresa calcula que invirtió más de 100 mil Bs. «Es más de mediodía y no he hecho ni la mitad de eso. Y ya no lo voy a hacer porque a esta hora en otros años ya había recuperado lo que gasté. Vendí unas franelitas que tenía y con eso redondeo la cuenta, pero aquí se vende es hoy —miércoles santo— ya mañana esta mercancía muere hasta el próximo año».

La mercancía de María Teresa depende de la feligresía del Nazareno y aguanta 48 horas antes de quedarse fría pero lo que vende Jenny Vargas aguanta un poquito más. La bisutería religiosa es su negocio desde hace más de 20 Semanas Santa. Tiene rosarios, medallitas, brazaletes, estampitas y toda clase de accesorios del panteón religioso. También tiene diferentes advocaciones de las vírgenes, José Gregorio Hernández, Cristo crucificado y Cristo Nazareno —que varían de precio según el material y el tamaño. Pueden llevarse una sencilla pulsera de hilo en 50 Bs. o una medallita tallada en 500 Bs.

Jenny guarda celosa su permiso emitido por la Alcaldía del municipio Libertador que le autoriza a trabajar en los alrededores de las iglesias como lo ha hecho en los últimos 20 años. «No todo el mundo puede venir a instalarse a vender porque nosotros tenemos permiso y al que no lo tiene, la Policía Nacional Bolivariana le quita la mercancía». Cuando se acaba el miércoles santo, Jenny continúa el peregrinar y sigue la marea de gente. «Mañana nos vamos a la Iglesia Las Mercedes porque después vienen los ‘Siete templos’ y hay más movimiento allá». Después del jueves y viernes, guarda los santos y las vírgenes y vuelve a sacar su bisutería cotidiana con la que trabaja día a día.

—¿Y cómo han estado las ventas este año?

—La verdad es que siempre se vende. Aunque te digan que no, todos los que estamos aquí vendemos alguito como para hacer el día. Hay que darle gracias a Dios por eso.

En el puesto de al lado los dos adolescentes que están a cargo sonríen y le dan la razón a lo que dice Jenny. Venden gorras y franelas con la imagen de Jesucristo. «Todo se vende, lo que hay es que saber vender». Las gorras de colores encendidos que anuncian el regreso del Cristo Salvador les ratifican la idea: en menos de 15 minutos un muchacho se acerca, se prueba una azul celeste con letras blancas y pregunta el precio «900 Bs.». El comprador la revisa, saca la cartera, paga en efectivo y se va con su gorra puesta.

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Las gorras también sobrevivirán a los días de Semana Santa porque su mensaje se adapta a otro tipo de mercado. Por ejemplo: las masivas reuniones que congregan en estadios o teatros a los miembros de las iglesias cristianas evangélicas. Y con 80 Bs., una oración y mucho sincretismo, el interesado puede llevar un ramo de sábila con un preparado de esencia de rosas para limpiar las malas energías. O por 100 Bs. puede llevar un puñado de hierbas como el dividivi que cura el dolor de muela o la uña de gato que limpia los riñones de impurezas.

Una vez más el mercado de la fe hizo su agosto, en este caso, su abril porque todo el que llega algo se lleva. Es que la fe mueve montañas… pero hay que pagar.

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